PALABRAS
DEL PRESIDENTE URIBE EN HOMENAJE PÓSTUMO A ÁLVARO
GÓMEZ HURTADO
Bogotá, 2 nov. (SNE). Las
siguientes son las palabras del presidente Álvaro Uribe
Vélez durante al homenaje póstumo rendido este
miércoles a Álvaro Gómez Hurtado.
“Al mirar a los ojos de ustedes
y recordar esta distinción que el pueblo me ha conferido
de ser Presidente de Colombia, siento una profunda angustia interior,
que se me traduce en una dosis inocultable de vergüenza, cuando
al acudir a este aniversario del asesinato del doctor Álvaro
Gómez Hurtado, la justicia, el Estado colombiano, todavía
no tienen una respuesta.
Álvaro Gómez tenía
una estatura moral, espiritual e intelectual que lo hizo inmune
a la muerte.
Los colombianos lo seguiremos teniendo
presente y recordaremos sus ideas, a la vez tan profundas y tan
sencillas, para buscar orientación que conduzca al bienestar
y a la felicidad de todos los compatriotas.
Era severo y amable en el diálogo.
El diálogo con él era siempre serio, pero transmitía
esas ideas densas con la amabilidad inconfundible, que es natural
en las gentes sabias.
Poseía sabiduría en
el sentido integral, poseía sabiduría como intelectual.
Su conocimiento de los idiomas le
permitió leer a muchos de los grandes pensadores en la fuente.
Conocía en profundidad la
historia, la filosofía política y en detalle todas
las expresiones del arte. Él mismo fue un gran artista.
Pero no era el sabio para sí.
Le deleitaba la cátedra universitaria porque podía
esparcir entre los jóvenes sus conocimientos, que eran a
la vez profundos en el concepto y detallados en los hechos y en
las anécdotas.
Seguramente sus alumnos de la cátedra
final guardan en su memoria el recuerdo indeleble de cada frase
sobre la historia del arte. La dictó antes de ir a encontrarse
con las manos asesinas que arrebatarían a la Patria uno
de sus buenos hijos.
Álvaro Gómez Hurtado
poseía sabiduría como jefe político. Luchó por
crear un nuevo lenguaje, en el que fueran coincidentes los conceptos
con las realidades.
Sabía aquello de que la credibilidad
del liderazgo se funda en la consistencia del pensamiento y en
la congruencia entre el pensamiento y la acción. Que las
palabras evocaran el significado exacto, no el vulgarismo. Y las
estratagemas de la retórica no se impusieran sobre el sentido
de sus pensamientos.
Su verticalidad lo hacía
sospechoso de fundamentalismo, en un escenario político
en el que campeaban como dueños los diletantes y predicadores
del apaciguamiento con el terrorismo y el crimen organizado.
Alguna vez dijo: “Simular
la atrocidad de los delitos cometidos por la guerrilla, y después
de cada uno de ellos tenderles mano a los criminales, no es fácilmente
entendible como una muestra de pacifismo”.
A Álvaro Gómez no
lo derrotaron sus ideas, lo derrotó la demagogia que las
desfiguró.
Álvaro Gómez poseía
la sabiduría del gran periodista.
¡Qué bueno este libro
que hoy nos entrega la Universidad Sergio Arboleda! Pero hace falta
que se publique el conjunto, todo el conjunto, de los editoriales
y artículos de Álvaro Gómez. Tanto por lo
que ganaríamos para la memoria histórica, como por
la sabiduría y ejemplo que podrían recibir los jóvenes
que hoy se forman para ejercer esa bella profesión.
Verían los lectores de aquel
texto que imagino, cómo fue de cuidadoso el doctor Gómez
en el cultivo de la forma, ya que la consideraba la envoltura del
pensamiento.
La lectura de una compilación
de las ideas de Gómez nos permitiría ver al político
moderno, al precursor de la elección popular de alcaldes
y gobernadores, al luchador contra la corrupción y el desgobierno.
Demostraría que hoy las categorías
izquierda y derecha son un simplismo, una obsolescencia ideológica,
una polarización artificial y nada práctica.
Los conceptos de Gómez Hurtado
desbarataban los linderos de esa aparente división, porque
sabía bien que lo que necesitamos es un acuerdo sobre lo
fundamental.
¡Qué difícil
tratar de imaginarlo en la propuesta del acuerdo fundamental de
hoy!
Pero de buena fe, con patriotismo,
queremos adivinarlo y decir que en lugar de esa simplista división,
en el país y en América Latina, entre izquierda y
derecha, ese acuerdo sobre lo fundamental, que fue un principio
cardinal de su orientación política a los colombianos,
debería girar hoy alrededor de una democracia moderna, de
liderazgos constructivos, no de caudillismos, una democracia incluyente
pero sin odios, una democracia en permanente debate, pero debate
solidario, debate sin antagonismos insuperables, debate siempre
con la perspectiva del acuerdo a partir del ejercicio dialéctico
de las opciones.
Y para responder a esa democracia
moderna, el acuerdo sobre lo fundamental debería desarrollarse
alrededor de la Seguridad Democrática, alrededor del respeto
a las libertades individuales, alrededor de la construcción
social, alrededor de la transparencia y alrededor del respeto de
la independencia de las instituciones que configuran el Estado
representativo.
Y ahí confluyen esas libertades
individuales que quisieron caracterizar el acervo de la derecha
y esa cohesión social que quiso caracterizar el acervo de
la izquierda, porque son no excluyentes, como se trataron de presentar
para desfigurar la propuesta de Álvaro Gómez, sino
elementos convergentes de una necesaria ecuación.
Sin respeto a las libertades individuales
nadie se siente atraído para luchar por el colectivo, y
sin cohesión social el colectivo no se fusiona de manera
perdurable.
Álvaro Gómez estaría
hoy en la lucha por la recuperación del imperio de las instituciones,
en la lucha porque nuestra democracia fuera regida permanentemente
por el ordenamiento jurídico, no por caprichos personalistas,
por lo que en sus términos se constituirían los elementos
de una democracia moderna.
Como estadista y servidor público, Álvaro
Gómez manifestó su sabiduría pensando siempre
en grande.
Muy temprano entendió que
sin crecimiento económico sostenido, la miseria se convertía
en lastre permanente. Para desconceptualizarlo lo llamaron desarrollista
y enemigo de lo social.
¿Cuánto crecimiento
y cuánto bienestar dejó de disfrutar el pueblo colombiano
por no haber entendido que era necesario impulsar más veloces
niveles de desarrollo para poder tener oportunidades de construcción
de justicia social?
A veces me pregunto si hay alguna
razón para que lo hubieran descalificado en la lucha social,
cuando tantos colombianos del común, de aquellos que necesitan
el triunfo de lo social, acompañaron con tanto entusiasmo
su periplo político.
Lo que pasa es que no fuimos capaces
de decir la verdad a tiempo. No fuimos capaces de decir que si
no creábamos, como él lo sugería, condiciones
para la confianza inversionista, condiciones para el desarrollo,
era imposible encontrar los recursos para lo social.
Sus tesis sobre el desarrollo, sus
tesis para el crecimiento, no eran la antitesis de lo social, eran
el camino para hacer posible lo social.
Ojalá hoy lo entendamos y
seamos totalmente congruentes en el ejercicio práctico de
este pensamiento.
Como editorialista, político,
ideólogo, el doctor Álvaro Gómez se adelantó a
su tiempo. Muchas de sus definiciones sobre la criminalidad disfrazada
de política, que parecieron un destemplado derechismo, son
aceptadas hoy como decisiones naturales, definiciones casi tautologías.
Cuando Colombia tiene que disponerse
a recuperar el imperio de sus instituciones, a recobrar el poder
para el Estado, para sus formas democráticas de manera real,
el pensamiento de Álvaro Gómez Hurtado es guía
insustituible.
Confío que el avance de la
Seguridad Democrática, que tiene tantas dificultades y que
exige tantos esfuerzos de todos los colombianos en el cotidiano
discurrir de la Nación, siga produciendo el efecto de que
los colombianos se sientan más libres, el efecto de que
los colombianos se sientan más confiados en su Patria, en
la posibilidad de vivir en ella, de disfrutarla plenamente.
Confío que la Seguridad Democrática,
a medida que avance, al producir el efecto de que los colombianos
se sientan más libres, también ayude a que la justicia
sea más eficaz. Y que la libertad derivada de la Seguridad
Democrática, al contribuir con la justicia, permita derrotar
la impunidad, empezando por derrotar la impunidad que todavía
se convierte en motivo de vergüenza sobre este crimen.
He pensado mucho cómo conectar
la Seguridad Democrática con la justicia. Con la justicia,
que fue ese valor al que Álvaro Gómez le asignó primerísimo
nivel de importancia en su carrera pública y en su convocatoria
a los colombianos.
De manera elemental, apreciados
compatriotas, un país con 30 mil asesinatos al año,
un país con 3 mil secuestros, un país con 50 mil
terroristas, un país con 180 mil hectáreas de droga,
es un país inviable para la justicia.
Ninguna justicia, ni sumadas las
más fuertes de los países más avanzados, podrían
tener éxito en un país caracterizado por estos elementos
críticos.
A medida que la Seguridad Democrática
derrote la criminalidad, a medida que la Seguridad Democrática
derrote el asesinato, derrote el secuestro, derrote la droga, se
abren espacios para la justicia.
La Seguridad Democrática
es, a mi juicio, el elemento de contención de la criminalidad
que hace posible la eficacia de la justicia que tanto predicó y
por lo que soñó Álvaro Gómez Hurtado.
De Álvaro Gómez Hurtado
hay diferentes versiones de acuerdo con diferentes generaciones.
Yo tengo un elemento bien importante del recuerdo de esa superior
personalidad de la Patria y de la lectura de muchos de sus textos.
Fue un dialéctico. Estuvo
presente en todas las horas del debate, pero en el tiempo que lo
conoció mi generación jamás hizo del agravio
arma del debate. Una lección bien importante para nuestros
días.
Cuando el debate político
se estanca en el remolino del agravio personal, ese debate no contribuye
al éxito material, no contribuye a la profundización
espiritual de la Nación. Cuando el debate político
se hace con profundidad en las tesis, con disposición a
la búsqueda de opciones, con actitud de encontrar con los
contrarios salidas novedosas que permitan la superación
de los problemas, la Patria progresa.
El debate político tiene
que ser un debate sobre los problemas y las soluciones. Un debate
con toda la franqueza que caracterizó a Álvaro Gómez
para enfrentar las realidades, pero con todo el respeto por los
compatriotas que participan en ese debate político.
Esa amplia literatura de Álvaro
Gómez, ausente de agravios, es una lección que los
colombianos que estamos en el debate de hoy y las generaciones
que habrán de venir, debemos aprender.
Debate con franqueza. Con talante,
como él lo llamaba. En esa convocatoria al ejercicio de
la política con personalidad y con carácter, pero
sin agravios. La personalidad en el debate político es para
producir resultados en favor del bien público, no para detenerse
en la etapa visceral del agravio personal al contradictor.
Los ingleses han estimulado muchas
investigaciones sobre los que debieron llegar y no llegaron. Circunstancias
de la vida política, circunstancias de la criminalidad que
segó su vida, impiden que Álvaro Gómez hubiera
llegado al sitio donde quisieron y presumen que llegó las
mayorías colombianas.
Sí, no llegó, pero
sus ideas llegaron. Y con el esfuerzo de todos los compatriotas
de buena fe, esas ideas sobre justicia, sobre libertades, sobre
honradez, sobre crecimiento, como fundamento para lo social, habrán
de llegar.
Muchas gracias”.
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