PALABRAS
DEL PRESIDENTE ALVARO URIBE VÉLEZ EN LA ASAMBLEA IBEROAMERICANA
DE MINISTERIOS PÚBLICOS
Cartagena,
22 nov (cne).- Las siguientes son las palabras del presidente
Álvaro Uribe Vélez, pronunciadas durante la Asamblea
Iberoamericana de Ministerios Públicos.
Quiero
saludarlos muy afectuosamente a todos ustedes. Honra mucho a Colombia
su presencia en nuestra nación, en esta histórica
ciudad de Cartagena.
Su
presencia la entendemos también como un gesto de solidaridad
con la lucha que libra el pueblo de Colombia contra la delincuencia.
Su presencia estimula la labor de nuestro fiscal, el doctor Luís
Camilo Osorio, hombre probo, sereno, científico del derecho,
quien ha procedido sin notoriedad en los medios, con eficacia
en la acción y con transparencia a toda prueba.
Su
presencia, distinguidos fiscales de Iberoamérica, estimula
a todos los fiscales de Colombia. Quiero en este escenario rendir
mi testimonio de admiración y gratitud a quienes desempeñan
la difícil tarea de ser fiscales en nuestra Patria.
Aquí
el Estado de Derecho ha sido amenazado severamente por los grupos
terroristas que, más poderosos que el Estado, más
armados que la legitimidad del Estado, más financiados
que las instituciones del Estado, han operado como un factor destructor
de la justicia y de todos los lazos que vinculan la Nación
colombiana.
Ser
fiscal en Colombia implica tener arrestos de héroe. Por
eso, cuando todos criticamos diariamente a nuestra justicia, yo
le quiero rendir hoy un homenaje, en presencia de una delegación
internacional tan importante como la que acude a esta reunión.
Y
destacamos su presencia, señores fiscales, porque los delitos
que particularmente afectan a Colombia necesitan una gran cooperación
internacional.
Aquí
la delincuencia está financiada por un negocio criminal
internacional: el narcotráfico. La delincuencia está
asistida técnicamente, por ejemplo, con explosivos, por
bandas internacionales de terrorismo.
El
terrorismo se ha venido globalizando. No es extraño capturar
a un terrorista escocés y encontrarle abundante información
sobre el terrorismo de Colombia. No es casual capturar una banda
de terroristas de Colombia y encontrarle abundantes pruebas que
acreditan que ha recibido asistencia en explosivos de terroristas
foráneos.
El
mundo democrático tiene que perfeccionar su alianza y fundamentalmente
en el capítulo de la justicia para poder derrotar esa amenaza
superior contra la democracia contemporánea que es el terrorismo.
¿Por
qué nosotros hemos venido calificando esta situación
de Colombia como una en la cual el terrorismo golpea a 44 millones
de ciudadanos? Porque aquí no hay un conflicto político
hoy.
Este
país tiene inmensa pobreza, este país tiene profundas
desigualdades, este país tiene una situación económica
bien complicada, en lo fiscal, en el endeudamiento, en la falta
de inversión. Pero esta Patria colombiana tiene una democracia
en permanente perfeccionamiento y amplitud.
Uno
de los pasos se dio en la Constitución de 1991, cuando
se pasó del viejo sistema de instrucción criminal
que dependía directamente del Ejecutivo, a una Fiscalía
con independencia, que quedó en el mismo nivel de la cabeza
del Ejecutivo.
Esa
sola circunstancia pone en evidencia que hay una democracia mucho
más avanzada de lo que podrían imaginar aquellos
que por primera vez observan la génesis del conflicto colombiano.
Cuando
hay una democracia en ese proceso de avance, cuando hay conciencia,
y ella se robustece todos los días, de que es necesario
otorgar todos los espacios para el disenso, para el pluralismo,
no se puede hablar de que la violencia expresa un conflicto político.
Cuando
el Estado en lugar de hacer terrorismo se preocupa por ampliar
la democracia pluralista, no se puede aceptar que hay un conflicto
político. Aquí lo que hay es terrorismo contra el
pueblo colombiano.
Al
leer cuidadosamente legislaciones como la de Inglaterra, España,
Chile, Argentina y México, se deduce que lo que hay en
Colombia es pura y llanamente terrorismo.
La
legislación inglesa califica el terrorismo como la simple
amenaza del uso de fuerza por razones ideológicas, políticas,
religiosas. Aquí hay 35 mil asesinatos al año. Las
estadísticas en alguna forma las han barnizado porque le
asignan a los grupos violentos una no muy elevada participación
directa en esos 35 mil asesinatos.
Pero
esos grupos violentos han sido la escuela del crimen. Si analizamos
lo ocurrido en Colombia desde finales de los años 50 y
a principios de los 60, vemos que el narcotráfico y los
grupos violentos derrotaron los valores de esta Nación,
enseñorearon el crimen como elemento único para
resolver cualquier diferencia, sustituyeron el imperio del Estado
de Derecho por el imperio del terror.
Entonces,
esa situación lo que hace es cerrar todas las esperanzas
del pueblo colombiano. El año pasado 82 mil colombianos
emigraron a España. Parecería la nuestra ser una
Nación en estampida. Aproximadamente 6 millones ya viven
por fuera.
Un
estudio de Mauricio Rubio de la Universidad de los Andes muestra
que el 50 por ciento de las familias colombianas han sido afectadas
por esta violencia, que el 40 por ciento de las familias colombianas
tienen un conocido en el extranjero, exiliado por esta violencia.
La
tasa de inversión que llegó a tener picos del 24%
ha caído al 6. Si no hay una decisión de autoridad
para recuperar la paz, no se recupera la confianza del inversionista.
Sin
confianza del inversionista no hay un ritmo de crecimiento económico
que nos permita resolver los problemas sociales. Como vamos con
esta violencia no es posible resolver los problemas sociales.
Aquí no va a quedar nada qué repartir.
Para
lograr una economía redistributiva es necesario tener una
economía en crecimiento y para lograr esa economía
en crecimiento se requiere tener confianza del inversionista y
eso no se logra sino con una determinación estatal de defender
a la sociedad.
Nosotros
hemos propuesto una política democrática de seguridad.
¿Por qué democrática? Porque la finalidad
es proteger a todos los ciudadanos.
En
América Latina hicieron su recorrido fantasmas totalitarios,
en una década en que se habló de la teoría
de la seguridad nacional, que traía un rezago del viejo
macartismo y que veía en toda actitud contestataria un
marxista a quien debía perseguirse en el nombre de la seguridad.
Esa
no es la nuestra. La doctrina nuestra de seguridad es para sostener
en una nación una tesis única de Estado, de sociedad.
La doctrina nuestra de seguridad no es para apuntalar un gobierno,
no es para defender los amigos de ese gobierno.
La
convicción nuestra de seguridad es para defender el pluralismo,
la sociedad por encima del Gobierno, el Estado como expresión
total de la sociedad. La concepción nuestra de seguridad
es para defender al empresario a fin de que no lo secuestren,
que le permitan invertir y trabajar en Colombia, para defender
al sindicalista a fin de que no lo asesinen.
Estamos
empeñados en mostrarle al mundo que en nombre de esa doctrina
de Seguridad Democrática aquí vamos a defender eficazmente
a los sindicalistas y a los maestros. No puede ser que los sigan
matando, que esos crímenes queden impunes.
Sé
que con una tarea mucho más integrada y comprometida de
la justicia, de la Fiscalía, de la Fuerza Pública,
del Gobierno, vamos a encontrar resultados efectivos para proteger
estos grupos tan afectados por la violencia.
Esa
política de la Seguridad Democrática es para defender
al amigo de la tesis oficial y al crítico de la tesis oficial.
Es para defender al campesino y al empresario del campo, es para
defender a toda la ciudadanía. ¿Frente a quién?
Frente a cualquiera que sea el agresor.
Esa
política de seguridad exige que el Estado sea imparcial,
transparente, que además es lo único que la hace
sostenible. Aquí la violencia lleva muchas décadas.
Cuando uno compara la historia de Colombia con otros pueblos y
encuentra vecinos con problemas sociales tan agudos como el nuestro,
pero allá con orden público, y aquí con este
desorden, se pregunta cuál ha sido la causa. La causa histórica
ha sido la falta de autoridad.
Aquí
durante décadas la violencia ha tenido toda la determinación
de excluir la Nación. El Estado ha sido vacilante, ha habido
períodos muy corticos de autoridad y extensos períodos
de contemporización con la violencia.
Nosotros
sabemos que para inaugurar un período permanente de determinación
de los colombianos contra la violencia, esa política de
seguridad tiene que ser sostenible y para ello tiene que ser creíble,
y para ello tiene que ser comprometida con los derechos humanos,
tiene que ser transparente, obliga a que el Estado sea imparcial
y tiene que mostrar resultados en favor de toda la comunidad.
Además
de las debilidades de la justicia por falta de recursos, porque
las personas que la integran constituyen una regla ejemplar de
heroicidad, hay profundas debilidades en la Fuerza Pública.
Apreciados
fiscales de Iberoamérica, señora vicefiscal de los
EU: Nueva York tiene 42 mil policías. Colombia para todo
el territorio tiene 75 mil. Este país tiene millón
200 mil kilómetros cuadrados, 44 millones de ciudadanos,
y tiene una Fuerza Pública per cápita muy inferior
a la de países vecinos sin los problemas de orden público
que a nosotros nos afectan.
Estamos
haciendo un esfuerzo para profesionalizar, expandir y dotar bien
esa Fuerza Pública. Hemos derramado en ejercicio del estado
de Conmoción, un impuesto sobre la riqueza que nos va a
ayudar a aumentar este presupuesto en los años 2003 y 2004.
Estamos buscando financiar una política sostenible de incremento
de la Fuerza Pública para poder defender a la sociedad
colombiana y apoyar la justicia.
Una
tesis que he defendido, que genera mucha controversia, que tiene
adversarios, es mi tesis de cooperación ciudadana con la
Fuerza Pública.
Quiero
decir hoy respetuosamente, distinguidos fiscales que nos visitan,
que en el Estado de Derecho el pueblo es inseparable de las instituciones.
Cada día es más importante la fusión de lo
representativo con lo participativo. El pueblo no solamente es
destinatario de la función del Estado y su beneficiario
natural, sino también el ejecutor y fiscal de la función
del Estado.
Hasta
ahí el asomo teórico. La realidad práctica,
con los accidentes de nuestra geografía, con el poderío
del terror, con la extensión geográfica de Colombia,
por fuerte que llegare a ser nuestra Fuerza Pública, sin
apoyo ciudadano no es capaz de ser eficaz.
La
disolución del Estado colombiano en alguna forma la han
querido justificar hechos como que en muchas partes la gente no
respeta al Estado, que se somete a la guerrilla y en otras que
la gente no busca al Estado sino que busca a los paramilitares.
Eso
hay que romperlo. El llamamiento que hay que hacerle a la ciudadanía
es: todo el mundo a apoyar el Estado. La gente tiene que romper
vínculos y romper indiferencia, romper vínculos
con guerrilla, romper vínculos con paramilitares, romper
indiferencia, y que toda la ciudadanía acuda presta y solícita
a apoyar la Fuerza Pública, a apoyar las instituciones
de justicia.
Esa
solidaridad práctica hay que lograrla. Eso nos va a permitir
una Fuerza Pública más comprometida con la ciudadanía,
más eficaz, totalmente transparente.
El
apoyo ciudadano a la Fuerza Pública es garantía
para la Fuerza Pública no sentirse aislada en los cuarteles
sino apoyada por una ciudadanía. También que sienta
que ese apoyo es vigilancia, que es eficacia, que ese apoyo la
obliga a ser más eficaz y le exige ser totalmente transparente.
Por
eso persistimos en la tarea, con profundo respeto por la crítica
nacional e internacional, de organizar primero un millón
de colombianos como cuota inicial para que nuestra Patria empiece
a recorrer el camino para que todos nos comprometamos con la Fuerza
Pública y con la justicia para defender los bienes superiores
de nuestra sociedad y de nuestra democracia.
Quiero
hacer referencia al narcotráfico: las viejas guerrillas
centroamericanas y suramericanas tuvieron en sus últimas
fases orígenes estalinistas semejantes a las nuestras.
¿Cuál
fue la diferencia? Que aquellas fueron pobres, vivieron de la
cooperación internacional. Cayó el muro de Berlín.
Cerradas las llaves de financiación de parte de Europa
occidental y anuladas las posibilidades de financiación
de parte de Europa oriental, no les quedó más camino
que negociar. Lo hicieron para bien de muchas de nuestras naciones.
Las
nuestras se enriquecieron con el narcotráfico, con el secuestro.
La riqueza sustituyó la convicción ideológica
y lo que fue altruista se transformó en terrorista. Lo
que fue espíritu de transformar una sociedad se convirtió
en la vocación de amasar dinero y poder.
Eso
ha producido una mutación que no se puede desconocer en
el análisis. Hoy esta amenaza del terror debe tener una
sola respuesta: la acción del Estado y esa acción
del Estado tiene que buscar desfinanciarlos. Por eso se requiere
derrotar la droga.
Tenemos
150 mi l hectáreas de droga. Esa droga alimenta los grupos
violentos, esa droga ha acabado con la cultura productiva, ha
destruido 1 millón cuatrocientos mil hectáreas de
selva tropical.
Colombia
es el segundo país del mundo en disponibilidad de agua
dulce y uno de los primeros siete en biodiversidad. Imaginen ustedes
un millón cuatrocientos mil hectáreas de selva tropical
destruidas por la droga.
Tenemos
que derrotar la droga. Cuánto más nos ayuden los
países industrializados a derrotar su consumo, mejor. Qué
bueno, señora vicefiscal de los Estados Unidos, que este
pueblo le diera un ejemplo al mundo: que los ciudadanos se sometieran
a las pruebas antidrogas, para que nos ayuden a combatir el consumo
y le den un aliciente a nuestro pueblo para derrotar la producción
y el consumo que aquí también crece.
Pero
vamos a derrotar la droga. No hay más camino y hemos encontrado
una decisión formidable de la Fiscalía que quiero
agradecer.
Nos
falta más cooperación internacional. El Plan Colombia
fue un gran logro. La señora embajadora Patterson, el señor
embajador Moreno, han hecho una extraordinaria tarea, pero requerimos
la interdicción aérea.
Nos
preocupa mucho que aquí mueran policías, soldados
y civiles por la droga y que todavía no hayamos podido
obtener la interdicción aérea.
Todos
los esfuerzos de nuestra Fuerza Pública a nuestra Fiscalía,
permiten decomisar apenas el 20 ó 30 por ciento de la droga
que se produce. Esta semana en el departamento de San Andrés,
en este bello Caribe, se decomisó una lancha con dos toneladas
y ciento cuarenta kilos de cocaína y eso es el vivir de
cada semana y sin embargo apenas representa un poco del porcentaje
de lo que se produce.
Nosotros
necesitamos la interdicción aérea, señora
vicefiscal, con urgencia. La teníamos anunciada para finales
de octubre y pasó octubre y todavía no la tenemos.
Ojalá contemos con ella rápido.
Necesitamos
la cooperación de todos los países vecinos. Yo le
he dicho a representantes de la hermana Venezuela, del hermano
Brasil, del hermano Ecuador, del hermano Perú, de la hermana
Panamá, de nuestros vecinos, que estas fronteras hay que
abrirlas para las personas de bien pero cerrarlas a la delincuencia.
El
país que se pone a refugiar a la delincuencia, pensando
que esta delincuencia no va a ser daño en su territorio,
es como aquel que quiere cabalgar en un tigre, pensando que va
a amansar el tigre, y termina en su vientre.
Esa
delincuencia, cuando logra cruzar una frontera y refugiarse, se
maneja muy bien pero después se transforma y aparece de
nuevo su ferocidad. Es como intentar domar un carnívoro
con hierbitas: el primer día las recibe, el segundo día
también, el tercero se reencuentra con su condición
de fiera carnívora y le arranca la mano al que generosamente
se acerca a ofrecerle una lechuguita o una col.
Temo
que si esa delincuencia nuestra se alberga en cualquiera de nuestros
vecinos, termina causando enormes problemas a la población
de ese país, termina secuestrándolo, matándolo
y entonces llegan la guerrilla, los paramilitares, el narcotráfico,
y ese vecino en lugar de aislarse del conflicto colombiano por
el camino de tener una actitud neutra, como algunos la llaman,
frente a los actores violentos de Colombia, puede quedar convertido
en una sucursal del conflicto colombiano.
Fiscales
de los países vecinos: quiero pedirles el gran esfuerzo
de que sellen esas fronteras para la delincuencia. Nosotros estamos
haciendo todo lo que está a nuestro alcance. No dejen que
crucen allá ni guerrilleros, ni paramilitares, ni narcotráfico.
Ayúdennos a tener operaciones simultaneas con las fuerzas
públicas de sus países, no permitan que sus países
se conviertan en islas de reposo de los delincuentes colombianos.
Este
problema colombiano tiene el potencial de destruir toda la democracia
hemisférica, no lo dejen expandir a sus territorios, conténgalo
allá a ver si nosotros lo logramos contener aquí.
Quería pedirles encarecidamente ese favor.
Los
teóricos del Estado de Derecho preguntan cómo puede
Colombia, inmersa en un problema tan hondo, garantizar que una
acción crecientemente coordinada entre el Ejecutivo y la
Fiscalía no elimine las barreras que deben existir entre
ambas ramas del poder público y no afecten la independencia
de la Fiscalía.
Fiscales
de mi patria, fiscales de Iberoamérica, y señora
fiscal de Estados Unidos: tengan la certeza que el Gobierno, para
poder apelar a su concurso que agradecemos, va a mantener un actitud
esforzada para ser imparcial, eficaz y transparente, en la medida
en que nuestra política de seguridad sea en la practica
democrática.
Nosotros
no les crearemos dificultades a ustedes, para que puedan ayudar
más a esta Nación y una manera de ayudarnos más
es con una colaboración armoniosa entre todas las instituciones,
una que encabeza el señor fiscal, otra que me corresponde
encabezar a mí.
Fiscales,
recuerden: sus colegas de Colombia son héroes. Cumplir
esa labor aquí en medio de tantas amenazas, es muy difícil.
Basta recorrer las estadísticas de las últimas décadas,
contabilizar los calvarios que hemos colocado con los fiscales
y jueces caídos solo porque cumplían su deber.
Nuestra
situación es difícil pero nuestra determinación
es clara, y cuando hay una determinación clara se aclaran
los problemas. Por grande que sea la tempestad, nosotros, seguros
al frente del timón de la democracia, vamos a sacar la
nave de Colombia de esta marea adversa.
La
comprensión y la cooperación de ustedes será
muy importante para que dentro de unos años cuando vuelvan
a Cartagena encuentren una Colombia más tranquila, en paz,
feliz, contenta de haber contribuido a derrotar a los criminales.
Ellos
no negocian si no sienten que los podemos derrotar. Claro que
queremos el diálogo, ojalá, pero estamos convencidos
que con criminales ricos, poderosos, sin contención, y
que no hay con quién negociar. Ellos no negocian sino cuando
los vayamos a derrotar y en eso estamos jugados completamente.
Muchas gracias.