El retorno del Presidente al pueblo que lo vio crecer
ÁLVARO, MIJO, QUÉ BUENO QUE VOLVISTE
Salgar (Antioquia), 30 nov (CNE). Siete años después, el Presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez, regresó al pueblo que lo vio crecer. La última vez que lo visitó, un francotirador enviado por la guerrilla estuvo a punto de cumplir con su misión: matar al Gobernador. Desde entonces, Salgar se convirtió en el sitio prohibido.
Hoy la veda terminó. El Presidente regresó y los habitantes de Salgar lo celebraron con todo. Llenaron las calles de banderas de Colombia y se tomaron andenes, balcones y terrazas. “Paisano, este orgullo no nos cabe en el corazón”, reza una pancarta instalada a la entrada de la población.
Para responder al recibimiento, el Presidente decidió entrar a pie. Por el camino aparecieron los recuerdos. Don Bernardo, un antiguo trabajador de la finca de propiedad de la familia Uribe Vélez, le recordó las épocas en las cuales una de sus tareas consistía en llevar al hoy Presidente a la escuela sobre el lomo de una mula llamada Ilusión.
Una cuadra más adelante, el Presidente Uribe se encontró con don Ernesto, antiguo amigo de su padre. El precio del café fue el tema de conversación. El reporte indica que el precio de la carga pasó de 248 mil pesos a 330 mil pesos en los últimos tres meses.
Unos pasos más y apareció una fila de niños que batían banderas de Colombia. La mayoría de ellos nacieron mucho después de la última visita del ciudadano más ilustre de Salgar, Álvaro Uribe Vélez.
En las angostas calles de la población no cupo la gente. Por eso se llenaron balcones y terrazas. Frente a la entrada del Liceo Julio Restrepo, en donde debería presidir el XVI Encuentro de Dirigentes del Suroeste Antioqueño, el Presidente rompió el esquema de seguridad. Le pidió prestado un caballo al carabinero Urueña y a trote pleno partió para la plaza principal.
Mientras el Presidente se alejaba, Luz Ramírez le relató, a todo el que quiso oírla, su hazaña de la mañana: “Caminé media cuadra de la mano con mi muchacho”. No cabía de la felicidad.
A caballo, en carro y a pie, el Presidente llegó a la casa de Los Posada, unos primos suyos que le tenían preparado un típico desayuno paisa: fríjoles recalentaos, morcilla, carne molida y arepa
Allí, en esa casa donde pasó buena parte de su niñez, el Presidente encontró una fotografía que lo devolvió a sus días de estudiante. En ella aparecían su padre, Alberto Uribe, y su yegua Dulcinea. El Presidente no pudo ocultar un gesto de nostalgia.
El regreso al Liceo Restrepo para el acto oficial que lo trajo a su terruño fue eterno. Interrumpido por miles de personas que querían una fotografía con su paisano, de señoras que querían recordarle alguna anécdota o un simple apretón de manos.
Una vez instalado el XVI Encuentro de Dirigentes del Suroeste Antioqueño, siguieron los homenajes. Primero fue la entrega del Escudo de Oro del Pueblo, después las palabras de la niña Fanny Jaramillo, quien le recordó al Jefe de Estado que en la escuela pública Ciro Medina -en donde ella estudia- Álvaro Uribe Vélez comenzó a hacer realidad su sueño dorado. La siguió Liliana Álvarez, la profesora de primaria que le habló al Presidente como si todavía fuera uno de sus alumnos en la escuela elemental y le prometió orar por él todas las noches.
Después sí, a trabajar. Frente al puesto del Presidente una pancarta resumió sin más lo que piensan los habitantes de Salgar de la visita presidencial: “Álvaro, mijo, qué bueno que volviste”.