PRESIDENTE
URIBE REITERA COMPROMISO DE SEGURIDAD CON ECUADOR
Quito
(Ecuador), 22 ago (CNE).- Durante el discurso que pronunció
al recibir la Condecoración de la Orden Nacional al
mérito en el grado de Gran Collar en Ecuador, el
presidente Álvaro Uribe Vélez reiteró al
pueblo ecuatoriano el compromiso de liberar a Colombia del terrorismo
y evitar la expansión de dicho fenómeno en toda
la región.
El
siguiente es el texto del discurso que ofreció el Primer
Mandatario en el Palacio de Carondelet durante la imposición
de esta distinción.
Le
confieso que me da dificultad encontrar palabras para agradecer
toda su generosidad. Tengo inmensos motivos de gratitud con usted
y con su pueblo. Usted, elegido con gran entusiasmo popular, con
unas banderas que produjeron eco en toda nuestra América
Latina, no vaciló ni un momento, después de su elección,
para dirigirse a Colombia y para coordinar con el Gobierno de
Colombia los esfuerzos que usted consideraba oportunos realizar
para la paz en Colombia. No solamente por la paz en Colombia sino
por todo lo que implica el problema del terrorismo en Colombia
en riesgos para su comunidad ecuatoriana.
Y
no conforme con haber tenido esa gran expresión de lealtad
y solidaridad democráticas, al coordinar esa política
con el Gobierno de Colombia, emprendió usted la tarea de
ser un gran vocero del continente y nuestro ante Naciones Unidas,
para que Naciones Unidas tenga una mejor comprensión del
problema colombiano, para que se juegue en la dimensión
que se requiere para ayudar a resolver el problema colombiano.
Usted se desplazó a Nueva York, habló directamente
con el secretario general, Kofi Annan, y se convirtió en
un gran vocero del continente y de Colombia.
En
el Grupo de Río, tuvo la feliz iniciativa de abrir un camino
para que todos los países integrantes de ese grupo produjeran
dos decisiones: la decisión de pedir que Naciones Unidas
cumpla su tarea de gestor de buenos oficios para conminar a los
grupos violentos de Colombia a sentarse en la mesa de diálogo,
pero con consecuencias.
Aquel
día, después de haber conocido su proposición,
me permití decir desde Cuzco, donde se reunía el
Grupo de Río, que la proposición suya era innovativa
y no retórica. Innovativa porque lograba reunir el consenso
del Grupo de Río para pedirle a Naciones Unidas una gestión
que no había hecho y conminar a los grupos violentos de
Colombia a sentarse alrededor de la mesa de diálogo a buscar
la paz. Y no retórica porque era una proposición
con consecuencias, una proposición llamada a producir resultados.
Recuerdo el segundo párrafo, vigente hoy, de su autoría,
señor Presidente: Si los grupos violentos de Colombia
desatienden el llamado del Grupo de Río y el llamado de
Naciones Unidas, entonces el Grupo de Río, con Naciones
Unidas y con el Gobierno de Colombia coordinará las acciones
subsiguientes.
Señor
Presidente además eso tuvo mucho valor porque fácilmente
los Jefes de Estado, los delegados de las Naciones, apoyan una
proposición queriendo la paz. Pero son muy escasos aquellos
que le dicen a los grupos terroristas: O hacen la paz o
déjennos saber que vamos a buscar alternativas porque,
de todas maneras, tiene que haber paz. Eso fue lo que más
me gustó de su valor civil. Usted hizo un llamado democrático
al diálogo, pero al mismo tiempo nos advirtió que
era necesario una conminación. Y nos ha abierto un gran
camino. Yo le decía a Colombia, después de aquella
reunión cuando se aprobó su proposición:
tenemos compañía.Tiene que haber paz.
Ya no es sí o no. Ahora es sí o sí. Y se
consigue a través del diálogo estimulado con las
Naciones Unidas o a través de otras alternativas que vamos
a buscar con nuestros vecinos, con el liderazgo del pueblo y del
Gobierno ecuatoriano y todo el apoyo de los países del
Grupo de Río.
En
sus escasos meses de Gobierno, el conjunto de sus iniciativas,
presentadas con toda lealtad, con toda transparencia y con toda
verticalidad, señor Presidente, han sido de inmensa ayuda
a Colombia. En Colombia nos queremos sacudir la pesadilla del
terrorismo. En usted hemos encontrado un gran aliado. Y no es
fácil. Nosotros le causamos todos los problemas porque,
infortunadamente, la Patria colombiana, que un día envió
acá a Bolívar victorioso, acompañado de dos
jóvenes oficiales, Córdoba y Sucre, para que en
estas faldas del Pichincha obtuvieran finalmente la independencia
ecuatoriana, usted no se ha puesto a medir riesgos. Usted no se
ha puesto con actitudes para ganarse el favor de los grupos terroristas
de Colombia para que no le hagan daño acá. Usted
no ha asumido la fácil posición del apaciguamiento.
Usted se ha comprometido con toda verticalidad de decir: Hacen
la paz a través del diálogo o vamos a buscar cómo
la hacen, pero la tienen que hacer.
Usted
ha sido solidario con el pueblo colombiano para correr todos los
riesgos que implica enfrentar el terrorismo. Y eso es de todo
el talento para el pueblo ecuatoriano porque si los gobiernos
de los países hermanos adoptan la vía del apaciguamiento,
están simplemente tranquilizando la fiera por minutos.
Pero habrá un día en que la fiera apaciguada finalmente
se dará cuenta de nuevo que es fiera, y la fiera del terrorismo,
con aquella arrogancia que se produce con la mezcla de la droga
y las armas, no respeta fronteras.
Esa
fiera apaciguada será la misma fiera que mañana
o pasado mañana, después de destruir a Colombia,
podrá destruir al Ecuador y a todas las naciones hermanas.
Eso lo ha entendido Usted, señor Presidente, y por eso,
sin renunciar a sus condiciones democráticas, sin renunciar
al multilateralismo, sin renunciar al papel de la ONU, al contrario,
demandándolo, sin renunciar a su vocación de diálogo,
usted ha dicho claramente: Este problema hay que resolverlo
ya y sin dilaciones.
Eso
es resolución y es oposición al apaciguamiento dañino.
Aquellos que apaciguan y pastorean la fiera, terminan, como dijera
el pensador, devorados por la fiera. Usted ha comprendido que
no nos podemos dejar devorar por la fiera y que tenemos que derrotar
la fiera sin negarle las oportunidades de que regrese a la vía
constitucional y democrática a través del diálogo.
Queremos,
señor Presidente, agradecerle la claridad de su manejo
económico. No es fácil lo que usted ha hecho. Cuando
se toman decisiones de tanta responsabilidad como las tomadas
por usted, los gobiernos son incomprendidos, las dificultades
populares crecen y, por supuesto, también se pueden afectar
transitoriamente las condiciones de gobernabilidad. Pero usted
no ha buscado el aplauso de inmediato, sino el bienestar de su
pueblo en el largo plazo. Y hacia allá entendemos orientadas
todas sus medidas.
Y
quiero destacar, Presidente, su transparencia. En usted siempre
hay un interlocutor transparente. Lo que usted le propone al pueblo
ecuatoriano lo hace con tanta transparencia como aquello que se
convierte en el tema obligado de nuestras conferencias internacionales.
En buena hora el Ecuador está dirigido por unas manos como
las suyas, a las que les cabe plenamente el decir del poeta: Firmes
como el acero y puras como el oro.
Yo
recibo esta Orden Nacional al Mérito en el grado de Gran
Collar con profunda gratitud. Esta Orden surge de su generosidad,
del afecto de nuestros pueblos, de esta vida en común,
de este futuro que nos desafía para que lo enfrentemos
en equipo.
Esta
Orden significa un gran compromiso con el pueblo ecuatoriano.
Esta Orden me profundiza mi ya acentuada convicción de
que tenemos que derrotar el terrorismo, de que nosotros tenemos
que liberar a los colombianos de esa pesadilla y evitar el contagio
que tanto daño podría hacerle al pueblo ecuatoriano.
Yo
quiero, señor Presidente, que el pueblo ecuatoriano, usted
y su Gobierno sientan que, al recibir esta Orden, la percibo como
Presidente de todos los colombianos y la percibo como un ciudadano
de la Gran Colombia, que ama y admira entrañablemente al
pueblo de Pichincha, que diariamente honra la memoria de Sucre.
Esta
orden siempre la miraré para no fallar ni en el pensamiento
ni en la obra a los deberes de nuestras relaciones porque, esta
mañana, cuando veía el cielo infinito de Quito en
la hora temprana, recordaba que, si bien, la Gran Colombia fue
una opción que se frustró, que de pronto le faltó
la Reunión del Istmo que tanto reclamó Bolívar
desde Guayaquil y en la cual pensó mucho después
del encuentro en la costa ecuatoriana con el general San Martín,
esa Gran Colombia, que fue una opción política,
que infortunadamente se fugó en la época, hoy no
es una opción. Hoy es una necesidad.
Nuestra
integración bilateral en el seno de la Comunidad Andina,
de cara al sur del continente, de cara al norte, para poder sacar
adelante la expectativa de nuestros pueblos, es una imposición
del destino y la vamos a hacer solidariamente ecuatorianos y colombianos.
Señor
Presidente, mi gratitud con usted y, por su conducto, mi compromiso
de afecto y de solidaridad con éste, su gran pueblo, la
hermana Nación ecuatoriana.
Muchas
gracias