DISCURSO
DEL PRESIDENTE URIBE DURANTE LA CONMEMORACIÓN DE LOS 19 AÑOS
DE LA TOMA DEL PALACIO DE JUSTICIA
Bogotá, 8 nov. (SNE).- El siguiente
es el discurso del presidente de la República, Álvaro
Uribe Vélez, durante la conmemoración de los 19
años de la toma del Palacio de Justicia, en la Catedral
Primada de Colombia:
“El Estado Democrático empieza
y termina por la justicia. El imperio de la justicia garantiza
la estabilidad de la unión de los ciudadanos, que a su
vez confluye en la formación de la Nación. Disuelta
la justicia, desaparece la razón de confianza que asiste
a cada individuo para participar en el colectivo.
Existen múltiples formas para atentar
contra la Nación. Sin duda, la más efectiva para
desquiciarla, es atentar contra su justicia. Este fue el atentado
mayor de muchos que se han cometido contra quienes encarnan la
tarea de administrar justicia. Por fortuna Colombia no ha perecido
y jamás perecerá.
La ley externa a quienes representan
los órganos
del Estado, ley no manipulable, y la amplia participación
ciudadana en la toma de decisiones públicas, son las características
por excelencia del Estado de Derecho. La justicia es el ángel
tutelar de ambas: garantiza la transparencia e independencia
en la construcción de la ley y en su aplicación;
y, protege la libertad del ciudadano para manifestarse como miembro
del todo pluralista en relación con el interés
general.
Cuando el Estado prevalece de
modo limpio y eficaz, el ciudadano libre percibe la confianza,
que en caso
contrario le es arrebatada cuando prevalece la violencia, en
nuestro medio financiada por el narcotráfico.
La seguridad puede ser un valor
o un atropello. Ejercida con prescindencia de la justicia,
desacato de la ley,
indiferencia frente a los derechos humanos, sesgo para proteger
a unos y maltratar a otros, la seguridad no es tal, aunque así se
le llame, es simplemente un poder de fuerza, que pudiendo ser
legítimo en el origen se deslegitima con su proceder.
Ejercida la seguridad con espíritu democrático,
compromiso efectivo con el pluralismo, enmarcada en la ley y
en los derechos humanos, dedicada con devoción a la causa
de rescatar la protección eficaz del ciudadano, es entonces
la seguridad un valor democrático que reposa en la defensa
de los ciudadanos libres, en la disuasión de la delincuencia
y en la sumisión ante la justicia.
La eficacia de la seguridad
al contener la criminalidad facilitará la eficacia de la justicia, una
de cuyas mediciones es la derrota de la impunidad. Frente a una
delincuencia arrolladora, un Estado pusilánime para enfrentarla,
el liderazgo distraído o perplejo y la ciudadanía
indefensa y atribulada, no hay justicia que valga.
La seguridad como valor democrático,
constituida en apoyo de la justicia, estimula la adhesión
fervorosa de cada ser al compromiso social de Nación.
El fin de la reconciliación es de la
esencia de la seguridad y la justicia. Ambas buscan la reincorporación,
no la destrucción del delincuente.
Colombia requiere la fraternidad
para la más
importante de las reconciliaciones: la que tiene que darse entre
todos los colombianos que conviven en el respeto a la ley. Colombia
requiere que quienes la ultrajan con violencia y terror se reconcilien
en el respeto a la paz.
El balance entre seguridad democrática,
paz y justicia, es la mejor oferta para quienes tomen la decisión
de abandonar el terror. Ese balance ofrece beneficios jurídicos
sin impunidad. Negar el indulto o la amnistía al delito
atroz no implica venganza sino ejemplo de respeto de los derechos
de las mayorías pacíficas. Dar beneficios jurídicos
diferentes a quienes responsables aún de delitos atroces
manifiestan propósito de paz, significa el respeto del
derecho a la rectificación.
El delito atroz no tiene absolución
porque lo haya cometido el uno o condena porque sea imputable
al otro. Siempre es atroz, tipificado con el propósito
aparente de combatir el orden establecido o de defenderlo.
Necesitamos una reflexión:
hoy no es posible el tratamiento diferente al paramilitar que
al guerrillero.
Llevamos cerca de 7.000 reinsertados
en este gobierno. Han recibido la mano generosa del Estado
y de la sociedad.
Que cada uno de ellos piense en San Pablo: se convirtió,
ejerció el derecho de evangelizar con sus creencias, pero
se despojó de cualquier vocación de inquisición.
No hizo del martirio de San Esteban una apología, ni dividió a
los cristianos entre pecadores y virtuosos.
La credibilidad en la justicia
se basa en el respeto del ciudadano que la misma justicia tiene
que ganarse.
No ahorraremos esfuerzos para que Colombia tenga más y
mejor justicia.
Los héroes y mártires que hoy
recordamos fueron paradigmas del buen ejemplo. Nuestro compromiso
tiene que ser dar buen ejemplo para que avancemos en una Nación
con más respeto a la ley, más sumisión a
la justicia, sin corrupción. Buen ejemplo para que el
pueblo recupere su confianza en las instituciones del Estado
de Derecho.
En parodia a Brecht, el poeta
alemán,
para que no vuelvan por la justicia, que nadie sea indiferente
en la tarea de derrotar al terrorismo y la droga”.