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UNA FAMILIA EN ACCIÓN, EN UN CUENTO DE HADAS QUE SE HACE REALIDAD

Bogotá, 20 jul. (SNE). - Llegó con sus mejillas sonrosadas y escoltada por sus cuatro hijos, los mismos que hoy creyeron estar en un sueño, los mismos que con la ayuda del Gobierno se educan y reciben alimentación a través del programa Familias en Acción.

La cita era a la 1:00 de la tarde en un lugar desconocido para ellos. Sólo había venido una vez a Bogotá, pero ninguno de sus cuatro acompañantes, conocían la capital de Colombia.

Entraron a un salón que parecía extraído de un cuento de hadas. Se sentaron tímidamente y se acomodaron juntos, lo más agrupados posible.

Dora Francisca Sierra, una mujer de campo, estaba en el Palacio Presidencial con sus cuatro hijos, Paola, Lina, Armando y Franklin, esperando al Presidente para saludarlo.

Hace pocos días había sido escogida para ser representante de las madres cabeza de familia que participan en el Plan de Familias en Acción con el cual el Gobierno brinda subsidios para que los niños puedan acceder a la educación y se alimenten adecuadamente.

Sus manos temblaban mientras tímidamente contaba emocionada y apunto de llorar la alegría que sintió cuando le dijeron que vería al presidente Álvaro Uribe Vélez.

"A mí me eligieron como madre líder. Fue un privilegio que las otras madres me hayan elegido. Yo hago reuniones con ellas, nos entrevistamos en el colegio, la pasamos muy bonito y acá fue como un privilegio aquí cuando me llamaron", recuerda Dora Francisca.

"Sentí una gran felicidad porque yo nunca había estado acá y me dieron hasta ganas de llorar, gritar y aún me siento feliz de estar acá".

Para Francisca, su vida ha estado siempre en la vereda Veraguas, en el municipio de Pacho (Cundinamarca)

Pero la alegría no era solo de ella. Sus hijos miraban extasiados cada pared, cada cuadro, cada espejo que aparecía frente a sus ojos. Nunca habían salido del campo ya ahora estaban en la casa del Presidente, por eso su emoción se reflejaba en los rostros colorados y tímidos que dejaban escapar una sonrisa de incredulidad.

"Los niños están felices de estar acá. Me dijeron 'rico mami que vamos a conocer al Presidente'. Imagínese... nosotros, uno en el campo no ve nada", decía esta campesina cundinamarquesa mientras contaba frotaba sus manos para disimular los nervios.

Pero su gran hazaña no era estar precisamente en la Casa del Presidente, con el Presidente, el día nacional en el que se conmemora la Independencia del país. Su verdadera hazaña la acompañaba orgullosa con sonrisas

A punta de lavar ropa, hacer los quehaceres en diferentes casas y colaborar en el restaurante escolar, Dora Francisca ha sacado a delante su familia que ahora ve cómo con el subsidio de Familias en Acción se abren nuevas oportunidades.

"Conocí el programa por intermedio de la alcaldía del municipio de Pacho. Allá fueron a las escuelas, dieron charlas, nos inscribimos al programa y luego comenzaron a llegar los auxilios", recordaba mientras mantenía su mirada agachada y sus labios delgados intentaban dejar salir las escasas frases que su timidez le permitían.

Esta campesina a la que la vida no le dio la oportunidad de educarse, sabe lo importante que es para sus hijos el auxilio que reciben y por eso espera que no sigan el camino que a ella el ha tocado andar.

De hecho con más timidez de la normal y algo de pudor escondido reconoce que no vive con nadie porque "es que todos (mirando a sus hijos) no son de un solo papá. Tuve una amistad, no nos entendimos y así", dice mientras deja un silencio prolongado para darse a entender.

Hoy no sabe cómo hubiera hecho sin tener el auxilio de Familias en Acción. "Ahora me toca trabajar y luchar por mis hijos. El auxilio es muy bueno, me ha ayudado no sólo a mí sino a muchas personas y me gustaría que hubiera cobertura porque hay personas de verdad más necesitadas que no lo están recibiendo y hay mucha pobreza".

Los dos millones doscientos noventa y seis mil pesos que ha recibido durante los dos años y medio de este Gobierno, le han permitido pagar las pensiones, el restaurante escolar a los niños y conseguir comida.

Ahora se siente feliz. No se cambia por nadie y espera que sus hijos valoren el esfuerzo que ella ha hecho para que sean mejores y contribuyan a una Patria más justa.

 

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