INTERVENCIÓN
DEL ALTO COMISIONADO PARA LA PAZ, LUIS CARLOS RESTREPO, EN LA PLENARIA
DEL SENADO, DURANTE EL DEBATE SOBRE EL PROCESO DE PAZ CON LAS AUTODEFENSAS
Senado de la República
Agosto 3 de 2004
Se me ha invitado el día de hoy para presentar ante esta
Corporación un balance detallado del proceso de paz que
adelantamos con los grupos de autodefensa.
Celebro esta oportunidad y me complace poder presentar ante ustedes
un informe del camino recorrido para que dentro de su competencia
constitucional, de ejercer control político sobre las acciones
del Ejecutivo, tengan la oportunidad de valorar de manera ponderada
los esfuerzos que hemos adelantado en esta materia.
Permítanme decirles en principio, que ha sido esta una
tarea titánica. Por algún tipo de demencia nacional,
de insensatez colectiva en Colombia se había impuesto entre
intelectuales y sectores cercanos a la búsqueda de una salida
negociada, la errática opinión de que era posible
buscar una salida negociada con los grupos guerrilleros, pero que
no era ni deseable, ni justificable hacerlo con los grupos de autodefensas.
Grave equivocación histórica. Tenemos reciente el
ejemplo de lo acontecido en el gobierno anterior, mientras se hacían
ingentes esfuerzos por sacar adelante una salida negociada con
las Farc y el Eln, el gobierno decidió cerrar esa posibilidad
a los grupos de autodefensa e incluso se llegó a acordar
con los grupos guerrilleros, que la única acción
posible en este caso era la imposición de la fuerza por
parte del Estado, frente a estos sectores desestabilizadores de
la sociedad.
Las consecuencias no se hicieron esperar. Agazapados en la sombra
estos grupos torpedearon de manera sistemática la búsqueda
de una salida negociada con la guerrilla. Apenas empezaba el proceso
con las Farc, cuando ya la mesa tenía su primera parálisis,
precisamente a causa de una horrorosa masacre cometida por estos
grupos a comienzos de la administración del Presidente Pastrana.
Y que decir del torpedeo sistemático de los grupos de autodefensa
al intento de adelantar un proceso con el Eln, para nadie es un
secreto que estos grupos se movilizaron activamente para impedir
que fuera posible concertar con el Eln la posibilidad de una zona
de encuentro o una zona de ubicación para adelantar las
conversaciones.
Pues bien, le ha tocado a este Gobierno superar esa insensatez
histórica. Cuando al comienzo de la administración
planteamos la posibilidad de adelantar conversaciones con los grupos
de autodefensas, casi la totalidad de los intelectuales y especialistas
en la materia se levantaron diciendo que eso era imposible. Todavía
recuerdo hoy un libro escrito por los ex comisionados de paz, titulado “Al
oído de Uribe”, que nos fue entregado al comienzo
del Gobierno. A la pregunta de si era posible una negociación
con los grupos de autodefensa, todos mis antecesores al unísono
dijeron que no, y entonces me dije a mi mismo, ‘pues me tocó hacer
lo imposible’. Y aquí estamos.
Las ventajas de tener abierto un proceso de negociación
con los grupos de autodefensas son enormes. Primero que todo, partiendo
de reconocer que la paz en Colombia, es una carambola a tres bandas,
o como decía alguna vez el señor Vicepresidente,
una silla de tres patas. Consolidaremos la paz si logramos simultáneamente
avanzar el proceso con las Farc, con el Eln y con las autodefensas.
No está exento de complejidad este proceso. Primero que
todo por la gravísima incomprensión sobre la naturaleza
del fenómeno. Irresponsablemente los sectores de la oposición
política se llenan la boca diciendo que esta es una negociación
de ‘yo con yo’, que el Gobierno lo único que
tiene que hacer es pactar en la noche y en la sombra con los que
han sido sus amigos históricos; y al decirlo, deslegitiman
por completo nuestros esfuerzos y envían un mensaje equívoco
a la comunidad internacional, a la comunidad nacional y lo más
grave, a las mismas autodefensas.
No reconocen que las autodefensas son en este momento, quizás
el más grave problema de gobernabilidad que tiene el Estado
colombiano.
No me gusta a mi mucho el término paramilitares, porque
evoca una realidad que si bien se pudo constatar hace algunos años
en muchos países latinoamericanos, no se ajusta a los que
tenemos hoy en la Colombia actual. Paramilitar quiere decir apéndice
de los militares, sometido a los militares, dirigido por los militares,
y sucede que los grupos de autodefensa en Colombia hace mucho rato
tienen una agenda propia, tienen una negociación propia,
tienen, así no nos guste, una base social propia, que se
levanta compitiendo con la legitimidad del Estado.
No, no son nuestros socios. Los grupos de autodefensa son nuestros
más cotidianos y encarnados enemigos, y lo son más
porque pretenden vestirse con los ropajes de la justicia y de la
democracia, tergiversando la justicia y tergiversando la democracia.
Que bueno que partamos de entender que en una mesa de negociación
con las autodefensas estamos disputando, palmo a palmo, la legitimidad
institucional con grupos que se posesionan del territorio y se
posesionan de las conciencias de los ciudadanos para tratar de
imponer su propio orden y su propia versión de justicia.
Que soledad que se siente en la mesa cuando, como en mi caso,
me toca defender a la sociedad y a las instituciones con la incomprensión
de esa misma sociedad y de esas mismas instituciones. Que tristeza
se siente en el alma cuando se tergiversa la labor que diaria,
cotidiana y calladamente se realiza para representar la legitimidad
del Estado, ante un grupo que no entienden la dinámica de
esa legitimidad.
Empecemos entonces por reconocer la dificultad. Empecemos por
entender que estos grupos de autodefensa tienen una altísima
percepción de si mismos, un discurso autojustificatorio
similar al que tiene la guerrilla, y que así como la guerrilla
mata y secuestra en nombre de la justicia social, estos grupos
asesinan e intimidan en nombre de la justicia y de la democracia.
Ellos mismos se creen justicia, se quejan de que no hay justicia
institucional, pero su justicia es una caricatura, su justicia
es venganza, su justicia divide a la Nación, su justicia
atenta profundamente contra la viabilidad de Colombia.
Si, ellos se creen héroes de la democracia. El país
anda escandalizado en estos días porque el señor
Mancuso, el señor Báez y el señor Isaza dijeron,
a todo pecho, que ellos se creían salvadores de esta democracia.
Pues es lo que yo vengo oyendo hace 18 meses y de manera callada
en la mesa. Que bueno que lo escuchen todos. Que bueno que escuchen
esa realidad que no han querido escuchar. Que bueno que se den
cuenta de la dimensión del problema. Que bueno que se den
cuenta que, a ellos –que muchos, nacional e internacionalmente
los ven como los más peores criminales-, en las regiones
donde operan, muchísimos ciudadanos los ven como héroes
y salvadores.
Cuántas personas se me han acercado a mí en estos
18 meses pidiéndome: ‘Comisionado, el Gobierno va
a cometer una locura, no desmovilicen a las autodefensas; sin las
autodefensas quedamos en manos de la guerrilla’. Cuántas
personas de buena fe están equivocadas. Que grave que tantas
personas en Colombia confíen más en la eficacia de
la justicia paramilitar, que en la eficacia de la justicia institucional.
A mi se me acercan y me dicen: ‘lo que pasa es que las autodefensas
si funcionan, uno les muestra el ladrón y al otro día
está resuelto el problema; en cambio, uno denuncia el ladrón
ante la policía, lo tienen dos días y al otro día
está suelto’.
¿Somos concientes de esa grave falla en nuestra educación
democrática? ¿Somos concientes de que son los mismos
ciudadanos con su efectismo los que justifican el accionar de las
autodefensas? ¿Somos concientes de la enorme transformación
cultural que hay que realizar?
Que bueno sería que en vez de sentarse a mirar los toros
desde la barrera y a sospechar del Gobierno y a sospechar del Comisionado,
porque intenta lo imposible, tantos sectores valiosos de este país
nos ayudarán a dar esta última lucha por la democracia
y a educar a la ciudadanía para que podamos hacer el tránsito,
de estos sistemas primitivos de venganza, a los sistemas institucionales
de justicia y de seguridad.
Si, nos merecemos las autodefensas que tenemos, por tener una
clase dirigente indolente frente a los problemas de seguridad de
la población. Porque durante años aquí estuvo
proscrito hablar públicamente de una política de
seguridad. Porque, cuando por primera vez Álvaro Uribe se
atrevió a hablar de una política de seguridad, salieron
los editorialistas de siempre y dijeron: ‘ese es un discurso
de derecha, guerrerista, que no tiene futuro en Colombia’.
Si, porque durante muchos años se confundió el diálogo
con intimar con los violentos.
Aquí los comisionados se iban a tomar wisky con los guerrilleros
y los embajadores se entusiasmaban hasta el delirio, por ir a tomarse
una foto con un hombre de camuflado y con fusil. Aquí se
ha creído que adelantar una negociación es llevar
razoncitas, es tratar bien a los delincuentes, así sean
delincuentes políticos. Porque en este país ha faltado
coraje para defender a los ciudadanos y coraje también para
sacar adelante políticas de negociación.
Menos mal históricamente este Gobierno fue capaz de posicionar
el tema de la seguridad y se desatanizó. Se pudo empezar
a hablar abiertamente de que los ciudadanos deberían cooperar
con la Fuerza Pública; y si es que no cooperan con la Fuerza
Pública, entonces terminan cooperando con las autodefensas,
y es que si no cooperan con la Fuerza Pública, entonces
terminan armando una gavilla en sus barrios para aplicar justicia
por su propia mano. Y todavía hoy hay ONG’s que satanizan
nuestra política.
Pues bien, ha sido precisamente porque este Gobierno ha puesto
las cartas sobre la mesa y ha dicho que una política de
diálogo debe estar acompañada de la recuperación
de la fuerza legítima, y porque estamos convencidos que
la paz en Colombia sea producto del ajuste adecuado y preciso entre
la presión militar legítima y la persuasión
y el diálogo.
Es por eso por lo que ha sido posible abrir este proceso y decirles
a los señores de las autodefensas: ‘si históricamente
alguna vez ustedes argumentaron que el Estado no defendía
sus derechos, esa argumentación ya no es valida. Allá hay
un Estado dispuesto a defender sus derechos y tienen la oportunidad
histórica de renunciar a ese atavismo social de la legítima
defensa’. Ya no hay lugar en Colombia para las legítimas
defensas. En el Estado social de derecho nadie puede autodefenderse.
No. En el Estado social de derecho se impone el principio de la
solidaridad con la Fuerza Pública legítima y solo
ellos, y únicamente ellos, los que portan las armas por
mandato constitucional, son los que pueden legítimamente
ejercer estas funciones de seguridad.
Qué difícil ha sido en estos meses convencer a las
autodefensas. Solo como anécdota. Fueron muchos meses que
nos tomamos para hacerle entender a las autodefensas que eran un
problema. Ellos consideraban que no eran un problema. Ellos creían
que era la solución y con una ingenuidad asombrosa algunos
me decían: ‘Comisionado, esto se arregla de manera
muy sencilla, déjenos la zona que tenemos y nos legalizan,
y nosotros se la seguimos cuidando’, porque en su percepción
y en su razonamiento no entendían que lo que estaban haciendo
era ilegítimo. Pero avanzamos, fue una pedagogía
lenta y difícil, pero avanzamos. Y por primera vez estos
grupos empezaron a plantearse la posibilidad de la desmovilización.
Horizonte que no estaba claro al comienzo.
Y pudimos entonces, hacia mediados del año pasado, dejar
claros y definidos los objetivos del proceso, porque a diferencia
de lo que dicen tantos editorialistas calenturientos, este proceso
sí tiene objetivos claros, simples, conseguibles. El fortalecimiento
del Estado de derecho, la consolidación del monopolio de
las armas en manos del Estado, la desmovilización total
de los grupos de autodefensa, su reincorporación a la vida
civil, y por supuesto, la construcción de las condiciones
para que sea el Estado y solo el Estado, el que preste la seguridad
a las comunidades.
Desde el 15 de julio de 2003 hasta el 13 de mayo de 2004 hemos
firmado cinco acuerdos con los grupos de autodefensa. Acuerdos
en los que está claramente consignado hacia dónde
vamos. Lo que pasa es que ustedes saben, este país es amnésico
y ya no solamente olvida el pasado, también olvida el presente.
Cuánto esfuerzo del Gobierno para que las autodefensas llegaran
a firmar estos acuerdos y con qué rapidez se olvidan. Todos
ceden ante el impacto mediático de un jefe de las autodefensas
que un día se imagina una propuesta de negociación
y otro día otra. Tal vez porque de sesión a sesión
ha cambiado de asesor.
Y qué poco se habla de los acuerdos firmados, que son el único
derrotero claro y establecido. Una cosa es lo piensen o digan los
jefes de las autodefensas y otra cosa, son los documentos donde
está plasmada la firma de ellos. Yo no me atengo a hipótesis
y no me preocupan las que hagan las autodefensas. Yo me atengo
a lo firmado.
El primer acuerdo entre las autodefensas unidas de Colombia y
el Gobierno Nacional, es el acuerdo de Santa Fe de Ralito para
contribuir a la paz de Colombia, firmado en Santa Fe de Ralito
(Tierralta, Córdoba) el 15 de julio de 2003.
Me voy a permitir simplemente leer los dos primeros puntos del
acuerdo, para que se vea con qué claridad magistral se define
hacia dónde vamos. “Acuerdan, Gobierno Nacional y
autodefensas, primero: definir como propósito de este proceso,
el logro de la paz Nacional a través del fortalecimiento
de la gobernabilidad democrática y el reestablecimiento
del monopolio de la fuerza en manos del Estado. “Las AUC
reiteran que su mayor aporte a la Nación en este momento
histórico, es avanzar hacia su reincorporación a
la vida civil y contribuir al fortalecimiento del Estado social
de derecho”.
“Segundo: para el cumplimiento de este propósito,
las autodefensas unidas de Colombia se comprometen a desmovilizar
la totalidad de sus miembros, en un proceso gradual que comenzará con
las primeras desmovilizaciones antes de terminar el presente año
y que deberá culminar, a más tardar, el 31 de diciembre
de 2005. El Gobierno se compromete a adelantar las acciones necesarias
para su reincorporación a la vida civil”.
Queda claro entonces el propósito: logro de la paz nacional
a través del fortalecimiento de la gobernabilidad y del
reestablecimiento del monopolio de la fuerza en manos del Estado.
Queda claro el compromiso de las autodefensas: avanzar en la reincorporación
a la vida civil, contribuir al fortalecimiento del Estado social
de derecho, desmovilizar la totalidad de sus miembros antes del
31 de diciembre de 2005. Ratifican, además, su compromiso
con el cese de hostilidades y como si fuera poco, comparten el
propósito de una Colombia sin narcotráfico y respaldan
las acciones del Estado contra ese fenómeno.
Los compromisos del Gobierno, simples pero elocuentes: crear las
condiciones para la reincorporación de los miembros de las
autodefensas unidas de Colombia a la vida civil y generar las condiciones
de seguridad para las comunidades donde ellos operan.
Ese mismo año con el Bloque Central Bolívar que
hoy se encuentra sentado en la mesa unificada, firmamos el 8 de
noviembre, un acta donde igualmente este grupo se compromete a
desmovilizar la totalidad de sus miembros antes de finalizar el
Gobierno.
Y el 13 de mayo del presente año, firmamos un nuevo acuerdo.
El acuerdo para la zona de ubicación de Tierralta (Córdoba),
donde nuevamente se reitera el compromiso con el cese de hostilidades,
se establece como propósito de la zona consolidar los acuerdos
logrados y avanzar hacia la definición de un cronograma
de concentraciones y desmovilizaciones de las autodefensas.
Aquí tengo copia de los originales con las firmas de los
señores de las autodefensas, estampadas al final de los
documentos, quiero dejar para la Honorable Corporación estos
documentos.
A eso nos atenemos nosotros. Que en medio de los juegos políticos
y de los intentos de obtener más ventajas en una mesa de
negociación, las autodefensas hayan intentado desmeritar
la importancia de estos acuerdos para plantearle al país
otras cosas, redefiniciones de cese de hostilidades, grandes comisiones
de concertación nacional, nos tienen sin preocupación.
Vuelvo e insisto, son simples efectos mediáticos.
En la mesa la realidad es otra. En la mesa nos atenemos a lo firmado.
Y en la mesa el Gobierno ha sido claro que el único objetivo
que se mantiene es el de la desmovilización total de las
autodefensas, y que este Gobierno se compromete de manera indeclinable
a prestar la seguridad en las zonas donde ellos operan. Esto debe
quedar claro, no debe haber temor para avanzar en el proceso, no
más ciudadanos haciéndole lobby al Gobierno, diciéndonos
que no desmovilicemos las autodefensas. Abrámonos a la posibilidad
de una experiencia colectiva de seguridad participativa y democrática,
porque si no es Uribe quien pueda liderar un proceso de esas características,
no me imagino quién pueda hacerlo.
Es hora de desarticular y desmovilizar las autodefensas. Las autodefensas
ilegitiman la democracia. Las autodefensas empañan la imagen
del Gobierno y de la Fuerza Pública. Las autodefensas dividen
a la Nación con sus acciones de justicia privada, que no
son otra cosa que venganza. Tenemos la oportunidad histórica
de desmovilizar a estos hombres y por supuesto, de brindarle la
posibilidad de que vuelvan al seno de la sociedad. Aquí no
hay que tener dudas.
Debo reconocer la soledad en este proceso. Si, es bueno decirlo,
aquí sobra comunidad internacional para acompañar
un proceso con la guerrilla, pero que ascos y distancias para acompañar
un proceso con las autodefensas. Una de las grandes dificultades
que tuvo este proceso fue la imposibilidad de montar, desde el
comienzo, una verificación del cese de hostilidades. Se
lo solicitamos a Naciones Unidas y los funcionarios de Naciones
Unidas no comprendieron la grandeza de la tarea, pudo más
su percepción esquemática y sus prejuicios. Les dijimos: ‘tienen
ustedes la oportunidad histórica de tener bajo control a
las fuerzas de autodefensa, convoquen a la población. Pongamos
en marcha, desde el primer día, unos tribunales públicos
con el apoyo de la comunidad internacional, que actúen como
presión moral sobre las autodefensas’. Excusas, excusas
y excusas. Y nos enredaron hasta tal punto que teníamos
que ir al Consejo de Seguridad y colocar a Colombia en la agenda
del Consejo de Seguridad para poder acceder a un mecanismo eficaz.
Eso nos desgastó enormemente.
Finalmente nos dimos cuenta que era vano tocar puertas por esa
vía. Y a finales del año pasado entramos en contacto
con la OEA y que buena la solidaridad latinoamericana de la OEA.
Sin la distancia que impone, a veces, la visión que se tiene
de Colombia, desde Europa, los países anglosajones, la OEA
nos entendió y a comienzos de este año firmamos un
convenio que vale la pena ser mirado con atención. Un convenio
que faculta a la OEA en tres campos muy importantes para la consolidación
de la paz del país: verificación del cese de hostilidades,
acompañamiento de procesos de desmovilización y acompañamiento
de comunidades para procesos de reinstitucionalización.
Firmado el acuerdo empezó Cristo a padecer. Nuevamente
los países que pueden dar aportes no dieron. Primó el
asco y tuvimos, entonces, que empezar a raspar la olla en mi oficina
para, finalmente, ponerle el presupuesto a la OEA. Esa es la realidad.
Hoy la OEA funciona con plata recogida en mi oficina. Que bueno
que hubiera más apoyo de la comunidad internacional para
esa tarea que debe cumplir ese organismo. Solo fortaleciendo la
Misión de la OEA podemos verificar el cese de hostilidades.
Ustedes saben bien que la declaratoria del cese de hostilidades
es un punto fundamental dentro de la política de paz de
este Gobierno. Exigimos a los grupos armados ilegales esa expresión
de voluntad política, inequívoca, de no disparar
más sobre los ciudadanos ni atentar más contra la
democracia. Y solo cuando expresen esa voluntad, estamos dispuestos
a adelantar conversaciones.
Pero un cese de hostilidades no es un proceso milagroso. Un país
como Colombia donde las estructuras armadas están federadas –tanto
las Farc, el Eln, como las autodefensas, parecen más confederaciones
que otra cosa-, donde los mandos centralizados no son efectivos,
donde hay vínculos de estos grupos armados ilegales con
la delincuencia común y con todo tipo de mafias, adelantar
un cese de hostilidades no es fácil.
Yo comparo el cese de hostilidades con tratar de parar una tractomula
que viene bajando por la línea sin frenos a 80 kilómetros
por hora. Tiene usted la posibilidad de tratar de pararlo en seco,
pero indudablemente, producirá una hecatombe. No hay otra
alternativa sino irla parando con cambios y pasar de cuarta a tercera,
de tercera a segunda y de segunda a primera, e irle disminuyendo
la velocidad y después arrimarla por ahí, al lado
del camino, hasta que usted logre parar esa tractomula feroz de
la violencia.
Lo que irritó a los ciudadanos con el proceso del Caguán
era que la tractomula seguía bajando, atropellando a quien
se encontraba, mientras el Comisionado de Paz y los guerrilleros
dialogaban encima de la carpa, como si nada sucediera, sobre lo
divino y lo humano. No. Nosotros nos bajamos de la carpa, nos metemos
al timón y es nuestro propósito parar esa tractomula
perversa. Por eso, a nosotros si nos interesan las estadísticas.
Ahora los críticos del Gobierno han dicho que las estadísticas
no son importantes, que disminuir los homicidios no es importante,
que tener menos muertos no es importante. ¡Que indolencia!
Nosotros creemos que si es importante que menos gente muera y por
eso creemos que, a pesar, de todas sus dificultades, el cese de
hostilidades se ha cumplido.
En el primer año del cese de hostilidades, es decir en
el 2003, los homicidios atribuidos a las autodefensas se redujeron
en un 44 por ciento. En el segundo año, es decir, en lo
que va corrido del 2004, sobre esa reducción acumulada del
44 por ciento hubo una nueva reducción del 42 por ciento.
Y óigase bien: desde que está funcionando la Zona
de Ubicación, el 15 de junio del presente año, la
reducción de los homicidios ha sido del 76 por ciento. Es
decir, la tractomula se va parando y el mecanismo de la Zona de
Ubicación puesto en marcha, precisamente para el perfeccionamiento
del cese de hostilidades, funciona efectivamente. A tal punto,
que en los 45 días que ha estado funcionando la Zona, hemos
logrado una reducción histórica del 76 por ciento
de homicidios sobre los ya acumulados del 42 por ciento en 2004
y del 44 por ciento en 2003.
Igual, en 2003 logramos una reducción de las masacres atribuidas
a los grupos de autodefensa del 61 por ciento. Sobre ese acumulado
obtuvimos una reducción en lo que va corrido de 2004, del
57 por ciento. Y desde que se instaló la Zona tenemos cero
masacres, mostrándose también que el mecanismo es
eficaz, y eso que todavía no empieza a funcionar adecuadamente
el cese de hostilidades verificado por la OEA. Apenas hoy, a esta
misma hora en Santa Fe de Ralito, se reúne por primera vez,
formalmente, la OEA con las autodefensas y el Gobierno para definir
un procedimiento de verificación del cese de hostilidades.
Aquí, entonces, el cese de hostilidades hay que evaluarlo
como un mecanismo progresivo y no pretender que el Comisionado
sea un funcionario histérico que cada vez que hay un muerto
en un país, desbocado, salga a amenazar públicamente
que el proceso se acaba. No señores Senadores. En los procesos
de paz no se puede cañar, porque los cañazos resultan
costosos. En los procesos de paz, si uno hace una apuesta de fuerza
tiene que ganarla y por supuesto que la hemos hecho.
El país conoció públicamente la decisión
del presidente Uribe cuando un ilustre ex senador fue secuestrado
por un grupo de autodefensas en la Costa Norte colombiana y ganamos
el pulso. Y el día de ayer se ha iniciado otro pulso. He
dicho que el cese de hostilidades ha funcionado, pero también
hay que decir la verdad: este proceso tiene sus vergüenzas
y sus escándalos. La mayor vergüenza y el mayor escándalo
de este proceso es el enfrentamiento entre dos grupos de autodefensa
en Meta y Casanare, que tiene aterrorizada a la población,
que se ha convertido en el más grave problema de orden público
del Casanare y que deja, hasta el presente, incontables muertos
tanto dentro de las filas de las autodefensas como de la población
civil.
Con prudencia, paciencia, tolerancia, persistencia y cuidado,
hemos hecho hasta lo imposible por persuadir a estos dos grupos,
ambos en diálogo con el Gobierno, para que cesen sus hostilidades.
Todo esfuerzo ha sido inútil. Parece que una obsesión
endemoniada por la guerra los poseyera y de tanto en tanto, se
vienen esas oleadas de terror de las que ha dado cuenta la prensa
nacional e internacional. Por eso el señor Presidente tomó ayer
una decisión clara y tajante: el señor Martín
Llanos y su grupo de autodefensas campesinas del Casanare y el
señor Miguel Arroyave y su grupo de autodefensas del grupo
Centauros, que operan entre Casanare, Meta y otras regiones del
Llano, deben desmovilizarse de manera inmediata. Si no lo hacen
en los próximos días, el Gobierno dará por
terminado el diálogo con ellos. Y no digo más porque
no me corresponde, pero a buen entendedor pocas palabras bastan.
Se acabó la espera, queremos recuperar plenamente la institucionalidad
en el Casanare y en el Meta. Y no es solo eso. Hemos pedido, además,
en el día de hoy, en la reunión realizada esta mañana
en Santa Fe de Ralito, que dos grupos más de autodefensa
se desmovilicen de manera inmediata: el grupo de las autodefensas
de Meta y Vichada, bajo el mando del señor Guillermo Torres,
que opera entre Puerto Gaitán y el Vichada; y el grupo de
las autodefensas Vencedores de Arauca, que entre otras cosas, ha
cometido horrorosos homicidios en los últimos meses y que
opera en el departamento de Arauca y parte del Casanare.
Lo que queremos es poner en marcha el primer gran megaproyecto
de recuperación institucional. Cero autodefensas. Desde
Arauca hasta Guaviare y Vichada. No queremos autodefensas en Casanare
ni en el Meta. Creemos que llegó la hora de la desmovilización.
No más justificaciones. No más cuento de que ellos
nos están defendiendo de la guerrilla, no más excusas.
No hay otro camino que la desmovilización inmediata y el
Estado está en condiciones, desde ya, de asumir plenamente
la seguridad de esas zonas.
Hoy he hecho a los señores de las autodefensas un llamado
patriótico. Les he dicho: ‘esta decisión del
Presidente no está sujeta a negociación. La paciencia
que hemos tenido durante un año con este conflicto, nos
da el derecho moral para exigir ahora la desmovilización
inmediata. No podemos dejar fichas sueltas. Si desmovilizamos estos
dos grupos tenemos que desmovilizar también los dos vecinos.
Las autodefensas de don Guillermo y las autodefensas del señor
Pablo Mejía, y tienen ustedes, señores de las autodefensas,
la oportunidad histórica de colaborarnos en este proceso
y mostrarle a Colombia y el mundo que si tienen voluntad de paz.
El Gobierno ofrece todas las condiciones para la reincorporación
a la vida civil para los miembros de estos grupos. Los apoyaremos
con proyectos productivos. Los apoyaremos con asistencia sicosocial.
Aquí nadie va a quedar solo, aquí nadie va a quedar
expósito. Y para los líderes de estos grupos o los
miembros de estos grupos que tengan graves problemas judiciales
y cuya situación no podamos resolver por la vía del
indulto y la amnistía, les ofrecemos mantenerlos en zonas
establecidas por el Gobierno donde ellos tendrán toda la
protección para sus vidas, donde tendrán todo el
apoyo estatal mientras buscamos un marco legal que permita su desmovilización
y su reincorporación a la vida civil.
Entiéndase bien. Esto no es una nueva zona de ubicación
como titularon hoy los periódicos. No. Aquí no va
a haber más Santa Fe de Ralitos, con el que tenemos es suficiente.
Sus objetivos son claros: allá están los jefes de
las autodefensas, mientras permanezcan en la zona son responsables
militarmente de sus hombres. Mientras permanezcan en la zona, están
bajo el control del Estado. Mientras estén en la zona, están
en el marco de la legalidad. En contraprestación, nosotros
les suspendemos las órdenes de captura y les brindamos condiciones
dignas para que ellos puedan permanecer allí y para que
tengan una interlocución con la sociedad nacional e internacional
y puedan cumplir con su anhelo reivindicatorio de explicar por
qué hicieron lo que hicieron. Pero no vamos a llenar el
país de zonas de ubicación porque si.
Debo confesar que las autodefensas no han sido serias en la mesa
con sus propuestas de nuevas zonas de ubicación. Las propuestas
que nos han hecho dejan mucho que desear y no sabe uno si reír
o llorar.
Nos hacen propuestas para entregar cuatro mil o cinco mil kilómetros
cuadrados, dizque para que 300 miembros de las autodefensas permanezcan
allí con tranquilidad mientras avanza el proceso. Se los
hemos dicho: ‘no señores de las autodefensas, no se
trata de entregar territorios del Estado, se trata de recuperar
territorios para el Estado que es distinto’.
Nuestro propósito es avanzar en la recuperación
territorial e institucional, por eso el modelo que proponemos en
marcha entre Arauca y Guaviare, entre Meta y Vichada, se trata
es de más zonas para los ciudadanos y no simplemente de
enajenar zonas para los armados. Eso no quiere decir que en los
procesos de desmovilización no haya, de pronto, lugares
para concentrar a los hombres durante tiempos cortos mientras se
los capacita y se los prepara para la vida civil, pero esas zonas
de ubicación tendrán un propósito definido.
Serán un medio, tendrán una limitación en
el tiempo y funcionarán única y exclusivamente para
facilitar la inmediata, cercana y pronta desmovilización.
Este modelo que hoy proponemos para la zona del Llano debemos
aplicarlo en el resto del país. Y yo les hago un llamado
Honorables Senadores: no se olviden del acuerdo de Santa Fe de
Ralito del 15 de junio del 2003. No me dejen solo. Ayúdenme
a exigirle a las autodefensas a cumplir el acuerdo de desmovilizarse
totalmente antes del 2005. Que se levante un clamor nacional, que
les digamos basta ya, no son necesarios, los acogemos pero desarticulen
su maquinaria de guerra. No se enreden en cantos de sirena, no
les ayudemos a que se equivoquen más, no les ayudemos a
que se confundan más. Transmitámosle de parte de
la institucionalidad una imagen firme y coherente. Digámosle
con firmeza: ‘se acabó señores’, pero
digámosle con cariño y grandeza: ‘los acogemos
como ciudadanos’.
También la paz tiene su fórmula de ‘Mano firme
y Corazón grande’. Y es importante trasmitirle en
este momento ese mensaje a los grupos de autodefensa.
El honorable Congreso de la República se ha mostrado siempre
interesado en acompañar los procesos de paz. He sido notificado
que de manera reciente se conformó una comisión de
acompañamiento del Congreso para los procesos con las autodefensas
y el Eln. Nos merece el mayor respeto la decisión del Congreso
de acompañar los esfuerzos de paz, pero permítanme
hacer una aclaración. Resulta indeseable y equivoco que
miembros del Congreso, a título personal, se hagan presentes
en las mesas renegociación. No le ayuda a la institucionalidad
que miembros del Congreso, en actitud improvisada, con pretensiones
mediáticas y quizá electorales, traten de buena fe,
pero equivocadamente, de hacer de esto un espectáculo.
A mi me ha tocado la bochornosa situación de encontrar
congresistas sentados en la mesa de negociación sin saber
muy bien qué hacen allí, quién los invitó,
si ya acordaron algo con las autodefensas, si es que le quieren
hacer una tenaza al Gobierno o le quieren ayudar de buena fe. Eso
no está bien, señores congresistas, ni por ustedes
ni por el país. Yo les pido entonces, en nombre del señor
Presidente, señor Presidente del Senado y señor Presidente
de la Comisión de Paz del Senado, que si el Congreso desea
acompañar este proceso lo hagamos institucionalmente. Que
no se olvide que la conducción de los procesos de paz está en
cabeza del Ejecutivo, que no se olviden que es un tema estrechamente
relacionado con la seguridad nacional, que no se olvide que solo
con la autorización del Ejecutivo pueden otros sectores
ciudadanos hacerse presentes en estas mesas y entrar en contacto
con grupos armados ilegales.
Hablemos, conversemos, miremos, analicemos y llegamos entonces
al mecanismo que sea el más eficaz, el más prudente,
el que comprometa menos al Congreso, el que sirva más a
sus funciones de control político y el que sirva más
a la democracia. Yo quiero hacer una aclaración apenas necesaria
sobre la venida de los señores Mancuso, Báez e Isaza
al Congreso de la República. Leía yo en una revista
de circulación nacional, esta semana, que un eminente Senador,
aquí presente, por quien tengo el mayor respeto intelectual,
decía que la venida de los señores de las autodefensas
estaba pactada de tiempo atrás, y que, para justificar el
espectáculo nos habíamos apresurado a traer al señor
Francisco Galán, para de manera premeditada –concluyo
yo, porque hasta allí las palabras del Honorable Senador-,
abrirle el espacio a las autodefensas.
No doctor Carlos Gaviria, no es así. Usted con su lucidez,
con su grandeza moral no puede actuar con prejuicios. Usted y yo
nos hemos encontrado en los debates de la democracia y usted sabe
que ese no es mi estilo Senador. Me preocupa e impresiona que se
digan esas cosas sin tener la mínima fundamentación,
usted que perteneció a la Comisión Facilitadora Civil,
usted que fue a las montañas a hablar con el Eln, debía
tomarse el trabajo y llamar al señor Francisco Galán
y preguntarle en qué condiciones vino él al Congreso.
Para que quede constancia, el 30 de mayo el Presidente Uribe nuevamente
le ofreció al Eln, en México, la posibilidad de iniciar
unas conversaciones previo cese de hostilidades, sin desarme, ni
desmovilización. Apenas 24 horas después, el Presidente
Mexicano dijo que estaba dispuesto a facilitar el proceso. 36 horas
después el Eln lanza un comunicado diciendo que acepta el
facilitador mexicano y 48 horas después, el día 2
de junio en horas de la noche, recibí una llamada del señor
Francisco Galán solicitándome en nombre del Eln,
autorización para venir a Bogotá a un foro organizado
por una ONG internacional y el Senador Rojas Birry, para hacer
una propuesta que considera de trascendencia Nacional. Y el señor
Galán me dice cuál es la propuesta, y en esa propuesta
se da un cambio significativo en el Eln en lo que va de este Gobierno.
Por primera vez el Eln se muestra dispuesto a hablar de paz con
el Gobierno de Uribe. Y en segundo lugar, se muestran dispuestos
a abordar el tema militar.
Si bien ellos entonces hablan de un cese de fuego bilateral, nosotros
vemos que hay una aproximación hacia nuestro planteamiento
del cese de hostilidades con reciprocidad y como hay un proceso
en marcha, que se está produciendo con rapidez, evaluamos
con el señor Presidente y el señor Presidente dice: ‘yo
no puedo negarle al Eln esa solicitud. Doctor Luis Carlos concédale
al Eln ese permiso y coordine para que él venga a Bogotá’.
En principio lo que sabíamos era que el Eln venía
a un foro de minas antipersonal. Cayendo la noche nos dimos cuenta
que el foro era en el Congreso, tuve incluso una conversación
telefónica con el senador Germán Vargas Lleras, que
tampoco sabía que el señor Galán iba a venir
el recinto. En gesto patriótico el senador Vargas Lleras
abrió las posibilidades para que el foro se realizara y
casi de carambola, y por el contragolpe, el señor Francisco
Galán habló en este recinto. Ahí no hubo ninguna
jugada sucia, ni ninguna treta. Fue un gesto generoso del Gobierno
para abrir las posibilidades de una interlocución con el
Eln.
Y lo de las autodefensas tuvo su propia dinámica. El senador
Moreno de Caro, aquí presente, tiene tal vez con más
detalles la pequeña historia de cómo surgió esa
propuesta para que las autodefensas vinieran al Congreso. Y las
representantes Elenora Pineda y Rocío Arias, también
presentes en la mesa cuando se tomó esa decisión
y quienes presentaron ante la Cámara de Representantes la
solicitud para que se aprobara en la Plenaria, pueden comentarles
a ustedes con más detalle.
El Gobierno consideró entonces que también, y dadas
las condiciones de una Zona de Ubicación ya establecida
donde estos señores estaban bajo control del Estado, no
podíamos negarnos a abrir ese espacio; y lo abrimos. Respetamos
al Congreso, abrimos el espacio y será la historia la que
juzgue si fue bueno o no lo fue que ellos vinieran a este recinto.
Finalmente permítanme tratar un último punto. Todos
sabemos que la reincorporación a la civilidad de los miembros
de grupos armados ilegales que han cometido delitos atroces, encuentra
en Colombia una especial dificultad. Los delitos atroces no son
indultables, ni amnistiables, pero sucede que delitos atroces han
cometido aquí todos los jefes de las autodefensas, todos
los jefes del Eln y todos los jefes de las Farc. Y estamos entonces
ante una enorme paradoja: ¿qué hacemos con ellos?, ¿firmamos
la paz y los metemos a la cárcel? o, como creen todavía
algunos, ¿firmamos la paz y los indultamos?
En el Gobierno creemos que ya el indulto no es posible. Las épocas
en que se indultaban barbaridades, como cuando se firmó la
paz con el M-19, ya son de la prehistotoria, el mundo cambio. Ahora
priman los principios de la verdad, la justicia y la reparación.
Nos tocó realizar un proceso de paz en las más difíciles
condiciones; pero no debe asustarnos. Si es por el bien de la democracia,
si es por el bien de la reconciliación, emprendemos el reto.
Desde el año pasado el Gobierno presentó un proyecto
de ley para abrir la discusión. Ustedes saben la historia.
La Comisión Primera del Senado realizó foros hacia
finales de la anterior legislatura. Encontramos una versión
inicial aprobada por el Gobierno y aceptada por la comunidad internacional,
que plantea que para miembros de grupos armados que contribuyan
eficazmente a la paz Nacional, pero que hayan cometidos delitos
atroces, puede existir una figura especial, serán sometidos
a un tribunal especial de verdad, justicia y reparación
que dictará sentencia y después de que ellos cumplan
una pena privativa de la libertad básica, entre cinco y
diez años, podrán acceder a beneficios.
(Pausa para dar paso a las intervenciones de los miembros del
Senado de la República y continúa el Comisionado)
Estaba hablando del marco jurídico y de la necesidad de
tramitar una legislación especial que permita a los responsables
de delitos atroces, miembros de grupos armados ilegales que contribuyan
de manera eficaz a la paz nacional, someterse a un régimen
especial que asegure la plena justicia, la plena verdad y la plena
reparación. Pero entendiendo que en este caso es posible
y necesario que se les conceda algunos beneficios una vez cumplida
una pena privativa de la libertad básica. El proyecto fue
presentado en la legislatura pasada, finalmente tuvo ponencia,
pero por razones de trámite se hundió.
Un grupo de parlamentarios de la Comisión Primera de la
Cámara nos ha pedido ampliar la concertación sobre
el proyecto antes de volverlo a presentar y el Gobierno ha accedido
a esta solicitud porque creemos que un proyecto de esas características
no puede salir simplemente por mayorías gubernamentales,
que un proyecto de estas características tiene que ser producto
de un gran consenso nacional, debe tener una gran legitimidad para
que pueda ser aplicado.
Ese es el motivo por el cual en este momento el Gobierno está dispuesto
nuevamente a abrir la concertación social sobre el proyecto.
De tal manera, que sobre lo ya alcanzado avancemos, lo perfeccionemos
y, entonces, de común acuerdo lo presentemos al Congreso.
Para nosotros ha quedado claro una cosa: todos los miembros de
grupos armados ilegales, responsables de delitos atroces, tendrán
que pagar una pena básica privativa de la libertad. Y aquí están
jefes de las Autodefensas, jefes del Eln y jefes de las Farc. Así lo
hemos entendido como una demanda básica de la sociedad y
de la comunidad internacional.
Que bueno que empecemos a hacer esa pedagogía, que bueno
que no solamente le digamos a las Autodefensas que tienen que pagar
esa pena básica privativa de la libertad, que bueno también
que las facilitadoras con el Eln empiecen a decirle a los miembros
del Comando Central que en este proceso de negociación -que
Dios quiera que se abra-, ellos también tendrán que
pagar esa pena privativa de la libertad. Y que bueno que se lo
digan a los jefes de las Farc, porque esta va a ser una pedagogía
difícil.
Lo que no resulta admisible es escuchar, como he escuchado yo,
a algunos parlamentarios que justifican el delito político
de los guerrilleros porque creen que esa es una violencia noble,
y condenan el delito de las autodefensas porque consideran que
esa es una violencia sucia. No. Aquí lo que se juzga es
el delito no la pertenencia al grupo y creemos que esta discusión
debe continuar para que se defina con claridad un marco jurídico,
similar para miembros de grupos guerrilleros y para miembros de
grupos de autodefensas, que contribuyendo a la paz nacional puedan
recibir ese beneficio.
Nos gusta haber abierto este debate, porque este debate tampoco
se había abierto en este país. Hasta la administración
pasada este tema era vedado, en la agenda con las Farc se tuvieron
101 puntos y nunca se consideró lo de la situación
jurídica, tal vez porque todos pensaron que eso iba a terminar
con indulto y amnistía, o tal vez porque allá nunca
hubo seriedad y nadie nunca pensó en desmovilizarse. Cualquiera
de las dos cosas es muy grave.
Cuando nosotros planteamos este debate nos dijeron que era prematuro.
No es prematuro, la sociedad tiene que definir los instrumentos
jurídicos. Como Comisionado de Paz yo necesito saber a qué me
atengo en la mesa.
El Gobierno ha dicho que los beneficios jurídicos en este
caso no se negocian con los grupos armados ilegales, que es la
sociedad democrática la que debe definir qué ofrece.
Y lo único que yo necesito saber es qué puedo ofrecer
y el resto corresponderá a mi trabajo como funcionario.
Para responder a las preguntas de si se va a presentar el proyecto,
sí, cuando haya consenso, no dentro de la bancada que apoya
el Gobierno, no. Consenso amplio entre todos los sectores representados
en el Congreso. No vemos otra forma de sacar adelante una ley de
estas características.
¿Qué vamos a hacer frente a la extradición?
La posición del Gobierno es clara: el tema de la extradición
no se toca, se mantiene como una facultad del Presidente de la
República y será él quien decida en su momento
si la aplica o no la aplica. Hasta ahora el Presidente ha dicho: ‘si
los miembros de los grupos armados ilegales muestran buena fe y
propósito de enmienda, tal vez haya generosidad en la comunidad
internacional para tomar alguna decisión al respecto. Pero
ese tema no va a ser tratado’.
Que no se hagan ilusiones las autodefensas y que no se hagan ilusiones
los grupos armados ilegales. No vamos a firmar con ellos un pacto
de no extradición, como me lo han pedido en la mesa. No
vamos a firmar con ellos pactos de no cárcel. Ese tema no
está en la mesa y no va estar.
Pero somos generosos y estamos dispuestos, dentro del marco de
la ley 782 y tal como lo estamos haciendo en este momento en Santa
Fe de Ralito y como se ha hecho otras veces en este país,
a ir avanzando con cautela, con paciencia hasta llegar al momento
de tomar una decisión sobre el tema.
Sobre la sustitución de cultivos ilícitos. Les hemos
dicho muchísimas veces a los miembros de las autodefensas
que se desmovilicen y los vinculamos de manera inmediata en tareas
de sustitución de cultivos y en tareas de proyectos alternativos.
Lo que no pueden pretender las autodefensas ahora, como por momentos
se colige que quieren, es que los temas de narcotráfico
y la droga se traten en la mesa y, entonces, ellos cambien paquetes
supuestamente de hectáreas de coca por beneficios judiciales
quizá en Estados Unidos.
Ellos firmaron con nosotros un compromiso el 15 de julio del 2003.
En el acuerdo de Santa Fe de Ralito, firmado por el Estado Mayor
de las autodefensas unidas de Colombia dice lo siguiente: las autodefensas
unidas de Colombia comparten el propósito del Gobierno de
una Colombia sin narcotráfico y respaldan las acciones del
Estado colombiano contra este fenómeno que destruye la democracia,
la convivencia, la economía y el medio ambiente.
Eso está claro. Las autodefensas aceptan plenamente la
política antidrogas del Gobierno, y el Gobierno la aplicará sin
llevarla la mesa para concertación en toda su dimensión
incluida, por supuesto, la legislación que nos permite la
extinción del dominio sobre los bienes ilícitos.
Otra cosa es que si ellos si desmovilizan y se reincorporan a
la civilidad, inmediatamente estamos dispuestos, con ellos, a construir
allá en esa zona y con esas comunidades afectadas por el
problema de la droga, alternativas de vida digna. Y si hay posibilidades
de que ellos ingresen a programas de sustitución de cultivos
o de erradicación manual de plantas de coca o de Familias
Guardabosques o de cualquiera de estos programas, bienvenido sea.
Y finalmente, pregunta el senador Rivera por el umbral ético
y humanitario. El primero de todos los umbrales, Senador, para
poder hablar, es que públicamente los grupos armados ilegales
expresen su voluntad de abandonar la violencia. Hemos dicho y lo
decimos en voz alta: aquí lo que hay son grupos terroristas,
porque son terroristas quienes atentan contra una democracia y
una sociedad pluralista como ésta. Aquí no hay constricciones
constitucionales ni políticas para que se argumente que
alguien tiene que tomar las armas contra el Estado.
Yo también tengo con el Senador Gaviria una discrepancia
intelectual importante. Cuando él cree que este Gobierno
es autoritario, yo creo que no; que el autoritarismo se define
básicamente por imposibilitar el pluralismo; el autoritarismo
es hegemónico y que este Gobierno si algo tiene es el horizonte
pluralista, pues ha sido dentro de este Gobierno que por primera
vez, históricamente, la izquierda ha logrado grandes triunfos
como los que todos conocemos.
Aquí no hay, vuelvo e insisto, restricciones que justifiquen
el uso de las armas, eso está en desuso. La justificación
del delito político, eso es un anacronismo. Justificar matar
por una idea, es una vergüenza. Nadie debe matar bajo ninguna
justificación. Y aquel mata para imponer sus ideas, es terrorista
y es doblemente culpable de ejercer la violencia; porque la ejerce
con premeditación, con apoyo y justificación intelectual.
Pero con esa vehemencia con que calificamos a estos grupos como
terroristas, igualmente les decimos: no somos fundamentalistas
en esa definición, simplemente descalificamos sus métodos.
Y si ustedes, señores, abandonan sus métodos y muestran
la voluntad política de abandonarlos, les abrimos las puertas
del diálogo y construimos con ustedes la posibilidad de
mejorar esta democracia.
Eso es, entonces, senador Rodrigo Rivera, el primer umbral ético
y humanitario. Aquí vamos a dialogar pero sólo con
aquellos que expresen abierta y públicamente la decisión
de cesar las hostilidades y que, por lo tanto, puedan desde ese
momento quedar bajo la vigilancia pública y bajo el control
de la sociedad, que les dirá permanentemente: cumplan sus
compromisos.
Lo que no tiene sentido, Senador, es que entonces nosotros digamos
que sólo dialogamos con los que estén acusados del
delito de rebelión o de concierto para delinquir; porque
entonces todos los jefes de las organizaciones armadas se nos quedarían
por fuera. Hay que ser pragmáticos, si uno quiere dialogar
con los hombres que están al margen de la ley tiene que
aceptar la realidad de que son esos grupos los que designan a sus
jefes y no nosotros.
Con la nueva Ley 782, tramitada en el Congreso, quedó claro
que íbamos a conversar con los grupos armados ilegales que
tuvieran un mando responsable y una influencia sostenida en zonas
del territorio nacional. Es decir, pasamos de la descripción
subjetiva y atávica de calificar a los grupos alzados en
armas de grupos políticos, a la descripción objetiva
del Derecho Internacional Humanitario que reconoce que en el mundo
contemporáneo las guerras se dan por el control territorial
y que hay unos grupos armados ilegales que pretenden mantenerse
en un territorio por la vía del terror.
Nosotros conversamos con esos grupos. Los grupos que también
en términos de ese mismo Derecho Internacional Humanitario
hacen parte de lo que se llama el conflicto armado interno. Los únicos
grupos que puedan recibir esa calificación son los grupos
de autodefensas y los grupos de guerrilleros. No se preocupen que
no vamos a hablar con los jaladores de carros y, por supuesto,
los grupos de narcotráfico están excluidos.
Viene, entonces, la paradoja: y si los narcotraficantes se disfrazan
de autodefensas, ¿qué pasa? Creo que hay criterios
para establecer si existe disfraz o no.
El primero y el más objetivo: que pertenezcan a la organización.
Por supuesto que si alguien que ha estado en el mundo del narcotráfico
o en el mundo delictivo pertenece a la organización y está dentro
de su estructura, hay que hablar con él. Los héroes
de las revoluciones no son exactamente santos. Uno de los más
famosos héroes de la revolución mejicana, antes de
ser héroe, era un bandido que atracaba en los caminos. Eso
suele suceder en estas dinámicas de los conflictos armados,
en naciones como la nuestra.
Pero existe otro criterio objetivo. Por supuesto que un grupo
de autodefensas se caracteriza por tener una ideología anti-subversiva
o anti-guerrillera, por pretender imponer un orden, por competir
con el Estado con ese orden, por tratar de interferir con la aplicación
de ese orden configurándose, entonces, el delito contra
el orden constitucional y legal, tal como podemos interpretar hoy,
el concierto para delinquir para conformar grupos de autodefensa.
Queda claro en el Proyecto de Ley de Justicia y Reparación
que sólo podrán recibir beneficio las personas que
pertenezcan a estos grupos armados ilegales y por los delitos cometidos
con ocasión a la pertenencia al grupo, nunca por delitos
cometidos anteriormente.
Hace unos días, se armó un gran alboroto nacional
dizque porque dos famosos narcotraficantes estaban en Santa Fe
de Ralito. Cuando a mí me llamó el periodista de
El Tiempo a darme la chiva, le dije: ‘descubrió el
agua tibia, con esos señores yo estoy desde el comienzo,
aquí no hay ningún gallo tapado, señor. Desde
el comienzo el señor Pablo Mejía y desde el comienzo
el señor Galindo han estado sentados en la mesa; por supuesto,
que han estado sentados’.
Lo que no vamos a permitir es que de la noche a la mañana
nos aparezcan nuevos comandantes de autodefensas. No. Los que han
estado sentados desde el comienzo y están en las estructuras
organizativas, por supuesto están allí y estamos
hablando con ellos. ¿Qué pasará con ellos?
La situación no es clara. Yo les he dicho. ‘el berenjenal
jurídico es enorme, este debate apenas empieza. Será la
sociedad y será este Congreso de la República el
que finalmente determinará qué hacer con estas personas
acusadas de delitos graves y que contribuyan de manera eficaz a
la paz nacional’.
No quiero, entonces, pronunciarme de manera definitiva sobre un
debate que apenas comienza.
Hemos pedido a los señores de las autodefensas en la mesa,
que hagan público ante el país los nombres de las
personas que están en Santa Fe de Ralito, no porque el Gobierno
no los conozca, nosotros sabemos quiénes son, pero creemos
que es responsabilidad de ellos decirle a la Nación quiénes
son ellos, porque ellos están recibiendo un beneficio jurídico
en esa zona.
Insisto, entonces, desde este recinto en esa petición a
las autodefensas. Sería bueno para ellos y para el país
que no tengamos nosotros que decírselo a los ciudadanos,
que sean ellos mismos los que digan quiénes están
allá sentados con nosotros para que el país los conozca
y, por supuesto, se pueda ejercer de manera más adecuada
la vigilancia ciudadana que exige toda democracia.
Muy amables, muchas gracias”.
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