PALABRAS
DEL PRESIDENTE URIBE AL CLAUSURAR CONGRESO DE SERVICIOS
PÚBLICOS DOMICILIARIOS
Junio 29 de 2007 (Cartagena)
“Quiero agradecer inmensamente la posibilidad para
mis compañeros de Gobierno y para mí, de estar
nuevamente en este foro, tan importante en el presente y
el futuro del país.
Coincide hoy con un momento de optimismo nacional por muchos
aspectos, y con un momento de tristeza, por el doloroso asesinato
de los diputados vallecaucanos, perpetrado por el grupo terrorista
de las Farc.
El Gobierno fue sorprendido, como todo el mundo, por la
noticia al amanecer de ayer. Nos propusimos congregar todos
los elementos necesarios para hablarle al país, como
ha sido siempre nuestro propósito, con toda la verdad.
Entre las 5:00 de la mañana y las 12:00 del día
se hizo un repaso exhaustivo por parte del Ministerio de
Defensa, con las diferentes brigadas, con las diferentes
unidades de Ejército, de Armada, de Policía,
sobre la posibilidad de que se hubiera presentado un enfrentamiento
con este grupo terrorista de las Farc, en el cual hubieran
muerto los diputados. En esas largas horas, el repaso del
Ministerio de Defensa muestra que no hubo ese enfrentamiento.
Cuando llego a Cali, en la tarde, a reunirme con las familias,
encuentro que ya se ha sabido, por múltiples vías,
por múltiples medios probatorios, que fue un asesinato,
con toda la sevicia y con toda la alevosía, por parte
de las Farc.
Esta mañana hablé con el secretario general
de la OEA, el doctor José Miguel Insulza, quien tanto
nos ha ayudado. La OEA se propone ejercer un gran liderazgo
internacional para que aparezcan los cadáveres de
las víctimas. Además el Gobierno ha pedido
que, al hallarse los cadáveres, se integre una comisión
forense internacional para que diga al país y al mundo
cómo se dio este crimen atroz de lesa humanidad.
El Gobierno ha tenido toda la disposición de buscar
un acuerdo humanitario, pero con dos requisitos que no puede
mover: un requisito es que no haya zona de despeje, y otro
requisito es que los guerrilleros que salgan de la cárcel
no se reintegren a las Farc para asesinar, no se reintegren
a las Farc para secuestrar, sino que regresen a la libertad,
a sus familias, que estén en el extranjero, en el
país en un programa de reinserción, pero no
en el delito.
De resto, hemos hecho todos los esfuerzos. Los últimos,
la liberación de 150 integrantes de las Farc. Salen
de la cárcel y empiezan a gozar de libertad. Y la
liberación de Rodrigo Granda, solicitud que nos hizo
el presidente Sarkozy. Francia ha sido un país muy
activo en la búsqueda de la liberación de nuestros
secuestrados.
El señor Rodrigo Granda dice que él no se
desmoviliza de las Farc, y el Gobierno Nacional acepta que él
no se desmovilice, pero se hace con él un pacto de
muy buena fe: que no vuelva a la clandestinidad, que dé la
cara a la comunidad nacional e internacional, a la prensa,
a los partidos políticos, a los diferentes sectores
de opinión. Que no participe en el secuestro, en el
asesinato, en este tipo de delitos. Y que sea gestor de paz.
Estoy en los Estados Unidos en una serie de reuniones para
buscar superar obstáculos al TLC, y las Farc producen
un comunicado agresivo acerca de la liberación de
Rodrigo Granda. La decisión del Gobierno es: ya hicimos
un esfuerzo por el acuerdo humanitario, que es la liberación
de estos señores de las Farc, y nuestro segundo esfuerzo
va a ser la prudencia.
Hemos autorizado cualquier cantidad de facilitadores. Nadie
serio, con una propuesta seria de facilitación, puede
decir que el Gobierno colombiano no le ha permitido que ejerza
esa tarea de facilitación. El Gobierno ha sido totalmente
flexible para permitir esa tarea de facilitación.
Miren qué paradojas, que nos llaman la atención:
el Gobierno ha autorizado a los representantes de Suiza,
de España y de Francia a tener un diálogo con
las Farc para el acuerdo humanitario.
El comunicado de las Farc que da cuenta del asesinato de
los diputados, dice que el hecho ocurrió el 18 de
junio. El comunicado lo fecharon el 23 y solamente lo publicaron
al amanecer de ayer 28. Y ese 18 de junio, el delegado europeo
de los tres países mencionados, de acuerdo con lo
que nos confirmó ayer en la mañana, estaba
reunido con Raúl Reyes, terrorista de las Farc, previa
autorización del Gobierno, para hablar del acuerdo
humanitario.
Mientras el Gobierno da esas autorizaciones, se adelantan
esas conversaciones, el mismo día las Farc, alevemente,
asesinan a los diputados.
Quiero decirles que el Gobierno ha procedido con toda la
firmeza, pero con toda la responsabilidad. Cuando nosotros
hemos hablado del rescate, ha sido con todas las previsiones
que exige una política de seguridad firme, con las
características humanitarias que tienen que darse
en una democracia.
No quiero entrar en todos los detalles que transmití ayer
al país, seguramente muchos de los cuales no se conocían,
sobre los protocolos que tenemos para el evento de que se
localice el lugar de cautiverio de los secuestrados: las
decisiones, que ya se han practicado, de informar a la familias
en el evento que vayan a iniciarse operaciones de rescate,
como se hizo con don Alberto Araújo, padre del Canciller,
en el momento en que lanzamos la operación para rescatar
al Canciller, dado que se había localizado el sitio
del cautiverio. Ayer, de manera detallada, le contamos al
país el tema. Todo el tema.
En medio del dolor, en la mañana, recordábamos
lo siguiente: cuando las Farc asesinaron al ex ministro Gilberto
Echeverri y al gobernador de Antioquia, el doctor Guillermo
Gaviria Correa, y a otro grupo de compatriotas, estábamos
la señora ministra de la Defensa, la señora
Martha Lucía Ramírez, los Altos Mandos y mi
persona, instalando el Batallón de Alta Montaña
en los Farallones de Cali. Sabíamos de un operativo
de rescate. En eso estábamos. En esa ocasión
no se le informó a la familia. Fue después
de ese operativo cuando tomamos la decisión de que
cualquier operativo sería informado a la familia.
Lo que no implica pedir permiso, como se lo relaté en
detalle ayer al país.
Y en medio del dolor y la zozobra que causa semejante noticia,
abordamos un avión de Cali a Medellín (todavía
era relativamente temprano en la mañana), y en el
avión se preguntan: “¿Y ante esta tragedia
qué se va a decir?” Y empieza esa discusión.
Les dije: “Eso se resuelve muy fácil: la verdad.
Aquí no podemos dejarnos asediar para dar declaraciones
improvisadas, rápidas. Hay que buscar la verdad, y
se dice la verdad”.
Fuimos a Urrao, al río Murrí, plena selva
entre Antioquia y Chocó. Yo tuve la oportunidad, a
primera hora de la noche, de reunirme con los sobrevivientes,
de escuchar su versión. Y cuando tuvimos compilados
todos los elementos, se le habló al país esa
noche. Habló el señor general Mora, el señor
general Ospina, hablé yo. Y ayer en la mañana
les decía a mis compañeros de Gobierno: “La
misma norma, la verdad. Repasen en el Ministerio de Defensa,
en las diferentes unidades, qué pudo haber pasado,
etcétera”. Procuramos verter en ese comunicado
de ayer toda la verdad.
Anoche, discutiendo con las familias de Cali, esa visita
tan dolorosa, tan dolorosa, me decían: “Bueno,
pero es que a ellos los tenían separados. ¿Cómo
así que en un cruce de fuego asesinan a unas personas
que están en diversos grupos y separados? ¿Cómo
es que van a morir por efecto del cruce de fuego, si la ubicación
geográfica no lo permite?”.
Y contestaba anoche a las familias: “El Gobierno es
consciente de eso. Y la información que hemos tenido
es que los tenían separados”. ¿Por qué no
lo dije en el comunicado? Porque nosotros no quisimos en
el comunicado hacer especulaciones, sino contar la verdad.
Y nos podríamos arriesgar a que nos dijeran: fue que
los habían juntado nuevamente en los últimos
días.
Las Farc llamaron a familiares, de manera desafiante y arrogante,
a decir que fueron las Farc las que hicieron el asesinato.
Cuando llegué a Cali supe esa información,
y ya se la habían dado también al Comisionado
de Paz durante el día y al señor Gobernador
del Valle del Cauca.
Y el comunicado dijo lo siguiente: que en la tercera semana
de junio los delegados europeos estuvieron reunidos con Raúl
Reyes, terrorista de las Farc, para hablar del acuerdo humanitario. ¿Por
qué el comunicado no dijo el 18? Porque en la mañana
de ayer le dije al doctor Luis Carlos Restrepo: “Hombre,
usted me había contado de esta reunión. Hay
que contársela al país porque esto es una infamia:
que mientras el Gobierno autoriza esa reunión, mientras
están esas conversaciones, al mismo tiempo estén
asesinando a los diputados. Llame a estos señores
europeos, confirme con ellos si se realizó o no esa
reunión, para decirlo en este comunicado”.
Me dijo: “Acabo de hablar con ellos y confirman lo
que ya me habían dicho, que se realizó la reunión,
que fue en la tercera semana de junio”. El 18 de junio
estaban reunidos. El mismo día en que las Farc asesinan
a los diputados.
En esa reunión de anoche, apreciados compatriotas,
sentí un profundo contraste entre el dolor y la responsabilidad
con la seguridad democrática. Al regresar a Bogotá,
me fui a buscar a los hijos míos a darles la bendición,
y me dijo Lina: “Estos tienen el papá, que viene
a darles la bendición. Los de Cali perdieron el papá.
O los papás perdieron el hijo”.
Una cosa bien dolorosa. Esa reunión con los familiares
de Cali fue muy dolorosa. Una reunión amable, muy
constructiva, en ese dolor. Unos compatriotas de lujo, como
es este gran pueblo colombiano. Y me decían, con mucho
dolor: “Presidente, ya sabemos, los mató las
Farc. Nos desorientaron en la mañana, pero en el día
nosotros mismos aclaramos todo. Pero, Presidente, es que
a las Farc nada les podemos pedir. En cambio a usted, sí.
Despeje Pradera y Florida”.
Entonces ahí entra uno en esa dificultad tan grande
entre el dolor y las decisiones de gobierno. Y me puse a
pensar toda la noche. Dije: “Pero, a ver, ¿por
qué he negado el despeje?”. El ser humano es
luchador y combativo. Y tenaz. Y tozudo. No es fácil
establecer la línea divisoria entre la tozudez y la
arrogancia. Lo único que divide la tozudez de la arrogancia,
es tener la capacidad de buscar opciones o de incluir rectificaciones.
Cuando fui a liberar a los señores de las Farc, a
los 150, y a Rodrigo Granda, dije: “Bueno, vamos a
buscar aquí una opción para facilitar este
acuerdo humanitario”.
Entonces me puse anoche a replantearme el tema de por qué no
al despeje. El país estuvo despejado muchos años.
El presidente Bill Clinton, hace dos semanas en Nueva Cork,
decía: “Es que el 30 por ciento del territorio
de Colombia, hasta hace cuatro años, estaba en poder
de guerrillas y paramilitares”.
Nosotros teníamos más de 300 alcaldes que
no podían desempeñar sus oficios en sus municipios,
que estaban exiliados en otra parte, porque esos municipios
estaban controlados por guerrilla y/o paramilitares. Alrededor
de 600 municipalidades, con una gran presión de todos
esos grupos. No creo que eso lo haya vivido un país
democrático en recientes décadas. Hemos hecho
un gran esfuerzo para restablecer la presencia de la autoridad
en todas partes.
Muy costoso para los colombianos. Dos impuestos de seguridad
democrática: el del 2002 y el de ahora. Creo que la
mayoría de las empresas de servicios públicos
cuyos representantes nos acompañan hoy, acaban de
liquidar ese impuesto patrimonial o lo van a pagar. Es muy
costoso.
Se ha hecho un enorme esfuerzo. Hoy están desempeñando
en sus lugares todos los alcaldes de Colombia. La seguridad
ha sido democrática para todos, independientemente
del origen político de su elección. También
para los gobernadores.
Se ha logrado un gran intangible. Recuerdo que en mi primera
campaña y en los primeros años de gobierno,
la discusión era: es que Uribe es la guerra y necesitamos
política social. Una deformación de la civilidad
les había hecho entender a muchas generaciones de
colombianos que lo único importante era la política
social, que la seguridad era militarismo, fascismo. Por eso
aquí no prosperaban proyectos de seguridad.
Nos habían formado a todos como en un gran universo
de la escuela positiva del derecho, en el cual nos hacían
pensar que todos los delitos tenían un exclusivo origen:
el social. Nos habían hecho pensar que lo social justificaba
cualquier expresión de violencia.
Hoy en un corregimiento en donde me reúno con compatriotas:
barrio popular de Ciudad Grande, un grupo de alcaldes, de
gobernadores, todos reclaman más Familias en Acción,
más acueductos, y todos reclaman más fuerza
pública.
Un gran intangible que también hemos ganado hoy en
Colombia, es ese creciente entendimiento del pueblo colombiano
de que hay que llevar las políticas sociales y de
seguridad de la mano, que son ejes complementarios que viven
en permanente y mutua implicación. Nunca excluyentes,
siempre convergentes.
Entonces me pregunto: ¿vamos a despejar el país
después de esos esfuerzos? Es que es muy difícil.
Anoche en ese barrio de Cali hubo dos contrastes. Una ciudadanía
diciéndole a uno: “Presidente, no vaya a despejar”.
Y unas familias, con ese dolor comprensible, llorando: “Presidente, ¿por
qué no despeja?”. Y la ciudadanía de
Palmira y Florida, a cada momento: “Presidente, no
vaya a despejar. Nosotros no se lo podemos decir en público
porque nos matan, pero no vaya a despejar”.
El año pasado, cuando estuvimos examinando la posibilidad
de un zona de encuentro, esa sola circunstancia produjo que
mucha gente de las Farc que está en diferentes regiones
del país, buscara ubicarse en Palmira y Florida. Y
eso nos acentuó el problema de orden público,
que apenas lo estamos superando. Porque querían esa
zona de encuentro como una zona de refugio, para eludir la
acción militar.
Entonces nos faltan tres años de Gobierno y nosotros
tenemos tres objetivos: consolidar la seguridad democrática,
consolidar la confianza inversionista y cumplir unas muy
exigentes metas sociales. Una zona de despeje puede ser una
zona de refugio para terroristas. Que eludan, a través
de esa zona de despeje, la acción militar y policial.
Y que nos aplacen y nos entorpezcan la política de
seguridad democrática.
El país tiene muy mal recuerdo de las zonas de despeje.
El Caguán: retrospectivamente hay que tener toda la
consideración con el Gobierno que lo hizo. Eso se
les ofreció a los colombianos en esa campaña.
Y lo ofrecieron por igual todos los candidatos. Competían
a ver quién le ofrecía más a las Farc.
Si miramos las ofertas de esa campaña, así fue.
¿Qué pasó? Mientras el Gobierno que
se instaló, de muy buena fe, pensó que ese
era un camino, estos criminales, buenos alumnos de Maquiavelo
a través de Marx, toman esos gestos no como gestos
generosos para hacer la paz, sino como debilidades del Estado,
porque es al cual tienen que derrotar.
Entonces eso lo utilizaron como lugar de cautiverio de secuestrados,
depósito de droga, como campos de reclutamiento para
crecer. Cómo creció la guerrilla, y de contera
el paramilitarismo, en esos tres años y medio.
Las zonas de despeje crean un impacto muy negativo en la
fuerza pública. A la fuerza pública no solamente
hay que darle fusiles y aviones y uniformes. Hay que darle
motivación. Hay que hacerle sentir su responsabilidad
con la Constitución.
Cuando uno la desplaza y deja que ese vacío lo llenen
los criminales, la desmotiva. Podemos darle a la fuerza pública
todos los helicópteros del mundo, todos los aviones
del mundo, pero si no hay motivación, no hay razones
para la eficacia. Uno no sabe que es más importante
en esto, si la logística o la motivación.
Y empezamos con una zona de 45 días, sin tener la
certeza de que los vayan a liberar ni cuándo llegamos.
Y me he hecho, desde las 12:00 de la noche que regresé de
Cali y hasta ahora, una reflexión, porque era mucho
el pedido anoche de esas familias, y creo, sinceramente,
compatriotas, que no podemos dar zonas de despeje.
A la 1:00 de la mañana, el señor general Óscar
Naranjo, comandante de la Policía, me dijo: “Presidente,
comprendo su dolor, pero no ceda. No les dé a las
Farc zonas de despeje. No entre en el juego de la lógica
de las Farc, que es un juego para que el país nunca
tenga seguridad”.
Me dijo: “Tenga esta libreta con usted”. Me
dijo: “Gracias a su política, que en muchos
momentos tiene serias dificultades como ésta, este
país llegó a tener en un semestre 1.700 secuestros
extorsivos. En el semestre que estamos terminando ha tenido
95 secuestros extorsivos”. Todavía es mucho.
Pero es que venimos de 1.700 a 95.
En un auditorio como éste, decir no al despeje es
fácil. Decírselo anoche a esas familias, con
ese dolor, muy difícil. Muy difícil.
Ahora, el otro tema: yo no tengo inconveniente en liberar
a unos guerrilleros. Anoche me decía alguno de los
Ministros: “Todavía hay mucho resentimiento
por la liberación de Rodrigo Granda, por la liberación
de los 150 de las Farc”.
Yo le dije: “Bueno, pero uno tiene que hacer las cosas
muchas veces pensando en el futuro de la patria. Creo que
esa decisión enaltece la política de seguridad
de Colombia. Muestra que es una política que no ignora
los esfuerzos por razones humanitarias, como es la búsqueda
de la liberación de los secuestrados”.
Les dije: “Y además lo hicimos con toda la
prudencia. Los 150 liberados están en la reinserción.
Los 27 que habíamos liberado anteriormente, cumplieron.
No regresaron al secuestro, no regresaron al asesinato. Aspiramos
que estos 150 nos cumplan”.
Eso está bien. No tengo inconveniente. Si estos bandidos
de las Farc, estos criminales, liberan a nuestros secuestrados,
no tengo inconveniente en seguir liberando guerrilleros.
Lo hemos hecho unilateralmente.
¿Cuál es la diferencia? Una cosa es liberar
a un guerrillero para devolvérselo a las Farc allá en
el monte, para que ese guerrillero salga de la cárcel
y se reintegre al secuestro y a la extorsión. Y otra
cosa es liberarlo para que entre a un programa de reinserción,
comprometido a no reengancharse en el secuestro, a no reengancharse
en el asesinato. Eso es lo que marca la diferencia, apreciados
compatriotas.
He llamado esta mañana al secretario Insulza y he
estado hablando con instituciones nacionales e internacionales,
y a todos les he dicho: el Gobierno es un Gobierno abierto
a buscar opciones, pero les ruego comprender dos inamovibles:
no puedo dar una zona de despeje, ni puedo liberar a guerrilleros
para que se reintegren a delinquir.
Ahora, el dolor de las familias. Pienso que lo que necesitamos
es apoyarlas, que sientan nuestra compañía.
Ayer me decían muchos compatriotas: “Hombre,
no vaya, espere, no es el momento. El dolor muchas veces
se expresa en agresividad”. Dije: “No, hombre,
yo poco les corro a los cocteles y a las fiestas, pero al
ruego de la gente hay que correrle”.
Hay que acompañar a las familias. Y todos los colombianos
tenemos que acompañarlas, hacerles sentir nuestro
cariño, hacerles sentir nuestro afecto.
Y el Gobierno tiene que buscar los mecanismos. No hay indemnización
que supere el dolor, pero por lo menos ahí hay unos
cuadros dramáticos de unos niños huérfanos,
con dificultades para estudiar. Pienso que el Gobierno no
puede esperar a que lo demanden, a que vengan unas sentencias
del Consejo de Estado, unos mandamientos de pago de tribunales
internacionales. Creo que hay que buscar unos caminos, rápidamente,
para ayudarles a estas familias en ese problema tan duro.
Vamos a hacerlo.
Yo quedé con ellas de que mañana iba a Buenaventura,
pues estamos empeñados en resolver ese problema de
Buenaventura, y que la semana entrante regresaría
a Cali a hablar con las familias.
Y voy a pedirles a todos los compatriotas que hagamos una reflexión
sobre qué más podemos hacer después de la liberación
de Granda y de los 150 de las Farc, pero que también esa reflexión
incluya la necesidad de afianzar la decisión de no permitir que salgan
guerrilleros a volver a delinquir, y de no dar una zona de despeje.
Nosotros tenemos en los batallones de sanidad del Ejército
y de la Policía a 1.700 integrantes de esas fuerzas
que están mutilados por las minas antipersona. El
gran sembrador de minas antipersona es las Farc.
Yo me preguntaba: ¿qué pensaran esos compatriotas
del Ejército y la Policía en esos batallones,
en esos pabellones de sanidad, cuando vean que sus verdugos
salen de la cárcel, los que plantaron esas minas,
para reintegrarse al delito. Si salen de la cárcel
para contribuir a la paz, cualquiera los mira bien. Pero
no si salen de la cárcel para reincidir en el delito,
reincidir en el atentado terrorista, en la siembra de minas
antipersona, en el secuestro, en el asesinato.
Ahora: el año pasado, por ejemplo, la Unión
Europea, los tres países europeos me dijeron, le dijeron
al Comisionado: bueno, les vamos a proponer algo, y necesitamos
que el Gobierno nos lo apoye en horas. Y el Gobierno tomó una
decisión en una mañana.
Nos propusieron que una zona de encuentro en la cordillera
central vallecaucana, de 200 kilómetros, donde no
habría Ejército, no habría Policía,
no habría guerrilleros armados, sino simplemente negociadores
del Gobierno y de la guerrilla, y habría unos observadores
europeos.
El Gobierno aceptó eso. Esos señores de las
Farc no lo aceptaron. Primero dijeron que no le habían
propuesto. Mentirosos. Les creo a estos señores europeos.
Y después dijeron que no lo aceptaban.
El Gobierno ha hecho todos los esfuerzos. Ese tema del despeje
se vuelve en este momento un tema tan sensible, dada la angustia
con que lo piden en el dolor las víctimas. Y anoche
llegó allá, llegaron allá, familiares
de los que se supone están vivos, del sobreviviente
de los diputados, de parlamentarios, llegó doña
Claudia de Jara, la esposa del gobernador Alan Jara, y ellos
todos con angustia pedían eso.
La verdad es que es muy difícil, en medio del dolor.
Miren: el dolor nos tiene que llevar a apoyar a las familias,
pero no a la claudicación del Estado. El dolor debe
ser fuente de solidaridad y apoyo a las familias, pero no
puede ser motivo de claudicación del Estado. El Estado
no puede ceder a estos chantajes.
Yo anoche decía: bueno, este dolor. Pero si yo salgo
de aquí con una zona de despeje, ¿para que
entonces que queden que el crimen paga? Si algo importante
ha pasado en el país en los últimos años,
es la firmeza para enfrentar estos delitos, lo cual se va
reflejando en las cifras. Es que va quedado claro que el
crimen no paga.
Quería compartir con ustedes esta preocupación,
apreciados compatriotas.
Les dije al doctor Gustavo Galvis y al doctor José Antonio
Vargas Lleras: “Hace cuatro años aquí tuvimos
un conversatorio de seis horas, y veo que ustedes no tienen
preparado hoy conversatorio”. Y me dijeron: “No,
es que hemos resuelto casi todo”. |