Presidente
Uribe firmó hoy esta medida
TEXTO
DE LA DECLARACIÓN DE CHAPULTEPEC
Bogotá,
22 ene (CNE). El
siguiente es el texto de la Declaración de Chapultepec, a
la cual adhirió Colombia hoy, durante un encuentro entre
el presidente Álvaro Uribe Vélez y una delegación
de la Sociedad Interamericana de Prensa:
Declaración
de Chapultepec (1994)
Adoptada
por la conferencia hemisférica sobre libertad de expresión
celebrada en México, D.F. el 11 de marzo de 1994
Preámbulo
En el umbral de un nuevo milenio, América puede ver su futuro
afincada en la democracia. La apertura política ha ganado
terreno. Los ciudadanos tienen mayor conciencia de sus derechos.
Elecciones periódicas, gobiernos, parlamentos, partidos políticos,
sindicatos, asociaciones y grupos sociales de la más variada
índole, reflejan más que en ningún otro momento
de nuestra historia las aspiraciones de la población.
En
el ejercicio democrático, varios logros suscitan el optimismo,
pero también aconsejan la prudencia. La crisis de las instituciones,
las desigualdades, el atraso, las frustraciones transformadas en
intransigencia, la búsqueda de recetas fáciles, la
incomprensión sobre el carácter del proceso democrático
y las presiones sectoriales, son un peligro constante para el progreso
alcanzado. Constituyen también obstáculos potenciales
para seguir avanzando.
Por
todo ello, es deber de quienes vivimos en este hemisferio, desde
Alaska hasta Tierra del Fuego, consolidar la vigencia de las libertades
públicas y los derechos humanos.
La
práctica democrática debe reflejarse en instituciones
modernas, representativas y respetuosas de los ciudadanos; pero
debe presidir también la vida cotidiana. La democracia y
la libertad, binomio indisoluble, solo germinarán con fuerza
y estabilidad si arraigan en los hombres y mujeres de nuestro continente.
Sin
la práctica diaria de ese binomio, los resultados son previsibles:
la vida individual y social se trunca, la interacción de
personas y grupos queda cercenada, el progreso material se distorsiona,
se detiene la posibilidad de cambio, se desvirtúa la justicia,
el desarrollo humano se convierte en mera ficción. La libertad
no debe ser coartada en función de ningún otro fin.
La libertad es una, pero a la vez múltiple en sus manifestaciones;
pertenece a los seres humanos, no al poder.
Porque
compartimos esta convicción, porque creemos en la fuerza
creativa de nuestros pueblos y porque estamos convencidos de que
nuestro principio y destino deben ser la libertad y la democracia,
apoyamos abiertamente su manifestación más directa
y vigorosa, aquella sin la cual el ejercicio democrático
no puede existir ni reproducirse: la libertad de expresión
y de prensa por cualquier medio de comunicación.
Los
firmantes de esta declaración representamos distintas herencias
y visiones. Nos enorgullecemos de la pluralidad y diversidad de
nuestras culturas, y nos felicitamos de que confluyan y se unifiquen
en el elemento que propicia su florecimiento y creatividad: la libertad
de expresión, motor y punto de partida de los derechos básicos
del ser humano.
Sólo
mediante la libre expresión y circulación de ideas,
la búsqueda y difusión de informaciones, la posibilidad
de indagar y cuestionar, de exponer y reaccionar, de coincidir y
discrepar, de dialogar y confrontar, de publicar y transmitir, es
posible mantener una sociedad libre.
Sólo
mediante la práctica de estos principios será posible
garantizar a los ciudadanos y grupos su derecho a recibir información
imparcial y oportuna. Sólo mediante la discusión abierta
y la información sin barreras será posible buscar
respuestas a los grandes problemas colectivos, crear consensos,
permitir que el desarrollo beneficie a todos los sectores, ejercer
la justicia social y avanzar en el logro de la equidad.
Por
esto, rechazamos con vehemencia a quienes postulan que libertad
y progreso, libertad y orden, libertad y estabilidad, libertad y
justicia, libertad y gobernabilidad, son valores contrapuestos.
Sin
libertad no puede haber verdadero orden, estabilidad y justicia.
Y sin libertad de expresión no puede haber libertad. La libertad
de expresión y de búsqueda, difusión y recepción
de informaciones sólo podrá ser ejercida si existe
libertad de prensa.
Sabemos
que no toda expresión e información pueden encontrar
acogida en todos los medios de comunicación. Sabemos que
la existencia de la libertad de prensa no garantiza automáticamente
la práctica irrestricta de la libertad de expresión.
Pero también sabemos que constituye la mejor posibilidad
de alcanzarla y, con ella, disfrutar de las demás libertades
públicas.
Sin
medios independientes, sin garantías para su funcionamiento
libre, sin autonomía en su toma de decisiones y sin seguridades
para el ejercicio pleno de ella, no será posible la práctica
de la libertad de expresión. Prensa libre es sinónimo
de expresión libre.
Allí
donde los medios pueden surgir libremente, decidir su orientación
y la manera de servir al público, allí también
florecen las posibilidades de buscar información, de difundirla
sin cortapisas, de cuestionarla sin temores y de promover el libre
intercambio de ideas y opiniones. Pero, cuando con el pretexto de
cualesquiera objetivos se cercena la libertad de prensa, desaparecen
las demás libertades.
Nos
complace que, tras una época en que se pretendió legitimar
la imposición de controles gubernamentales a los flujos informativos,
podamos coincidir ahora en la defensa de la libertad. En esta tarea,
muchos hombres y mujeres del mundo estamos unidos.
Sin
embargo, también abundan los ataques. Nuestro continente
no es una excepción. Aún persisten países con
gobiernos despóticos que reniegan de todas las libertades,
especialmente, las que se relacionan con la expresión. Aún
los delincuentes, terroristas y narcotraficantes amenazan, agreden
y asesinan periodistas.
Pero
no solo así se vulnera a la prensa y a la expresión
libres. La tentación del control y de la regulación
coaccionante ha conducido a decisiones que limitan la acción
independiente de los medios de prensa, periodistas y ciudadanos
que desean buscar y difundir informaciones y opiniones.
Políticos
que proclaman su fe en la democracia son a menudo intolerantes ante
las críticas públicas. Sectores sociales diversos
adjudican a la prensa culpas inexistentes. Jueces con poca visión
exigen que los periodistas divulguen fuentes que deben permanecer
en reserva. Funcionarios celosos niegan a los ciudadanos acceso
a la información pública. Incluso las constituciones
de algunos países democráticos contienen ciertos elementos
de restricción sobre la prensa.
Al
defender una prensa libre y rechazar imposiciones ajenas, postulamos,
asimismo, una prensa responsable, compenetrada y convencida de los
compromisos que supone el ejercicio de la libertad.
Principios
Una
prensa libre es condición fundamental para que las sociedades
resuelvan sus conflictos, promuevan el bienestar y protejan su libertad.
No debe existir ninguna ley o acto de poder que coarte la libertad
de expresión o de prensa, cualquiera sea el medio de comunicación.
Porque tenemos plena conciencia de esta realidad, la sentimos con
profunda convicción y estamos firmemente comprometidos con
la libertad, suscribimos esta Declaración, con los siguientes
principios:
1.
No hay personas ni sociedades libres sin libertad de expresión
y de prensa. El ejercicio de ésta no es una concesión
de las autoridades; es un derecho inalienable del pueblo.
2.
Toda persona tiene el derecho a buscar y recibir información,
expresar opiniones y divulgarlas libremente. Nadie puede restringir
o negar estos derechos.
3.
Las autoridades deben estar legalmente obligadas a poner a disposición
de los ciudadanos, en forma oportuna y equitativa, la información
generada por el sector público. No podrá obligarse
a ningún periodista a revelar sus fuentes de información.
4.
El asesinato, el terrorismo, el secuestro, las presiones, la intimidación,
la prisión injusta de los periodistas, la destrucción
material de los medios de comunicación, la violencia de cualquier
tipo y la impunidad de los agresores, coartan severamente la libertad
de expresión y de prensa. Estos actos deben ser investigados
con prontitud y sancionados con severidad.
5.
La censura previa, las restricciones a la circulación de
los medios o a la divulgación de sus mensajes, la imposición
arbitraria de información, la creación de obstáculos
al libre flujo informativo y las limitaciones al libre ejercicio
y movilización de los periodistas, se oponen directamente
a la libertad de prensa.
6.
Los medios de comunicación y los periodistas no deben ser
objeto de discriminaciones o favores en razón de lo que escriban
o digan.
7.
Las políticas arancelarias y cambiarias, las licencias para
la importación de papel o equipo periodístico, el
otorgamiento de frecuencias de radio y televisión y la concesión
o supresión de publicidad estatal, no deben aplicarse para
premiar o castigar a medios o periodistas.
8.
El carácter colegiado de periodistas, su incorporación
a asociaciones profesionales o gremiales y la afiliación
de los medios de comunicación a cámaras empresariales,
deben ser estrictamente voluntarios.
9.
La credibilidad de la prensa está ligada al compromiso con
la verdad, a la búsqueda de precisión, imparcialidad
y equidad, y a la clara diferenciación entre los mensajes
periodísticos y los comerciales. El logro de estos fines
la observancia de los valores éticos y profesionales no deben
ser impuestos. Son responsabilidad exclusiva de periodistas y medios.
En una sociedad libre la opinión pública premia o
castiga.
10.
Ningún medio de comunicación o periodista debe ser
sancionado por difundir la verdad o formular críticas o denuncias
contra el poder público.
La
lucha por la libertad de expresión y de prensa, por cualquier
medio, no es tarea de un día; es afán permanente.
Se trata de una causa esencial para la democracia y la civilización
en nuestro hemisferio. No sólo es baluarte y antídoto
contra todo abuso de autoridad: es el aliento cívico de una
sociedad. Defenderla día a día es honrar a nuestra
historia y dominar nuestro destino. Nos comprometemos con estos
principios.
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