ASÍ HABLÓ EL PRESIDENTE AL ACTIVAR BATALLÓN EN LOS FARALLONES
Cali, 5 may (CNE). Así habló el presidente Álvaro Uribe Vélez al activar el Batallón de Alta Montaña en la región de los Farallones de Cali:
“Qué grato que la bandera de Colombia regrese de manera permanente a esta cordillera a recuperar soberanía, a dar tranquilidad a los campesinos que viven en estas laderas vallecaucanas, a cuidar desde aquí a su capital, a mirar desde acá al Pacífico, al norte de la cordillera, al sur de la cordillera y a esa tierra de promisión que tiene Colombia alrededor de su río Cauca, que eso es Valle del Cauca.
Qué bueno que esta mañana aquí ande el general de la República Édgar Lesmes, en compañía de su señora y de sus hijos, acá en la montaña vallecaucana, en el justo momento en que se activa el batallón. Señor General Lemus, 38 años de carrera al servicio de la Fuerza Aérea, con abnegación y patriotismo, le permiten hoy a las instituciones colombianas recibirlo con alborozo como general de la República. Nuestra profunda gratitud en sus desvelos, las angustias de su familia, todo sea para que usted continúe sirviendo bien a Colombia.
Y activamos el Batallón Rodrigo Lloreda Caicedo, desde unas colinas, colinas como éstas, pero que aquellas que están en la trascendencia de la historia, él debe mirar complacido este momento, porque la muerte lo encontró con angustia y sufrimiento por la seguridad de su Valle del Cauca, por la seguridad de su Cali, por la seguridad de sus empresarios, de sus campesinos y de sus trabajadores. Y había acariciado si tuviéramos este batallón para poder dar un paso adelante en la garantía de seguridad a esta, su gran tierra.
Hace pocas semanas, en un aniversario de El País, expresé que de no ser por aquello inexplicable del destino que cortó plenamente su existencia, muy probablemente Rodrigo Lloreda estaría desempeñando la responsabilidad pública que hoy se lleva sobre mis hombros. Qué buen homenaje este a Rodrigo Lloreda.
Que cada uno de nuestros compatriotas soldados, de nuestros compatriotas suboficiales, de nuestros compatriotas oficiales, desde el señor coronel Rubén Darío Hernández, comandante del Batallón, hasta el más recién llegado de los soldados, recuerden en su cotidiana labor el patriotismo, la verticalidad, el valor civil de Rodrigo Lloreda, para que les dé fuerza para esta tarea.
Tengo que dar especial gratitud a todos los que han hecho su aporte para convertir esta vieja aspiración vallecaucana, en una realidad. Al sector privado del Valle del Cauca y de Colombia por los aportes. El sector privado del Valle del Cauca, un aporte generoso, voluntario, específico, para poder avanzar y comprar estos terrenos.
El sector privado de la Patria, como contribuyente del impuesto de conmoción, que ha permitido que a los aportes particulares del Valle del Cauca y de las autoridades regionales, la Nación pueda sumarle cerca de 36 mil millones para instalar este batallón que finalmente tendrá 1.200 hombres, que ya está activado con más de 870 y cuyas obras físicas deberán concluirse por el mes de agosto.
Qué bueno, señora Ministra, poder decir hoy desde esta cordillera vallecaucana, y el próximo lunes, desde los altos cerros de la cordillera oriental en Boyacá, allá donde esa cordillera se muestra impetuosa entre la Sierra Nevada del Cocuy y el piedemonte llanero, donde habremos de instalar el batallón de alta montaña de Boyacá, que el dinero que los colombianos han pagado en el impuesto de conmoción se está invirtiendo bien y de manera transparente para un propósito firme la derrota del terrorismo a fin de curarle a la Patria esa plaga.
Quiero agradecer inmensamente al señor gobernador del Valle del Cauca su interés, su aporte para convertir este batallón en realidad. Germán Villegas Villegas es un gran patriota. No ceso de aplaudirlo. He podido compartir con él momentos muy importantes de la vida pública, como aquel período en el cual ejercí la Gobernación de mi comarca y tuve la compañía de él como Gobernador de esta tierra. Muchas gracias al gobernador del Valle del Cauca, por todo su esfuerzo para convertir esta necesidad de esta gran tierra en realidad.
Y quiero agradecer al alcalde de Cali, a Jhon Maro Rodríguez, su amor, su interés, su entusiasmo. Él tiene los bríos de la juventud. Es polémico y fundamentalmente es un hombre bueno que quiere su comunidad y que mantiene un gran espíritu de superación y ha ejercido una alcaldía con manos transparentes. Me gusta mucho, alcalde, poderle decir hoy a muchos compatriotas que no imaginaba vernos visto en esta tarea, que aquí estoy con usted, pero usted no escondido en la retaguardia, sino en la primera línea de vanguardia deseándole firme a la Fuerza Pública y a la necesidad de derrotar el terrorismo. Eso se lo van a aplaudir sus coterráneos.
Y quiero agradecer profundamente a los diputados del Valle del Cauca, a los concejales de Cali, su estímulo, su permanente reclamo para convertir está expectativa en realidad. Muy especialmente a las senadoras, a los senadores y a los representantes del Valle del Cauca.
Quise ganarme el premio de ser el candidato presidencial que en esta campaña más visitará esta tierra, y cada vez que aquí llegaba lo hacía con profundo afecto, con compromiso con esta tierra, y quienes me recibieron a lo largo de esta campaña, como Claudia Blum, siempre ponían como primera prioridad el batallón de alta montaña en los cerros de Cali. Y todos los senadores y representantes de esta tierra han estado reclamando permanentemente. A todos ellos nuestra gratitud porque han ejercido el control político sobre el Ejecutivo para demandar que el Ejecutivo le respondiera con obras concretas al Valle del Cauca. De esa manera se hace Congreso en la Nueva Colombia.
Y quiero agradecer al Batallón de Ingenieros del Ejército, por la manera como ha venido trabajando en la construcción de estas obras de infraestructura que son y serán elementales, pero que se ubican en lugar estratégico excepcional para dar seguridad a la ciudadanía. Quiero agradecer a usted señora Ministra, a los altos Mandos Nacionales, al Comandante de la División, a los Comandantes de Brigada, a los Comandantes de Policía, su celo su infatigable trabajo por derrotar el terrorismo.
¿Qué sigue? Cuidar desde acá a Cali para desterrar el secuestro y el terrorismo de esa ciudad, para que vuelvan la inversión, el empleo, los recursos, para la justicia social.
Apreciados soldados, oficiales y suboficiales de mi Patria: ustedes, con su presencia en estos cerros de la Cordillera Occidental, en esta cumbre que mira al Pacífico y al interior de la Nación, le está dando una muestra de coraje, de aquel coraje que como dijera el pensador, es el más importante de los valores porque del coraje se derivan los demás valores. Y quiero hacer una comparación: no tiene coraje el integrante del grupo violento que a mansalva asesina soldados, que acecha una población para destruirle su casco urbano. No tiene coraje el integrante del grupo terrorista que asesina al Obispo Isaías Duarte. No tiene coraje el integrante de grupo terrorista que financia los sicarios que asesinan como asesinaron a Monseñor Isaías Duarte. No tienen coraje el señor Marulanda y el señor Briceño, quienes cobardemente, aprovechando la densidad de la selva, engañan con discurso político, mientras mandan a asesinar a los colombianos de Neiva, o del Club el Nogal de Bogotá, o a humildes colombianos de los sectores populares de la capital de la Nación.
Ellos tienen habilidad, ellos tienen un cinismo pendenciero, que se los ha contemplado parte de la cobardía que ha disfrazado el miedo inventando un discurso para entenderlos. Eso se acabó en Colombia. Hemos venido a este cerro a decir que los que tienen coraje, el valor superior del cual se derivan los otros valores, son ustedes, mis compatriotas, los soldados de la Patria.
Ustedes no están movidos aquí por un valor sicario. Ustedes están movidos por esa bandera de Colombia hincha el corazón de cada uno ustedes. Ustedes no están movidos aquí por el narcotráfico. Ustedes están movidos aquí porque crecieron en un hogar que les infundió amor por Colombia. Ustedes no están movidos aquí por unos los líderes terroristas que los engañan, que los coaccionan, que los someten como esclavos. Ustedes están aquí porque hacen derroche de coraje para venir a defender a sus compatriotas. Porque ustedes son hombres íntegros. Porque como dijera un gran pensador, la carrera militar de ustedes los prepara para aquel día cuando tengamos todos que encontrarnos ante el juez de la historia, podamos contestar afirmativamente como ustedes van a contestar, que sí hemos sido verdaderos hombres de carácter, de coraje, de integridad y de buen juicio.
Ustedes no están aquí para matar. Ustedes están aquí para defender que no maten a sus compatriotas. Ustedes no están aquí para secuestrar, como cobardemente se sigue secuestrando en Colombia. Ustedes están aquí por el valor superior de proteger a sus compatriotas para que no los sigan secuestrando. A diferencia de los engañados de los grupos violentos, ustedes no están aquí para afectar el tránsito al primer puerto de Colombia, Buenaventura, y afectar la economía y el empleo. Ustedes están aquí con su coraje para defender que la economía y el empleo de la Patria se recuperen.
Ese día, con una economía creciente, con un empleo en expansión, la Patria tendrá mejores recursos para todas las inversiones en justicia social que nos espera. Y los soldados de la Patria con sus acciones son causa determinante a fin de que el Estado pueda tener los recursos para las inversiones en justicia social. Ustedes hacen enormes sacrificios al distanciarse de sus familias. Qué coraje el de la familias de ustedes. Hoy, todos los padres de familia, todas las mujeres colombianas que tienen hijos, nos unimos para hacer llegar espiritualmente un estrecho abrazo a los papás y a las mamás de ustedes por el coraje de aportar el sacrificio de ustedes para el bienestar de la Patria. Qué ejemplo el de las familias de ustedes para el bienestar de la Patria, mis queridos compatriotas soldados de este batallón Rodrigo Lloreda Caicedo.
Hay muchos debates en la Patria. Hay dificultades y también señales de buen camino. En las últimas semanas, han desertado de los grupos violentos centenares de compatriotas, y ese es el principal acuerdo humanitario al cual puede aspirar Colombia.
Desde esta cordillera hago llegar mi voz a aquellas mujeres jóvenes y aquellos jóvenes colombianos engañados por los grupos violentos para que se rebelen y se liberen de las garras de los criminales de profesión, que los han engañado y sometido a participar en sus grupos violentos, para que vengan a vivir con nosotros bajo el tranquilo cielo de la Constitución de la Nación. Y es lo que ha pasado.
Nuestra política de seguridad democrática, es democrática porque quiere proteger por igual al empresario que al líder sindical, al político amigo del Gobierno que al crítico del Gobierno, al campesino y al dueño del ingenio azucarero.
Nuestra política de seguridad democrática es tan firme para derrotar a los terroristas, como los vamos a derrotar, como generosa para albergar de corazón a todos los conciudadanos que abandonen los grupos violentos. Hoy hace una semana en Cartagena recibí una gran visita. A esa ciudad histórica acudió la señora Ministra con los altos mandos y un comandante de frente las Farc de Santander. Nos dijo que tenía 40 años de edad, que había pasado 20 en la guerrilla, que no veía ninguna razón a que siguiera matando colombianos, que eso para ninguna parte iba, que a él solamente le había costado años de abandono de su familia, que quería reintegrarse con la vida constitucional. Y le dije, Rafael, ¿cuándo tomó esa decisión? Y me contestó: el viernes. Le estreché la mano y le dije: hasta el viernes la mano dura, desde el viernes el corazón grande.
Ustedes van a llevar, mis soldados de la Patria, mano dura y corazón grande. Mano dura para derrotar a los terroristas, corazón grande para tratar bien al campesino, para hacerse querer del campesino. Que en estas montañas, en cada casa campesina, reciban un gesto de solidaridad del Ejército de la Patria, para que en cada casa campesina haya cariño por los soldados de la Patria. Ustedes van a tener el corazón grande, de su abnegación. Para tener el corazón grande por el vecino. Van a tener el corazón grande para respetar los derechos humanos. Y van a tener el corazón grande para ayudarnos a que aquellos que hagan la reflexión y abandonen los grupos violentos los acojamos plenamente y demos a ellos nuevas oportunidades.
Miren qué diferencia: la televisión del mundo se recorrió no hace muchos años, por unas imágenes que provenían de un país hermano, en el cual había una política de seguridad. Allá se solazaban de mostrar los rendidos o los capturados en cárceles subterráneas, con pijamas de rayas y enjaulados. Aquí todo lo contrario. Aquí como hay toda la firmeza para derrotar la estructura de el terrorismo, hay todo el espíritu democrático, todo el sentimiento de solidaridad, toda una profunda convicción cristiana para recibir con los brazos abiertos a quienes rectifiquen. Que el mundo vaya haciendo estos razonamientos, que el mundo profundice en estos raciocinios, porque estos hechos van marcando la diferencia entre una política de tierra arrasada y una política democrática de seguridad. Eso sí, generosos con todos los que abandonen la vida de las armas y llenos de vitamina a mis soldados para derrotar a todos los que persistan en las acciones terroristas.
A partir de hoy en estos cerros no va a campear el cinismo de los terroristas sino que se va ondear tranquilamente la bandera de Colombia, llevada en las manos pulcras y firmes de los soldados de la Patria.
Y es que en esta tierra hay mucha preocupación por el acuerdo humanitario, por los diputados vallecaucanos secuestrados en poder de la guerrilla. Todos queremos el acuerdo humanitario, pero hay que entender que el Gobierno no puede hacer un acuerdo humanitario que debilite la política de orden público. Que el acuerdo humanitario exige que el Gobierno proceda con toda la prudencia para no ir contra la política de orden público.
Expresé como candidato y en las primeras semanas de Gobierno que el acuerdo debería acompañarse, de una iniciación de diálogos serios, cese de hostilidades, y siempre con la compañía de Naciones Unidas. El propio Secretario General de Naciones Unidas, el Presidente de Francia, el Ministro de Relaciones de Francia, familiares y allegados a los colombianos secuestrados, me pidieron que diferenciáramos la política de iniciación de un proceso de paz, de la política hacia un acuerdo humanitario, y lo acepté. Pero hemos propuesto unas condiciones que no surgen de nuestra vanidad, porque cuando se trata de defender los intereses superiores de la Nación, la vanidad es inexistente en cualquiera de los ámbitos.
Hay momentos que surgen de la razón. ¿Por qué mi insistencia en la participación de las Naciones Unidas? Porque siempre estos grupos violentos, las Farc, se burlaron de los gobiernos que fueron generosos con ellos. Recordemos la buena fe de muchos presidentes. Cómo les dieron espacios a las Farc para lograr el diálogo y la negociación y recibieron en pago una bofetada llena de mala fe de las Farc. Se acordó las Farc, tomó bien de algunas interpretaciones de Maquiavelo, según las cuales cuando hay gestos generosos del adversario, deben tomarse como expresiones de debilidad y aprovecharse para armarse y avanzar hasta derrotar al adversario. Y a esta generosidad con las Farc, las Farc se preparaban más para golpear con sus designios terroristas.
¿Por qué Naciones Unidas? Para que ningún proceso vuelva a engañar a Colombia, para que Naciones Unidas le lleve un testimonio al mundo y sea garante de que lo que empiece aquí, tiene que respetarse, conducirse con buena fe, no puede tener marcha atrás y tiene que llegar finalmente a acuerdos plenos de reconciliación. Y es que estos señores terroristas han tenido una muy bien aceitada diplomacia en el extranjero, llevando una fotografía muy diferente de la realidad colombiana. Han abusado de la buena fe de muchas organizaciones de derechos humanos, han abusado de la buena fe de muchos intelectuales y de políticos y les han pintado una realidad diferente de Colombia. Por eso necesitamos a las Naciones Unidas, para que sea testigo de esta política de seguridad y de todas las acciones que estamos buscando para la reconciliación.
Y hemos exigido también que se ponga en libertad a todos los colombianos secuestrados. Es el deber por el que tiene que luchar un Presidente de la República.
Y hemos decidido también que aquellos guerrilleros que de acuerdo con la Constitución y la Ley pudieran obtener el beneficio de la excarcelación, para poder cumplir con un acuerdo humanitario, no salgan a delinquir, no salgan a reincorporarse a las Farc para maltratar al pueblo colombiano.
Que se pongan en actitud de respetar la Constitución y la Ley y que haya una garantía que debería ser que los acoja un país amigo, como se lo propusimos a Francia, y que ese país amigo dé la seguridad de que esos guerrilleros que salgan de las cárceles no vuelvan a reincidir.
El tema no es si queremos o no acuerdo humanitario. Todos lo quisiéramos. El tema es en qué condiciones. Pregunto a mis compatriotas vallecaucanos: ¿Les parece lógico que soltemos centenares de guerrilleros de las cárceles para que vuelvan a delinquir?
¿O es más lógico que si se llegará a dar ese acuerdo humanitario, ellos tengan que comprometerse a no volver a delinquir, y la garantía la dé la tutoría que sobre ellos se compromete de hacer un país amigo?
Les pregunto a mis compatriotas del Valle del Cauca: ¿Acaso no queremos que motivar a la Fuerza Pública permanentemente? Cuando yo estrecho la mano de ustedes, cuando un joven soldado saca una maquinita de fotos y me dice Presidente: me quiero tomar una vista con usted para enviarla a mi familia, y siento a los oficiales de mi Patria tonificados y vitaminizados, digo en mis adentros: a los soldados y a los policías de la Patria no los podemos desmotivar.
Esta política de orden público, además de ser democrática necesita tres elementos: una alta motivación de los soldados y de los policías de la Patria. Necesita claridad de una visión política y necesita debilitar la retaguardia de los terroristas.
Si llegaran a salir de la cárcel unos guerrilleros para reincorporarse a la Farc, esos tres elementos se afectarían. Qué dirían los soldados de la Patria: ¿Cómo vamos a seguir nosotros motivados si soltaron centenares de terroristas para que vuelvan a manejar explosivos, a matar a los soldados, a los policías y a los civiles?
Yo no puedo desmotivar con una decisión imprudente a los soldados y a los policías de la Patria.
Este batallón es un gran activo para la seguridad. Pero el principal activo que tiene Colombia hoy para su seguridad, es un activo difìcil de ver: es la alta motivación de los soldados y de los policías de Colombia.
Un general extranjero que conoce bastante nuestra Fuerza Pública me decía, para orgullo de nuestra Fuerza Pública, que nunca antes la había notado tan comprometida, tan resuelta, tan energizada, para derrotar el terrorismo, como está ahora nuestra Fuerza Pública.
La motivación de nuestra Fuerza Pública la tenemos que cuidar. ¿En qué quedaría la claridad en las órdenes, la claridad en el mando, la claridad en la visión, si vamos y le entregamos al señor Marulanda y al señor Briceño los comandantes que ellos tienen en las cárceles? Perderíamos un elemento muy importante. Algo que agradecemos la señora Minsitra y yo es tener la fortuna de tener gobernabilidad entre nuestros soldados y nuestros policías.
De tener ese sentido de obediencia tan importante para derrotar el terrorismo. En qué quedaría esa gobernabilidad el día en que nos vean entregándole a Manuel Marulanda y al señor Briceño, los comandantes de ellos que están en las cárceles y que volverían a ser comandantes al servicio del terrorismo. Y como tenemos que derrotarlos en la retaguardia, nos estamos preparando para buscar a Marulanda y a Briceño en todas las madrigueras y ojalá podamos dar con ellos rapidito. Ojalá. Ahí nos estamos preparando.
No les podemos permitir que esa retaguardia que les queremos debilitar se les fortalezca con la liberación de unos prisioneros, que tánto trabajo ha costado a la Fuerza Pública el capturarlos.
Claro que a mí me duele cuando hablo con la señora y con los hijos de los secuestrados. Yo hago parte de ese 50 por ciento de las familias de la Patria que ha tenido motivos de luto, tristezas permanentes por el terrorismo. Yo sé que es eso. Yo hago parte de ese 50 por ciento de las familias de la Patria, que conoce un caso de desplazamiento, que conoce un caso de alguien que se ha tenido que ir al extranjero para eludir la violencia.
Claro que a mí me duele la tristeza de la familia de los secuestrados. Quisiéramos liberarlos, tenerlos con nosotros, poder hacer un acuerdo humanitario razonable. Pero la comprensión que recibo de mis compatriotas todos, es que en un lado de la balanza no está el acuerdo humanitario y en el otro la negativa al acuerdo humanitario.
La comprensión que pido de mis compatriotas todos es que no hay que pensar en sí o no acuerdo humanitario, sino en una manera razonable para hacerlo, a fin de que ese acuerdo humanitario no llegare a afectar la necesidad de tener este ánimo de los soldados y de policías de Colombia, que es la garantía de que vamos a derrotar el terrorismo.
Y soldados, ustedes van a ayudar a construir una Patria más amable, una Patria más próspera, una Patria más libre. Nosotros no tenemos sino dos enemigos: los terroristas y los corruptos.
Cualquier contradicción con un partido político, con una tendencia parlamentaria, con un grupo sindical, la tenemos que manejar solamente en los argumentos, en la razón. A derrotar el terrorismo y la corrupción y en lo demás a construir los grandes consensos que necesita Colombia.
Yo aspiro a que la Providencia nos permita al terminar este Gobierno tener a los terroristas derrotados o adelgazados, que la Providencia nos permita al terminar este Gobierno tener 43 millones de colombianos aplaudiendo a su Fuerza Pública, reconociendo a su Fuerza Pública, queriendo profundamente a su Fuerza Pública y atribuyéndole a su Fuerza Pública el rescate de la paz.
Yo aspiro, con la ayuda de ustedes, los soldados y los policías de Colombia, que al final de este Gobierno tendremos una Nación más unida. Una Nación en permanente deliberación creativa. Una Nación que haya sido capaz de abrazar plenamente la derrota del terrorismo como su primera prioridad y al mismo tiempo la construcción de su equidad como su compromiso permanente.
Queda en muy buenas manos esta bandera de Colombia en esta cordillera. Y espero que con este paso, aquella ciudad allá, que despunta allí, entre el cruce de las laderas de las montañas, entre la hilera de las cuchillas de la montaña, que esa ciudad vayan encontrándose con el empleo, con la capacidad de traer inversión internacional, con optimismo del cual ha hecho gala para efecto de toda Colombia. Que la ciudad vaya reencontrándose con los caminos de justicia social, de lo cual dio ejemplo a toda Colombia.
Hago, pues, en este momento solemne de la Patria, al entregar este Batallón de Alta Montaña, que lleva el nombre de Rodrigo Lloreda Caicedo, todos los votos para que el éxito de los soldados y de los policías de Colombia sea la gran causa de la prosperidad de la Nación entera. Muchas gracias, mis soldados”.