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TAMALES CON SABOR A CHOCÓ Y ESPERANZA

Bogotá, 20 jul (SNE). - Su sonrisa chocoana delata su origen. Su picardía se refleja en la sonrisa que esgrime con amabilidad mientras habla de sus sueños y esperanzas, de su historia y su porvenir.

Janeth del Rocío Quintero, vive en Facatativá, municipio cercano a la capital de Colombia, a donde llegó hace tres años y medio, con sus tres hijos buscando olvidar el pasado y construir un futuro que le permitiera sacar adelante a sus retoños, como ella misma les dice.

Es dicharachera, entradora y emprendedora, por eso tal vez no le fue difícil acceder a uno de los microcréditos que ofrece el Gobierno, porque prefiere los hechos a las palabras y siempre está pensando en lo que debe hacer.

No pierde oportunidad para buscar mejorar su situación y prefiere hablar más de su futuro que de su pasado, pues la entristece recordar porqué a hora está sola con sus tres hijos de 8, 10 y 13 años.

"Soy viuda de un policía al que mataron hace siete años en Guayabal de Síquima. Quedé con mis tres hijos y tuve que buscar la manera de salir adelante, no sólo por mí sino por ellos, porque cuando eso pasó mi hijo menor tenía solo un año y medio", recuerda Janeth con esfuerzo, mientras sus ojos brillantes se dilatan de tristeza.

La muerte no hizo que perdiera el espíritu emprendedor y por eso se fue a Tocaima donde decidió montar una discoteca con los recursos de la indemnización que le habían dado. El negocio funcionó bien, pero esta visionaria decidió hacer algo más en grande y por eso se propuso montar espectáculo, conciertos especialmente. La idea fue buena. El primero fue todo un éxito, pero el segundo la llevó a la quiebra.

"Traté de buscar trabajo, pero no conseguí. Por eso decidí venir a Faca con mis hijos, además porque aquí en tierra fría el estudio es mejor, se aprovecha más", asegura esta morena que sonríe mientras jocosamente explica que en tierra caliente se piensa más en otras cosas y se ve más "vagancia".

Necesitaba hacer algo. Intentó con unas cerámicas. Compraba los bizcochos para pintarlos, pero como no conocía mucha gente no le resultó el negocio, además cuando le hacían pedidos era cada mes o cada quince días y eso no funcionó. Así que decidió ayudarle a una señora que trabajaba en el comando de Faca. Y fue allí, justamente cuando la navidad no sólo iluminó el pesebre sino a esta chocoana que decidió hacer tamales.

"Todos en diciembre prefieren comprar que cocinar y me di cuenta que había mucho consumo de tamal, así que pensé que esa era mi oportunidad", recordó Janeth.

Hizo unos de prueba y empezó a ofrecerlos puerta por puerta. Se dio cuenta que tenían resultado así que decidió hacer "una tanda" grande. Preparó 120 tamales y logró comenzar a hacer negocios "en grande".

"Con un amigo que tenía la cafetería del comando en Faca le vendí 50 y así fui haciendo negocios y logrando contratos con la plaza de mercado, a la entrada de Bojacá y algunos restaurantes.

Pero la producción le exigía ampliar el negocio, comprar nuevos instrumentos. Así que le solicitó plata prestada a varias personas sin éxito, hasta que un vecino, líder comunal, le comentó de los microcréditos.

"Sólo vaya a un banco y pregunte", le dijo Carlos, el vecino. Y así fue. Se dirigió a la oficina del Banco BBVA, preguntó por los microcréditos, llenó un formulario, entregó los soportes que le solicitaban y a los 20 días recibió la buena noticia: le habían prestado tres millones de pesos.

"Nunca había solicitado un crédito a un banco, entonces él le dijo que allá daban los créditos. Hablé con el gerente, me dio un formulario, me dijo llénelo y se me facilitó porque tenía los proveedores de la carne, las hojas y todo y como a los 20 días salió aprobado el crédito, no me pusieron mucho problema.

Así salí adelante, amplié el negocio compré la estufa grande porque estaba cocinando muy incómodamente y tenía que pedir prestado utensilios", explica Janeth, mientras mueve las extensiones de su cabello color uva marrón o vinotinto rojizo, como esa jocosamente asegura y que luce con vanidad.

Ese microcrédito le permitió comprar las cosas necesarias que le hacían falta como una estufa de tres puestos, indios (ollas grandes) y cucharones, utensilios que antes debía solicitar prestados.

Hoy, esos 120 tamales con los que comenzó, son menos del diez por ciento de los 1.400 que vende semanalmente. Los contratos ya no son de 50 sino de 200 y hasta 350 tamales.

Ahora es un ejemplo para Colombia, es una del millón cien mil pequeños empresarios que han recibido microcréditos, es una orgullosa colombiana que "como millones de colombianos esperaron la oportunidad para que su talento pudiera ser de mayor utilidad a la Patria".

Por eso, esta colombiana fue ejemplo para el país, ejemplo que el Presidente Álvaro Uribe Vélez, quiso exaltar en la instalación de las sesiones ordinarias del Congreso y que ella orgullosamente supo representar ante las cámaras de televisión que la enfocaron, como signo de que ahora la esperanza se acrecienta y el sueño se hace realidad.

 

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