RESPUESTA DEL
PRESIDENTE URIBE A LOS EX PRESIDENTES LÓPEZ Y SAMPER
Bogotá, 24 feb. (SNE).- El ex presidente Alfonso López
Michelsen, preguntó:
He fatigado mucho en hacer uso de la palabra cuando la noche
está tan avanzada e indudablemente, deben estar fatigados
por igual los que participan en el debate y los que nos escuchan.
Sin embargo, aspiro a aclarar ciertos puntos que merecen ser
puestos en blanco y negro.
Aquí ha dicho la doctora Diana Sofía (Giraldo,
decana de la facultad de Comunicación Social de la universidad
Sergio Arboleda) que yo me ofrecí como facilitador y en
efecto he tratado de ejercer esa función.
¿Facilitador de qué?, ¿de la paz? En la
mañana de hoy puse de presente que mi tarea no era alcanzar
la paz que es una tarea propia del Gobierno y mal haría
yo en participar, en público o en privado, a indicarle
al señor Presidente de la República, cuál
debe ser el camino de la paz.
De lo que me ocupo es de la situación de las víctimas
del secuestro, tema sobre el cual no he dejado de insistir en
varios años y al respecto quiero recordar una cita que
hice en la mañana de hoy a cerca de la celebración
que tuvo lugar en la ciudad suiza de Neuchatel, en el año
de 1938, cuando se expidió una declaración cuyo
segundo punto era –no lo cito textualmente pero estoy seguro
de su contenido- ‘que los gobiernos tenían la obligación
de proteger a sus ciudadanos, así estuvieran en manos
de los contrarios, poniendo en vigencia el Derecho Internacional
Humanitario que era la última etapa dentro de una serie
de conquistas que se venían adelantando en defensa de
los derechos humanos, más concretamente, del tratamiento
humano de los prisioneros’.
En este sentido la declaración de Neuchatel va al extremo
de invitar a los gobiernos a buscar el entendimiento con los
contrarios y si es materia de alivio –como yo no dudo de
que lo sea- el canje de prisioneros, propiciar el canje de prisioneros
con los contrarios. Vale decir, lo que frecuentemente calificamos
como el intercambio de prisioneros con mayor propiedad.
Pues bien, mi tarea corresponde a ese diseño, es decir,
a aliviar la situación de los cautivos, a propiciar –como
lo aconseja el acuerdo de Neuchatel- que se prescinda de las
torturas, que se de un tratamiento humano a quienes están
cautivos.
Al respecto y para terminar, quiero observar que son dos cosas
muy distintas: la búsqueda de la paz y el alivio de los
prisioneros.
La búsqueda de la paz es una tarea a más largo
plazo, no es de efecto inmediato y cuando yo oigo en este recinto
a tantos familiares de las víctimas del secuestro, exponiendo
su posición y reciben como respuesta el que solo la derrota
militar de los insurrectos, de los terroristas, le pone fin al
problema, es una forma de declinar la posibilidad de una negociación.
Una negociación que, si se acoge al régimen del
acuerdo humanitario, tiene un diseño según el cual ‘no
se pueden imponer condiciones entre las partes’.
El acuerdo humanitario consiste en el intercambio automático
de unos prisioneros por otros sin que se puedan imponer condiciones,
como sí se podrían imponer en una victoria, en
una capitulación o aún, en un acuerdo de índole
distinta, como lo mencionó muy oportunamente la doctora
De Melo cuando dijo que yo sugería que se prescindiera
del acuerdo humanitario si se querían imponer condiciones,
porque para tal encrucijada existe una solución que es
la negociación política, el acuerdo político
entre las partes, si es que a él se llega. Acuerdo político
en el cual se pueden incluir toda clase de condiciones para ser
puestas en práctica durante la negociación o más
adelante, con posterioridad al intercambio de prisioneros.
Repito, yo no estoy negando la posibilidad de que se celebre
un acuerdo entre el Gobierno y los alzados en armas, pero estoy
explicando –tal vez son manías de catedrático
que adquirí en la universidad- que el acuerdo humanitario
no permite incluir condiciones nuevas, imponer términos
o variantes, como las que aquí se han citado, con todo
respeto como por ejemplo, condición previa el cese de
hostilidades.
Se puede pactar el cese de hostilidades con el consentimiento
de la contraparte, pero no invocando para tal efecto el acuerdo
humanitario.
Quiero dejar bien en claro que la misión a la cual yo
me he comprometido y en la cual perseveraré, es a mejorar
las condiciones de los secuestrados o prisioneros, combatientes
y a precaver a los civiles de los riesgos de la guerra civil
o del conflicto o del enfrentamiento, como quiera llamarse.
Pero sí quiero dejar claramente establecido, que el acuerdo
humanitario no es un peldaño hacia la paz sino una entidad
autónoma dentro de la cual no se pueden incluir condiciones.
Se pueden poner en práctica en un acuerdo político
que no es de carácter obligatorio para las partes y que
no hace acreedor a la responsabilidad, a la reciprocidad de los
enfrentados.
El ex presidente Ernesto Samper, preguntó:
A mí me encanta este sistema que estoy viendo, me recuerda
las viejas épocas del poder popular, querido Presidente
(Álvaro Uribe Vélez).
Presidente de la República: …en el Estado Comunitario
las reuniones son más larguitas...
Ex Presidente Samper: y en esas reuniones usted era un poco
más obediente que ahora, pero yo quisiera hacer un par
de comentarios para complementar lo del presidente López
sobre estos temas.
Primero, me acuso de haber sido autor de uno de esos despejes
que usted cuestiona.
En mi Gobierno, efectivamente se hizo un despeje: San Vicente
del Caguán, en Cartagena del Chairá, durante 32
días. Lo hice a plena conciencia y ese despeje permitió el
regreso de casi 100 soldados y policías que habían
sido tomados prisioneros en la base Las Delicias.
Creo percibir la dificultad que Usted tiene de aceptar el despeje,
no por estos despejes de carácter táctico, sino
por lo que fue el despeje de tantos años durante el Gobierno
pasado que, obviamente, nos dejó bastante desmoralizados
a los colombianos y bastante desprestigiados los despejes.
Pero yo le quitaría, si se quiere, la palabra despeje.
Creo que de lo que estamos hablando –para ser prácticos
Presidente- es de que haya garantías para que la gente
pueda acudir a un sitio, cualquiera que él sea, a hacer
el acuerdo o buscar o encontrar la coincidencia y luego retirarse
de ese sitio sin que corra peligro su vida. Es así de
sencillo. Llamémoslo como queramos, pero si Usted, que
en este momento tiene la capacidad de dar esas garantías
porque nadie da lo que no tiene, a esa ‘iglesita’ en
la cual se puedan reunir o donde quieran que se puedan reunir,
Usted le da las garantías creíbles para que puedan
asistir las personas de la guerrilla a buscar las coincidencias
que permitan el acuerdo, el asunto queda zanjado y no nos metemos
en un debate conceptual o semántico que es lo que nos
tiene enredaos.
Y yo sé que Usted lo puede hacer porque tiene la capacidad
y el conocimiento de asegurar una zona y dar garantías
con credibilidad para que la gente pueda entrar y salir.
Creo que lo que les preocupa a estas personas, es que usted
esté y ellos, puedan utilizar políticamente esto
y si lo van a hacer pues todos lo rechazamos enfáticamente,
sino que tengan la posibilidad de acceder y salir a un sitio
seguro para sus vidas y para lo que ellos pretendan.
En segundo lugar, puede que yo tenga otra concepción
sobre el problema moral de la tropa –y yo como Usted también
fui Comandante de las Fuerzas Armadas-. Yo me coloco en la situación
de un policía, de un soldado colombiano, que es tomado
cautivo por las fuerzas subversivas. ¿Qué desmoraliza
más al soldado o policía que hoy día está activo:
saber que si llega a caer en las garras de los terroristas o
de los subversivos se va a pudrir indefinidamente en la selva
sin poder volver a su familia? O ¿tener la seguridad de
que el Estado va a buscar y va a velar por su libertad y por
su vida buscando, por vías militares o por vías
políticas –que es en lo que consiste el acuerdo
humanitario- la posibilidad de que él regrese a su hogar?
A mí me parece que, desmoraliza mucho más la tropa
pensar que si llega a ser tomado en cautiverio tiene que pagar
con el costo prácticamente de su vida y su libertad, ese
texto militar, a si pensamos realmente en la posibilidad de buscar,
por vías militares o por vía política, la
posibilidad de que regresen a sus hogares.
Creo que es algo que se lo planteo con todo el cariño
y el respeto, simplemente como una reflexión de carácter ético,
que además no me la he inventado yo pero he escuchado
personas como Rafael Pardo que fue Ministro de Defensa y manejó procesos
parecidos.
Así es que yo creo que el problema es que estamos hablando
del acuerdo humanitario con lenguaje de guerra –como dice
el presidente López-. El derecho humanitario no se hizo
para hacer acuerdos de paz ni para acabar la guerra sino para
humanizar la guerra, mientras ella termina, precisamente.
Si no somos capaces de acabar esta guerra que nos tiene enfrentados
a los colombianos, pues acabemos con las minas antipersonales,
saquemos a la población civil inocente del conflicto,
protejamos a las escuelas, protejamos a los hospitales, devolvamos
a los secuestrados, que esto no tiene nada que ver con hacer
la paz o con hacer concesiones a los bandos enfrentados.
Y quiero terminar haciendo un reconocimiento a lo que ha sido
su política de seguridad. Yo creo que los colombianos
lo están acompañando en esa política. No
creo encontrar una contradicción entre su política
y el apoyo que está recibiendo y lo que sería,
no un gesto de debilidad sino un gesto de humanidad de parte
suya de avanzar en un tema en el cual está tan comprometido
el sentimiento nacional.
Estas personas que están aquí –y con ello
termino, yo también fui víctima del terrorismo,
llevo cuatro balas todavía adentro, de un atentado terrorista-
estas personas (aquí hablo como víctima) no venimos
a pedir venganza, no venimos a pedir revancha. Creo que ellas
han venido a exponer sus casos y a aportar su dolencia, su dolor,
las vivencias profundas que están sintiendo, para que
no haya más gente en este país ni en ninguna parte
del mundo, que siga siendo víctima de estos ataques terroristas.
Usted cuenta con el apoyo, por supuesto de nosotros. Son las
Farc las que secuestraron estas personas, son ellos los mayores
responsables de lo que está sucediendo, pero como dice
el Presidente López ‘dentro de todos sus deberes
y obligaciones constitucionales también está el
de velar por la libertad y la vida de estas personas. Muchas
Gracias.
El presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez,
respondió:
Con inmenso respeto, aquello a lo cual refiere el Presidente
López, 1938, Suiza, es para la guerra que tiene, quiérase
o no, guste o disguste, algún elemento que sus actores
le encuentra legitimante. Aquí no hay eso, aquí lo
que hay es un desafío del terrorismo contra las instituciones
democráticas.
Por eso no estoy diciendo que no apliquemos el derecho humanitario.
Nosotros en la política de Seguridad Democrática
no solamente respetamos esas normas sino las superiores, que
son los derechos humanos.
El Derecho Humanitario es apenas un conjunto de ese género
amplísimo que es el género de los derechos humanos.
Pero no necesitamos, para respetarlos, sino dos fuentes: la Constitución
y nuestras convicciones políticas. No necesitamos pactos
con terroristas para respetarlos.
Entonces, yo ahí tengo una discrepancia. Es que aquí no
estamos frente a una dictadura, aquí hay una democracia
pluralista. Y frente a una democracia pluralista, yo por lo menos,
considero que no es válido aceptar a los terroristas como
contrarios. Entre otras cosas, esto me da la oportunidad de decir
por qué no son contrarios sino terroristas, por qué no
son insurgentes políticos sino terroristas. Por razones
históricas, de diversa índole y por la realidad
colombiana hoy. Miremos tres.
Los grupos que merecieron el calificativo de insurgentes políticos
se opusieron a unas dictaduras oprobiosas. No es el caso de Colombia,
aquí hay una democracia en profundización. Más
aún, como lo hemos visto en atentados contra la apertura
democrática, como es la elección popular de alcaldes,
gobernadores, etcétera, estos terroristas no se oponen
a una dictadura que no existe, sino que quieren imponer una dictadura
matando la democracia.
Segundo: siempre se habló de reivindicaciones sociales.
Con su violencia han conseguido todo lo contrario: han conseguido
más pobreza y profundizar y esta crisis humanitaria.
Tercero: ¿cómo proceden? Entonces, ¿no
son terroristas cuando le lanzan una pipeta de gas a una comunidad,
así pretexten que las están lanzando contra un
cuartel de policía?
¿Entonces los tenemos que tratar como insurgentes políticos
porque no matan a la sociedad civil, pero sí matan a los
soldados?
¿Hay diferencia entre la vida del soldado y la vida del
ciudadano de la sociedad civil?
¿Hay diferencia en el dolor entre el padre del soldado
y el padre del ciudadano común y corriente?
¿Vamos a seguir con esas distinciones?
¿Entonces, en nombre de esa interpretación del
derecho, les vamos a legitimar que pueden matar a nuestra Fuerza
Pública?
Yo no estoy de acuerdo con eso. Yo no estoy de acuerdo con eso,
lo siento mucho. Por eso, aquí lo que hay no es una acción
de contrarios sino una acción de terroristas.
Ahora ¿que un acuerdo político? El Gobierno está dispuesto,
en condiciones razonables.
El Presidente López dice ‘que no cabe en el acuerdo
humanitario el cese de hostilidades. Cabría en el acuerdo
político’. Pero miren, es que desde hace mucho rato,
desde las primeras semanas de Gobierno, acepté desvincular
un acuerdo para la liberación de los secuestrados –llámese
político o humanitario- de la iniciación de un
acuerdo de paz sobre la base de un cese de hostilidades.
¡Jamás para ese caso he vuelto a hablar del cese
de hostilidades! Esa condición está removida, Presidente
López. Esa condición del cese de hostilidades está removida.
Recientemente, a raíz de la propuesta del Arzobispo emérito
Tutu dije: ‘hombre, por lo menos mientras están
en Sudáfrica, que haya cese de hostilidades aquí,
si quiera un cese de hostilidades definido en el tiempo, mientras
están allá’. Es que, esa es una condición
elemental y entre otras cosas, sí que es humanitaria porque
lo no humanitario es que se vayan, bien cómodos, bien
orondos, los jefes guerrilleros para Sudáfrica y que mientras
están allá conversando con la autorización
del Gobierno, aquí sus secuaces sigan matando a nuestros
soldados o a nuestros ciudadanos civiles.
¡Y yo, lo que no estoy dispuesto, bajo ninguna circunstancia,
es a seguir calificando de vida de segundo nivel de importancia
la de los soldados. Es tan importante la vida del soldado de
la Patria, la vida del policía de la Patria, como la vida
del ciudadano común y corriente!
“Que hay tiempo para la paz”, ¡estamos de
afán! Yo creo que estamos de afán. Para la paz
estamos de afán. Ese cuento de que ‘llegará,
que lo urgente es aliviar las condiciones de los prisioneros…’,
yo no participo de eso.
¡Aquí estamos hastiados de esta violencia y de
la circunstancia de que no se le ha enfrentado con toda firmeza!
Por eso invito a mis compatriotas, una y otra vez, a que no dudemos
de la firmeza.
¡Ah! Entonces ¿vamos a seguir aquí pasando
generaciones y entonces mientras esas generaciones convivimos
con esa violencia, le dejamos esa herencia a María Alejandra
(niña) y a los que habrán de venir? ¡Esto
es lo más injusto con las nuevas generaciones! ¡Que
mi generación no sea capaz de enfrentar esta violencia
con toda verticalidad! ¡Y que mi generación, por
comodidad personal, para mitigar el riesgo personal, sea una
generación débil y por su debilidad y su pusilanimidad,
le herede a María Alejandra y a su generación esta
violencia! ¡Mi generación tiene que hacer el esfuerzo
de derrotar esta violencia!
Ellos no van a negociar sino cuando se sientan que los van a
derrotar. Es que, lo del M – 19 no me lo inventé yo,
se lo oí a sus ex comandantes ya reinsertados, que habían
tenido que negociar porque el Gobierno los había saturado
militarmente.
El Epl tuvo que negociar porque el Presidente Barco le puso
una brigada móvil y porque apareció la otra fuerza
terrorista de los paramilitares, que en esa época casi
los acaba. Que tristeza, en lugar de haberlo hecho por la acción
de las fuerzas legítimas del Estado.
Canje de prisioneros. Yo no estoy de acuerdo con eso. Aquí no
hay prisioneros, aquí unos colombianos secuestrados y
torturados por el terrorismo y otros colombianos presos en las
cárceles con todas las garantías y la observación
nacional e internacional.
Esa observancia, que reclama Juan Hurtado, si la hacen sobre
los prisioneros del Estado. ¡Ay que les violemos sus derechos
humanos! pero, lo único que podemos saber de los secuestrados –que
no prisioneros- del terrorismo, es cuando el terrorismo tiene
la “generosidad” de mandar unos videos.
Yo por eso, con todo respeto, estando dispuesto a examinar condiciones
razonables para un acuerdo político, no puedo entrar a él
sobre la base de decir que es un acuerdo con contrarios y de
decir que es un acuerdo para aliviar una situación de
prisioneros.
Presidente Samper. El problema no es uno u otro despeje, no
es el que hizo el uno o el otro, el problema es el problema histórico.
El Eln estaba un día a punto de acabarse, se le aflojó un
cordón militar y ahí lo hemos soportado otros 30
años. El Ejército estaba a punto de liberar a los
secuestrados en los cerros de Cali y de capturar al Eln, llegó la
contraorden, se levantó un cordón militar y ahí seguimos
padeciendo al Eln.
El problema no es de uno u otro, el problema es que hay que
aprender de la historia y si eso no nos ha servido, no lo podemos
repetir.
Usted pide propositivamente –lo reconozco- que si la propuesta
es una reunión en una ‘iglesita’ o en una
sede diplomática, se den todas las garantías. Cuente
con ellas, Presidente Samper. Cuente con ellas Presidente López.
El Gobierno, a través del Comisionado, las ha definido
y si no sirven, las cambiamos por las que sirvan.
Hemos dicho que con la ayuda de la Cruz Roja Internacional los
traigan de donde estén, con toda la protección
y la vigilancia internacional a este sitio. Que ahí se
reúnan.
Hemos pedido que haya un gesto de buena fe, que liberen a algunos
previamente y que en ese sitio, con todas las garantías,
se complete la negociación. Llámese como se llame
el acuerdo, califíquese como se califique. O sea que en
eso, no tenemos dificultades.
Miren, la motivación de la Fuerza Pública no tiene
sino una manera de medirla: los resultados. Entonces, hago esta
relación: la fortaleza en el liderazgo, la motivación
y los resultados.
Unos de mis más duros críticos han reconocido
que es la vez en Colombia cuando más está entregada
nuestra Fuerza Pública a la iniciativa para combatir al
terrorismo. Eso implica un alto grado de motivación que
a mi me causa mucho temor llegar a afectar.
Si yo fuera soldado diría: ‘ah, pero entonces yo
hago este esfuerzo aquí, si, está bien, negocian
y liberan unos secuestrados y entonces mañana nos secuestran
a otros y esto sigue’. Creo que eso causa más incertidumbre
en la tropa, ver que no hay una decisión de ponerle punto
final al problema, sino que simplemente siempre se le da largas
y siempre se abren espacios para que, vía liberaciones,
claudicantes ante los terroristas, se siga estimulando ese secuestro.
Pero, en lo de las garantías para que acudan a un sito
que se acuerde, cuenten con ellas.
Me da mucha pena hacer estos comentarios, pero los hago con
el mayor respeto. Y es mejor aquí, que mandando razones
por los periódicos.