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PALABRAS DE MINISTRA DE COMUNICACIONES EN CONFERENCIA DE LA UIT

Marrakech (Marruecos), 23 sep (CNE).- Palabras de la ministra de Comunicaciones, Martha Pinto de De Hart, en la Conferencia de Plenipotenciarios de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), que se reúne en Marrakech, Marruecos.

"Es para mí un alto honor tener la oportunidad de asistir a este, el más importante escenario de reflexión de los Gobiernos del mundo sobre el rumbo y los desafíos de la Sociedad de la Información en estas primeras décadas del siglo XXI.

Hay la certeza contundente de que la actual evolución de la sociedad de la información deja abiertas una serie de inquietudes que resulta urgentes abordar, y sobre las cuales quiero centrar mi intervención.

Ante todo, permítanme expresar que constituye para mí un grato privilegio, tener la oportunidad de asistir a este encuentro con los colegas de las comunicaciones de todo el mundo. Quiero por ello agradecer la generosa hospitalidad que nos ha brindado el honorable Gobierno de Marruecos.

Para quienes por primera vez visitamos Marrakech, la ciudad parece atraparnos en el encanto de un renacimiento prematuro. Su valor histórico me ha despertado la ilusión de que renazca en esta conferencia un ánimo mundial para que las tecnologías de la información le abran una segunda oportunidad al florecimiento de admirables culturas ancestrales de todas las latitudes.

Como bien lo dijera el Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, hay que invitar al mundo a comprometerse en la búsqueda de una utopía contraria a la de la desigualdad. Quisiera atreverme a pensar que desde Marrakech, se inspire una decidida voluntad política global para orientar la nave de la modernización hacia la utopía del bienestar y de la dignidad para millones de seres humanos.

La globalización, los avances científicos y tecnológicos, y las comunicaciones modernas, son algunas de las herramientas que el pensamiento humano nos ha legado para que nos arriesguemos a asumir el futuro de la integración económica con reglas de juego de beneficio recíproco para todas las naciones, de manera que la equidad sea una alternativa superior al egoísmo, reivindicadora de la solidaridad humana.

Muchos de ustedes bien saben que mi país, Colombia, atraviesa por una época de descomunales contradicciones producto de la violencia de una minoría que ha saturado la paciencia de las mayorías. Para fijarle al país derroteros de esperanza que nos permitan superar el actual conflicto interno y la insuficiencia de recursos convencionales y tecnológicos, el Presidente de la República, Alvaro Uribe Vélez, le ha propuesto a la Nación el Gobierno de una autoridad democrática y la presencia de un Estado legítimo en todos los confines del territorio nacional.

Con un mandato contundente de los colombianos, vamos a llevar a Colombia al reencuentro de la confianza y la solidaridad, para construir por fin y para siempre los cimientos de una política con sentido ético, de una credibilidad firme del pueblo en sus instituciones y de una búsqueda permanente hacia una sociedad con justicia social.

Permítanme citar una frase del Presidente de Colombia en su reciente discurso de posesión: "La globalización, como integración de las economías, es irreversible. Pero la dignidad de los pueblos pobres hacen imperativo que sus resultados sociales sean equitativos. De lo contrario, su sostenibilidad política traerá inmensos costos para la democracia y la convivencia".

Si bien es cierto que las tecnologías de la información han hecho posible la realidad de la globalización económica. Nos corresponde ahora el reto mayor de hacer posible la distribución de la equidad a todos los continentes a través del servicio universal de las comunicaciones.

Como representante de un país en vías de desarrollo, pienso que quienes aquí estamos deliberando, como servidores públicos, tenemos la obligación de tomar las decisiones que favorezcan al conjunto de la sociedad por encima de intereses particulares.

No sería pues responsable evadir el compromiso con la justicia y la equidad, y mas específicamente para el caso que nos ocupa, no podemos desatender el abismo digital que hoy divide a los pueblos del mundo.

La tecnología digital y las comunicaciones virtuales determinarán que a la vuelta de una década, la sobrevivencia y la capacidad de desarrollo humano en el mundo del tercer milenio, dependan en gran medida de la cobertura y la habilidad de las personas para utilizar estas tecnologías. No podemos seguir pensando que solo los países con un alto nivel de desarrollo tienen el derecho de acceder a los ritmos del progreso tecnológico que hoy jalonan el bienestar humano.

Lo que el mundo exige como premisa para que la revolución de la información tenga un impacto real en el desarrollo equitativo y sostenible de todas las naciones, es que se cambie el actual modelo comercial de transferencia y de acceso a las tecnologías de la información y la comunicación, y que con base en un consenso entre naciones ricas y pobres, se convenga un nuevo mecanismo de costos de acceso a la tecnología, a los servicios de comunicación y a la redes de información.

Para citar solo un ejemplo de la actual y preocupante desigualdad existente, el 50 por ciento de la tarifa que pagan los usuarios de internet en Colombia, corresponde al costo de acceso que debe pagar mi país por la conexión a las redes internacionales de internet.

El reto de quienes aquí nos reunimos, y de los gobiernos aquí representados, es el de pensar con responsabilidad en el redireccionamiento de la revolución de la información y el conocimiento, para que esta represente en realidad una alternativa de desarrollo.

Este esfuerzo requiere de una voluntad política audaz, capaz de producir un viraje en el actual sistema mundial de distribución y comercio, que actualmente impone serias barreras económicas para el acceso a los equipos y a los servicios de telecomunicaciones, e impide a una gran parte de la humanidad el ingreso a la economía del conocimiento.

Nunca bastará la insistencia en advertir que la brecha digital entre naciones sigue creciendo sustancialmente. Debemos hacer una reflexión de fondo, con sentido histórico, que signifique nada menos que asumir la visión de construir un puente sobre el abismo social y humano cavado entre los países dueños de la tecnología y los países que la importamos.

Es de suma importancia que la responsabilidad social y la solidaridad de la bancada multilateral se concentre, por ejemplo, en impulsar la ampliación de proyectos de financiación y de líneas de crédito integrales para desarrollar incubadoras empresariales con plataforma tecnológica en los países en desarrollo. Con el apoyo de capitales semilla y de asistencia técnica en el uso de tecnologías de la información, es posible que este modelo de incubadoras, tenga una incidencia decisiva para el logro de un salto cualitativo en el desarrollo, por su impacto en la diversificación económica, la apropiación de tecnología y la generación de nuevos empleos y de mayor riqueza.

Mientras que avanzamos en la consolidación de una política mundial que asuma el compromiso de construir ese puente de la igualdad tecnológica, a cada nación le corresponde avanzar en la articulación de políticas públicas que estimulen el crecimiento de la conectividad y la asimilación de las tecnologías de la información. El componente del acceso universal a los servicios de telecomunicaciones, representa sin duda un pilar esencial de la política de equidad social, seguridad democrática y legitimidad institucional del Gobierno de Colombia.

Ya para finalizar quiero hacer un llamado a los plenipotenciarios de esta conferencia para cumplamos cabalmente con el propósito común de garantizar el respeto absoluto a los derechos adquiridos según los principios constitucionales de la Unión Internacional de Telecomunicaciones. En particular me refiero al respeto debido a todas las naciones sobre los procesos de notificación y registro de las posiciones orbitales.

Resulta imperativo que se preserve el derecho estratégico de cada nación sobre la órbita geoestacionaria, hasta tanto cada país tenga la capacidad económica y tecnológica para usufructuar este derecho imprescriptible.

La actual concentración de los derechos de uso de la órbita geoestacionaria, puede conducirnos a una estructura de monopolio en la prestación de servicios de alta densidad, si la Unión Internacional de Telecomunicaciones, con el apoyo de la Junta de Reglamento de Comunicaciones, no asume la misión constitucional de modificar los actuales procedimientos de notificación, publicación, coordinación y registro establecidos en el Reglamento de Radiocomunicaciones.

Mi misión como Ministra de Comunicaciones de Colombia, estará enfocada a promover el principio de ponerle corazón a la globalización. Estoy convencida de que si este precepto encuentra eco en el sector de las telecomunicaciones, les habremos abierto una gigantesca oportunidad al individuo y a las comunidades del mundo, para que con su talento y su sabiduría sean ellos los gestores del bienestar de su propio destino".

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