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"NECESITAMOS UN GRAN APOYO DE LA COMUNIDAD INTERNACIONAL"

Asedio a un Estado. El terrorismo en Colombia se financia fundamentalmente con un negocio internacional, el narcotráfico, que amenaza desestabilizar toda la región. El problema, por lo tanto, está en Colombia pero involucra también, por acción u omisión, al resto de la región y al continente.

Oscar Raúl Cardoso. DE LA REDACCION DE CLARIN.

s lo que sostiene el presidente de aquel país, Alvaro Uribe Vélez, que estuvo en Buenos Aires para la asunción del presidente Kirchner. Sostiene Uribe que más que pensar en un apaciguamiento de la violencia, lo que hay que hacer es frenarla ya, con una ofensiva contundente en el plano militar que, eventualmente, puede requerir de la participación de fuerzas externas, y no sólo norteamericanas.

Su antecesor Andrés Pastrana imaginó llevar la negociación con los grupos insurgentes hasta un final de paz. No sucedió, a pesar de las concesiones que realizó. Usted llegó a la Presidencia de Colombia hace un año con un enfoque de acción militar directa. Sus críticos dicen que la presente política de mano dura es tan ineficiente como la anterior, de apaciguamiento. ¿Cuál es su respuesta?

—Lo que hizo mi predecesor tenía varios antecedentes, porque diferentes presidentes de Colombia le ofrecieron a la guerrilla todas las oportunidades para negociar. Algunas guerrillas lo aceptaron, como el M-19, el Ejército Popular de Liberación y una fracción del Ejército de Liberación Nacional que se llamó la Corriente de Renovación Socialista. La comunidad internacional tiene que saber que Colombia ha hecho, durante muchos años, grandes esfuerzos por encontrar la solución negociada. El del presidente Pastrana fue muy importante, lleno de buena fe. Quien quedó mal fue la guerrilla. Porque la guerrilla aplicó la tesis estaliniana: vio en el gobierno no generosidad sino debilidad, y se quiso aprovechar de ello para avanzar en su designio de la toma violenta del poder. Lo segundo que hay que dejar claro es que Colombia tiene un Estado democrático y pluralista, que no permite explicar ni justificar ningún movimiento violento en contra de ese Estado. Cuando hay todas las oportunidades democráticas, no se puede permitir una sola oportunidad violenta. Lo tercero que hay que dejar claro es que en cualquier democracia europea, lo que ocurre en Colombia la legislación lo llama terrorismo.

¿No oscurece el significado del problema igualar insurgencia con terrorismo?

—Lo que hay en Colombia es puro terrorismo financiado por el narcotráfico. Finalmente, mi política es una política de autoridad, de seguridad democrática. ¿Por qué democrática? Porque es para favorecer a todo el pueblo colombiano, independientemente de que sean amigos o críticos del gobierno, de que sean empresarios o trabajadores, de que sean líderes gremiales o líderes sindicales. Lo que tiene que hacer la guerrilla es reflexionar, decidir quiénes van a continuar como matones profesionales y quiénes tienen todavía algo de pudor político. Estos últimos deben expresarse en favor del diálogo. El gobierno tiene toda la firmeza para derrotarlos y toda la apertura para dialogar. De agosto a la fecha se han entregado más de mil quinientos integrantes de organizaciones violentas, y el gobierno los ha acogido con los brazos abiertos, con toda la fraternidad democrática.

¿Está en condiciones el estado colombiano, por sí solo, de poner fin al problema de la violencia en el país o en algún momento futuro hay que esperar un llamado al resto de la comunidad americana para que participe?

—Necesitamos un gran apoyo de la comunidad internacional. Porque el terrorismo en Colombia se financia fundamentalmente con un negocio internacional que es el narcotráfico. Y también, por otra razón. Porque el terrorismo colombiano amenaza desestabilizar toda la región. Yo me reúno con el presidente ecuatoriano, Lucio Gutiérrez, y me presenta quejas de la presencia de guerrilleros colombianos en Ecuador extorsionando, secuestrando. Me reúno con el presidente de Bolivia, Gonzalo Sánchez de Lozada, y me expresa que ya en Bolivia hay colombianos de estas organizaciones terroristas sembrando el caos y el terror. El problema hoy es de Colombia, pero mañana puede ser del continente. Esa es otra razón por la cual necesitamos cooperación internacional.

No me refería al respaldo moral o a la cooperación política, señor presidente. ¿Considera usted la posibilidad de requerir ayuda militar, participación militar al resto del hemisferio?

—Cuando uno tiene toda la determinación para salvar la democracia de su patria contra la amenaza terrorista y para dar seguridad a los colombianos, no puede ponerse con dudas frente a la cooperación internacional. Yo no la voy a pedir en el futuro, la he pedido ya. La he pedido en términos de que necesitamos equipos, tecnología, inteligencia, presupuesto. Nosotros tenemos todo el equipo humano militar y policial, pero requerimos una gran cooperación internacional en materia de tecnología, en materia de intercambio de información, en materia de voluntad, para conjuntamente perseguir el terrorismo. Entonces, para que quede claro, yo no soslayo el tema, no es que lo vaya a pedir sino que lo he pedido ya.

¿Considera satisfactoria la respuesta recibida, hasta ahora, de la comunidad latinoamericana a su pedido de cooperación?

—Va bien. Necesitamos más, pero va bien. El apoyo de Estados Unidos es bien importante. Algunos países de Europa empiezan a ayudarnos. Es el caso de España, el caso de Gran Bretaña. Ha habido una declaración, de un gran efecto político, del G8, un respaldo extraordinario. Y la Cumbre de Río. En la Cumbre de Río se ha presentado un fenómeno sin antecedentes en América latina: los países de la Cumbre de Río le dijeron al señor Kofi Annan: "Ayude, para que la guerrilla colombiana, previo cese de hostilidades, se siente a negociar". Si no, si eso no fructifica, si eso fracasa, que los países del Grupo de Río, Naciones Unidas en coordinación con Colombia, busquen alternativas diferentes. Y ése es un gran paso, porque América latina no se había atrevido a asumir una posición drástica frente al problema colombiano; muchos seguían, por ahí, en la patria bobalicona, de tratar de comprender a los violentos, de mimar a los violentos, de consentir a los violentos. Por eso señalo que en la Cumbre de Río se dio un gran viraje.

Creo, señor, que mi interrogante central quedó sin su respuesta. ¿Es suficiente la respuesta de América latina?

—Cuando hay tanto asesinato y tanto secuestro, uno considera que todo lo que está haciendo es insuficiente y que toda la ayuda que está recibiendo es insuficiente. Aquello es bueno, es un gran avance, pero necesitamos mucho más, de parte de mi gobierno y de parte de la comunidad internacional. Y me pongo adelante, porque el primer esfuerzo tiene que ser el nuestro, al interior del país.

En lo términos en que usted realiza el planteo algunos piensan que los que accedan están invitando a que el fenómeno colombiano se extienda a los territorios de otros países...

—Eso decían en Europa cuando Adolfo Hitler inició su expansión; que no lo frenaran, para que dejara tranquilos a los otros países de Europa.

¿Usted compara la política de apaciguamiento de Neville Chamberlain con las críticas a su enfoque regionalista?

—Creyeron que cuando le entregaban Polonia y otros países atrás del apaciguamiento a Hitler, iban a librar a Francia y a Inglaterra. El terrorismo es insaciable. Países inocentes frente al caso colombiano, como Ecuador y Bolivia, hoy ya tienen amagos de empezar a sufrir este terrorismo. No pensemos en el apaciguamiento, lo que hay que hacer es frenarlo ya. Es la única manera de que no se expanda, de que no haga metástasis. Porque además, es un terrorismo muy soberbio, es un terrorismo que se siente con poder militar y con mucha riqueza. A diferencia de las viejas guerrillas latinoamericanas, la nuestra —la de las FARC, la del ELN— es muy rica. Aquéllas no fueron ricas, aquéllas dependieron mucho de la cooperación internacional, casi que fueron producto de la limosna. La nuestra es muy rica, y lo es por un negocio maldito que es el narcotráfico. Y esa riqueza les ha llenado los bolsillos y les ha matado la ideología.

Usted presenta una insurgencia que parece producto sólo de la codicia, señor. Y lo cierto es que el terrorismo es siempre la expresión perversa de un problema real y aquél no desaparece hasta que éste es resuelto. Un ejemplo de esto es Irlanda del Norte y los acuerdos de 1998 que pusieron fin a la violencia...

—En el problema de Irlanda del Norte hay que considerar dos aspectos. El primero es que la negociación se hizo posible porque en el largo período de la señora Margaret Thatcher y de John Major se golpeó al ala terrorista del IRA. Lo que permitió que irrumpiera con mucha fuerza dentro del IRA el ala política. Y eso facilitó la negociación. Lo segundo es que en el Viernes Santo de 1998, para poder avanzar en ese proceso de negociación, la guerrilla aceptó un cese de hostilidades, un cese del fuego, que es lo que no se ha podido lograr en Colombia.

¿No ingresa en su ecuación la problemática social y política de Colombia?

—Colombia tiene muchos problemas sociales. No tantos como el Brasil, pero sí muchos. Tiene una democracia profunda, plenamente plural. Es el país del mundo más afectado por el terrorismo, y con una libertad de prensa infinita. No ha pasado por la mente de nosotros, los colombianos, censurar la prensa so pretexto de controlar el terrorismo. Por problemas sociales que existan, cuando hay una democracia en estas condiciones, ninguna acción violenta se puede explicar. Habría que preguntarse hoy cuál es la causa de cuál. Si es la pobreza la causa de la violencia o la violencia la causa de la pobreza. Cuando el mundo compite por atraer capitales, cuando el mundo compite por darle reglas de juego atractivas a los capitales, la violencia es un factor que ahuyenta capitales. Entonces, ahí empieza todo el camino del mal: violencia, desconfianza inversionista, economía deprimida, alto desempleo, miseria, inequidad distributiva. No crece la economía, no hay qué repartir. Por eso Colombia necesita un principio de paz para recuperar confianza inversionista, tener esa economía creciendo y hacer políticas sociales, que mejoren la equidad y erradiquen la miseria. En Colombia ha habido mucha conciencia de esas políticas sociales. Y en medio de enormes dificultades de todo orden, estamos buscando implementarlas. El gran enemigo que tenemos hoy es la violencia.

Presidente, ¿en qué tiempo cree que puede su gobierno obtener las condiciones básicas para encarar todas esas tareas pendientes que usted define en el caso de Colombia?

—Uno no puede poner aquí plazos, y menos plazos cortos, porque el problema es muy hondo. Lo importante es avanzar todos los días en la dirección correcta. Suelo decirles a mis compatriotas que yo no les ofrezco milagros, pero sí una vocación de trabajo permanente para ir resolviendo estos problemas. Le voy a dar algunas cifras: de agosto a la fecha se han desmovilizado más de 1.500 guerrilleros, los hemos acogido con toda la fraternidad democrática; en estos primeros cinco meses del año, el homicidio en Colombia cayó en un 24%; el secuestro, en un 35%. Hemos recuperado el tráfico vehicular en las carreteras colombianas en un 65%. La economía, que llevaba años muy estancada, y que inclusive tuvo un gran descenso —más del 4%, en el año 99—, en el primer trimestre de este año, sin narcotráfico, creció al 3,6%. Como el narcotráfico está disminuyendo, y hemos erradicado un 30% de la producción de coca y amapola, al incluir el narcotráfico, ese crecimiento se va, del 3,6 al 3. Entonces, hay enormes dificultades, pero ahí vamos, hay motivos de optimismo.

¿Siente que el problema colombiano se inscribe en lo que George Bush, su colega norteamericano, dio en llamar la guerra contra el terrorismo, muy poco después del 11 de setiembre de 2001?

—La verdad es que es un problema terrorista que no se puede excluir de los demás. La diferencia es que los colombianos lo veníamos sintiendo de tiempo muy atrás. A nosotros, el 11 de setiembre del 2001 no nos hizo cambiar de parecer. Ese día simplemente nos llevó a ver en las calles de Nueva York lo que diariamente nosotros sentimos en las calles de Colombia. El terrorismo cada mes mata en Colombia más gente que la que murió el 11 de setiembre en Nueva York

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