MIRAR LEJOS
Por Jorge H. Botero
Ministro de Comercio
Bogotá, 8 feb (SNE).- La anécdota es célebre:
le preguntan a un obrero que labora en la construcción
de una de las majestuosas catedrales góticas de Francia: “¿A
qué se dedica?”. -“Estoy picando piedra para
levantar un muro”-. Con una perspectiva harto diferente
un colega suyo respondió: -“Estoy construyendo una
catedral para la mayor gloria de Dios”-. Esto viene al
caso ahora que Planeación Nacional divulga un documento
que contiene su visión de nuestro país en el 2019,
cuando cumpliremos doscientos años de vida independiente.
Antes de alzar la mirada para divisar el horizonte, vale la
pena revisar de donde venimos. Hacerlo es indispensable para
reconciliarlos con nuestra historia, que no es, por cierto, idílica
pero tampoco la sucesión de desastres que algunos mencionan.
Con excepción de las contracciones del producto ocurridas
en 1931 y 1999, durante todo el siglo XX la economía creció año
tras año y con ella el ingreso per cápita; un logro
que muy pocos países de América Latina pueden reclamar.
El mercado, complementado por la política social, distribuyó los
beneficios del crecimiento entre las diferentes capas de la sociedad.
Las instituciones colombianas, una vez superadas, cien años
atrás, las guerras civiles, han continuado consolidándose;
tenemos una democracia estable, en la que, con poquísimas
salvedades, el poder político ha cambiado de manos como
consecuencia de procesos electorales transparentes (aunque no
perfectos). Nada pone en peligro el sentimiento de unidad nacional,
ventaja enorme que deriva de un amplio sincretismo cultural y
de intensos procesos de mestizaje que vienen desde los tiempos
coloniales.
Lo anterior debe ser modulado reconociendo que el crecimiento
económico de la última década se encuentra
por debajo del potencial, y que nos hemos venido quedando rezagados
frente a otros países que han avanzado más rápido
en la integración con los mercados externos, en la modernización
de la regulación económica y en lograr índices
crecientes de eficiencia en el gasto social. No avanzamos lo
suficiente en la lucha contra el flagelo de la pobreza; los índices
de desigualdad en la distribución del ingreso son pésimos
-sólo superados por Brasil y Chile- y no han mejorado
desde comienzos de la década pasada. Lo mismo puede decirse
de las disparidades regionales. ¡Bogotá se parece
más a New York que a Quibdó! De otro lado, somos,
después del Salvador, el país más violento
del mundo, excluidos aquellos que afrontan guerras domésticas
o internacionales. Lograr una economía con mayor dinamismo
y equidad, al tiempo que se reduce sustancialmente la violencia,
sobre todo la derivada del narcotráfico y la acción
política armada, son, por lo tanto, los grandes retos
que debemos tener resueltos cuando se celebre el segundo centenario
de la batalla de Boyacá.
El estudio de Planeación Nacional demuestra que tenemos
los recursos físicos, institucionales y humanos para lograrlo.
En aras de la brevedad menciono exclusivamente los primeros.
La mitad del territorio se encuentra subutilizado para fines
económicos y puede ser objeto de una política migratoria
de amplio espectro. Nuestra situación es verdaderamente
singular. Ni la pampa argentina, las estepas rusas o el desierto
del Sahara ofrecen las posibilidades de los llanos orientales
y las zonas selváticas del sur, cuya incorporación
al torrente económico es factible siguiendo modelos de
desarrollo compatibles con la preservación de nuestra
gigantesca biodiversidad, característica en la que nadie
distinto a Brasil nos supera. En la actualidad aprovechamos menos
de la mitad del suelo cultivable y un tercio del área
utilizable para usos forestales.
Debatir el documento de Planeación Nacional debe servir
para renovar el optimismo y fortalecer los consensos fundamentales
que nos permitan afrontar con éxito el porvenir.