PRESIDENTE HABLÓ AL CONGRESO DE ECUADOR SOBRE COMERCIO, TERRORISMO Y DROGAS

Quito (Ecuador), 22 ago (CNE).- En el marco de una Sesión Solemne Extraordinaria en el Congreso Nacional de la República de Ecuador, el presidente Álvaro Uribe dio un discurso a los legisladores donde se refirió al comercio bilateral, la lucha contra el terrorismo y el cultivo de drogas ilícitas en el país.

“Allá en la altillanura que vivió tan conectada con Quito en los primeros momentos de nuestra historia como hoy, salimos de allá llenos de ilusiones y nos encontramos con este infinito sol quiteño. Hemos tenido un día magnífico de reflexiones, un día que nos ha permitido encontrar fortaleza como aquella que señala su brillante intervención que acabamos de escucharle, por cierto, llena de generosidad.

Tuve oportunidad a primera hora de colocar una ofrenda floral a los héroes de la independencia, aquellos mártires de 1809. Después, de asistir al Concejo Municipal y de recibir del señor Alcalde las llaves de Quito. Allí hice expreso reconocimiento del esfuerzo de esta gran ciudad para poder enfrentar los desafíos de su descomunal crecimiento urbano en los últimos 25 años, de los logros para mejorar su infraestructura y para dar, en general, comodidad a sus habitantes.

Posteriormente tuve la oportunidad de reunirme con el señor Presidente de la República y recibir generosamente de sus manos la Orden Nacional del Ecuador. Le expresé mi reconocimiento a su transparencia para solidaridad de su Gobierno con Colombia, a su verticalidad. Sus propuestas ante el Secretario General de las Naciones Unidas, ante el Grupo de Río, han sido unas propuestas para resolver el problema colombiano formuladas con dignidad, con pragmatismo.

No se ha quedado en la declaración retórica que para cualquiera es fácil firmar, ha propuesto acciones con consecuencias. Por ejemplo, que las Naciones Unidas realice un oficio gestor en Colombia, conmine a los grupos violentos a sentarse a dialogar o que de lo contrario, para que ese derramamiento de sangre se suture, que se piense en alternativas entre el Grupo de Río, las Naciones Unidas y el Gobierno de Colombia.

Ha sido muy grato poder departir a lo largo del día con ustedes y llego ahora a esta casa de la democracia, llego con profundo respeto. Usted señor Presidente ha cumplido el acuerdo de este Congreso y me ha concedido generosamente la orden Eloy Alfaro. La recibo con mucho compromiso. En Colombia hay profunda admiración por la tarea de Alfaro. Justamente modernizó en la República ecuatoriana cuando Colombia sumida en los estragos de la Guerra de los Mil Días veía irse a Panamá, sufría el más profundo retroceso de su economía y a tiempo que Alfaro modernizaba al Ecuador en su infraestructura, en sus concepciones políticas y sociales, traía las disposiciones legales para reconocer los derechos de la mujer, en Colombia el general Reyes empezaba una tarea de recuperación de la obra física que se había perdido en la guerra.

El general Uribe y el general Herrera inspiraron buena parte de sus propuestas políticas en la Colombia de la posguerra en la tarea de Alfaro en el Ecuador. Y la obra modernizante llegó en 1934 con la presidencia de Alfonso López Pumarejo bastante inspirada en lo que se había hecho en el Ecuador a finales y principios de siglo, bajo la comandancia democrática de Alfaro.

Esta orden compromete profundamente a mirar hacia delante, a estar en una tarea dialéctica ininterrumpida para contribuir a la modernización de nuestros pueblos.

Le agradezco profundamente a usted señor Presidente y a todos los integrantes del Congreso. Cuando lo escuchaba con atención y con profundo respeto, se ha provocado en mí también mi vocación parlamentaria. Permítanme pues entonces con toda la solidaridad, hacer aquí un ejercicio, de monólogo de debate a partir de dos supuestos. El primero: lo único que sentimos en Colombia por Ecuador, es solidaridad, afecto y gratitud. Nosotros nada tenemos que reclamarle al Ecuador. Todo lo que tenemos que formularle al Ecuador es la expresión de nuestra gratitud.

Y también déjeme decirle señor Presidente el segundo supuesto de este monólogo: Cuando dos hermanos se encuentran y han tenido diferentes interpretaciones de los temas, se dedican las primeras horas de ese encuentro a debatir las apreciaciones de esta gran nación sobre el Plan Colombia y sobre muchos de los temas de Colombia son comprensibles, y en un debate constructivo plenamente aclarables. Entonces con criterio solidario voy a exponer a ustedes algunas de esas inquietudes.

Ha manifestado usted, señor Presidente la necesidad de que nuestros sectores productivos hagan alianzas estratégicas que yo llamaría a profundidad. Se requieren sociedades de capital binacional privado fundamentalmente. Usted lo ha dicho de manera clarividente, es la única manera de poder obtener las inmensas ventajas potenciales de dos economías en algunas facetas complementarias, en otras facetas que tienen que competir.

Pero dos economías que fundamentalmente se tienen que integrar en lo bilateral no solo para surtir con éxito las demandas bilaterales sino para proceder exitosamente en el marco de la Comunidad Andina y para afrontar exitosamente los desafíos de la globalización.

Esta mañana estuve también el templo de la Patria, el aquel sitio donde se recuerda la Batalla de Pichincha porque allí se llevó acabo y allí encontré en una de las salas dos estatuas: la de Bolívar y la de Sucre.

La Gran Colombia era una opción política, las circunstancia de los tiempos no la dejaron prosperar pero las mismas circunstancias de los tiempos hoy la presentan no como opción sino como imperativo. La integración económica entre nuestras patrias es un imperativo, un imperativo para aumentar el producto, un imperativo para ser universalmente competitivos, un imperativo para mejorar el ingreso y un imperativo para construir justicia social. Comparto plenamente ese llamado suyo.

Usted, como su gobierno, como el sector privado, formula preocupaciones por lo ocurrido en los últimos años con la balanza comercial. Allí hay unos factores que nos obligan a mirar tendencias y no la fotografía de un momento. Cuando había un sucre devaluado y un peso colombiano revaluado, la tendencia era la contraria. Colombia le compraba mucho más a Ecuador que lo que Ecuador compraba de Colombia.

Ustedes han hecho un esfuerzo respetable y su autonomía son los únicos llamados a evaluarlo, el de la dolarización. Entendemos que todos esos procesos tienen que consumir etapas, tienen que ir produciendo la dureza de los resultados e introduciendo ajustes.

Nosotros simplemente queremos seguir el veredicto de ustedes porque es a ustedes históricamente a quienes compete definir su moneda. Lo que sí quiero expresar es que somos conscientes que así como nos tenemos que integrar, esa integración solo prospera y se mantiene en la medida en que haya ventajas para los dos pueblos. Los acuerdos entre los países son como los negocios de buena fe entre los particulares: para que duren tienen que ser equilibrados, si se desequilibran terminan en estragos y en enemistades.

Estamos dispuestos a reexaminar diariamente la marcha de nuestras relaciones comerciales para introducir resultados equitativos.

Indudablemente Ecuador ha sido un destino muy importante de inversiones de capital colombiano. Aquí han llegado empresas de la mejor procedencia y del más dilucidante futuro a establecerse y han encontrado abiertas las puertas ecuatorianas.

Esta mañana yo le decía al señor alcalde cuando me entregó las llaves de Quito que los colombianos no necesitamos llaves para abrir puertas que no nos han atravesado en Ecuador y ni siquiera ha habido puertas que haya que abrir. Aquí lo único que hemos encontrado es corazones abiertos para acoger a los colombianos y a sus tareas productivas.

Yo confío plenamente que este tipo de inversiones tiene que continuar, y ojalá surgieran las alianzas estratégicas y estimulen el crecimiento de ese ritmo de inversión.

Las balanzas han ignorado un tema de fundamental importancia el turismo. Cuando se suman se muestran resultados diferentes. El año pasado 160 mil colombianos vinieron al Ecuador.

Creo que es de la mayor conveniencia sumarle a nuestra balanza comercial la balanza turística porque los colombianos han tenido en la patria ecuatoriana uno de sus destinos turísticos favoritos.

En los próximos días empezarán las caravanas de turismo y creo que hay que derrotar el terrorismo en las carreteras de Colombia. Ahí le voy dando razones señor Presidente para que me ayude a meditar sobre cómo vamos a derrotar ese terrorismo allá, porque para beneficio ecuatoriano y el gozo de miles y miles de colombianos que tienen en esta patria su principal destino turístico tenemos que derrotar el terrorismo en Colombia.

También nuestra oficina de promoción de comercio está organizado macrorruedas de negocios con empresarios colombianos que vengan a examinar más productos ecuatorianos para comprar acá. Confiamos que sean exitosas.

Usted ha mencionado el tema de los servicios públicos, quiero agregarle para que la transmisión y provisión de energía dos, gas y petróleo.

En cuanto a petróleo el panorama ecuatoriano es promisorio, el colombiano difícil. La verdad es que una de las opciones de provisión de estos combustibles que Colombia tiene necesariamente es Ecuador.

En cuanto a gas, tenemos que completar la conexión por un lado Venezuela Colombia Panamá y por otro lado Colombia Ecuador, y eso nos permitiría vincularlos al Plan Panamá Puebla, racionalizar todas nuestras fuentes de abastecimiento y por supuesto los mercados que la demandas. Queremos avanzar en esa interconexión.

La corrupción hay que derrotarla, una democracia no se legitima mientras haya corrupción, nosotros estamos dispuestos a hacer lo que nos pida el Gobierno ecuatoriano para contribuir a la derrota de la corrupción, bien sea en el marco del tratado multilateral de la Organización de los Estados Americanos o en el marco bilateral.

En Colombia una tarea para recuperar la confianza de los colombianos en Colombia, de los empresarios para invertir en Colombia, de los trabajadores para trabajar en Colombia, de los jóvenes para acariciar las ilusiones de su futuro en el territorio colombiano.

He propuesto que recuperemos confianza a través de 3 ejes: el de la derrota de la corrupción y la politiquería que le devuelva plena legitimidad a las instituciones democráticas; el de la reactivación social y económica que ponga en la práctica el vocablo de solidaridad que deriva de nuestro concepto de estado social de derecho y el tercer eje, el primero de mi discurso de campaña, la derrota del terrorismo.

Honorables Congresistas: legislaciones de las más avanzadas instancias democráticas, la de Gran Bretaña, la de España, definen el terrorismo como la simple amenaza del uso de la fuerza por razones políticas, religiosas o, en general, ideológicas. Cuando yo leo esas legislaciones y las releo, llego a la conclusión que sin interpretar ese texto que dice: la simple amenaza de uso de fuerza por razones ideológicas, religiosas o políticas, es terrorismo, me pregunto ¿por qué hay que llamar al terrorismo de Colombia de otra manera? ¿por qué hay que llamarlo conflicto?


Lo que hay en Colombia no es un conflicto, es un desafío de un grupo de terroristas contemplados por Estados permisivos contra 44 millones de ciudadanos.

Yo veo la alegre deliberación de mi pueblo. El 26 de octubre Colombia tendrá nuevamente elecciones para elegir gobernadores y alcaldes y diputados de las asambleas departamentales y concejales municipales y veo todas las tendencias ideológicas participando activamente en ese proceso electoral.

Hay una bella competencia. Ayer no más en la ciudad de Bogotá, se llevaron a cabo dos debates con candidatos que aspiran a regir esa urbe con siete millones de habitantes en los próximos cuatro años, de los más diferentes orígenes ideológicos.

¿Qué hay en el ordenamiento jurídico y en la práctica del Estado colombiano?

Exclusivamente respeto. Organizaciones terroristas como las Farc, la (inaudible) de que Colombia incorporara en su ordenamiento jurídico la posibilidad de que los alcaldes fueran popularmente elegidos. Habíamos sostenido un debate durante cien años en procura de la elección popular de alcaldes y solamente vino a consagrarla el ordenamiento constitucional en el cuatrienio 1982-1986. Más tarde, la Constitución de 1991, amplió esta democracia, extendiéndola a la elección popular de gobernadores. ¿Quiénes atentan hoy contra esa democracia? Los mismos grupos violentos que cuando no se habían dado esos pasos de ampliación democrática, justificaban en esas restricciones sus procederes violentos. Todos los días encuentran sofismas y argumentos para tratar de justificar ante el mundo su acción terrorista.

¿Qué exige la democracia contemporánea como contraprestación para calificar la simple amenaza del uso de fuerza como terrorismo? Que no haya terrorismo a distancia. Que haya una democracia plena, la que se vive allá en Colombia. La que me lleva a mí a decir con el (inaudible) solidario y con el ánimo de convencer ante este Congreso ecuatoriano que allí no hay conflicto, que allí lo que hay es un desafío de los terroristas contra una democracia vigorosa.

Estamos comprometidos, honorables congresistas, que en el pluralismo, me decía en mi campaña un ilustre ex presidente de Colombia: ‘usted no puede ganar porque Colombia no es tierra fértil para una propuesta de seguridad. Eso fue paramilitarismo, eso fue las restricciones democráticas’. Y le contesté: ‘ ¿sabe por qué voy a ganar? Porque llegó la hora de demostrar que lo que está ocurriendo en Colombia por falta de Estado, este crecimiento de la violencia, ha causado sus principales víctimas en los sectores populares.

Las gentes pudientes pueden enajenar sus tierras en Bogotá e instalar sus cultivos de flores en Ecuador, o residir en Europa o en los Estados Unidos. El obrero, el profesional de la clase media, no tiene esperanza diferente a que en Colombia cese la violencia para que aflore la inversión, aflore el crecimiento y se le den todas las oportunidades.

Propuse entonces un concepto se seguridad con sentido social, mirando la defensa de un universo democrático pluralista y seleccioné un vocablo para acompañar la propuesta de seguridad, democrática.

Entonces hemos venido trabajando sobre lo que nosotros consideramos Seguridad Democrática. No es un concepto de seguridad para que haya un partido armado que sostenga el ejercicio de un régimen de gobierno. No es un concepto de seguridad como aquellos que se han visto con elementos comunes en la extrema derecha o en la extrema izquierda, que utilizan arbitrariamente el ordenamiento jurídico no para darle seguridad al pueblo, sino para asegurar sus hegemonías de poder.

El nuestro dista tanto de aquel concepto de armar al pueblo para sustentar al caudillo, como del que desde el otro extremo ideológico recorrió a nuestra América Latina en nombre de la doctrina de la seguridad nacional, que era un pretexto para perseguir disidentes y acallar sus voces en la Guerra Fría, cuando todavía estaba vivo el macartismo.

No, la nuestra es una educación de seguridad para el pluralismo. Por eso nos hemos dedicado a proteger con igual esmero al industrial que al trabajador, al líder gremial que al sindicalista, al profesor contestatario que al doctrinante amigo del Gobierno. Yo he asumido personalmente el buen cuidado de que los congresistas de la oposición reciban todas las garantías para su seguridad personal de parte de nuestras Fuerzas Armadas y de Policía.

Seguridad Democrática para el pluralismo. Y esa Seguridad Democrática no va a triunfar en pocos años. Un terrorismo que avanzó tanto, unos violentos contemplados que hicieron y deshicieron sin que se atravesaran controles, no los vamos a derrotar fácilmente de la noche a la mañana. Por eso esta política tiene que ser sostenible en el tiempo. Para que sea sostenible en el tiempo tiene que ser eficaz y transparente. Para que el pueblo la quiera, esta política tiene que ser respetuosa de los derechos humanos y esta política tiene que beneficiar a quienes comparten las ideas de Gobierno o a quienes están en la orilla opuesta.

Nosotros no los vamos a dejar indicar el travieso camino de la violación de los derechos humanos para poderle asestar el golpe rápido y definitivo al terrorismo. Ha sido más fácil en otras latitudes y en otras vecindades derrotar el terrorismo con la violación de los derechos humanos porque allí hay eficacia mas no transparencia. Pero quedan heridas en el conglomerado social que afectan el resurgimiento del capital solidario y que toman mucho tiempo para ser pestañadas.

Pueden tener ustedes la seguridad, cualquiera sea su concepción ideológica o su manera de apreciar, que el destino del actual Gobierno de Colombia pueden tener la seguridad de nuestra adhesión a los derechos humanos.

Esta es la contraprestación que el voto democrático tiene asegurado de nuestra parte para poder nosotros insistirle al mundo democrático, empezando por la hermana Nación ecuatoriana en que nos apoye.

El tema de la droga. Colombia no tuviera estos problemas terroristas si no tuviera droga. Yo fui a la universidad pública. Muchos de mis compañeros de los años 70, después de que recibíamos con entusiasmo y la leímos con febrilidad devoradora, las revistas de la China Roja, las cuatro tesis filosóficas de Mao Tse Tung, (inaudible).

En Colombia se pensó que los narcotraficantes eran unos muchachos divertidos, unos “Robin Hood”, pero terminaron en carteles de matones. En 1990, pensábamos que Colombia no tendría problemas de consumo de drogas. Entre 1992 y 1993, la Corte Constitucional, en nombre del libre desarrollo de la personalidad, prohibió la sanción al consumo. Hoy hay más de un millón de consumidores y miles de familias colombianas destruidas por el crecimiento del consumo.

Hace 30 años, pensaban que la droga en Colombia se acabaría con la eliminación de los cultivos en Bolivia y Perú. Entre esas dos naciones se eliminaron 70 mil hectáreas. En Colombia aparecieron 160 mil.

Cuando las primeras administraciones advirtieron sobre la siembra de cultivos de coca en Colombia, se les desestimó por la cifra. Después la cifra casi arrolla nuestra democracia.

La droga hay que derrotarla. El consumo amenaza con hacerle creciente daño a nuestras familias y a nuestras juventudes. Y, aunque contamos con mucha biodiversidad, la droga puede destruir a Colombia. En Colombia, la droga ha destruido 1.700.000 hectáreas de selva tropical. Si no frenamos eso, se produce un efecto de metástasis que podría destruir toda la selva amazónica.

Pero jamás serán más eficaces los países industrializados, no sólo para controlar el consumo, sino también para controlar los precursores químicos. Pero independientemente de lo que ellos hagan, nosotros, por la dignidad de la juventud, por el futuro de nuestro pueblo que depende, en buena parte, de que le apliquemos ciencia a la biodiversidad, tenemos que derrotar la droga, destructora de nuestra juventud y de los recursos ecológicos.

No hay manera distinta de eliminar 160 mil hectáreas de droga que con fumigaciones. ¿Ustedes creen que cortar la droga se hace simplemente cortándola y fertilizándola se va a acabar una extensión de 160 mil hectáreas? Imposible. El Plan Colombia es de sentido común porque un país como Estados Unidos pasó de la retórica a la ayuda concreta. Yo que me opuse a la política que adoptó frente a la paz el presidente Pastrana, lo apoyé en lo del Plan Colombia. Es un paso necesario. Hoy tenemos 30 mil hectáreas de 160 mil. Sin fumigación, eso no se habría podido.

Y lo que se utiliza en la fumigación. El 90 por ciento del glifosfato que se consume en Colombia, lo consume la agricultura comercial y nunca ha habido escándalo de los ecologistas. El escándalo lo originan los afectados cuando se utiliza el químico para derrotar la droga. El glifosfato no es nocivo. Criterios científicos han demostrado que lo que hace daño es el precursor químico utilizado para la droga y no la destrucción de la droga con fumigación. Y lo corrobora la experiencia del campesinado.

Hace pocos días, me visitó un campesino que llegó a montar una finca a orillas del río Putumayo hace 40 años. Y me dijo: ‘Allí teníamos la mayor riqueza en variedad ecológica, pero cuando empezaron a sembrar coca y arrojaron al río las hojas impregnadas de precursores químicos, también empezó la desaparición de especies.’

Me dijo: ‘Presidente, no eche para atrás. Acabe la droga, que es lo único que nos va a devolver nuestro futuro, que es nuestra selva, que es la alcancía para que sea explotada por la investigación científica en las décadas que vienen.’

Todo esto hay que manejarlo científicamente. Yo sí quiero decirles a ustedes, por el afecto que siento por este pueblo ecuatoriano, que hay que derrotar la droga. A mí me dolería mucho que en Colombia desaparecieran los cultivos ilícitos y que en Ecuador aparecieran. Y mientras más temprano se le derrote y más drásticas sean las acciones del Gobierno, es mejor. Claro que se necesitan alternativas sociales, pero son menos difíciles. Ese cuento de que nuestros campesinos no las tienen es puro cuento. ¿Saben qué son ellos? el conejillo de experimentación del terrorismo de la droga.

Yo propuse que hiciéramos un experimento con 3 mil familias en Orito, Putumayo, antiguos cocaleros, para que se comprometieran a abandonar, a cuidar la recuperación del bosque, y que cada familia recibiera cinco millones de pesos al año, más o menos, dos mil dólares.

Me decían: ‘Eso no funciona. Esa propuesta no se la van a aceptar. Esa gente gana mucha plata.’ ¿Cuál? Ganan plata los terroristas. Al campesino y al indígena lo explotan, lo maltratan. En el negocio indigno y después le acaban prematuramente su vida.

¿Qué ha hecho ese experimento con 3 mil familias en el Putumayo y 2.400 en el Tolima? Mostrar que es posible. Quisiera cumplir las dos obligaciones que le hemos asignado a estas familias, tener el terreno libre de droga y proteger la recuperación del bosque. No hemos avanzado más por falta de recursos.

Por Dios, lo peor que le puede pasar a los campesinos es que los sigan involucrando en la droga. Les quitan el pasaporte de la dignidad y los condenan a ser eternamente miserables.

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