PALABRAS DEL PRESIDENTE URIBE DURANTE CONDECORACIÓN
DE MAGISTRADOS
Bogotá, 14 dic (SNE). Las siguientes
son las palabras del presidente Álvaro Uribe Vélez,
durante la ceremonia de imposición de la medalla José Ignacio
de Márquez al Mérito Judicial a varios magistrados
de las Altas Cortes.
“Hago presencia esta tarde para rendir
mi homenaje a la justicia, sin la cual es imposible construir
el lazo vinculante que ate a un ciudadano con el otro, a cada
uno con el todo y forme la Nación a partir de la individualidad.
Había escrito unas palabras para referirme
a este acto de condecoraciones, pero la brillante intervención
del magistrado José Alfredo Escobar Araújo, me
obliga a referir unos comentarios con el mayor respeto en relación
con la justicia de la Patria.
El Fiscal General de la Nación empezó la
tarea por introducir el régimen acusatorio. En la primera
etapa de esa reforma constitucional tuvo todo el apoyo de la
administración del presidente Pastrana y en la segunda
etapa ha contado con todo el apoyo de la actual administración.
Un paso bien importante, que incorpora la oralidad,
que además separa al fiscal de la tarea de fallar instancias
intermedias, lo consagra exclusivamente a investigar, con lo
cual se tiene mucha eficacia en la mayor eficacia de la justicia.
Por supuesto, está gran transformación
se aplicará escalonadamente. Empezará en Bogotá,
en el Eje Cafetero. Ha requerido la actualización de los
códigos y recursos presupuestales importantes que, en
medio de la escasez, hemos logrado, en compañía
del Congreso de la República, arbitrar. Es un buen paso
que ha dado Colombia.
Hemos estado estudiando otros aspectos de reforma
a la justicia. No es fácil, porque si algo hay que manejar
delicadamente en Colombia es la relación entre las ramas
de poder, relación que finalmente institucionaliza o desestitucionaliza
a la Nación.
Cuando nosotros procedemos con paciencia, tenemos
toda la franqueza para proponer lo que pensamos, pero también
toda la receptividad para escuchar las voces opuestas, demoramos
la presentación de los proyectos para construir consenso,
es porque queremos contribuir a la armonía entre las ramas,
que es la base sobre la cual se funda la institucionalidad.
Ahora estamos en frente de la Ley Estatutaria.
Si bien desde el punto de vista de la descongestión de
la justicia es mucho lo que se puede hacer con simples decisiones
de la misma justicia, con apoyos del Gobierno Nacional y con
recursos presupuestales, hay otros puntos, como el de la desjudicialización
de las pequeñas causas, que requieren que avancemos en
reformas. Por eso la necesidad de este tipo de reformas.
Reclamaba el magistrado Escobar Araújo
que una de las maneras de descongestionar la justicia es por
la vía de la conciliación y de la transacción.
Estoy de acuerdo. Pero el país se lleno de pánico
y va a tomar tiempo para curar ese pánico.
Cuando este Gobierno empezó, teníamos
en pleito todas las concesiones viales de primera generación,
los contratos de asociación que se habían suscrito
con Telecom, concesiones de aeropuerto, ferroviarias. Con eso
no hay posibilidades de construir confianza en la inversión
y nadie se atreve a dar pasos hacia la conciliación.
Nosotros hemos buscado abrir pasos hacia la
conciliación, hacía las transacciones. Desde un
principio expresé a mis compañeros de Gobierno:
hay que en lo posible acelerar transacciones para construir confianza
en la inversión en Colombia. Para que no todo se convierta
en un litigio.
Y esas transacciones deben soportarse en tres
pilares: ceñimiento absoluto al ordenamiento jurídico.
Toda la delicadeza y el cuidado para garantizar la justicia conmutativa
en las prestaciones de las partes. Y confianza a la ciudadanía.
A lo cual ayuda inmensamente publicitar esas
transacciones, permitirle a la ciudadanía que las conozca,
una vez estén acordados los textos, antes de ser perfeccionados
los acuerdos.
Así lo hemos hecho. Hemos resuelto bastantes
problemas de concesiones. Hemos resuelto bastantes problemas
de los que afectaban a Telecom. Nos falta mucho. Y lo hemos hecho
además con todo el respeto a la institución de
la justicia.
Por ejemplo, el honorable Consejo de Estado
ha anunciado al mediodía la revocatoria de la transacción
sobre la concesión Comsa. Un pleito desde la adjudicación
hace dos administraciones presidenciales.
El Gobierno Nacional ha buscado, con toda la
buena fe, desatrancar ese proceso que necesita el país.
Y nos proponemos, primero, lo elemental, recibir la sentencia
del Consejo de Estado, la providencia, con todo el respeto, acatarla
plenamente.
Segundo, reaccionar con alternativas constructivas
para el país. Buscar en lo inmediato que esos recursos
que se han venido recaudando en el peaje, que ya suman 160 mil
millones, podamos aplicar rápidamente una suma de esos
recursos para reparar la carretera del Magdalena Medio, que está muy
destruida. Segundo, en 60 días abrir una nueva licitación,
tramitarla y adjudicarla con toda la transparencia.
Quiero recordarle al país que hemos
venido exigiendo la audiencia pública en estos procesos
que, en aras de la transparencia, por ejemplo, la concesión
de Bogotá a Girardot fue adjudicada en una audiencia televisada
de seis horas, después de un largo período de discusión.
Y finalmente, en esto de Comsa, cumplir con
las instrucciones del Consejo de Estado para la liquidación
del contrato que entró en litigio desde sus comienzos.
Respetamos la justicia. Le buscamos alternativas
al país. Deseamos sí que el Consejo de Estado nos
dé instrumentos jurídicos, para poder aplicar de
inmediato los recursos que están en la fiducia, para poder
abrir de inmediato la licitación para las obras, y que
eso no vaya a depender de que previamente se agote el proceso
de liquidación del antiguo contrato.
Una lección, punto fundamental para
curarle el miedo a las transacciones, es que los contratos nazcan
transparentes. Arbolito que crece torcido se queda torcido. Es
muy difícil, cuando los contratos no nacen con absoluta
transparencia, enderezarlos en el camino.
Hago ese llamado al oído de todos mis
compatriotas.
Nos toca, además de la Ley Estatutaria,
insistir en el tema de reforma constitucional. Ahí hay
dos temas fundamentales: el Consejo de la Judicatura y la tutela.
Déjenme hablar sin rodeos, pero con
inmenso respeto. Yo propuse, como candidato presidencial, eliminar
el Consejo de la Judicatura. Lo dije abiertamente, doctor Escobar
Araújo, en ningún momento para echar para atrás
en aquello de la independencia de la justicia.
Aprendí con los magistrados y jueces
de mi tierra que era posible que ellos mismos administrasen la
justicia con absoluta independencia, sin tener que crear estos
entes.
Entonces, buena o mala mi propuesta, aceptada
por algunos, discutida por otros, sí pido que por lo menos
se supere un punto: que no haya dudas del respeto del Gobierno
a la independencia de la justicia.
Ese es un paso muy importante que ha dado la
Patria y que no vamos a hacer nosotros en este Gobierno los promotores
de reversarlo.
Confío que concertadamente, concediendo
la razón o reclamándola, en un proceso analítico
totalmente desprevenido, podamos llegar al mayor nivel de consenso
sobre esta materia.
Se han abierto algunas alternativas que se
están estudiando, se han discutido ampliamente con el
Consejo Superior de la Judicatura, con las diferentes Cortes,
y creo que todos, aportando nuestro granito de arena, podemos
construir ese consenso.
Nadie discute la tutela. Si ustedes me preguntaran,
compatriotas, cuál es en mi concepto el principal problema
de la Patria, diría: la falta de credibilidad en las instituciones.
Y es lo primero que hay que recobrar.
Ha ayudado inmensamente la tutela a recobrar
la credibilidad en la institución superior, que es la
Constitución. La tutela ha logrado que la Constitución
pase de ser un cuerpo abstracto, en ocasiones inerte, a un cuerpo
dinámico, totalmente asible por el pueblo colombiano.
La revisión de tutela. Incluso a mí me
sorprende que muchos de los que se oponen a que la Corte Constitucional
la revise, cuando como funcionarios públicos se convierten
en los sujetos pasivos de una tutela, inmediatamente dicen: necesito
que la Corte las seleccione entre las que va a revisar. Atacan
la instancia de la revisión de la tutela, mientras en
su propio interés no necesite que la Corte Constitucional
la revise.
Por eso estos temas hay que manejarlos tan
desapasionadamente, tranquilamente. Creo que ahí el tema
es el de unas Cortes que, estando en el mismo nivel de la estructura
del Estado, nos tienen que ayudar sobre qué pasa con las
sentencias de las unas y la competencia de revisión de
las otras.
Punto bien delicado. Llamaría también
la atención para que, en este intervalo de vacaciones
de la justicia, todos reflexionemos desprevenidamente sobre el
tema.
Se refirió el honorable magistrado Escobar
Araújo a la Ley de Alternatividad.
Déjenme hablar de la oportunidad de
uno de los principios generales de esa ley y de la propuesta
del magistrado Escobar Araújo sobre el tribunal especial,
que en su concepto no se debe crear, sino que esa competencia
se debe radicar en la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia,
como acabamos de escucharle.
La oportunidad. En un país con 50 mil
terroristas, que llegó a tener 180 mil hectáreas
de droga y desconfió porque muchas veces los terroristas
utilizaron los procesos de paz como oportunidades para afianzarse
en el terrorismo y derrotar las instituciones, un marco legal
anterior a hechos de paz es muy difícil de adoptar.
Se genera cualquier cantidad de suspicacias.
La ciudadanía no tiene certeza de que ese marco vaya a
servir para producir hechos de paz.
Otra cosa es cuando se dan hechos de paz. Hemos
logrado que se mejore sustancialmente el cumplimiento del cese
de hostilidades por parte de los grupos mal llamados paramilitares.
Se han presentado unas desmovilizaciones importantes. En este
Gobierno se han desmovilizado cerca de 10 mil integrantes de
todos estos grupos. Alrededor de 5 mil de las Farc, los que se
están desmovilizando de los paramilitares y algunos del
ELN.
Con los hechos de paz que se vienen dando,
ya se facilita entrar a producir ese marco jurídico.
Ahí hay que tener en cuenta dos o tres
puntos fundamentales. El equilibrio y los destinatarios.
El equilibrio debe ser un equitativo balance
entre paz y justicia. Equidistante. Tiene que tener un concepto
de paz, pero distanciarse de la impunidad. Y tiene que tener
un concepto de justicia, pero distanciarse del sometimiento.
Un proceso de paz en la Colombia de hoy, con
la Constitución de hoy, con las normas jurídicas
de hoy, con los tratados internacionales que hemos adherido,
tiene que ser un proceso sin impunidad. Pero para que sea proceso
de paz requiere ser algo diferente a una política de sometimiento.
He ahí, pues, una reflexión bien
importante que hay que hacer para adoptar ese marco jurídico.
Los destinatarios deben ser todos los grupos.
Quiero llamar la atención sobre esto: algún sector
de la doctrina política durante muchos años expresó en
Colombia que el delito del guerrillero siempre era político
y el de paramilitar siempre era un delito ordinario.
Se dijo que el del guerrillero era político
porque estaba en contra del orden establecido, y que el delito
del paramilitar siempre era ordinario porque quería defender
el orden establecido o defenderse a sí mismo.
Creo que esos criterios están rebasados
por la evolución de los hechos. Que son anacrónicos.
Que en ambos casos se está por fuera del ordenamiento
jurídico. Y estar por fuera del ordenamiento jurídico
es simplemente estar en contra del ordenamiento jurídico.
Por eso pienso que hoy no es factible hacer
la diferencia entre el delito cruel, atroz, del guerrillero y
el delito cruel, atroz, del paramilitar. Ambos son atroces. A
ambos hay que darles el mismo tratamiento.
Por eso quiero invitar a todos mis compatriotas
a que pensemos que ese marco jurídico lo tenemos que concebir
con todo el equilibrio para que sea útil frente a todos
estos grupos.
No se puede pensar que a un grupo hay que llevarlo
per se, porque sí, a la guillotina, y al otro grupo hay
que concederle la impunidad. Necesitamos todo el equilibrio.
A mí no me gusta rechazar propuestas.
Mi actitud siempre es deliberar en busca de opciones. Creo en
una Colombia en profundo debate democrático. En una Colombia
en la cual la deliberación sirva para hallar opciones.
Aquí vi que premiaron ahora a distinguidos
jueces y juezas de la República por esa tarea de estar
conciliando. Y esa tarea sí que nos enseña que
en la deliberación hay que buscar opciones. Que hay que
tener una mente muy abierta para encontrar opciones. Que el debate
no puede ser un debate ácido, de antagonismos insuperables.
Que el debate siempre tiene que orientarse a la búsqueda
y al hallazgo de opciones. Por eso he creido que tenemos que
discutir estas propuestas con toda receptividad.
Sin embargo, honorable magistrado, déjeme
proponerle una inquietud, no un rechazo a la propuesta: un tribunal
de un proceso de paz es un tribunal con un elemento político,
el inherente al proceso de paz, que rebasa el imperativo puramente
jurídico, que debe guiar a la Sala Penal de la Corte Suprema
en un tema distinto a un proceso de paz.
Me surge esa inquietud, pero me parece que
su propuesta hay que discutirla ahora. Que dentro del marco de
alternatividad debe definirse ese tribunal.
Seguridad Democrática y justicia. La
Seguridad Democrática: ¿por qué la llamamos
democrática?
América Latina la recorrió durante
un tiempo la doctrina de la seguridad nacional. Se utilizó para
castigar al disidente, para aporrear a quien pensaba de manera
contraria a aquellos que ejercían el poder.
Nuestra Seguridad Democrática es para
todos. Para el sindicalista, para el empresario, para el trabajador,
para el propietario. He dicho, he pedido a la Fuerza Pública,
que siempre, para consolidar esta Seguridad Democrática,
la Fuerza Pública tiene que estar por encima aun del Ejecutivo.
Por encima de que lo que es la emulación política.
Y que para esta seguridad sea democrática,
enraizada plenamente en la aceptación del pueblo colombiano,
hay que cuidar por igual al más duro de los opositores
al Gobierno o al más convencido de las tesis del Gobierno.
Esta seguridad para ser democrática
tiene que estar sometida a la justicia y al ordenamiento jurídico.
Esa es la primera relación. Y la segunda: en la medida
que esta seguridad produzca resultados, va ayudarle a la justicia
a ser más eficaz.
Simplemente un escenario: con la tasa de criminalidad
de Inglaterra, aquí debería haber 200 homicidios
al año. A principios de los años 2000, se presentaron
30 mil homicidios al año. No hay aparato de justicia en
el mundo que funcione con 30 mil homicidios, más 3 mil
secuestros, más las masacres.
Los resultados de la Seguridad Democrática
se van produciendo. Falta mucho. Falta muchísimo. Pero
el año pasado tuvimos un descenso de homicidios del 20
por ciento. Este año va por el 14. El año pasado
tuvimos un descenso del secuestro del 27. Este año los
secuestros extorsivos han descendido por encima del 50.
Creo que ese efecto disuasivo de la Seguridad
Democrática sobre la criminalidad, tiene que ayudar finalmente
a que la justicia sea más eficaz. Por eso hago una relación
mutuamente dependiente entre justicia y Seguridad Democrática.
La justicia se impone sobre la Seguridad Democrática
y la Seguridad Democrática produce una acción de
réplica que le ayuda a la justicia a ser más eficaz.
Tenemos inmensas dificultades con la delincuencia
organizada. Pero la hemos venido derrotando. Los indicadores
en este país, un país libre, es que aquí hemos
adelantado la política de Seguridad Democrática,
a diferencia de otros países de América Latina,
sin guerra sucia.
Le he dicho a la Fuerza Pública que
esta batalla contra el terrorismo hay que ganarla con eficacia,
agresividad y transparencia. Sin guerra sucia, con plena adhesión
a los Derechos Humanos, sin limitar las libertades públicas.
Recuerdo otros países de nuestra América
Latina cómo limitaron las libertades públicas en
nombre de la lucha contra el terrorismo. Aquí no. Esas
libertades públicas que se ejercen plenamente en Colombia
impiden distorsionar indicadores. Los indicadores de delincuencia
han venido empezando a ceder en Colombia.
Por supuesto, el principal esfuerzo en materia
de prevención tiene que ser el esfuerzo educativo. Por
eso nosotros estamos empeñados en la Revolución
Educativa, que es lo que finalmente construye una sociedad con
igualdad de oportunidades, presupuesto necesario para el acatamiento
general de los ciudadanos al ordenamiento jurídico. Creo
que ese es el gran componente preventivo.
Nos ha tocado trabajar con unos recursos muy
escasos. Por eso al mirar los recursos de la justicia, creo que
hay que mirarlos en el marco de las cuentas fiscales de la Nación.
El país estaba inviable fiscalmente.
Todavía hay muy serios nubarrones. Por ejemplo, en el
Gobierno Nacional central todavía no hemos logrado lo
mínimo, que es un superávit primario, cuando ya
Brasil lo tiene de 4 puntos.
Para obtener ese superávit primario,
tenemos que consolidar al Gobierno Nacional central con las empresas
descentralizadas, con las entidades territoriales.
Déficit fiscales del 4.2 ó 5.3,
con endeudamientos del 54 por ciento del PIB y servicios de deuda
del 40 por ciento del presupuesto, dificultan mucho la disponibilidad
de recursos.
Hemos tenido muy serias dificultades para la
financiación general del Estado, pero hay toda la buena
voluntad de ir concertando salidas.
Así como lo hemos hecho para apoyar
con recursos la implementación del régimen acusatorio
y también hace poco en un gran foro en Pereira, presidido
por el señor Presidente de la Corte Suprema de Justicia,
que aquí nos acompaña, pudimos reiniciar nuevamente
los diálogos que nos permitieron llegar a un acuerdo sobre
las asignaciones salariales de un sector de magistrados y de
fiscales.
Ahí vamos dando pasos, en medio de dificultades
y de restricciones, pero creo que los vamos logrando.
Quiero defender respetuosamente la fusión
de los ministerios del Interior y de la Justicia. Es que son
dos Colombias para este efecto. La anterior a la Constitución
del 91 y la de ahora.
Antes de la Constitución del 91, si
no estoy desacertado, en la estructura del Ministerio de Justicia
se encontraba un cargo, una jerarquía: la Dirección
Nacional de Instrucción Penal Criminal. Estaba en la estructura,
dependía totalmente del Ejecutivo. Eso se eliminó en
la Constitución del 91. Se creó la Fiscalía
en el nivel del Presidente. Más todos los otros pasos
en dirección a la independencia de la justicia.
Es distinto un Ministerio de Justicia cuando
la justicia depende tanto del Ejecutivo, como dependía
antes de la Constitución del 91, a un Ministerio de Justicia
post-Constitución del 91, cuando hay una justicia independiente.
Hoy es más de coordinación, de diálogo.
Y el del Interior. Es distinto un Ministerio
del Interior con un país centralizado, sin elección
de gobernadores y sin elección de alcaldes, que un Ministerio
del Interior después de la descentralización de
la Constitución del 91, de la elección de alcaldes,
del Gobierno del presidente Betancourt, o de la elección
de gobernadores, del Gobierno del presidente Gaviria.
Y déjenme expresarles, con todo respeto,
que hoy la relación del Ministerio del Interior y de Justicia
con el orden público, no es una relación tan directa
como la tiene que tener por ejemplo el Ministerio de Defensa.
Porque me ha sorprendido que algunos han dicho
que con esa reforma se afectó la independencia. Al contrario,
se respetó la independencia.
Y además, en esta situación fiscal,
uno no debe hacer una reforma administrativa si no da ejemplo.
El país había expedido la Ley 617 y había
exigido una profunda reforma de departamentos y municipios, y
la Nación no la hacía.
Nosotros empezamos por reformar la Presidencia,
para ahorrarnos allí el 26 ó 30 por ciento de los
egresos. Seguir con algunos ministerios. Hemos reformado 160
instituciones, empezando por Telecom, Ecopetrol, el Sena, etcétera.
¿Para dónde iban las finanzas
públicas? Telecom estaba perdiendo 500 mil millones al
año. No tenía con qué pagarles a los jubilados.
Eso se lo iba a reclamar al Ministro de Hacienda, sumárselo
al déficit fiscal de la Nación. Este año
da más de 800 mil millones de utilidad, lo que le permite
pagarle 500 mil millones a los jubilados que están a cargo
de la antigua Telecom en liquidación y reiniciar un proceso
de inversiones en toda la Patria.
Creo muchísimo en la independencia de
las ramas y en su relación armónica. La relación
armónica exige un diálogo permanente. No se puede
romper el diálogo. Y el puente del diálogo hay
que mantenerlo. Francamente.
Es que en nombre de la discrepancia uno se
puede aislar, para volverse un tirapiedra. Ni en nombre del diálogo,
uno debe perder la franqueza. No. Hay que tener diálogo
con franqueza. Discrepancia con diálogo. Buscando los
intereses de la Patria, buscando opciones.
Qué bueno que así como le hemos
dado hoy una medalla a los jueces y juezas, dedicados a estimular
procesos de conciliación, nos ganemos la medalla de ser
capaz de lograr un acuerdo entre el Ejecutivo, el Congreso y
las Altas Cortes para las reformas que faltan a la justicia.
Discrepancia creativa, discrepancia con permanentes
fuentes de diálogo y siempre mirando cómo, a partir
de la discrepancia, construimos la opción que más
le favorezca a Colombia.
Muchas felicitaciones, distinguidos presidentes
de nuestras Altas Cortes, distinguidos magistrados, distinguidos
jueces y juezas. Ustedes son los Soldados de la Ley. Y sin la
Ley no hay virtud y sin virtud perece la República, como
lo dijera bellamente El Libertador en el mensaje a Ocaña.
Quiero desear a todos ustedes, a sus familias,
una Feliz Navidad. Y desear con todos ustedes, para el bienestar
de las nuevas generaciones de colombianos, que el año
2005 nos acerque definitivamente al rescate de la seguridad.
Muchas gracias”.