PALABRAS
DEL PRESIDENTE URIBE EN 10 AÑOS DE FALLECIMIENTO
DEL EXPRESIDENTE VIRGILIO BARCO
Mayo 24 de 2007 (Bogotá D.C.
- Cundinamarca)
“En estos años de Gobierno he tenido conversaciones
gratas, constituidas siempre en muy buenas lecciones. Y destaco
las conversaciones con la doctora Carolina Barco Isakson,
primero cuando ella ejercía, con sabiduría,
el Ministerio de Relaciones Exteriores, y en los meses recientes,
cuando ha conducido con lujo de competencias las relaciones
con los Estados Unidos.
Por una u otra razón, ajena a la tertulia, siempre
vinculada para analizar experiencias y trasladarlas a nuestros
días, en ese diálogo entre ella y yo, hemos
llegado muchas veces a su padre, al presidente Virgilio Barco.
Y para mí, ha sido muy grato, muy importante, escucharles
todos esos relatos, llenos de amor, pero también desprendidos
de subjetividad.
Empecé a mirar detenidamente la carrera política
del presidente Virgilio Barco, cuando una candidatura presidencial
del liberalismo estaba en las puertas de colocarse sobre
sus hombros, no sucedió. Muchos liberales se sintieron
engañados por los pactos de Sincelejo, que frustraron
esa candidatura. Pero el doctor Virgilio Barco, entonces
precandidato liberal, se hizo a un lado sin retirarse, no
se amilanó, no se desesperó.
Pasó el tiempo y llegó la campaña de
1986. Aspiraba yo al Senado de la República como disidente
liberal de Antioquia, y tuve la oportunidad de participar
en mi región en esa campaña. Me impresionó la
manera como el candidato liberal, doctor Virgilio Barco,
se relacionaba con las masas populares, me sorprendí.
Yo no estaba preparado para ver que la idea de un gran administrador,
de un gran planificador desde la Alcaldía de Bogotá,
de un ingeniero de MIT (Massachusetts Institute of Technology),
podía tener tan natural inclinación para entender
el alboroto popular de la campaña de 1986.
Y allí ví esa mezcla entre el ingeniero de
MIT, y el activista nortesantandereano, en el gaitanismo.
Analizarla, antes de esa campaña, para mí habría
sido mucho más difícil.
Pensaba: “el doctor Barco, tecnócrata de MIT;
Jorge Eliécer Gaitán, formado en la escuela
de (Enrico) Ferri, en la Universidad de Roma, buscándole
explicaciones sociales a todos los delito.
Pero resulta que el doctor Barco también había
recibido una gran influencia -como lo expresó esta
noche aquí, el profesor Malcolm Deas- de las políticas
sociales de Rusia. Y, por eso, lo que parecía imposible
se encontraba: el ingeniero de MIT, con el movimiento popular
de Jorge Eliécer Gaitán.
Entendió y nos dio todas las luces a los colombianos,
pero la calidad de vida urbana, como una gran reivindicación
popular. Tal vez, el mejor discípulo que tiene Colombia
en esa materia, es el doctor Enrique Peñalosa.
Cuando el presidente Barco asume, tuve la oportunidad de
visitarlo dos veces en la Presidencia. Siempre en la compañía
de ese compatriota excepcional, don Germán Montoya,
que nos acompaña esta noche. Una vez, citados por él,
llegamos allí quienes habíamos sido elegidos
por el liberalismo de Antioquia, en búsqueda de la
convergencia. Todavía no se había empezado
a aplicar la elección popular de alcaldes, y lejos
estaba la elección popular de gobernadores, que solo
se incorpora en la Constitución del 91, del presidente
(Cesar) Gaviria.
Uno de los jefes liberales de Antioquia, dijo que él
era la mayoría y aspiraba a la Gobernación
del departamento. El presidente Barco me preguntó: ¿usted
lo veta? Dije, de ninguna manera.
El otro aspiraba a la Alcaldía de Medellín,
era la segunda votación. Dijo: ¿usted lo veta?
(Respondí) de ninguna manera. Otro, pidió la
Embajada en Italia, me dijo, ¿usted lo veta?, de ninguna
manera, contribuye a la convergencia.
Por allá don Germán Montoya me preguntó, ¿bueno
y usted qué quiere? “Yo acabo de llegar al Senado
como disidente, quiero ser un buen senador”. Eso me
costó mucho don Germán, todavía me la
debe, a pesar de todo lo que me ha apoyado en mi carrera
política.
Ese día, de manera muy práctica, en una reunión
rápida, el presidente Barco logró una convergencia
liberal en mi departamento, que nunca antes se había
logrado, y nunca después se repitió.
Sin discursos, de manera directa, pausadamente, cuando Malcolm
Deas, nuestro profesos, hablaba ahora del barco austero,
pasaba por mi mente esa reunión. Con destreza, con
sinceridad, rapidito, la convergencia liberal del Antioquia.
En la segunda visita, también con don Germán
Montoya, el presidente Barco sacó una reglilla del
bolsillo de su saco, la extendió, nos condujo al sitio
donde tenía un mapa de Colombia, un mapamundi, y con
esa intensidad que le aplicaba a sus decisiones, nos habló durante
largo rato sin poderlo interrumpir, de la necesidad de la
conexión Atlántico – Pacífico,
de la necesidad de desembotellar el Chocó, del canal
Atrato - Truandó, de la navegación del río
Atrato, y de la importancia del Pacífico Asiático.
Tal vez, el único homenaje que podamos en esta administración,
rendirle a ese día tan importante, sea el avance de
la doble calzada Buga – Buenaventura.
El sentido social de su Gobierno, lo conocí directamente
en el Senado de la República, me tocó trabajar
en leyes de gran importancia. Y como lo dijera el doctor
Rafael Pardo, reflejaban el compromiso del presidente Barco
con su programa de candidato, era coherente. Era obstinado
en llevar a la práctica, como Presidente, lo que había
ofrecido como candidato.
La primera de esas leyes, la que aumentó la parafiscalidad,
exigía a los empleadores, frente a Bienestar Familiar,
para financiar ese programa magnífico que los colombianos
debemos a él, de los hogares comunitarios. Premiados
internacionalmente y valorados de manera incomparable por
los sectores populares de la Nación.
Recuerdo la propuesta del presidente Barco en campaña,
su afán por sacar adelante la ley, y la receptividad
popular a ese programa.
También, nos tocó trabajar en otra iniciativa
de su Gobierno: una ley pensional, para hacer justicia con
los ajustes pensionales año tras año.
Y finalmente, una norma que dio mucha dificultad a concertarla
y aprobarla: el Estatuto Prestacional del Magisterio, hoy
tan en boga.
Observé, con mucha admiración, que el presidente
Barco no era el líder que se sometía a las
tendencias prevalecientes de la opinión, sino el líder
que sin cálculos se disponía a buscar el cambio
de las tendencias de opinión.
Él no se dejaba llevar por lo que aparecía
en la cosmética, sino que se imponía la tarea
de reversar esas corrientes, de reorientarlas, costare lo
que costare.
Era un líder no para someterse a las corrientes que
prevalecían, sino para enfrentarlas y reorientarlas.
Daba la sensación, de que en el país no había
-antes de Barco- independencia entre los gobiernos y los
periódicos. Qué buen legado nos dejó,
al romper con esa creencia. Con total respeto por la libertad
de prensa, practicó esa necesaria independencia que
Kissinger ha definido como el deslinde de dos tareas, en
las cuales el Gobierno ejecuta, la prensa da la noticia,
analiza y critica.
Analizando ese rompimiento del presidente Barco con la tradición
colombiana, tan conveniente, podríamos decir que nos
enseñó a que los gobernantes no tienen que
hacer lo que los periódicos le indiquen, ni tampoco
exigir que los periódicos le aplaudan todo lo que
hagan.
¡Qué firmeza, qué firmeza!
Es diferente hablar de Pablo Escobar hoy que está muerto,
que enfrentarlo en la época del gobierno del presidente
Barco. Aquí, la relación de crímenes
que se recuerdan, pone en evidencia esa firmeza y yo la ví desde
otro ángulo.
Agobiada mi tierra por la sangre y las bombas, muchos ansiaban
allí el diálogo con el narcotráfico.
Esa firmeza del presidente Barco, nos dejó la lección
de que el Estado de Derecho nunca puede hacerle concesiones
al terrorismo.
Muchos de los aquí presentes, tuvieron la inmensa
fortuna de trabajar a su lado, de conocerlo muy directamente.
Yo, tuve estas experiencias que he querido narrar esta noche,
para sumarme con todo el sentimiento a esta fecha en la cual
recordamos su memoria.
Muchos de los aquí presentes, recibieron un legado
de ejemplo directo del presidente Barco. Yo he recibido un
gran legado: la posibilidad de trabajar con Carolina Barco
Isakson, su prudencia, su firmeza, su patriotismo, su tranquilidad
sin pasividad para superar los momentos difíciles.
Es un orgullo para mi Gobierno, es un orgullo para la patria
y es una esperanza para los días que han de venir.
Muchas gracias”. |