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Columna del Washington Post destaca logros del Primer Mandatario en su primer año de Gobierno

URIBE, “LA NUEVA ESPERANZA DE COLOMBIA”

Washington, 6 ago (CNE). El diario estadounidense The Washington Post exaltó la determinación del presidente Álvaro Uribe Vélez para “tratar efectiva y democráticamente los problemas tan profundos que sufre Colombia.”

En una columna de opinión, Michael Shifter, vicepresidente de Políticas del Diálogo Interamericano y profesor adjunto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Georgetown, afirmó que el éxito de Uribe radica en su compromiso por construir seguridad democrática, restablecer control del Gobierno y vencer la ilegalidad producida por la violencia, el narcotráfico y la debilidad de algunas instituciones del Estado.

Shifter también resaltó la disminución en las estadísticas de secuestros, homicidios y producción de cocaína.

La siguiente es la traducción oficial de la columna de opinión publicada en The Washington Post.

LA NUEVA ESPERANZA DE COLOMBIA

Por Michael Shifter

Miércoles, 6 de agosto de 2003. Página A17.

El liderazgo político efectivo no abunda en estos días así que, cuando emerge, tiende a producir un jalón gravitacional. Eso es lo que está pasando con Álvaro Uribe, el enormemente popular Presidente de Colombia, que esta semana cumple su primer año de Gobierno.

Con un índice de favorabilidad del 70 por ciento, Uribe no sólo goza de la aceptación de la mayoría de colombianos, sino que es considerado, además, un verdadero amigo en Washington. (Uribe fue el único líder de un importante país latinoamericano que se unió a los Estados Unidos en el tema de Iraq, desafiando la opinión pública colombiana y regional.) Mientras que los venezolanos, peruanos, ecuatorianos y bolivianos especulan sobre si sus Presidentes, políticamente atribulados, puedan sobrevivir, la conjetura en Colombia gira en torno a la decisión que podría tomar el Congreso para crear una enmienda constitucional que permita reelegir a Uribe. La mayoría de colombianos considera que, a su cargo, el país cuenta con una oportunidad única para revertir muchos años de deterioro y negligencia.

Uribe es el único “Presidente de Guerra” de Latinoamérica. Su éxito y gran apoyo radica en el compromiso por construir seguridad democrática, restablecer control del Gobierno y vencer la ilegalidad producida por la violencia nutrida de drogas ilícitas y la debilidad de instituciones del Estado. Su mandato es el de proveer protección a los colombianos y acabar con la corrupción y antiguas maneras de hacer política. Aunque las condiciones actuales en Colombia no se han transformado en un año, el ambiente ciertamente ha cambiado. En la anterior edición, la revista Semana capturó el sentimiento nacional en su informe principal: “El año en que volvió la esperanza”.

El éxito político de Uribe puede atribuirse a un estilo presidencial raro y grato. Inagotable y austero, ha mantenido las pocas promesas que ha hecho. Aunque sea popular, él es el antipopulista por antonomasia.

En cuanto a los consejos comunales, Uribe ha empleado técnicas de gran efecto, reasegurando a una Nación ansiosa. El mes pasado, mudó el Gobierno de Bogotá, la capital, al rincón más violento del país. Luego convocó una extraordinaria sesión maratónica con su Gabinete y dirigió un programa interactivo en vivo y en directo, exigiéndole a sus Ministros ser más precisos y comunicativos con sus respuestas.

Uribe es alérgico a la complacencia y al triunfalismo. Ha buscado continuamente atenuar expectativas, recalcando que la formidable agenda de Colombia tomará muchos años en resolverse. No obstante, secuestros, homicidios y la producción de coca han disminuido significativamente. El panorama macroeconómico se ha iluminado. Y hay prospectos de que se desmovilicen al menos algunas facciones de grupos paramilitares.

Algunas preguntas siguen en pie. ¿Los grupos al margen de la ley se han debilitado realmente, o se encuentran en un retiro estratégico? ¿Ha habido algún alivio discernible con respecto al problema de las drogas? ¿Los esfuerzos de Uribe para movilizar a la población civil agravarán la situación de derechos humanos que ya es crítica? ¿Por qué Uribe no ha podido hacer progresos para saciar la crisis humanitaria de Colombia, reflejada en dos millones de desplazados? ¿Cómo desarrollará las tareas titánicas de su agenda social? ¿Podrá reducir el déficit fiscal? ¿Es acaso un hombre que podrá frustrar el progreso institucional?

Estos duros cuestionamientos deben hacerse, pero sin quitarle méritos a los logros alcanzados hasta la fecha y a su determinación de tratar efectiva y democráticamente los problemas tan profundos que sufre Colombia.

Washington está ayudando en importantes maneras. Siendo el más grande receptor de la ayuda militar de Estados Unidos por fuera del Medio Oriente, Colombia ha recibido aproximadamente 2.5 billones de dólares desde el año 2000. Y aunque Uribe ha tenido un gran desempeño, Washington necesita reconocer que la asistencia a la amplia agenda de Colombia es una proposición a largo plazo. Nadie debería sorprenderse de los retrasos en años venideros. Serios problemas de seguridad persistirán, incluso bajo los escenarios más optimistas.

El liderazgo hace una gran diferencia. Los sondeos de opinión en torno a Uribe han mostrado resultados positivos incluso cuando las cosas han salido trágicamente mal (un ataque terrorista a un club social, un frustrado intento de rescate a secuestrados). El Presidente explicó lo que ocurrió y se hizo totalmente responsable de los hechos. Colombia lo aprobó.

El récord de Uribe tiene grandes implicaciones en Latinoamérica.

En lugar de hablar sobre cambios hacia la derecha o a la izquierda, tiene más sentido enfocarse en el imperativo de despachar un Gobierno honesto y efectivo. Otros líderes latinoamericanos, en busca de una fórmula ganadora, serían sabios al tomar nota de eso.

El autor es Vicepresidente para Políticas del Diálogo Interamericano y profesor adjunto de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Georgetown

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