PALABRAS
DEL PRESIDENTE URIBE EN HOMENAJE A MILITARES CAÍDOS EN
COMBATE
Bogotá,
19 nov (CNE). Las siguientes son las palabras del presidente Álvaro
Uribe Vélez en la ceremonia de honor a los militares caídos
en combate, realizada hoy en la Casa de Nariño.
Leer
la documentación en la que se describen los actos de valor
de cada uno de los hombres que condecoraremos en esta ceremonia,
conmueve lo más profundo del corazón.
Ustedes,
los presentes, en cuyos cuerpos hay huellas imborrables de su
valor, y otros, que nos miran desde el cielo porque ofrendaron
la vida defendiendo al pueblo, merecen que la Patria exalte y
premie su heroísmo.
En
cada caso personal hay una historia de valor y solidaridad; de
entrega incondicional, hasta el último sacrificio, para
hacer realidad los fines del Estado. Honraron bien el juramento
que compromete a los servidores públicos: proteger la vida,
honra, bienes, creencias y demás derechos y libertades
de todos los colombianos.
Los
nombres del capitán de la Policía Javier Rojas Rojas,
del teniente de fragata Mario Alfonso Villegas Gómez, del
subteniente de la Policía Diego Acosta Herrera, del suboficial
de la Marina, Harry Rodrigo Oliveros García, y de los soldados
Marco Antonio Sánchez y Bonifacio Gómez, caídos
en combate, deben ser grabados en el mármol de la Nación,
para que sus familiares, amigos y paisanos mantengan viva la llama
de su recuerdo; para que las futuras generaciones de colombianos,
sepan cuánto les deben y que por su sacrificio pueden gozar
de seguridad y paz.
Ellos
murieron para que la infamia del secuestro termine; para limpiar
a las carreteras de salteadores; para evitar que una bomba destruyera
vidas y bienes de sus compatriotas, o por enfrentar a quienes
pretenden hacer invivibles las ciudades.
El
cabo segundo Oscar Diego Moreno Rosso y los soldados voluntarios
Vivian de Jesús Muñoz Ospina y Fredy Gustavo Sánchez
Carvajal, sufrieron heridas producidas por la más cobarde
y traicionera forma de combate: la siembra de minas antipersonales.
Nuestra tierra ha sido inundada con esos artefactos explosivos
que ponen en peligro a los niños de las escuelas, a sus
madres que desesperan cada vez que los ven partir con sus cuadernos
debajo del brazo, o a los jornaleros que salen con el alba a buscar
el sustento.
El
mundo debe reconocer y homenajear a un compatriota que nos enorgullece
porque logró llevar la alegría y la tranquilidad
al pueblo de Zipaquirá y Pacho, en Cundinamarca, pero que
también mostró a la opinión pública
nacional e internacional, cuál es el contenido y esencia
de nuestra política de Seguridad Democrática, de
seguridad para todos.
Usted,
soldado Yamith Alexis Camejo Mojica y sus compañeros, con
la cooperación de los ciudadanos, dieron un paso fundamental
para derrotar el flagelo del secuestro en el país, al liberar,
sanos y salvos, a monseñor Jorge Enrique Jiménez
y al padre Desiderio Orjuela. Gracias por devolverle la confianza
y la fe a los colombianos. Su acción demostró que
con persistencia, con integración de la ciudadanía
y de la Fuerza Pública, podemos derrotar ese crimen nefasto.
Celebro
este esfuerzo hecho por los soldados y policías de la Patria,
que fue eficaz gracias a la cooperación ciudadana.
Capitán
de Fragata Rafael Colón Torres: su aplicación como
comandante de batallón y los resultados obtenidos en contra
de todas las formas de criminalidad organizada en la costa sur
del Pacífico colombiano, demuestran que la política
de seguridad tiene que ser permanente; que en esta brega no puede
haber noche, ni domingo, ni festivo, ni minuto de reposo.
¿Cómo
lograr que el mundo reconozca que aquí se concentra la
mayor expresión del heroísmo y la solidaridad; que
la lucha de los colombianos contra el narcotráfico y el
terrorismo, la libramos en defensa de todos los seres humanos?
Premiamos
el valor del teniente José Melo Pinzón, de los suboficiales
Carlos Bermúdez Carmona, Dagoberto Bermúdez Villa
y Guillermo Puerta Patiño, de los infantes de Marina Juan
Tamaniz Vélez, José Albeiro Rozo Mosquera, del técnico
tercero de la Fuerza Aérea Jorge Eliécer Herrera
López, del agente de policía Jairo Ramírez
Ávila.
En
todos ellos brilla el arrojo, la pericia militar y la valentía
en defensa de la vida y bienes de miles de los compatriotas, la
solidaridad con el compañero en peligro o herido, la disposición
y entrega a una causa, la indignación contra la injusticia
del secuestro, la defensa incondicional de los campesinos y habitantes
de las aldeas más lejanas.
El
pueblo colombiano es quien inspira nuestra política de
Seguridad Democrática. No queremos más desplazamiento
de campesinos, ni masacres, ni toma destructiva de municipios.
Convocamos a una gran rebelión contra el secuestro, el
terror y la pesadilla de la violencia.
La
suerte de Colombia está en manos de todos. ¡Que el
Presidente, como primer soldado de la Patria, dirija y estimule
de día y de noche a la Fuerza Pública! ¡Que
los policías y soldados, de todos los rangos, combatan
para devolverle la paz y la tranquilidad a los colombianos! ¡Que
los ciudadanos, inspirados en el ejemplo de Jefferson Embuz Pardo,
aquel heroico niño de Belalcázar quien con su bandera
blanca reivindicó el derecho a la vida de los policías
de su pueblo, en el Cauca, creen un sistema de resistencia civil
y de redes de ciudadanos para apoyar a su Fuerza Pública!
El
terrorismo no cede por concesiones. Sólo cede cuando se
le enfrenta radicalmente. Los hombres de armas a quienes hoy reconocemos
su valor y heroísmo al servicio de la Nación, demuestran
el temple de nuestras Fuerzas Armadas y su disposición
al sacrificio por defender a su pueblo de la barbarie.
Hombres
como a los que hoy honramos con el premio al heroísmo,
son los que nos permiten soñar con que volverán
la paz y la tranquilidad a Colombia. Que aquellos que han brindado
su vida nos iluminen desde el cielo; que el dolor de los heridos
y las lágrimas de sus familias refuercen nuestro compromiso
con la Patria.
Ahora,
antes de empezar esta ceremonia, cuando conversaba con algunos
de ustedes, escuché al padre del suboficial de la Marina
Harry Rodrigo Oliveros García. Dijo, de acuerdo a como
le comprendí en esa conversación, que el sacrificio
de su hijo solamente valía si la Patria derrotaba la corrupción.
Esas palabras jamás se borrarán de mi mente y de
mi corazón.
Cuando
siento el abrazo y las lágrimas cercanas de la madre del
soldado o del policía asesinado por esta violencia, cuando
estrecho la mano del padre de uno de los caídos, cuando
levanto entre mis brazos al niño que, no obstante su orfandad,
mira con ilusión el futuro de la Patria, pienso que el
único que puede compensar el dolor y el sacrifico de todos
ustedes es Dios.
Y
la única manera posible para que sus familias tranquilicen
el dolor y la resignación de los años es advirtiendo
que la Patria está construyéndose con transparencia,
sin corrupción y con justicia social.
Que
estas escenas de dolor las veamos todos los colombianos y nos
produzcan una reflexión: todos tenemos que hacer un esfuerzo
de transparencia para compensar a las familias que han ofrendado
sus hijos, sus esposos y sus seres queridos para devolver la paz
y la tranquilidad al resto de los colombianos.
A
las Fuerzas Militares y de Policía, a todos sus comandantes
y altos oficiales, a los suboficiales, a todos los soldados y
policías de la Patria, nuestra inmensa gratitud. Sigamos
trabajando para recorrer rápidamente este túnel
y encontrar la luz para que la Patria pueda vivir en paz.
Muchas
gracias.