Editorial de Los Angeles Times:
COLOMBIA MERECE UNA MANO
Los Angeles, 29 sep.
(SNE).- A continuación enviamos la
traducción al español y el original en inglés
del editorial publicado este miércoles 29 de septiembre
por el diario Los Angeles Times.
En un momento
en que buenas noticias de Suramérica parecen
escasas, Colombia, de todos los lugares, parece estar de vuelta
en curso. Esto es un desarrollo importante para los Estados Unidos,
dada la importancia estratégica de este país. A pesar
del enfoque, casi que único, de Washington en el Oriente
Medio, una administración Bush O Kerry debería hacer
del apoyo para esta nación, una de sus prioridades en los
años venideros. Esto significa, un continuo apoyo de los
E.E.U.U. a Colombia en su lucha contra la alianza de narcotraficantes
y guerrilleros, así como la consolidación de un acuerdo
de libre comercio con las repúblicas andinas.
El Presidente Álvaro Uribe, quién está visitando
el país norteamericano esta semana y ha estado en el poder
desde 2002, merece mucho mérito por el fortalecimiento de
la fe en la democracia colombiana. Esto, en un momento en que la
mayoría de la gente del resto de Latinoamérica, cansados
de la corrupción e inestabilidad política, han perdido
la fe en los gobiernos representativos, tanto en práctica
como en teoría.
Así como Bill Clinton, antecesor de Bush, este último,
está en lo correcto al brindar apoyo a Colombia. Los impuestos
de muchos norteamericanos, han sumado una inversión de 3.3
billones de dólares en recientes años para ayudar
a Bogotá a darle un vuelco y derrotar a los carteles de
la droga y grupos Marxistas. El gobierno colombiano ha retomado
el control de vastos territorios otorgados a las guerrillas erróneamente,
pensado que esto los motivaría a negociar. Bajo la administración
Uribe, los homicidios se han reducido en un 25%, los secuestros
en un 45% y los ataques terroristas por un 37%. Las narco-guerrillas,
quienes hace unos años estaban haciendo explotar edificios
en Bogotá y detonando morteros durante la inauguración
de Uribe, se encuentran hoy huyendo. El cultivo de cocaína
también se ha reducido marcadamente.
Estas mejoras en la seguridad le han permitido
al gobierno Uribe implementar reformas económicas que, de acuerdo al reporte
de septiembre del Banco Mundial, han transformado a Colombia en
segundo país más superado en el cual hacer negocios.
A medida que los colombianos se sientes mas seguros de su futuro,
el capital para inversión parece volver al país,
el cual tiene una población de 44 millones.
Un acuerdo de libre comercio le proporcionaría a Colombia,
y a su economía en crecimiento, un significante impulso.
La administración Uribe ha sido un buen administrador económico
en momentos difíciles, y el Presidente, a pesar de su reconocida
mano dura contra las guerrillas, ha diseñado estrategias
creativas para implementar políticas contra la pobreza,
como la de motivar microempresas rurales.
Esto no quiere decir que la administración Uribe ha sido
carente de fallas o que no es apoyado por elementos menos progresistas
de la sociedad colombiana. Un programa de amnistía, quizás
un poco indulgente, con los grupos paramilitares de derecha, pudo
haber sido mejor planeado en contraste con algunos intentos demasiado
ambiciosos en su conquista por la seguridad. Colombia es un aliado
digno de los Estados Unidos en una región problemática
y el continuo apoyo desde Washington debería resaltar la
importancia de seguir fortaleciendo su democracia.
Colombia deserves a hand
At a time when good news from South America is in short supply,
Colombia, of all places, appears to be on the right track. This
is a noteworthy development for the United States, given Colombia's
strategic importance. Despite Washington's all-consuming focus
on the Middle East, a Bush or Kerry administration should make
support for that nation one of its priorities in coming years.
This means continuing U.S. support for Colombia's fight against
the insidious alliance of drug traffickers and guerrillas, as well
as the completion of a free-trade agreement with the republics
of the Andes.
President Alvaro Uribe, who is visiting the United States this
week and has been in office since 2002, deserves a lot of the
credit for strengthening Colombians' faith in democracy. This
at a time when people in much of the rest of Latin America, tired
of rampant corruption and political instability, have become
disenchanted with representative government, both in practice
and theory. In truth, despite the savagery of the long-running
guerrilla war that is financed largely by North American drug
consumers, Colombia was never as hopeless a case as often portrayed
in this country, given the relative strength of its democratic
institutions and its vibrant civil society.
Like Bill Clinton before him, President Bush has been right to
be supportive of Colombia. U.S. taxpayers have invested some
$3.3 billion in recent years to help Bogota turn the tide against
drug cartels and Marxist groups. The Colombian state has regained
control over vast swaths of territory once ceded to the guerrillas
in the mistaken belief that this might encourage them to negotiate.
Under Uribe's rule, homicides have declined by 25%, kidnappings
by 45% and terrorist incidents by 37%. The "narcoguerrillas," who
just a few years ago were blowing up buildings in Bogota and
firing mortar rounds during Uribe's inauguration, are now on
the run. Coca cultivation is also down markedly.
These improvements in security have allowed Uribe's government
to implement economic reforms that, according to a September
World Bank report, have transformed Colombia into the second
most improved country in the world in which to do business. As
Colombians become more confident about their future, investment
capital is flowing back into the country, which has a population
of 44 million.
A free-trade agreement would provide Colombia's improving economy
with an important boost. Uribe's administration has been a talented
economic steward in trying times, and the president, though known
as a hard-liner in fighting guerrillas, is engaged in devising
creative anti-poverty policies, such as encouraging rural microfinance.
That is not to say that Uribe's tenure has been without faults,
or that he is not supported by some less enlightened elements
of Colombian society. A too-lenient amnesty program for right-wing
paramilitary group members could have been better thought out,
and Uribe has overreached at other times in his quest for security.
Colombia is a worthy U.S. ally in a troubled region, and ongoing
backing from Washington should stress the importance of continuing
to strengthen its democracy.
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