PALABRAS
DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA EN LA ESCUELA SUPERIOR DE
GUERRA
Bogotá,
8 may. (CNE). El siguiente es el discurso del presidente
de la República, Álvaro Uribe Vélez, durante
la celebración de los 94 años de la Escuela Superior
de Guerra:
Las
sociedades contemporáneas, numerosas, interdependientes,
diversas, necesitan un principio rector que garantice la convivencia
en medio de la diversidad para asegurar que la interdependencia
produzca buenos resultados. Ese principio es el orden para garantizar
que toda diferencia se tramite solidariamente por los causes de
la democracia.
En
la oficina de la Presidencia, en la Casa de Nariño, hay dos
cuadros que se miran hoy el uno en frente del otro, los iniciales
biógrafos, presentaron a quienes allí están
en esos cuadros como enemigos políticos de su momento vital
y quisieron proyectar esa enemistad a lo largo de la vida de la
Nación. Hoy se miran allí, el uno al otro, porque
el legado es complementario, es el legado de los valores fundantes,
sobre los cuales tiene que vivir esta Nación, es el legado
del orden, sometido a la ley, con la capacidad coercitiva de la
Fuerza Pública para hacerla cumplir, sobre lo cual reposan
las libertades.
El
general Bolívar y el general Santander, fundaron aquello
que la Nación muchas veces ha olvidado, la complementariedad
del orden y de la libertad, con dos garantías: el respeto
a la Constitución y la eficacia y la transparencia de la
fuerza pública.
Cuando
los gobiernos son débiles con los corruptos y con los criminales,
se esfuma la unidad de la Nación, se desmotiva la Fuerza
Pública, se pierde el criterio de que la libertad no tiene
sino una garantía que es el orden y se desintegra la unidad
del pueblo y se desvanece la adhesión del pueblo a los valores
de la Patria. Cuando los gobiernos toman la decisión firme
de recuperar el orden y la transparencia, la Fuerza Pública
se reencuentra con su motivación, el pueblo se reencuentra
con ella al hallarla nuevamente como la garantía eficaz de
sus libertades y de sus derechos.
En
el subconsciente popular empieza nuevamente a idearse aquella enseñanza
del Libertador en la Carta a Ocaña en 1.828: la energía
de la Fuerza Pública es la salvaguardia del débil
y es la esperanza de toda la sociedad.
Cuando
los gobiernos se comprometen, asumen toda la responsabilidad para
apoyar a la Fuerza Pública, para derrotar el crimen, recuperar
el imperio de la Constitución, el pueblo se reencuentra con
sus deberes patrios, con sus ilusiones sobre la Patria.
Qué
importante misión ha cumplido esta Escuela Superior de Guerra.
Vengo en representación de toda la Nación en este
aniversario a dar a la escuela una vez más la gratitud del
pueblo, a todos quienes han tenido el momento de dirigirla, nuestra
gratitud, a sus actuales directores, a sus profesores, a sus alumnos.
Esta
escuela tiene la misión de formar defensores del orden, esta
escuela tiene la misión de formar los garantes de las libertades,
esta escuela tiene la misión de formar los únicos
portadores legítimos de las armas para utilizarlas solamente
a fin de defender al débil, a fin de hacerlas valer como
la última salvaguardia del orden.
Habría
muchos elementos a los cuales referirnos hoy. El curso de los acontecimientos
dolorosos, también esperanzadores, no nos ha dejado un segundo
en estos meses para sentarnos a articular una teoría. Pero
tenemos los principios rectores, ustedes aquí mismo nos pueden
ayudar a irla formulando, llegamos con esos principios, hemos querido
practicarlos, a esa práctica hay que hacerle una evaluación
para mejorar la teoría y volver nuevamente a la aplicación.
Esta
dialéctica se necesita para que la práctica perfeccione
nuestra teoría inicial de la Seguridad Democrática,
esta dialéctica se requiere para construir una confianza
permanente del pueblo en su Fuerza, una integración permanente
del pueblo con su Fuerza, ese ejercicio dialéctico se requiere
para que esa integración de su Fuerza con su pueblo, en los
momentos de éxitos y en los momentos de dificultades nos
ponga en un camino sin reversa, en el camino de derrotar la violencia
y derrotar la corrupción.
Fue
muy triste asistir ayer a la misa celebrada por nuestro obispo castrense
para despedir ocho integrantes de la Fuerza Pública asesinados
por los asesinos de la Patria. Es muy triste despedir a un colombiano
de excepcional humanismo, Gilberto Echeverri Mejía. Es muy
triste despedir a un joven gobernador lleno de ilusiones, Guillermo
Gaviria Correa, pero es esperanzador sentir una Fuerza Pública
resuelta, como nunca antes, para derrotar el terrorismo.
Poco
vamos a teorizar hoy, déjenme decir que la Nación
está en júbilo al detectar la alta motivación
de nuestra Fuerza Pública y que vamos a hacer todo el esfuerzo
para que eso no sea oscilante sino permanente. Sentimos una Fuerza
Pública en la iniciativa, la sentimos volcada a derrotar
el terrorismo, la sentimos con una capacidad y con una decisión
de derrotar el desorden como se había registrado en pocos
momentos de la vida nacional. Esa es la gran esperanza en medio
del dolor, así lo percibe el pueblo y así lo ha expresado
el pueblo a ustedes.
Es
esperanzador que ya no hay refugio seguro para los delincuentes,
es esperanzador que las grandes mayorías nacionales están
alrededor de su Fuerza y de la decisión del orden, es esperanzador
que no hay secretos, que no hay cálculos, que las operaciones
se planean con todo profesionalismo, se ejecutan con toda la buena
fe y con toda la decisión y se le cuentan al pueblo con incurable
buena fe para que el pueblo pueda examinar tranquilamente errores
y vicisitudes y nosotros amparados en nuestra buena fe, en nuestra
determinación inquebrantable también corrijamos cuando
haya que corregir.
Vengo
a hacer una invitación a ustedes, que hagamos todo lo posible
para que la opinión pública se mantenga a lo largo
de la historia venidera de Colombia en una sola actitud, en la actitud
de apoyar a su fuerza pública para que su Fuerza Pública
derrote el terrorismo. Esto no puede ser de momento efímero,
esto tiene que ser permanente y nosotros tenemos que alimentar esa
actitud de la opinión con nuestra entrega, con el sacrificio
de ustedes, con su devoción, con su inclinación a
no perder un minuto, con su disposición de estar siempre
en la iniciativa.
Que
esta Nación jamás vuelva a ser engañada por
el terrorismo. Aquí tenemos que respetar a nuestros soldados,
a nuestros policías, a nuestros comandantes, a las gentes
de bien de la Patria, que no quieren sino defender la Constitución
y las leyes.
Se
acabó la tertulia, se acabó el trato zalamero, se
acabó la lisonja con los terroristas, a los terroristas aislarlos
y derrotarlos y derrotarlos aún de nuestras selvas que las
tenemos que recuperar para la ecología, para los recursos
naturales y de allá también tenemos que sacar estos
terroristas.
La
Nación ha hecho una reflexión muy bella: durante años
hubo un desfile de colombianos de buena fe a visitar a don Manuel
y a visitar al señor Briceño. Hoy, esos colombianos
de buena fe siente que fueron víctimas del engaño
y solamente quieren que estos bandoleros reciban la visita de la
Fuerza Pública para reducirlos y eliminar esas fuentes de
terror que ellos constituyen.
Ustedes
en esta escuela son hoy mirados con esperanza por toda la Nación
porque esta lucha será de años. Pasará el período
de los actuales comandantes, de la señora Ministra y del
mío, y el problema no se habrá superado totalmente.
La lucha para recuperar el orden tiene que ser una lucha sostenida,
permanente y vendrán los relevos y entonces ustedes serán
los comandantes y ustedes serán los responsables de primera
línea y ustedes tendrán que llegar con mayor agresividad
que nosotros porque ustedes han tenido la oportunidad de recibir
mejor preparación que nosotros, porque ustedes van a encontrar
una opinión con mayor claridad a la que nosotros encontramos.
A nosotros
nos ha tocado realizar el trabajo durante años de confrontar
la oscuridad en la opinión para ir creando la claridad ciudadana
sobre lo que debe hacer Colombia. Ustedes van a encontrar una Nación
con mayor claridad y van a tener una gran oportunidad en el momento
en que les corresponda tomar en sus manos las banderas de conducción,
de ser todavía más eficaces para la derrota del terrorismo.
Tenemos
la manera hoy de mirar a la cara a nuestros compatriotas y a la
comunidad internacional porque aquí no hay motivos para sonrojarnos,
aquí no hay motivos para mirar de reojo, aquí no hay
motivos para avergonzarnos, aquí hay determinación
y transparencia y aquí hay sentido democrático. Determinación
total expresada con la misma contundencia en cualquier sitio, expresada
aquí o en frente de los adversarios, determinación
total que el mundo la sepa. Colombia dejó el titubeo, esta
Nación es hoy dueña de su destino y abandonó
el titubeo, determinación total, transparente.
Nada
más importante que la tradición de respeto a la Constitución
y a los resultados democráticos de nuestra fuerza pública,
esa es la raíz de la transparencia. Nada más importante
que la subordinación histórica de ustedes a los gobiernos
de elección popular, que su abrazo permanente a la Constitución,
nada más importante que su esfuerzo por presentar todos los
días mejores resultados en materia de derechos humanos.
La
sostenibilidad de esta política depende de nuestra determinación
que se debe traducir en resultados para que el pueblo la apoye,
la sostenibilidad de esta política depende de su transparencia,
que tiene que expresarse en derechos humanos, la sostenibilidad
de esta política depende de su espíritu democrático.
¿Por qué hemos llamado a esta política de Seguridad
Democrática? Porque esta política es para defender
a todos los colombianos, para defender al empresario y al trabajador,
al líder gremial y al sindical, al rico y al pobre, a los
amigos de las ideas del Gobierno y a los críticos de las
ideas del Gobierno. Esa es la primera significación de nuestro
postulado, Seguridad Democrática.
Y entonces
preguntan muchos, ¿por qué con un Gobierno de tanta
mano dura contra el terrorismo se habla de Seguridad Democrática
que implica un tratamiento humanitario?
Por
una razón, porque tenemos la misma decisión para derrotar
a los terroristas que para abrazar la causa del diálogo cuando
no nos engañen, cuando ese diálogo sea para respetar
la Constitución. Porque así como tenemos que ir hoy
detrás del propósito de anular a aquellos matones
profesionales, también vamos detrás del propósito
de recuperar, vía desmovilización, a toda la juventud
que por engaño está en los grupos violentos.
Tenemos
que seguir propiciando unas divisiones, que los que están
en el terrorismo piensen quiénes son los matones profesionales
y quienes que conserven alguna dosis intelectual, alguna finalidad
noble, están dispuestos a una solución pacífica.
Entonces
que aflore esa división para nosotros saber cómo procedemos,
para aniquilar a esos matones profesionales y para dar una oportunidad
a aquellos que preserven alguna noble finalidad ideológica.
Y otra
división: allá están los engañadores,
los negociantes de droga, los matones profesionales y miles de jóvenes
colombianos engañados. El hijo del campesino a quien le dijeron:
si no nos entrega sus hijos los matamos. La niña del obrero
a quien le dijeron: si no se va con nosotros asesinamos a sus padres
y ella termina esclava en la prostitución. Allá están
colombianos engañados, por eso un elemento fundamental es
nuestra política de desmovilización.
Cuando
hace semana y media la señora Ministra y los altos mandos
llegaron con Rafael a Cartagena, nos contó su historia, 40
años de edad, veinte en la guerrilla, su conclusión
y su evaluación, 20 años perdidos, inútiles,
20 años de ver derramar sangre para crear más duelo,
para sembrar nada nuevo, 20 años perdiendo su familia. Ahí
vimos que hay una gran posibilidad de reflexión y que en
esos grupos están los matones criminales y los engañados,
y a los engañados tenemos que atraerlos y abrazarlos y darle
toda la oportunidad en la desmovilización.
Ese
día en presencia de la señora Ministra y de los altos
mandos le pregunté: Rafael ¿cuando tomó la
decisión? y me dijo: el viernes. Le dije: hasta el viernes
mano firme, desde el viernes corazón grande. Eso marca una
gran diferencia en esta política, con experiencias que han
ocurrido en diferentes sitios del mundo.
Nosotros
no estamos motivados aquí por la soberbia, por el deseo personal
de lucimiento, estamos motivados por superiores aspiraciones de
la Patria. En consecuencia no estamos interesados en presentarlos
en cárceles subterráneas, en piyamas de rayas, enjaulados,
no, todos aquellos que se desmovilicen lo recibimos con los brazos
abiertos y nuestro deber es proporcionar a ellos todas, todas las
oportunidades.
Ustedes
que están llamados a ser los comandantes de esta acción
tienen que ejercer un gran liderazgo, ese gran liderazgo se tiene
que caracterizar por su competencia, que surge del estudio diario.
Ese gran liderazgo se tiene caracterizar por su consecuencia, que
surge de la necesidad de mantener la misma actitud en todos los
momentos y ante todos los auditorios. Ese gran liderazgo se origina
en la congruencia, y esa congruencia se da cuando hay la capacidad
de actuar de acuerdo con lo expresado y ese gran liderazgo también
necesita el componente humanitario y ese gran liderazgo requiere
energía y requiere honradez.
Recuerdo
uno de mis profesores que decía que hay tres elementos de
ese liderazgo: la competencia, como vocación al mejoramiento
continuo, al estudio permanente. La energía, como esa fuerza
de la resolución interior para convertir los propósitos
en realidad. Y la honradez, la transparencia. Los tres se necesitan.
Piensen
en alguien honrado y competente, pero sin energía, a ninguna
parte llega. La Fuerza Pública tiene que tener la honradez
y la competencia y la energía.
Piensen
en alguien con otra mezcla de esos tres valores, - déjeme
hacer aquí el triangulo para poderlos trabajar bien
energía, competencia y honradez. Piensen en alguien con honradez
y energía pero no tiene la competencia, no sabemos para dónde
va, no sabe para dónde va.
Piensen
en alguien que tenga la energía y la competencia, pero carezca
de la honradez, es un peligro, es una estafa a la Nación.
Se necesita los tres valores: la competencia, la energía,
la honradez.
Esta
semana en los episodios tristes por los muertos, esperanzadores
por el compromiso de nuestra Fuerza Pública, hicimos claridad
sobre tres maneras, tres elementos para proceder: comunicar toda
la verdad al pueblo, para que el pueblo tenga más confianza
en su Estado, en su Ejecutivo, en su Fuerza Pública.
Mantener
toda la firmeza, ninguna de las dificultades nos puede afectar la
firmeza. Toda mañana yo pido a Dios que nos de energía
y que se le de a todo el pueblo colombiano para que ninguna dificultad
nos afecte la firmeza. Como dijera el pensador, tenemos que hacer
de toda dificultad una trinchera para fabricar desde allí
la artesanía de una nueva victoria. Firmeza en las horas
de dificultad, la firmeza en el momento delirante de la victoria
no es difícil. La firmeza en el momento de la tragedia, del
duelo, de la controversia, se vuelve difícil, ahí
es donde tenemos que fortalecer esa firmeza.
Unamuno
decía que el fuego que derrite la manteca, templa el acero.
El pueblo colombiano ha cruzado por todas las dificultades y ahora
hay que decirle que esas dificultades tienen que templar el acero
para derrotar a los enemigos de la Patria.
Y por
supuesto, proceder con respeto por la crítica constructivamente
para afirmar ante el pueblo nuestra buena fe, la validez de nuestros
propósitos, la legitimidad de la causa, la diligencia para
planear y rectificar, pero también nuestra disposición
a la autocrítica constructiva. Creo que eso será muy
importante.
Que
bonito fue ver en diciembre, en Semana Santa, miles de colombianos
en las carreteras, vivando su Fuerza Pública, flameando el
tricolor nacional, contribuyendo a generar empleo, que bonito que
los vendedores de artesanías de San Jacinto, los vendedores
de quesillos en Espinal reciban al Comandante del Ejército
con gratitud, con una expresión de reencuentro con la esperanza.
Que bonito esa integración de nuestra Fuerza Pública
con la sociedad.
Vamos
a derrotar a estos enemigos del desorden y en todas las zonas organizar
a la comunidad para que con radios, para que con integración
permanente con la Fuerza Pública, para que con información
para que con apoyo a la Fuerza Pública nos ayuden a derrotar
la delincuencia.
Creo
que es un momento de mucha reflexión de la Nación.
Nuestra tarea apenas empieza. Ayer frente al cadáver de los
suboficiales, frente al féretro de Gilberto Echeverri, pasaba
por mi mente una frase del general Uribe: La fuerza de nuestras
convicciones tiene que pasar por la prueba de las desgracias. La
muerte de nuestros compañeros, de nuestros compatriotas,
nos tiene que afianzar las convicciones para derrotar el terrorismo
y poder darle vida a todos nuestros compatriotas.
Tenemos
dos caminos: claudicar un momento para caer más en el engaño
y entonces afianzar la pena de muerte a la Patria entera, o asumir
cuidadosamente y con firmeza todos los riesgos para darle vida por
siempre a la Nación.
Nosotros
hemos escogido este último camino. Vamos a enfrentar con
toda determinación, con juicio operativo, con toda voluntad
política al terrorismo, con todo valor, para pasar por el
frente de las dificultades, a fin de darle vida a esta gran Nación.
El
Libertador en aquella carta memorable al Congreso de Angostura les
decía a los legisladores que para tener una ley respetada,
un gobierno acatado era necesaria la eficacia de la Fuerza Pública
en su propósito de ser la defensora del débil. Hoy
más que nunca tenemos que cumplir con ese legado del Libertador.
Muchas
felicitaciones en este nuevo aniversario de la Escuela y toda la
esperanza de su contribución a que esta Nación viva.
|