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¡AY PAÍS, PAÍS, PAÍS!

Editorial El Colombiano.
7 de Mayo de 2003

Las Farc observarán con deleite cómo el país parlante habla, pelea y apenas sí da un débil respaldo al Presidente y la Fuerza Pública. Ellas juegan a dividir.

Ahora resulta que la culpa del fatal desenlace del rescate del ex ministro Gilberto Echeverri, del gobernador Guillermo Gaviria y de ocho militares la comparten el presidente Álvaro Uribe y las Fuerzas Armadas. ¿Y del Frente 34 de las Farc y de alias El paisa qué?

¿Acaso no fueron las Farc las que los secuestraron? ¿Acaso no lo hicieron -en cuanto a Gilberto y el Gobernador- cuando iban sin armas ni escoltas en una marcha pacífica, como testimonio de su compromiso con la pedagogía de la No violencia? ¿Acaso no tuvieron las Farc la alternativa de dejarlos para que fueran rescatados mientras ellos se ocultaban en la selva? ¿Acaso el presidente Uribe no ha sido claro en cuanto a los compromisos mínimos para llegar a un canje de guerrilleros por secuestrados? ¿Cómo podemos pensar en que haya un canje, fruto del cual los guerrilleros vuelvan a sus frentes y sigan combatiendo en forma además degradada? ¿En dónde queda la moral de la Fuerza Pública si a su sacrificio inmenso e intenso -hasta dar la vida por su Patria- se le responde dejando libres a quienes han capturado, muchos de ellos con delitos de lesa humanidad a cuestas? ¿Acaso no ha habido oportunidades para que los violentos dejen sus armas y contribuyan a la reconstrucción de un país digno y justo? ¿Acaso este conflicto no se ha prostituido desde que los dineros del narcotráfico entraron a financiarlo con la intención perversa de convertirlo en una guerra sin fin, su mejor escenario para la prosperidad de su negocio maldito? ¿Acaso los narcos no tuvieron la oportunidad de rectificar cuando, en un desborde de generosidad, el país apoyó su no extradición y el gobierno negoció con ellos sus tiempos de prisión? ¿Acaso ellos dejaron el lucrativo negocio de la droga? ¿Acaso en un esquema de bajo perfil no siguen dañando las mentes de miles de seres humanos en el exterior y en las propias calles de Colombia?

¿Qué nos pasa que no reaccionamos con valor y sentido de Patria? ¿A qué se debe la indolencia generalizada? ¿Cuántos muertos más habrá que sumar para que tomemos plena conciencia de nuestro heroico deber?

Definitivamente parece que el adjetivo FÁCIL fuese el rector de la vida del pueblo colombiano.

En vez de ser solidarios con quienes luchan por todos, los sindicamos con una facilidad pasmosa. En vez de condenar a quienes atizan el fuego de la guerra degradada, callamos. En vez de respaldar al presidente Uribe, lo culpamos. En vez de rodear a los soldados y policías que luchan hasta morir para lograr un país mejor, los ignoramos. En vez de reaccionar ante la barbarie de los guerreros sin Dios ni ley, nos agachamos. En vez de recoger las banderas de los caídos y ser consecuentes con su ejemplo y vida, huimos. ¿Dónde quedó el hierro que decimos llevar entre las manos porque en el cuello nos pesa? ¿Dónde quedaron esas manos?

Por débiles y timoratos estamos dejando que Colombia se disuelva en esas manos, y nuestros hijos tendrán que llorar, avergonzados de sus ancestros, porque no supimos forjar el país digno que se merecían.

Qué lejos han quedado las lecciones de los abuelos sobre la patria, el ser buen ciudadano y patriota, el trabajar honestamente, el tener valor, el estar dispuestos a rendir la vida cuando el deber nos lo demandare.

Colombia está como está porque no tiene sello de identidad, porque sus ciudadanos no hemos construido, sino destruido el escaso tejido social que alguna vez hubo. Porque somos individualistas y el "sálvese quien pueda" ha sido principio rector de vidas egoístas, sin el más mínimo sentido social. Tratamos de ser lo que otros son y no buscamos ser lo que debemos ser. Somos, sí, cortoplacistas y por ende miopes, cuando no, autistas. No vemos más allá de nuestros propios, pequeños y mezquinos intereses.

¿Dónde están los líderes que rodeen al Presidente y al puñado de valientes comprometidos con un mejor futuro? ¿Dónde están que no aparecen y mientras tanto el país se disuelve en un magma que sólo sirve a torvos intereses?

El Frente 34 de las Farc debe observar con deleite las contradicciones y discusiones de quienes nos decimos buenos ciudadanos y mejores patriotas. Así les servimos mejor. Divididos y enfrentados seremos más fáciles de dominar y reducir a cenizas. Entonces habrá el espacio y el tiempo, no para la justicia social, como pregonan, sino para establecer formalmente el paraíso del narcotráfico, sin incómodos moralistas que prediquen en su propio patio desierto.

Si seguimos haciendo lo que estamos haciendo, deshaciendo lo que quedaba de dignidad para soñar futuro, sufriremos poco, porque dentro de poco dejaremos de ser.

No pidamos que se eliminen los años de gracia que Colombia mantiene frente a la Corte Penal Internacional, en espera de un gesto de paz por parte de los violentos. No pidamos la conmoción interior porque ya nada nos hará conmocionar. No respaldemos a un Presidente que dice la verdad, acepta la crítica y asume su responsabilidad con la conciencia tranquila del deber cumplido. Para la pequeñez de nuestros ideales es mejor un presidente irresponsable, mentiroso o liviano.

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