Entraron a un salón que parecía
extraído de un cuento de hadas. Se sentaron tímidamente
y se acomodaron juntos, lo más agrupados posible.
Dora Francisca Sierra, una mujer de campo, estaba en el Palacio
Presidencial con sus cuatro hijos, Paola, Lina, Armando y Franklin,
esperando al Presidente para saludarlo.
Hace pocos días había sido escogida para ser
representante de las madres cabeza de familia que participan
en el Plan de Familias en Acción con el cual el Gobierno
brinda subsidios para que los niños puedan acceder a
la educación y se alimenten adecuadamente.
Sus manos temblaban mientras tímidamente contaba emocionada
y apunto de llorar la alegría que sintió cuando
le dijeron que vería al presidente Álvaro Uribe
Vélez.
"A mí me eligieron como madre líder. Fue
un privilegio que las otras madres me hayan elegido. Yo hago
reuniones con ellas, nos entrevistamos en el colegio, la pasamos
muy bonito y acá fue como un privilegio aquí cuando
me llamaron", recuerda Dora Francisca.
"Sentí una gran felicidad porque yo nunca había
estado acá y me dieron hasta ganas de llorar, gritar
y aún me siento feliz de estar acá".
Para Francisca, su vida ha estado siempre en la vereda Veraguas,
en el municipio de Pacho (Cundinamarca)
Pero la alegría no era solo de ella. Sus hijos miraban
extasiados cada pared, cada cuadro, cada espejo que aparecía
frente a sus ojos. Nunca habían salido del campo ya
ahora estaban en la casa del Presidente, por eso su emoción
se reflejaba en los rostros colorados y tímidos que
dejaban escapar una sonrisa de incredulidad.
"Los niños están felices de estar acá.
Me dijeron 'rico mami que vamos a conocer al Presidente'. Imagínese...
nosotros, uno en el campo no ve nada", decía esta
campesina cundinamarquesa mientras contaba frotaba sus manos
para disimular los nervios.
Pero su gran hazaña no era estar precisamente en la
Casa del Presidente, con el Presidente, el día nacional
en el que se conmemora la Independencia del país. Su
verdadera hazaña la acompañaba orgullosa con
sonrisas
A punta de lavar ropa, hacer los quehaceres
en diferentes casas y colaborar en el restaurante escolar,
Dora Francisca
ha sacado a delante su familia que ahora ve cómo con
el subsidio de Familias en Acción se abren nuevas oportunidades.
"Conocí el programa por intermedio de la alcaldía
del municipio de Pacho. Allá fueron a las escuelas,
dieron charlas, nos inscribimos al programa y luego comenzaron
a llegar los auxilios", recordaba mientras mantenía
su mirada agachada y sus labios delgados intentaban dejar salir
las escasas frases que su timidez le permitían.
Esta campesina a la que la vida no le dio la oportunidad de
educarse, sabe lo importante que es para sus hijos el auxilio
que reciben y por eso espera que no sigan el camino que a ella
el ha tocado andar.
De hecho con más timidez de la normal y algo de pudor
escondido reconoce que no vive con nadie porque "es que
todos (mirando a sus hijos) no son de un solo papá.
Tuve una amistad, no nos entendimos y así", dice
mientras deja un silencio prolongado para darse a entender.
Hoy no sabe cómo hubiera hecho sin tener el auxilio
de Familias en Acción. "Ahora me toca trabajar
y luchar por mis hijos. El auxilio es muy bueno, me ha ayudado
no sólo a mí sino a muchas personas y me gustaría
que hubiera cobertura porque hay personas de verdad más
necesitadas que no lo están recibiendo y hay mucha pobreza".
Los dos millones doscientos noventa
y seis mil pesos que ha recibido durante los dos años y medio de este Gobierno,
le han permitido pagar las pensiones, el restaurante escolar
a los niños y conseguir comida.
Ahora se siente feliz. No se cambia
por nadie y espera que sus hijos valoren el esfuerzo que
ella ha hecho para que sean
mejores y contribuyan a una Patria más justa.
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