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PALABRAS DEL PRESIDENTE URIBE EN LOS 120 AÑOS DEL GUN CLUB

Bogotá, abril 23 (SNE).- A continuación las palabras del presidente Álvaro Uribe Vélez, durante la celebración de los 120 años del Gun Club de Bogotá.

El Gun Club de Bogotá es hijo de una de las etapas más prósperas, intelectualmente productivas, y más pacíficas de Bogotá.

Es hijo de la Paz científica como la denominó el Presidente del momento, Rafael Núñez, director, gestor y ejecutor de la Regeneración, quien escribió en un memorable ensayo, que su política se había propuesto salvar a la comunidad "siguiendo los consejos de una lógica severa y fecunda".

Me complace hacer el lanzamiento del libro "Gun Club de Bogotá, más de 120 años" y exaltar su contenido como algo que va mucho más allá de mostrar fotos que solo interesan a una confraternidad.

Colombia tiene como conocerse más a sí misma. Porque, mientras más se conozca, más se amará a sí misma.

¡Qué bueno, por ejemplo, que los hijos de los hijos de los fundadores sepan que Gun se llama así, que el Gun se llama así porque sus padres, inmersos en el mundo intelectual de la segunda mitad del siglo XIX, leyeron a Verne y, guasones como eran, le dieron a su fundación el mismo nombre del Club de Baltimore en el que se reunían los personales del viaje a la luna!

Pero lo más interesante que confirmarán los jóvenes lectores de la historia del Gun, es que las obras del progreso, son hijas de la seguridad y del buen gobierno de la economía.

En 1882, el pueblo de Colombia, conducido por uno de sus más grandes líderes de todos los tiempos, Rafael Núñez, dio un profundo viraje político, que condujo a las más grandes transformaciones constitucionales y de la política económica. Aunque 1886 es el año que queda en la memoria por la promulgación de la Constitución, 1882 es el comienzo de la gesta.

El libro del Gun va más allá de la simple remembranza anecdótica. Describe bien una época trascendental, llena de enseñanzas para los colombianos de hoy, como lo afirma el profesor Malcon Deas en un ensayo cuya publicación prepara.

Hasta 1881, la seguridad, fin esencial para el cual se constituyeron los gobiernos, era un bien perdido. Había libertinaje económico se descreía del papel del Estado en la búsqueda del bienestar o de su derecho a regular asuntos cruciales. El federalismo había llegado a extremos tales, que, en sus relaciones Cundinamarca y Antioquia, por ejemplo, parecían dos países distintos y enemigos, y no dos porciones fraternas de una misma patria. No había soberanía monetaria; en fin, se había perdido el elemento coloidal de cualquier sociedad: la confianza.

Las profundas y valerosas reformas de Núñez, en contravía del dogma y el esquematismo de su propio partido, hicieron renacer de inmediato la vida económica y social de Bogotá. Fueron " los efectos que por doquier se siente" de los que habló en su famoso ensayo. Y, aquí están, magistralmente descritos, en el libro del autor colectivo que reúne la historia del Gun.

Los letreros "la tertulia me perjudica" que comenzaron a aparecer en las tiendas de los fundadores del Club, no son una simple anécdota. Reflejan renacimiento económico, entusiasmo empresarial, nueva cultura de trabajo, reflejan disciplina. Por lo demás -y también se evidencia en el libro-, la Nación se estaba recomponiendo en ese 1882. Bogotá, que mientras rigió la constitución de 1863 fue la "Capital" de nada, la reina de burlas de los Estados, volvió a ser, con la "Regeneración" la capital de Colombia. Eso explica la migración calificada de antioqueños, santandereanos, boyacenses, y de gentes de todas las regiones, cuyos apellidos aparecen en una primera lista de socios del Gun que pudo reconstruirse, la de 1894.

La política rige sobre la vida social. Los cambios progresistas de Núñez, lograron construir confianza, la palabra clave para esa vida en sociedad. La confianza que se impuso en 1882 fue la madre de los grandes avances que inundan todas las páginas del libro del Gun. Y en esas tareas de progreso está la firma e impronta de cada socio fundador, de sus hijos, y de los hijos de sus hijos.

Con la confianza regresaron los extranjeros (el libro informa que hay un registro de sus invitaciones al Club); se fundaron hoteles, restaurantes, teatros, se construyó el acueducto con tubos de hierro y se recogieron las aguas negras; se concesionó el teléfono, se tendió la electricidad y, sobre todo, se inició una fiebre por construir nuevas vías de comunicación, principalmente de ferrocarriles. Núñez, contra la absurda creencia de que Colombia no podía ser patria de las industrias, apoyó las nuevas fábricas de fundición y, con ello, garantizó que se tendieran rieles. Además, y para salir del feudalismo económico, fundó el Banco Nacional y le confirió el monopolio de la expedición de papel moneda.

Con la Regeneración, Colombia dio el salto a la modernidad. El Gun Club es parte de esa historia; como lo es todo el espíritu asociativo que nació en aquella época trascendental de nuestra vida: las sociedades de San Vicente de Paul, la Junta de Aseo y Ornato, la Junta de Comercio, la Junta General de Beneficencia, y la Junta de Higiene.

Alguien dijo que quienes no conocen la historia están condenados a repetirla. Digamos nosotros que, en el caso de la historia del Gun y de su momento histórico, la Regeneración, vamos a conocer bien la historia para aprender de ella y repetir lo que sea bueno.

Este libro se convierte en un punto de referencia obligado de las nuevas generaciones para saber que ha sido una constante entre bisabuelos, abuelos, padres y nietos, de trabajo de disciplina y de fe en esta gran Patria colombiana. Muchas felicitaciones mis queridos compatriotas, socios del Gun Club de Bogotá.

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