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Dice Luis Alberto Moreno, embajador en EEUU
'HEMOS RECUPERADO LA FE Y LA CONFIANZA EN EL PORVENIR DE COLOMBIA'
Bogotá, 30 mar. (SNE).- "Colombia se encuentra en un punto crítico de su historia. Con los ingentes esfuerzos de millones de colombianos, hemos logrado un quiebre en la tendencia de los indicadores de violencia y criminalidad. Hemos recobrado el control soberano del territorio y puesto a la defensiva a quienes atropellan los derechos inalienables de los ciudadanos. La inversión, el empleo, y el crecimiento muestran signos claros de reactivación. Pero por encima de todo, hemos recuperado la fe y la confianza en el porvenir de nuestro país."
De esta manera, Luis Alberto Moreno, embajador de Colombia en Estados Unidos, manifestó en el Foro Portafolio que los progresos obtenidos por la administración del presidente Álvaro Uribe Vélez son alentadores, pero que los retos en materia de seguridad y reactivación económica y social siguen siendo descomunales.
"No nos podemos dar el lujo de aflojar el paso; pues pausar, sería retroceder. Tenemos que continuar construyendo poco a poco sobre las realizaciones y progresos del día anterior. Y al mismo tiempo, sobre la marcha, pensar a más largo plazo e ir conceptualizando el país del futuro," sostuvo.
Y agregó: "En cuanto al tema político, solo hay que mirar la diferencia que han representado en materia de seguridad los recursos del Plan Colombia para comprender la necesidad estratégica de saber vender el país. A Colombia la aquejan dos grandes males que no conocen fronteras. De un lado está el narcotráfico, una industria perversa, tan globalizada como cualquier otra y que afecta los intereses de un sinnúmero de países. Del otro, está el terrorismo, otro cáncer de alcance mundial. Si bien los grupos armados ilegales que operan en Colombia son de carácter regional, antes que global, para nadie es secreto que tienen vínculos con organizaciones terroristas internacionales y con redes planetarias de tráfico de drogas, armas, precursores químicos y dinero."
Al respecto, Moreno advirtió que los problemas globales demandan soluciones transnacionales.
"Si queremos avanzar hacia la resolución de los mismos, tenemos que colaborar con los países que tienen intereses afines a los nuestros. Y la única manera de que la colaboración sea efectiva y responda verdaderamente a nuestras necesidades, es que tengamos una visión clara de lo que queremos lograr, y seamos creíbles, serios y perseverantes. Si no logramos formular y transmitir una visión de una Colombia próspera, pujante y en paz, libre de terrorismo y narcotráfico, no atraeremos los recursos y la cooperación-tanto pública como privada-que necesitamos para hacer de ese sueño una realidad. Por este motivo, todos los colombianos tenemos el deber de realizar un esfuerzo proactivo de comunicación, que resalte nuestros valores y talentos, sin por ello omitir los problemas y desafíos del país."
El siguiente fue el discurso pronunciado por el embajador Luis Alberto Moreno en el Foro Portafolio:
"Quisiera antes que nada agradecer a Pedro Medina y Mauricio Rodríguez-dos grandes amigos y destacados representantes de la Colombia dinámica, positiva, audaz y vendedora-por esta invitación. Su labor 'evangelizadora' sobre la importancia-en un entorno globalizado y lleno de retos-de creer en nuestro país, y sobre todo, de saber articular y llevar a la práctica esta convicción, no solo es loable, sino también visionaria. Pedro y Mauricio ya están pensando en la Colombia del futuro, en la de sus hijos y nietos, y entienden como pocos que para construirla hay que primero soñarla.
Como ustedes saben, vender a Colombia no siempre es fácil. El nuestro es un país de contradicciones que parecen insondables. Para mí, que ya pasé de los cincuenta y soy ciudadano orgulloso de este país, resulta difícil conciliar en mi mente la belleza sublime de nuestros paisajes, la enorme riqueza biológica y mineral de nuestra tierra y el inmenso talento artístico y empresarial de nuestra gente, con las tasas de homicidio y secuestro más altas del mundo. Imagínense lo incomprensible que resulta esta situación para quienes de Colombia solo han leído titulares de prensa.
Cuando trato de sortear las enormes paradojas de nuestro país, y busco refugio en las lecciones de la historia, recuerdo una frase memorable del personaje de Orson Welles en la película El Tercer Hombre: 'En Italia, durante treinta años bajo los Borgia, hubo guerra, terror, asesinatos, derramamiento de sangre... de allí surgieron Miguel Ángel, Leonardo Da Vinci y el Renacimiento. En Suiza reinó el amor fraternal durante quinientos años de paz y democracia; ¿y qué produjeron? ¡Relojes!'.
Esta cita no pretende minimizar la angustia de quienes han sufrido la violencia de Colombia, sino más bien vislumbrar que de nuestros problemas y contradicciones pueden surgir las claves de un futuro mejor.
Tanto la historia como la sicología nos brindan abundantes ejemplos de como la adversidad y el sufrimiento alimentan la grandeza de las personas y las naciones. La Italia Renacentista es solo un ejemplo. Otro sería la Europa de la Primera Guerra. En los años que rodearon este conflicto, enmarcados por la destrucción y la miseria, Einstein y Böhr transformaron nuestra noción del tejido de la realidad, Joyce y Kafka iluminaron las profundidades de la experiencia humana, y Picasso y Matisse alteraron para siempre nuestra forma de contemplar el mundo.
En los campos más prácticos de la economía y lo social, hay ejemplos patentes como el resurgimiento de Alemania y el Japón después de la hecatombe de la Segunda Guerra; el rápido desarrollo de Corea del Sur tras su sangriento conflicto con el Norte, o los notables avances económicos y sociales de un Israel en estado de alerta permanente. Para mi no existe la menor duda de que nuestras angustias y sufrimientos, bien canalizados, pueden ayudar a redimir a Colombia.
¿Por qué vender a Colombia?
Colombia se encuentra en un punto crítico de su historia. Con los ingentes esfuerzos de millones de colombianos, hemos logrado un quiebre en la tendencia de los indicadores de violencia y criminalidad. Hemos recobrado el control soberano del territorio, y puesto a la defensiva a quienes atropellan los derechos inalienables de los ciudadanos. La inversión, el empleo, y el crecimiento muestran signos claros de reactivación. Pero por encima de todo, hemos recuperado la fe y la confianza en el porvenir de nuestro país.
Estos progresos son alentadores. Sin embargo, nuestra tarea apenas comienza. Los retos en materia de seguridad siguen siendo enormes. Y nuestras deficiencias en los frentes económico y social son descomunales. Estos formidables desafíos harían titubear hasta al más valiente. Pero no nos podemos dar el lujo de aflojar el paso; pues pausar, sería retroceder.
Tenemos que continuar construyendo poco a poco sobre las realizaciones y progresos del día anterior. Y al mismo tiempo, sobre la marcha, pensar a más largo plazo e ir conceptualizando el país del futuro. Dejemos de especular sobre '¿Cuándo se jodió Colombia?', y concentrémonos en cuándo y cómo la vamos a sacar adelante. Esta es una labor titánica, pero posible. ¿Quién se iba a imaginar hace 10 años que Bogotá tenía arreglo? Es realmente impresionante lo se puede lograr con liderazgo visionario y sostenido, y una ciudadanía comprometida.
Una tarea crítica de este gran esfuerzo nacional es la venta eficaz de nuestro país y nuestra visión de futuro, tanto para adentro como hacia afuera. En el campo doméstico, como sugieren los economistas y como hemos visto en Colombia en los últimos meses, el progreso y la confianza se refuerzan mutuamente, generando una suerte de círculo virtuoso. A mayor progreso, mayor confianza. Y a mayor confianza, mayor progreso. A los primeros que hay que convencer de que el cambio en Colombia es posible, es a nosotros mismos. Si no logramos esta meta, cualquier esfuerzo de venta hacia afuera resultará inútil.
Mirando ahora hacia afuera, la venta de nuestro país al mundo es una condición sine qua non para realizar nuestras aspiraciones de paz y desarrollo. Los logros alcanzados a la fecha en materia de seguridad y confianza se han apoyado de manera importante en la cooperación internacional y la integración de nuestra economía con el mundo. En momentos en qué comenzamos a vislumbrar una salida, el intercambio - no solo de productos, servicios y recursos, sino también de experiencias, modelos e ideas- se torna indispensable para poder forjar un futuro próspero y pacífico para todos los colombianos. Si no logramos vender al mundo esta nueva visión de Colombia, es mucho menos probable que la misma se haga realidad.
En el entorno globalizado y competido del siglo XXI saber vender el país es un imperativo estratégico, tanto en el campo económico, como en el campo político. Concentrémonos por un momento en el campo económico. Si uno mira con detenimiento la situación colombiana, se da cuenta que cualquier receta para arrojar las tasas de crecimiento del 5% o más que son indispensables para sacar de la pobreza a grandes cantidades de colombianos, pasa por atraer volúmenes importantes de capital extranjero y aumentar considerablemente las exportaciones de bienes y servicios.
¿Cómo vamos a lograr atraer recursos escasos y penetrar mercados competidos? Sin duda necesitamos articular una estrategia y tener un sentido de misión. Aparte de esto, tenemos que llevarla a la práctica todos los días. Cada vez que se vende un proyecto de inversión, un producto, o un servicio colombianos en el extranjero se está vendiendo el país. El éxito o fracaso de cada iniciativa de negocios individual no solo depende, sino que también repercute sobre la marca 'Colombia'. Por este motivo, la coherencia y unidad del mensaje que se transmite, tanto por canales privados, como por canales públicos, es fundamental. Lo que cada empresario comunica en cada transacción en materia de calidad, creatividad, eficiencia, puntualidad, seriedad, etc. es la vanguardia de la imagen de Colombia en el mundo.
En cuanto al tema político, solo hay que mirar la diferencia que han representado en materia de seguridad los recursos del Plan Colombia para comprender la necesidad estratégica de saber vender el país. A Colombia la aquejan dos grandes males que no conocen fronteras. De un lado está el narcotráfico, una industria perversa, tan globalizada como cualquier otra y que afecta los intereses de un sinnúmero de países. Del otro, está el terrorismo, otro cáncer de alcance mundial. Si bien los grupos armados ilegales que operan en Colombia son de carácter regional, antes que global, para nadie es secreto que tienen vínculos con organizaciones terroristas internacionales y con redes planetarias de tráfico de drogas, armas, precursores químicos y dinero.
Los problemas globales demandan soluciones transnacionales. Si queremos avanzar hacia la resolución de los mismos, tenemos que colaborar con los países que tienen intereses afines a los nuestros. Y la única manera de que la colaboración sea efectiva y responda verdaderamente a nuestras necesidades, es que tengamos una visión clara de lo que queremos lograr, y seamos creíbles, serios y perseverantes. Si no logramos formular y transmitir una visión de una Colombia próspera, pujante y en paz, libre de terrorismo y narcotráfico, no atraeremos los recursos y la cooperación-tanto pública como privada-que necesitamos para hacer de ese sueño una realidad.
Cuando pienso en los desafíos que plantea la imagen de nuestro país que predomina en el exterior, recuerdo una de esas frases magníficas de Winston Churchill: 'La historia me tratará bien, porque yo pienso escribirla.' En el último cuarto de siglo los colombianos hemos sido objeto de una gran campaña de desinformación y distorsión ha nivel mundial. Esta ha generado la percepción en muchas partes del planeta de que somos ante todo una nación de narcotraficantes. Yo no creo que esta campaña haya sido intencional, ni premeditada, ni que haya sido dirigida por algún grupo o persona particular. Lo cierto es que nuestro país si ha despachado abundantes toneladas de cocaína al exterior y generado muchos titulares aterradores. En el mundo interconectado de hoy, la información adquiere una dinámica propia y no es controlada por nadie. Esto ha contribuido al cuasi monopolio que tiene el narcotráfico de nuestra imagen externa.
Evidentemente, la culpabilidad final de este fenómeno recae sobre los narcotraficantes y criminales que han utilizado a nuestro país como base de operaciones. Sin embargo, pienso que al menos en lo que refiere al tema de la imagen, todos los colombianos de bien cargamos con una parte de la responsabilidad. Quizás nuestro pecado sea sobre todo de omisión. Pero cuando nos avergonzamos de mostrar nuestro pasaporte, o tratamos de ocultar nuestra nacionalidad, estamos dando pie para que alguien más construya nuestra identidad y defina quiénes somos.
Por este motivo, todos los colombianos tenemos el deber de realizar un esfuerzo proactivo de comunicación, que resalte nuestros valores y talentos, sin por ello omitir los problemas y desafíos del país. Es cierto que no podemos controlar la opinión internacional, y mal haríamos en negar el lado oscuro de nuestra realidad. Pero si podemos realizar una mejor tarea para guiar a la opinión pública hacia un entendimiento más rico y más sofisticado de la compleja realidad colombiana.
Hay una razón adicional para tomarnos muy a pecho la tarea de vender activamente a Colombia. Se trata del estimulante y saludable proceso de reflexión y auto crítica que este esfuerzo genera. En las últimas décadas, los colombianos hemos sufrido una grave crisis de auto-estima. Algunos asegurarán, incluso, que sufrimos de trauma colectivo. Hasta la década de los cincuenta, vivíamos en un país parroquiano e introvertido, pobre pero honrado, y excluyente pero relativamente pacífico, que se preciaba de hablar el mejor español de América y de tener como capital a la Atenas Suramericana. Uno de nuestros Presidentes, Marco Fidel Suárez, se ufanaba de nunca haber salido de Colombia.
Pero una combinación de factores-entre buenos, regulares, y nefastos (como el narcotráfico)-dieron al traste para siempre con esta cómoda ilusión. Y la verdad es que todavía no nos hemos recuperado completamente del 'shock' y no hemos terminado de construir nuestra identidad en un mundo más integrado, más pluralista y que se mueve mucho más rápido.
En medio de la angustia e incertidumbre que produce el cambio, la introspección y la reafirmación de nuestros valores y propósitos es una herramienta fundamental par volver a tomar las riendas de nuestro destino, y dar pasos hacia adelante. Si no construimos una nueva visión de país, los violentos la forjarán por nosotros. Si nos quedamos en quejarnos de los problemas que nos genera este nuevo entorno, y no avanzamos para aprovechar sus oportunidades, éstas últimas se esfumarán y los primeros nos asfixiarán. Y si no nos podemos convencer a nosotros mismos, todos los días, de que nuestro país es único, y que vale la pena luchar por él, entonces cualquier esfuerzo de puertas para afuera, será, para citar a Bolívar, como 'arar en el mar.'
Un paradigma de éxito
Cuando me he puesto a pensar sobre cuál podría ser un modelo general de cómo vender a Colombia - que cumpla con los requisitos indispensables de ser exitoso y además replicable - me he dado cuenta que éste ya está inventado. Tiene además la gran ventaja de haber sido ensayado con buenos resultados en disciplinas tan disímiles como el arte, la música, y el deporte. A sus practicantes más exitosos podríamos llamarlos los 'Juanes sin miedo'.
Me refiero a esta nueva generación de colombianos - en su mayoría menores de 40 años - como Shakira, Juanes, Jacanamijoy, Silvia Tcherassi, Montoya, Edgar Rentería, entre otros, que triunfan en los campos más diversos a través del mundo entero. Evidentemente, en muchos de estos casos, se trata de individuos con talentos superlativos y sería algo ilusorio pensar que así trabajáramos toda la vida podríamos llegar tan lejos como lo han hecho ellos. Pero lo que me parece interesante, más allá de sus fascinantes historias personales, es que encuentro patrones generales que se repiten en cada caso particular, y que ofrecen lecciones valiosas incluso para los que nos da vértigo andar a más de cien por hora, y no tenemos una zurda prodigiosa o una voz angelical.
Lo que distingue a todos estos individuos, es que han logrado triunfar en sus propios términos. No solo han mantenido intacta su colombianidad, sino que la han utilizado como fuente de inspiración. En vez de reempacar modelos extranjeros, han creado modelos propios con una esencia profundamente colombiana y se los han vendido con éxito rotundo al mundo entero. Han destilado lo mejor de nuestra tierra y se han apalancado en los procesos globalizadores para llevarlo a todos los rincones del planeta, entendiendo que el mundo contemporáneo ofrece oportunidades singulares para potenciar lo auténtico, lo creativo, y lo valioso.
No quiero dar la impresión de que estos colombianos exitosos se han conformado con aprovechar lo bueno de nuestro país, haciendo caso omiso de sus problemas. Todo lo contrario. Gran parte de su fuerza radica en su sentido crítico, en su voz de protesta, en su capacidad para hacer una síntesis exitosa entre los aspectos más sublimes y terribles de Colombia. En esto nos recuerdan a las figuras renacentistas a las que hacía alusión Orson Welles. Sus críticas y sus protestas, sin embargo, las hacen abiertamente, con corazón generoso y profundo amor por su patria; motivados por la convicción de que un nuevo día es posible en este país.
Es importante mencionar la deuda histórica que tienen estos jóvenes talentos con otros ilustres pioneros colombianos, como García Márquez y Botero. Isaac Newton escribió, en alusión a las contribuciones científicas de todos sus predecesores: 'Si he podido ver más allá es porque estoy parando sobre hombros de gigantes.' Personas como García Márquez y Botero, alcanzaron algo que parecía imposible. Capturaron con su arte la realidad de Colombia, encontrando en ella valores y estéticas universales. Manteniéndose fiel a esa Colombia, lograron a su vez trascenderla. Así abrieron el camino para nuevas generaciones de artistas, científicos, intelectuales y empresarios.
¿Cómo lograr multiplicar los éxitos de estos desatacados colombianos para convertirlos en un modelo transformador para toda nuestra sociedad? Yo no tengo la fórmula mágica, pero si se me ocurren algunas ideas. La primera ya la mencioné, y es que la combinación del talento, cultura e ideas nacionales, con tendencias y conceptos globales resulta sumamente poderosa. Yo me atrevo a pronosticar, que el futuro del proceso de globalización no será una nivelación por lo bajo donde todos comeremos, vestiremos y escucharemos lo mismo. Por el contrario, creo que el consumidor del futuro, será cada vez más diverso y sofisticado, y tendrá la posibilidad de probar lo mejor de cada región y variar constantemente sus patrones de consumo. En un entorno así, un país con la diversidad geográfica, étnica y biológica de Colombia tendrá mucho que ganar.
La segunda idea o lección es que debemos aprender a trabajar más en equipo. Si bien los paradigmas de éxito que mencioné anteriormente tienen un componente importante de trabajo de grupo, dependen sobre todo de la genialidad individual. Tenemos que enfocarnos en aunar esfuerzos. Al país no lo transformarán sus estrellas más fulgurantes, sino el trabajo y compromiso de todos los Colombianos. En este sentido la educación y la cultura juegan un papel fundamental. Tenemos que invertir en la educación y el enriquecimiento cultural de todos los colombianos. Esto no solo contribuye a fomentar el ingenio, el espíritu emprendedor y la creatividad, sino que también facilita las relaciones interpersonales, el trabajo de grupo y la cohesión. Recojamos los experiencias de los esfuerzos de cultura ciudadana en Bogotá, y de otras iniciativas de este tipo a nivel internacional. En este sentido, en un escenario post-conflicto, será fundamental llevar a cabo un proceso serio de reconciliación y perdón.
De otra parte, para robarle una idea al gran estratega militar chino Sun Tzu, nuestras debilidades se pueden transformar en herramientas útiles para vender a Colombia en el exterior. Lo cierto es que hay una brecha grande entre la percepción que existe del país y su realidad. Esto no quiere decir que la realidad no sea complicada, sino que la percepción es mucho peor. En el campo económico, esto genera obvias oportunidades para los inversionistas, y otras personas dispuestas a asumir riesgos. La asimetría entre percepción y realidad, significa que Colombia se encuentra subvalorada. Por lo tanto, la posibilidad de generar rentabilidades por encima del promedio es un gancho útil para atraer a los inversionistas. Esta táctica hay que aprovecharla rápido, sin embargo, pues en la medida en que las cosas sigan mejorando, se va reduciendo la ventana de oportunidad para producir grandes retornos.
Pero esta asimetría entre percepción y realidad se puede aprovechar en muchos otros los campos. Yo he tenido la oportunidad de acompañar a un gran número de extranjeros que por primera vez visitan Colombia. La verdad es que en la inmensa mayoría de los casos, regresan a sus países absolutamente descrestados. Primero, porque Colombia se vende sola-lo difícil es convencer al visitante de que se monte en el avión. Y segundo, porque la imagen que tienen del país quienes no lo conocen es en muchos casos tan distorsionada y primitiva, que el impacto positivo del contacto con la realidad es aún mayor. Como tantas veces, la otra cara de una debilidad constituye una fortaleza.
Permítanme finalizar enfatizando que nuestros esfuerzos de venta serán en vano a menos que nos dediquemos a trabajar incansablemente, todos los días, con decisión y unidad de propósito. Cualquier buen vendedor sabe que la clave del éxito es maletear, maletear y maletear. Como dijo Thomas Edison, el genio es uno por ciento de inspiración y noventa y nueve por ciento de transpiración. Solo con trabajo, esfuerzo y sacrificio, lograremos recuperar para nuestros hijos y nietos, la posibilidad, plasamada en las memorables palabras de Roberto Pombo de:
'Estar en una alborada entre papayeras en San Pelayo, entrar y salir del barrio Cuba en Pereira, comer carne encebollada de Los Turcos en Cali, ver el Valle desde la curva del violín, meterse en el mar azul de Nuquí, dormirse mirando al cielo en Guarinó, tomar tinto con aguardiente en el Automático de La Dorada, preguntar la edad de la morrocoya de Neiva, cantar serenatas con tiple en Ibagué, y regresar vivo a la casa'."
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