DISCURSO
DEL PRESIDENTE, ÁLVARO URIBE VÉLEZ, EN LA ENTREGA
DE LOS PREMIOS PORTAFOLIO
Bogotá,
2 dic. (SNE).- El siguiente es el texto del discurso del Presidente
de la República, Álvaro Uribe Vélez, durante
la entrega de los premios del diario económico Portafolio:
PALABRAS DEL SEÑOR PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA,
DOCTOR ÁLVARO URIBE VÉLEZ, EN LA CEREMONIA DE
ENTREGA DE LOS PREMIOS PORTAFOLIO 2003
Bogotá, D.C., Diciembre 2 de 2003
LA ECONOMÍA Y EL MOMENTO
Hace
un año, con motivo del reconocimiento de Portafolio a
compatriotas y empresas destacadas, expresé ante este
mismo auditorio apuntes acerca del ejercicio gubernamental sobre
la economía.
Mi
visión de la economía de la Patria es sencilla:
una economía privada vigorosa, con crecimiento sostenido
y elevado, crecientemente competitiva, con permanente ampliación
de su base de propietarios y equidad social.
El
Estado debe crear confianza entre el conjunto de inversionistas
y trabajadores, y jugar un papel eficaz de aporte a la competitividad
y a la cláusula social.
En
consecuencia nuestra tarea de Gobierno debe orientarse en procura
de una economía privada competitiva y solidaria.
Bien
saben ustedes que nuestro objetivo clave es la creación
de confianza basada en la seguridad, la derrota de la corrupción
y la politiquería, y la reactivación económica
y social.
La
estabilidad fiscal no es un objetivo sino un medio para la reactivación
y la confianza.
Para
la obtención de la estabilidad fiscal trabajamos en la
racionalidad del gasto público, la disminución
de los recursos destinados a funcionamiento, la revisión,
liquidación o reforma de empresas estatales, el incremento
de los ingresos oficiales y la ampliación de la base de
contribuyentes.
El
año pasado esperábamos un déficit del 4.1%
del PIB, logramos cerrar en 3.6% y este año nos aproximamos
al 2.8%.
Estamos
cumpliendo al pie de la letra la reducción burocrática
y de gastos generales. Excepción hecha de defensa, que
por el compromiso de la Seguridad Democrática ha crecido
10%, en las otras esferas oficiales, excluyendo los órganos
autónomos, se evidencia una reducción real del
11%.
Nuestra
decisión es favorecer la inversión en seguridad
y en lo social. Debemos entonces derrotar el derroche y el clientelismo,
para lo cual reafirmo nuestra total voluntad política.
Los
ingresos de la Nación han aumentado en un 18%, el número
de contribuyentes en 127.000 y las declaraciones en 400.000.
El
endeudamiento que llegó al 54.4% del PIB, empezó a
caer y en junio se situó en 51.4%. Esa es la primera caída
en 10 años. Trabajaremos para que hacia adelante continúe
la reducción.
El
problema pensional sigue siendo de proporciones mayores. Insistiremos
en la Reforma Constitucional para eliminar los regímenes
privilegiados. La Reforma Tributaria propone un impuesto a las
altas pensiones y la destinación de un porcentaje de regalías
y transferencias para los pagos pensionales en las entidades
territoriales. Persistiremos en modificaciones a aquellas cláusulas
convencionales, que como en ECOPETROL, implican grave amenaza
a la viabilidad de la empresa.
Debemos
aún incrementar la seguridad democrática, darle
sostenibilidad y, de manera simultánea, acelerar inversiones
en el área social y de la infraestructura de competitividad.
Si a esto se suma la situación de las finanzas y de manejo
de la deuda, aparece necesario un nuevo esfuerzo contributivo.
Ese
esfuerzo debe ser integral para que todos aportemos y produzca
el efecto político de ayudar a superar agudas contradicciones
sobre el manejo económico.
La
decisión del Banco de la República sobre la utilización
de una cifra de reservas ayuda a construir consenso interno.
El Gobierno quiere acertar para escoger la mejor opción
posible. No deseo crear el precedente de créditos directos
del Emisor al presupuesto nacional. Lo importante con esas reservas
es reducir el costo del endeudamiento sin aumentar su monto.
Soy consciente también de la relación entre el
volumen de reservas y la tasa de interés de los papeles
colombianos. Para definir la utilización del cupo asignado
de reservas, quiero proceder con tanta prudencia cuanta insistencia
respetuosa he tenido ante el Banco Central.
Estamos
en el momento crucial de la reforma tributaria. Se discute con
un Congreso que ha recobrado la independencia, que está en
el bello trance de dejar atrás los auxilios y el clientelismo,
y frente al cual insistimos en un marco de cooperación
armónica para resolver los grandes problemas nacionales.
El Gobierno presentó un proyecto que ha recibido cambios
como consecuencia de la discusión con los ponentes y sectores
parlamentarios. Esperamos la aprobación de una reforma
que resuelva el problema de ingresos del Estado sin afectar el
crecimiento ni la confianza.
El
impuesto al patrimonio será moderado, obrará en
un país con agudas desigualdades y está acompañado
por un conjunto de estímulos tributarios aprobados no
por presiones de grupos de interés sino por su relación
con el crecimiento y la generación de empleo. La reforma
propone una tarifa impositiva reducida a las utilidades reinvertidas
en expansión productiva. Las rebajas generales de impuestos
no siempre generan respuestas proporcionales de inversión.
Los estímulos dirigidos dan más seguridad de que
las inversiones se harán. La literatura económica
se divide sobre la bondad de estas decisiones, pero la realidad
muestra que son operantes. Cuánto han ayudado en el último
año al equipamiento de los sectores productivos de la
Patria.
Colombia,
en un marco de más confianza, con una economía
más tonificada, con la expectativa norteamericana y con
pronósticos mejores para América Latina, debe proponerse
crecer más de lo proyectado. El estímulo a la reinversión
de utilidades debe ayudar y el inicial sacrificio fiscal se revertirá con
creces a medida que el nuevo equipamiento productivo se refleje
en el empleo, la capacidad adquisitiva y contributiva.
Nuestro
concepto de estímulo tributario no es un beneficio al
ocio sino un aporte al esfuerzo de crear empresa.
Estos
estímulos ayudan a que el gravamen al patrimonio no se
erija en un freno al ahorro. En alguna forma suavizan la pesada
carga impositiva, que al incluir contribuciones parafiscales,
soportan los empleadores.
Debemos
pensar en dos momentos tributarios. El actual, que exige sacrificios.
Uno posterior, con menores presiones fiscales, que demandará reducciones
impositivas en procura de acelerar el crecimiento y la equidad.
Estamos
próximos a pactar con el sector financiero una inversión
en vivienda social de valor inferior a $21 millones. También
le advierto muy positivas derivaciones políticas. Cuánto
conviene a la Nación que el sector financiero construya
prestigio popular. Además, el crecimiento de las colocaciones
deberá sustentarse en la ampliación del mercado
que necesariamente tendrá que incorporar a clientes menos
ricos, que llenos de dignidad y de vocación de salir adelante
se constituyen en una gran esperanza.
El
microcrédito ha crecido en un 54%. Casi 700.000 compatriotas
se han beneficiado del programa que ha irrigado recursos cercanos
a $ 1 billón 500 mil millones. Más de 200.000 de
estos pequeños empresarios han accedido al crédito
por primera vez.
Hemos
puesto toda la fe en esta tarea, parte fundamental de una de
nuestras 7 herramientas de equidad: la construcción de
un País de propietarios. Intuyo que su impacto en el crecimiento
y en el empleo ha sido y será formidable. Me emociona
saber que el Banco de la Mujer de Cali, en estos 16 meses, ha
duplicado la cartera y los usuarios. La morosidad no supera el
1.7%. Los pobres son buenos pagadores y los fondos de garantías
proceden hoy con toda diligencia.
Si cimentamos el microcrédito de vivienda social, este segmento de la
construcción puede crecer más velozmente. Lo más importante:
será posible desprender parcialmente su ritmo de los subsidios, que
por limitaciones fiscales frenan la vivienda social.
Debo
reconocer que el Banco de la República ha tenido gran éxito
en la determinación de la tasa de interés. A principios
de año sentí temor cuando se elevó. Pero
el transcurso de los meses demostró una DTF estable, asequible
y que permite construir valor a pesar de prudentes niveles de
endeudamiento.
Lo
ocurrido en el segundo semestre del año pasado en materia
de tasa de cambio fue venturoso. Ahora hay temores de rezagos
revaluacionistas. Ojalá se disipen para evitar atentados
contra la reactivación.
No
puede repetirse lo sucedido en otras épocas, cuando al
amparo de la confianza en el país, se toleraron procesos
de revaluación que desembocaron en la afectación
de la competitividad, el crecimiento y el empleo. Lo mejor es
una tasa real estable pero a partir de que sea competitiva. La
valoración de su índice requiere más flexibilidad
para asimilar los fenómenos que suceden en nuestros mercados
y en los países con los cuales competimos.
Contener
la tasa de cambio para restarle valor al endeudamiento, es calmar
momentáneamente la enfermedad para acelerar la fatalidad.
Nada ganamos con la alegre cuenta de un menor endeudamiento cuando
a la postre sufrimos para servirlo por la debilidad de la economía.
Lo único que paga las deudas es el crecimiento y este
necesita tasa de cambio competitiva.
Contener
la tasa de cambio para disminuir el precio de los insumos importados,
es sacrificar el producto final con el pretexto de controlar
los costos. En el mediano y largo plazo lo que defiende a la
empresa es el producto final.
Es
legítimo solicitar que se adquieran divisas para evitar
la revaluación. Mientras mayor sea el saldo de divisas,
menor será el nivel de riesgo y el costo del dinero. Mientras
más vigoroso el crecimiento de la economía, menor
el problema fiscal para pagar el endeudamiento.
Es
igualmente legítimo pedir reservas para reducir el costo
del endeudamiento ante una circunstancia apremiante y excepcional.
Esta propuesta del gobierno va de la mano con el esfuerzo que
estamos haciendo los colombianos con la Reforma Tributaria y
el ahorro de gastos del Estado.
El Gobierno tiene que hacer su tarea de austeridad, de buen manejo de las finanzas
oficiales. Tiene inmensos deberes que cumplir para el buen suceso de la economía.
También está obligado a respetar la independencia del Banco de
la República. Pero, el Gobierno debe insistir ante el Banco, del modo
que en otros temas insiste ante el Congreso, sobre decisiones esenciales para
la competitividad, el crecimiento y el empleo. La razón es sencilla:
en estas materias el Gobierno debe siempre asumir la total responsabilidad
política frente al pueblo.
Si
el Gobierno hace mal su tarea, el Banco de la República
enfrenta obstáculos insalvables para producir unos buenos
resultados, por ejemplo, en tasa de interés. Ante un Gobierno
derrochón o politiquero no hay Banco Central que reduzca
la tasa de interés. Quiere ello decir que el Gobierno
está obligado a colaborar con la misión del Banco
Central. Y vistos los temas desde el ángulo contrario,
para cumplir sus responsabilidades frente al pueblo, el Gobierno
también necesita la permanente cooperación del
Emisor.
En
síntesis, necesitamos respetar la independencia del Banco,
que el Gobierno proceda con responsabilidad, y que ambos le cumplan
bien al pueblo y a la democracia. La responsabilidad común
frente a la ciudadanía demanda la colaboración
armónica.
Esperamos
concretar los acuerdos de comercio que están en marcha,
para lo cual no ahorraremos esfuerzos a la construcción
del mayor consenso posible.
Todos
ustedes conocen la tendencia decreciente del desempleo. Sigue
siendo muy alto y no es para cantar victoria. Sin embargo, debe
destacarse que el subempleo ha empezado a ceder. El número
de trabajadores afiliados a la seguridad social está en
aumento. En efecto, el régimen contributivo de salud cuenta
con 212.000 cotizantes adicionales, los afiliados a pensiones
han crecido en 261.000 y son 328.000 los nuevos compatriotas
con los riesgos profesionales asegurados.
Queremos
derrotar el empleo clientelista y promover empleo productivo.
Durante los primeros 5 días de febrero y sucesivamente cada mes, reuniremos
la Tertulia del Crecimiento. Invitaremos a todos los actores públicos
y privados a preguntarnos qué falta para crecer al 5%. Anticipo: falta
que creamos en Colombia, en nuestras gentes y en nosotros. Admiramos y estudiamos
los milagros económicos extraños y nos llenamos de pánico
para producir el propio.
A muchos economistas hay que decir aquello que con frecuencia repito a la Fuerza
Pública: se necesita más riesgo que cálculo. Riesgo sin
temeridad y estrategia sin miedo.
A
pesar de las afugias fiscales, el Gobierno no descansa en su
tarea de reivindicar a los sectores más necesitados de
la población.
Subsidios por valor de 4 billones de pesos, para 16.5 millones de colombianos
pobres, entrega el Estado a través de diferentes programas del SISBEN.
Hemos aumentado en más de 1 millón 100 mil personas el número
de beneficiarios del régimen subsidiado de salud. El Sena ha pasado
de 950 mil estudiantes atendidos el año anterior a cerca de 2 millones
este año y se prepara para llegar a 4 millones en 2006. Alrededor de
6 millones de niños se benefician de los programas de Bienestar Familiar.
Se ha reformulado y se recupera el programa de atención a ancianos indigentes
que pronto estará llegando a 125.000. Los subsidios alimentarios a los
niños, a través de las mamás, con la condición
de asistencia escolar, benefician a 340.000 familias.
Todo
lo que realicemos para construir equidad une a la Nación,
protege a la democracia, desacredita el terrorismo y fortalece
la empresa privada. Queremos hacer más esfuerzos y mostrar
mejores resultados.
Acudo esta noche a Portafolio a congratular a los compatriotas que han recibido
este deseado galardón. Representan ellos ese capital humano de la esperanza.
Representan ellos las manos que Colombia necesita para apostar al crecimiento.
Son ellos un ejemplo que en el Estado debemos seguir para manejar los recursos
con austeridad y buen juicio.
Desde
esta tribuna de Portafolio invito a los colombianos a tener fe
y más fe en esta Patria, y a trabajar con más osadía
para que esa fe se traduzca en mejores condiciones de vida para
todos y cada uno de los hijos de esta gran Nación.
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