PALABRAS
DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, ÁLVARO URIBE VÉLEZ,
EN EL SEPELIO DE LAS VÍCTIMAS DEL ATENTADO OCURRIDO EN
SAN RAFAEL, ANTIOQUIA
Bogotá
D.C., 16 de Octubre de 2002
Ayer,
cuando fui informado de la tragedia que estamos llorando, vinieron
a mi memoria los versos del salmo 140:
"Señor,
protégeme del poder de los malvados,
protégeme de los violentos,
de los que hacen planes para que yo caiga.
Esos orgullosos me han puesto una trampa;
Me han tendido red y lazos;
Me han puesto trampas junto al camino".
Hace
algunos meses, el mundo vió, consternado, la imagen de
una ambulancia que había caído al abismo por la
destrucción terrorista del puente Danticas. Una madre en
trabajo de parto, la criatura y el conductor, murieron.
Hoy,
esta misma comunidad de San Rafael, da su adiós a Mariciela
Pérez, maestra rural, con apenas veintiún años;
a Horacio Zuluaga y Ramón Urrea, quienes ganaban su sustento
en las labores del comercio; a Héctor Arcila, Jorge Abad
Jiménez y Edgar Gallego, conductores de vehículos
de las Empresas Públicas, y a Ramón Elías
Hincapié, quien madrugaba para el mercado, esperanzado,
con su cargamento de frutas y verduras, cultivadas amorosamente
por él y su familia, durante meses.
Que
el mundo contemple y valore, en este sepelio, la magnitud de nuestra
tragedia. Que sepa que el pueblo de Colombia es víctima
de una persecución feroz por parte de los grupos irregulares.
Y que cese el apoyo o la condescendencia con el terror que nos
asuela.
Esta
terrible tragedia que embarga a San Rafael, al Oriente antioqueño
y a Colombia, reafirma mi decisión de seguir luchando para
conquistar la Seguridad Democrática que los colombianos
todos nos merecemos.
El
brazo del Estado no puede descansar hasta que esté asegurado
el derecho a vida, a la seguridad y a la libertad: de los campesinos,
los empresarios, los sindicalistas, los maestros, los conductores,
los periodistas, los obispos, sacerdotes y pastores del culto,
los dirigentes políticos y sindicales.
El
dolor no puede convocar al desaliento ni a la derrota. Colombia
vencerá a sus verdugos. El Presidente de la República,
primer soldado de la Patria, reitera ante estos siete mártires
del pueblo, su promesa de no desfallecer ni un momento en la defensa
de la dignidad humana, hoy pisoteada.
Mi
compromiso es indeclinable: firmeza para combatir al delito y
a la impunidad, grandeza de corazón para los humildes,
víctimas inocentes de la barbarie.
Una
vez más, unidos, imploremos todos al Señor:
"Protégenos
del poder de los malvados,
protégenos de los violentos,
de los que hacen planes para que caigamos".
Así,
podremos pregonar con el salmista: "Caminaremos en presencia
del Señor, en el país de la vida"
Cordialmente,
ALVARO
URIBE VELEZ