Discurso del presidente Alvaro Uribe ante consejo permanente
de la OEA
PARA LOS TERRORISTAS NO HAY PAÍSES HERMANOS, HAY IDIOTAS ÚTILES
Washington, mar. 25 (SNE).- El siguiente es el
discurso del Presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez, ante la sesión
Protocolar del Consejo Permanente de la Organización de Estados
Americanos (OEA):
"Acudo a este recinto con profundo respeto, con devoción
por la democracia, lleno de recuerdos, con la angustia de la debida,
digna representación de los colombianos.
Acudo honrando la memoria de una figura cumbre
de la democracia americana, que sirvió bien acá, Alberto Lleras Camargo, quien tanto
lustre dio a Colombia, al mundo democrático.
Acudo a este recinto, justamente cuando se están cumpliendo los
10 años del mandato en la Secretaría de la OEA, del señor
ex Presidente Cesar Gaviria, cuyo paso honra a Colombia, es motivo de
satisfacción para cada uno de los ciudadanos de nuestra Patria
y deja un legado fecundo en innumerables tareas.
Acudo a este recinto con inmenso respeto por
cada uno de ustedes, distinguidos Embajadores, representantes permanentes
de nuestros países americanos,
y con especial respeto y reconocimiento a la tarea del doctor Horacio
Serpa Uribe, Embajador representante permanente de Colombia, quien con
su presencia en esta delegación ha contribuido noblemente a la
construcción de consenso en mi Patria. Ha honrado la democracia
americana y ha representado dignamente la inteligencia y el espíritu
democrático de mi pueblo.
Quiero agradecer tantos esfuerzos de la Organización de los Estados
Americanos por Colombia, por la democracia del Continente, señor
doctor Cesar Gaviria. Su tarea, en estos 10 años, ha tejido con
laboriosidad la bella artesanía del fortalecimiento de la democracia
del Continente.
Cuando usted mire con el reposo que hoy no tiene,
el discurrir de estos 10 años, encontrará una democracia más cimentada
en todas las Américas. Unos pueblos en todas las Américas
con más confianza democrática, con más aferramiento
al pluralismo, dispuestos a no permitir que se les limite uno solo de
los derechos democráticos.
La democracia necesita transparencia, la transparencia
en la gestión
pública legitima tanto o más que el mismo origen democrático
de quienes ejecutan la tarea pública.
Quiero rendir un homenaje a sus esfuerzos, señor doctor Cesar
Gaviria, por la transparencia en la gestión pública del
Continente. Dentro de poco, el mundo no volverá a hablar de dictaduras,
las nuevas generaciones solo conocerán el pluralismo democrático
y la gran preocupación por la legitimidad, se enfocará hacia
la transparencia.
Usted, en esta conducción de la OEA ha sentado pilares muy fuertes.
Se ha anticipado a lo que será la preocupación de las nuevas
generaciones y ha hecho de la transparencia en la gestión pública
del Continente, la principal fuente de legitimación de la tarea
democrática que hay que religitimar para mañana.
Los procesos electorales no bastan como causas
de legitimación
democrática, se necesita religitimar la democracia al despuntar
del sol de cada día, y eso solo lo consigue la transparencia de
la gestión pública.
Cuánto nos ha ayudado la OEA en este proceso de su conducción
para que países como nuestra Patria colombiana empiecen a doblar
la triste noche de las minas antipersonales sembradas por los grupos
terroristas a lo largo y ancho de nuestro territorio y que han dejado
centenares de compatriotas mutilados, como muy bien, usted lo expresaba
ahora.
Cuánto nos ayuda el esfuerzo de la OEA contra el tráfico
de armas, cuya última expresión se vio en la Conferencia
de Bogotá, hace pocas semanas, presidida por el Embajador Serpa,
y que nos dio la oportunidad de decir ante el mundo, lo que quiero repetir
hoy ante ustedes, distinguidos embajadores de la América hermana.
Más del 90 por ciento del los crímenes de Colombia, se
cometen con armas ilegales fabricadas por fuera de Colombia. Una Patria
como la colombiana, afectada por una de las tasas de criminalidad más
alta del mundo se encuentra en la mayor necesidad de que sea eficaz la
iniciativa de la OEA, para la eliminación del tráfico ilícito
de armas.
Cuánto contribuye a la gobernabilidad del Continente, el esfuerzo
académico de la OEA para que haya absoluta claridad sobre el grado
de democracia participativa y el grado de democracia representativa que
se requiere en cada uno de nuestros Estados. Ese esfuerzo académico,
conducido por usted, señor ex Presidente, Cesar Gaviria, será de
enorme utilidad para construir gobernabilidad.
Pienso yo, que hoy no pueden estar en disputa
los conceptos de democracia participativa y de democracia representativa.
Deben ser convergentes.
Los partidos que canalizan la democracia representativa son referentes éticos,
morales e ideológicos imprescindibles, pero no pueden ser cuerpos
anacrónicos e inmutables.
Y los espacios de democracia participativa, son
necesarios en una época
en la cual el ciudadano está más informado y con mejor
acceso a la información, quiere seguir la acción del Estado
a cada momento, y entiende que para que el ciudadano sea el beneficiario
de la acción del Estado y no lo sean grupos de interés
o corruptelas, ese ciudadano tiene que tener el derecho, y poder ejercerlo,
de participar de manera más creciente en la toma de las decisiones
públicas, en la ejecución y en la vigilancia de esas decisiones,
razón de ser de la democracia participativa.
Los esfuerzos de la OEA nos ayudarán a entender cómo,
de ahora hacia delante, hay que tener esa clarísima integración
entre las dos expresiones de la democracia que produjeron el magnífico
debate entre Madison y Jefferson, en los orígenes de la democracia
norteamericana y que hoy tienen que conducirnos a entender los nuevos
presupuestos de gobernabilidad.
Cuánto tiene que agradecer Colombia a la OEA y a su gestión,
señor ex Presidente, Cesar Gaviria, por su constante preocupación
por la paz de nuestro país.
Era yo Gobernador de Antioquia en 1997, se necesitaba
dar garantías
para adelantar un proceso electoral en octubre y sectores del movimiento
guerrillero ordenaron entorpecer allí las elecciones. Tomamos
la decisión de que no se aplazarían porque ninguna amenaza
puede hace sucumbir la democracia, y tuve el apoyo presto de la Organización
de Estados Americanos, que con el enorme sacrifico de haber visto secuestrados
a algunos de sus delegados, intervino allí para ayudarnos a dar
garantías efectivas al debate democrático.
Hoy un proceso de paz que puede ayudar a remover
uno de los actores de la violencia en mi Patria, tiene mejores posibilidades
de éxito
y de credibilidad gracias a la decisión de la OEA. Sin temblores
y sin dubitaciones, firme como son todas sus decisiones Presidente Gaviria,
de acompañar ese proceso, de verificar el cese de hostilidades,
de ayudarnos para que ese proceso contribuya a la paz de Colombia.
Tendría innumerable cantidad de materia para hacer un repaso
de su diligente actividad en estos 10 años de la OEA y para reiterar
a usted y cada uno de los representantes en el Consejo Permanente y al
Embajador Serpa, nuestra incancelable gratitud.
Déjenme, expresar a ustedes que nuestro concepto de seguridad
es democrático.
Democrático porque es para dar seguridad a los amigos del Gobierno
y a los opositores, a los líderes empresariales y a los líderes
sindicales, a las mayorías y a las minorías étnicas,
a los campesinos y a los empresarios del campo. Seguridad para todos.
Y cuando se propone un concepto democrático de seguridad es para
proponer una diferencia con los viejos conceptos de la seguridad nacional
que recorrieron el Continente, sin sentido democrático, solamente
con ánimo de persecución de las ideas disidentes, que aprovecharon
las armas institucionales para silenciar las voces críticas y
que no anticiparon la necesidad de que hay que crear un equipo entre
el concepto de seguridad y la práctica de la democracia.
Ese concepto de seguridad no nos permite aceptar
como simples insurgentes a quienes están en armas contra el
Estado y contra la sociedad colombiana.
Déjenme atrever a proponer este concepto a la consideración
de ustedes. Cuando las instituciones de un Estado proceden para consolidar
el pluralismo democrático, ninguna acción contra ese Estado,
por la vía de las armas, puede calificarse de manera distinta
de señalarla terrorista.
Puesto en palabras más cortas, cuando no hay terrorismo de Estado,
no puede aceptarse acción política armada contra el Estado.
Por eso nosotros no reconocemos en Colombia a
los enemigos armados de nuestro ordenamiento jurídico como insurgentes, los señalamos
como terroristas. Porque hemos hecho un gran esfuerzo para fortalecer
esta democracia, como lo indica solamente el proceso electoral del año
pasado, que se refirió al referendo propuesto por el Gobierno
y a las elecciones regionales.
El Gobierno apenas pudo obtener la aprobación de uno solo de
los puntos del referendo -bastante importante-: la prohibición
de que aquellos condenados por corrupción no puedan volver al
Estado por elección, por contrato, por nombramiento.
Pero, ese referendo, sin las facilidades de las
preguntas populistas, con temas sumamente difíciles y variados, como la propuesta de
eliminar los regímenes especiales de pensiones, dio una gran oportunidad
para debatir a fondo, con democracia participativa, los problemas de
Colombia.
Y puedo decir hoy, ante la Organización de los Estados Americanos,
que ninguno de los opositores, que ninguno de los abstencionistas, puede
levantar la mano para decir que sus derechos democráticos fueron
limitados. Gozaron de todos los espacios, controvertí con todos
ellos, pero me propuse como Presidente sentar un antecedente: construir
la doctrina de que el debate tiene que darse con superior respeto a las
personas y con plenitud de fuerza en las ideas.
No lastimamos a uno solo de los contradictores.
Nuestra participación
fue vibrante, seguramente con todas las debilidades de la condición
humana, pero con el buen cuidado de que nadie pudiera llamarse afectado
por la palabra del Presidente o por la acción del Gobierno.
Y candidatos de la oposición, de partidos llámense de
izquierda, derivados de antiguas guerrillas, alternativos a los tradicionales,
gozaron de garantías efectivas que son mucho más que las
garantías formales.
Gracias a esta política, pudieron participar, provistos de todas
las condiciones de seguridad en ese debate electoral y ganaron posiciones
muy importantes como la Alcaldía de Bogotá o la Gobernación
del Valle del Cauca.
Eso puso en evidencia una política de
seguridad firme y sin claudicaciones en contra del terrorismo y al
servicio de la democracia, que nos da fortaleza
para decir que, quienes atentan en armas contra ese Estado, contra esas
instituciones y contra esa comunidad son terroristas.
Y muchos ciudadanos del mundo me preguntan: 'pero
si usted no ha cerrado las puertas de la negociación, ¿cómo hace posible
que se les denomine terroristas y que se negocie con ellos?', por eso
hemos exigido el cese de hostilidades como condición para negociar
con cualquiera de estos grupos. Porque en el momento que ellos cesen
hostilidades, que ellos pongan fin a las acciones delictivas, en ese
momento dejan de repetir acciones terroristas y se facilita el diálogo.
Pero no el diálogo para que se fortalezcan como terroristas, sino
el diálogo para que avancen hacia la paz, hacia la deposición
de las armas, hacia la reconciliación.
Hemos dicho que es prerrequisito para iniciar
uno de estos procesos, con cualquier grupo, el cese de hostilidades
pero que carecemos de afán
para el desarme y la desmovilización.
Desde la OEA repito este mensaje a los miles
de campesinos colombianos, engañados por estos grupos: desde que haya cese de hostilidades,
no importa cuanto tiempo se requiera para llegar al desarme y a la desmovilización.
Y el acompañamiento de la OEA, en el proceso en curso, va a ser
definitivo para demostrarle al mundo que eso también es posible.
Y no obstante que hay un Presidente resuelto en lo personal y en lo institucional
a derrotar a los terroristas, con la acción legítima de
las armas del Estado, también ese Presidente y ese gran pueblo
de Colombia aceptan el proceso de diálogo. Pero sin que haya engaños,
como se engañó en el pasado. Procesos de diálogo
que conduzcan definitivamente a la remoción de activistas de la
violencia, a la consecución de la paz.
Y quiero llamar con toda solidaridad la atención
de todos ustedes sobre el tema de las drogas y el riesgo del contagio.
Si Colombia no tuviera droga, Colombia no tendría terroristas.
Pertenezco a una generación de colombianos educada en la universidad
pública, mis compañeros miraban, desde las bancas universitarias
con enorme esperanza, la Revolución Cubana. Competían a
ver cuáles ideas eran más convenientes, si las de la Unión
Soviética, las de Mao Tse- Tung. Estudiaban con febrilidad el
tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo, la
Primacía del Estado de Hegel, Ideología y Aparatos Ideológicos
del Estado de Althuser, el modelo de la Teoría del valor de uso
y del valor de cambio, la sustitución del Estado Burgués
-como peyorativamente se definía al democrático- por la
dictadura del proletariado. Equivocaciones a la luz de la historia, pero
sueños ideológicos plausibles.
¿Qué ha pasado con el curso de los años? Que mientras
muchos proyectos ideológicos en armas, en América Latina
se mantuvieron en la ideología, fueron pobres y en el momento
en que dejaron de percibir donaciones internacionales, se vieron obligados
a negociar, los nuestros abandonaron la ideología, abrazaron el
negocio de la droga, cambiaron el idealismo por el mercenarismo y miran
con la arrogancia del criminal rico cualquier posibilidad de imperio
del Estado de Derecho, esa dificultad de derrotarlos y les ha bloqueado
su mente frente a la alternativa de la negociación. Pero los vamos
a derrotar, sin negarles la oportunidad de que negocien.
Por eso necesitamos que siga esta gran cooperación de la OEA
y de cada país en particular. Los colombianos sentimos con gratitud
todo el acompañamiento de la OEA, con sus declaraciones, con sus
acciones, cada vez que el terrorismo nos ha golpeado. Y necesitamos más
y más cooperación de cada uno de nuestros vecinos.
La droga ha destruido en Colombia, país tan rico en biodiversidad
y tan rico en disponibilidad de agua dulce por unidad de superficie,
como muchos de los países hermanos que ustedes representan, ha
destruido en Colombia 1.700.000 hectáreas de selva tropical.
¡Qué peligro del contagio! Si no paramos eso, va a destruir
la cuenca Amazónica.
A mi generación nunca le fue posible avizorar, que 30 años
después de estar en las bancas universitarias, la ideología
fuera reemplazada por el mercenarismo. De pronto en las décadas
que vienen, la droga puede destruir la cuenca amazónica, así parezca
eso hoy, no anticipable.
Hay que derrotar la droga, entenderla como el
gran destructor de la ecología. Nuestro Continente tiene en la ecología la gran
reserva del presente y el fututo, y en la droga el gran enemigo de la
ecología.
Los terroristas no respetan fronteras, la arrogancia
del criminal, derivada de su sed de sangre y de su ambición de dinero, su cinismo, le
lleva a tratar cínicamente, no solamente las instituciones de
su país de origen sino las instituciones de cualquier país.
Para ellos no hay países hermanos, para ellos simplemente hay
idiotas útiles. Ellos se aprovechan de la pasividad de algún
gobierno para combatirlos y terminan maltratando a los ciudadanos del
país de ese gobierno.
El problema del terrorismo en Colombia, de la
droga en Colombia que lo financia, es hoy un problema de Colombia y
entraña un riesgo
de contagio para todos los países hermanos.
Por eso, yo quiero invitarlos a que fortalezcamos
nuestras acciones de cooperación con el terrorismo. La mayor responsabilidad la
tiene Colombia para evitar que estos terroristas extiendan sus actividades
a los países hermanos, pero mucho nos ayudará a cumplirla
en la medida que haya más y más cooperación.
Entiendo también que nuestro Continente tiene que superar el
señalamiento mundial de la inequidad social, por eso hemos estado
empeñados en recuperar la confianza en Colombia, no solamente
sobre la acción de una política democrática de seguridad,
sobre el impulso de la transparencia siguiendo los mandatos de la OEA,
sino adicionalmente sobre la reactivación económica y social.
Creo en una visión para América Latina en particular,
una América Latina sin exclusiones y sin odios, con democracia
ambiciosa en lo social, sin engaños populistas, porque el engaño
populista se torna en la nueva armazón que cubre el viejo odio
de los enfrentamientos armados.
Una América Latina sin exclusiones y sin odios, en fraterno y
permanente debate democrático, nos obliga a poner mucho énfasis
en la tarea social.
Por eso estamos impulsando en Colombia las Siete
Herramientas de Equidad. La Revolución Educativa que nos ha permitido extender las posibilidades
de educación básica a medio millón de niños,
la meta de este gobierno es 1.500.000. Si la cumplimos, bastante exigente,
no será suficiente. Todavía quedarán en el 2006,
500.000 niños sin acceso a la educación básica.
La calidad en la educación, la capacitación técnica.
En ese sistema hemos encontrado una contradicción entre el Estado
burocrático, dilapidador de recursos, con discurso social y sin
resultados sociales. Problema de América Latina: mucho discurso
social, estados dilapidadores en lo burocrático, en lo clientelista,
sin resultados sociales.
En nuestra reforma del Estado, hemos puesto como
ejemplo la reforma de esta institución. El recorte, la eliminación del gasto
público innecesario en ella, la mayor orientación de los
recursos hacia la inversión social productiva y el resultado formó 1.000.000
de colombianos en el año 2002, 2.200.000 colombianos en el 2003,
y con la ayuda de Dios habremos de dejarla formando 4.000.000 de colombianos
en el año 2006 y mejorando las posibilidades de empleabilidad
de sus egresados.
Con el Presidente Gaviria, en el ejercicio de su mandato en mi Patria,
empezamos la tarea de renovar la seguridad social y aspiramos continuar
con otros pasos de gran importancia.
El año pasado, a ese régimen subsidiado de seguridad social
que concebimos con Juan Luis Londoño -quien nos acompaña
en perenne memoria- a el ingresamos 1.200.000 colombianos pobres, y este
año vamos a cumplir la meta de otro millón y medio de conciudadanos.
Para el final de este año todos los colombianos indígenas,
todos los colombianos de los estratos pobres de la antigua zona de despeje,
todos los colombianos de los estratos pobres de las antiguas zonas especiales
de orden público, estarán afiliados al régimen subsidiado
de salud.
Estamos trabajando por la economía cooperativa, solidaria, que
tuvo un gran espacio en la Constitución de 1991, por primera vez
se consagró el espacio de la tercera vía. Constituciones
hechas para la economía del sector público, para la del
sector privado tradicional y negadas para la economía solidaria.
Al amparo de esa norma de la Constitución del 91, venimos impulsando
la economía solidaria como una expresión que puede trabajar
con la eficacia y la flexibilidad del sector privado y que busca la solución
de los problemas públicos, que es el objetivo del Estado.
Hoy 5.000.000 de niños colombianos están en los programas
de nutrición infantil, cifra insuficiente pero creciente. Y además
entre este año y el 2005, aspiramos que otros 700.000 niños
colombianos entren a ese programa.
340.000 familias de la Patria, a través de las mamás están
recibiendo un subsidio bimestral para garantizar la asistencia de sus
niñitos al colegio. Y 70.000 colombianos bachilleres, que no han
ingresado a la universidad y que están a riesgo de enrolarse en
los grupos delincuenciales, están siendo vinculados este año
a programas cortos de formación teórica y también
de práctica empresarial.
Todo es insuficiente, pero si persistimos iremos
consiguiendo una sociedad más justa.
Soñamos con un país de propietarios, con un país
de capitalismo social. El banco central ha certificado que en este Gobierno,
el microcrédito ha crecido en un 57 por ciento. Hasta febrero
más de 900.000 familias colombianas se habían favorecido
del microcrédito. Pero son más las que faltan. Hace poco
acudí con el Ministro de Comercio a una reunión de microempresarios
y todos reclamaban y el Ministro me dijo: 'por qué están
todos bravos, si en este Gobierno ha crecido mucho el microcrédito',
le dije: 'porque aquí no están los que han recibido microcrédito
sino los que no han podido acceder al microcrédito. Porque la
tarea del Gobierno no es estar viendo las páginas de power point
para sentirse jactancioso de lo logrado, sino estar mirando lo que falta
para avanzar hacia aquellos que continúan siendo excluidos'. Esa
es una tarea fundamental de gobernabilidad.
Yo les cuento estas cifras para que ustedes se
entusiasmen a acompañarnos,
pero no porque esté contento con ellas, porque cualquier progreso
es insignificante frente a lo mucho que necesita Colombia.
Los acuerdos de comercio no nos pueden dividir.
Esta semana el Gobierno de los Estados Unidos anunció la iniciación oficial de
negociaciones del acuerdo de comercio con Colombia. Pero que bueno poder
decir a ustedes que en diciembre terminamos la negociación básica
entre la Comunidad Andina y MERCOSUR, y que ahora se están concluyendo
las negociaciones de los protocolos adicionales.
Los acuerdos de comercio no pueden ser ni excluyentes
ni tener sesgos ideológicos.
Yo los invito a que miremos el tema desde una óptica práctica.
Los acuerdos de comercio tenemos que proponer que sean equitativos para
que sean durables y cuenten con legitimidad popular, que no sean excluyentes
y que definitivamente estén orientados a producir resultados sociales,
que sean una vía para reivindicar las grandes masas excluidas
de nuestros países.
Reitero todo el respeto del pueblo de Colombia
y de nuestras instituciones a la Organización de los Estados Americanos. Que la memoria de
Alberto Lleras, que el gran legado del Presidente Gaviria, que honra
a Colombia, iluminen para siempre la buena andanza de esta gran organización.
Este mensaje lo traigo en nombre de un pueblo
que ha sentido el fuego, que ha sentido el fuego del sufrimiento, pero
que en ese fuego también
ve la luz de su prosperidad.
Ustedes, saben todos, que mi política de seguridad es aplaudida
y controvertida. Ustedes, saben todos, que hay gran división de
analistas alrededor de esa política. Una política ejecutada
por las falencias de la condición humana, pero tengan la certeza
que vivo tan consagrado a la derrota del terrorismo como a estimular
el amor por la democracia.
El Libertador nos enseñó que "la fuerza de las instituciones
legítimas armadas, es la garantía del débil, lo único
que espanta al delincuente". Las armas de Colombia tiene hoy una
misión: proteger a los débiles, a los indefensos de todas
las horas, derrotar el terrorismo, honrar la democracia.
Muchas gracias a ustedes. Felicitaciones, Presidente
Gaviria."
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