PALABRAS DEL PRESIDENTE
URIBE AL INSTALAR LA COMISIÓN
NACIONAL DE REPARACIÓN Y RECONCILIACIÓN
Bogotá, 4 oct (SNE). Las
siguientes son las palabras del presidente de la República, Álvaro
Uribe Vélez,
al instalar este martes, en la Casa de Nariño, la Comisión
Nacional de Reparación y Reconciliación.
“Quiero celebrar esta oportunidad de reflexión para
la Patria, que nos crea, más que la expectativa de la reparación
total que será imposible, la expectativa de un camino seguro
para la paz.
No nos acompaña hoy el señor Vicepresidente de la
República (Francisco Santos), quien está representando
al país en eventos en Europa. Hoy tenía compromisos
que atender en Finlandia. Él se ha constituido en el gran
animador para que el país tenga éxito en esta Comisión.
Aportó toda su inteligencia, todo su empeño, para
que esta Comisión quedara constituida a la altura de las
circunstancias.
Agradezco inmensamente a ustedes, apreciados
integrantes de la Comisión (Nacional de Reparación y Conciliación),
aceptar llevar sobre sus hombros esta inmensa responsabilidad.
La integración de esta Comisión refleja el fin de
nuestra Política de Seguridad Democrática: profundizar
el pluralismo en nuestra Patria.
Ustedes no llegan aquí por identificación con el
Gobierno. Ustedes llegan aquí, con su autonomía intelectual,
ustedes llegan aquí con un recorrido de patriotismo desde
diferentes ángulos de la ideología. Ustedes llegan
aquí por su compromiso permanente para que Colombia supere
estas décadas aciagas de violencia.
Si algo quiero reivindicar es la similitud
entre la integración
de esta Comisión y el pluralismo que estamos buscando para
la Patria, a través de que todos respetemos el derecho de
quien se atreve a disentir de cualquiera de nosotros.
Durante muchos meses el honorable Congreso
(de la República)
afrontó este debate con superior responsabilidad. Sabíamos,
desde el momento que le dijimos al país, aun en la campaña
presidencial de 2002, que a partir de la Seguridad Democrática
tendría que presentarse un fenómeno de reinserción.
Que ese fenómeno de reinserción necesitaría
un marco legal y que, justamente, no sería fácil
comprender que en una Política de Seguridad Democrática,
los mismo proponentes, el mismo Gobierno, proponente y responsable
de su ejecución, tuviera que proponer el marco legal para
la reinserción. Y el debate vino tan pronto el tema se presentó.
No creo que haya habido en el mundo un
debate tan intenso, con tanta participación de la comunidad internacional, como
el que se dio en dos largos años en nuestra Patria.
Agradezco al Ministro del Interior y de
Justicia (Sabas Pretelt de la Vega); al Alto Comisionado (para
la Paz), doctor Luis Carlos
Restrepo; al Fiscal General de la Nación (Mario Iguarán);
al Congreso de la República, la manera patriótica
como se condujo ese debate.
Muchas veces una controversia que rayaba el respeto a la diversidad.
Muchas veces una controversia que no comprendía, una controversia
que incluso se atrevía a ofender.
Pero así y todo prevaleció el superior interés
por la Patria, por los intereses esenciales de los colombianos.
La historia recordará ese debate como un debate valeroso,
como un debate de una Nación dispuesta a resolver sus problemas,
respetando la opinión internacional, sin aislarse del mundo.
Como una Nación asumiendo con carácter todas sus
responsabilidades para ser la gestora de su propio futuro.
Quiero agradecer a todos este inmenso esfuerzo.
Este inmenso esfuerzo que nos ha traído un marco legal novedoso, que empieza a
ser mirado en el mundo como algo que eleva los estándares,
como algo que crea doctrina.
Y quiero agradecer y destacar la integración de esta Comisión,
sobre la cual los colombianos tenemos tantas esperanzas: ese marco
legal.
Ha dicho, con la inteligencia que lo caracteriza
para hacer los apuntes de ocurrencias necesarias, el doctor Eduardo
Pizarro Leongómez,
que en otros países marcos legales que buscaban efectos
semejantes, se produjeron cuando ya el problema estaba superado,
y que aquí se produce todavía sin haber superado
el problema.
Pero yo también quisiera anotar algo, para agregar a la
reflexión del doctor Eduardo Pizarro Leongómez: este
marco legal no se propone, como se propuso en otras partes, para
que con el ánimo de perdonar a quienes habían agredido
a la población en nombre de la insurrección contra
los gobiernos dominantes, también se perdonara a aquellos
actores de gobierno que habían trasgredido el marco de los
derechos humanos, de la Constitución, de las garantías.
¡Qué bueno poder decir que Colombia no ha aprobado
una legislación para amnistiar o indultar a funcionarios
públicos responsables de atrocidades, sino una legislación
para abrir caminos de paz!
Cuando veo lo que ha pasado en Ruanda,
lo que ha pasado en Suráfrica,
donde la Comisión de la Verdad finalmente tuvo un universo
humano tan reducido; cuando veo nuestros antecedentes, en los cuales
participé como uno de los congresistas responsables de la
ley de reinculto, cuando ya el M-19 estaba en el Congreso de la
República, creo que aquí hemos elevado los estándares.
Nuestra preocupación siempre era la reconciliación.
Ahora nuestra preocupación es el balance entre la paz, la
reconciliación, por un lado, y por otro lado, la justicia
y la reparación.
No es fácil en un país que llegó a tener
alrededor de 50 mil hombres en armas: 17 mil de la Farc, más
12 mil milicianos urbanos de la misma organización, más
4.500 del Eln, más los integrantes de los grupos ilegales
de autodefensa, no es fácil que un país que debería
estar sumido en el desespero, y como producto del desespero dispuesto
a entregar los valores de la justicia y de la reparación,
producir una ley con este alcance, con este equilibrio.
No creo que haya nación en el mundo que sea capaz, para
enfrentar un número tan grande, un número de terroristas
tan ricos, un número de terroristas tan poderosos, no creo
que haya nación en el mundo capaz de atreverse a que la
ley de reconciliación sea un equilibrio entre la paz, con
la justicia y la reparación.
Pienso que eso debe ir tornando la dura
crítica en una
campaña cerrada de apoyo para que la ley se aplique.
Mi llamado a la comunidad nacional y a
la comunidad internacional es que los estándares que hemos elevado, es que el esfuerzo
que hemos hecho, es que los riesgos que estamos asumiendo, nos
hacen merecedores a que dejemos atrás la controversia sobre
el texto legal y pasemos a la nueva etapa: la de la aplicación
transparente.
Y ustedes son una garantía de aplicación
transparente de la ley.
Confío que sigamos teniendo el apoyo de la Organización
de los Estados Americanos; de su jefe de Misión, Sergio
Caramagna, que ha cumplido una tarea tan abnegada en favor de Colombia.
Confío que esa monitoria internacional para hacer seguimiento
constructivo a la aplicación de la ley, coordinada por el
ex presidente (de los Estados Unidos, Bill) Clinton, con la participación
del Club de Madrid, de la Unión Europea, de la Conferencia
de Presidentes de Suramérica, de la Santa Sede, nos ayude
a que esto salga bien, para bien de las presentes, y fundamentalmente
de las nuevas generaciones de colombianos.
La verdad es que cuando los colombianos
en un 50 por ciento hemos participado del dolor de tantos años de violencia, hablar
del tema de la reparación nos causa emociones, que no nos
permite tratarlo con serena objetividad.
Cuando se pertenece a ese 50 por ciento
de las familias de la Patria enlutadas por esta violencia, la
reparación aparece
como un asombro, la reparación aparece como algo inesperado,
la reparación aparece como una luz, para que al menos se
frene la circunstancia de que nuevos colombianos sigan siendo víctimas
del dolor.
Es tanto el dolor que se ha sentido por
esta violencia, apreciados comisionados, y ustedes lo saben,
que es imposible pretender la
reparación total.
Por eso resalto de la intervención del doctor Eduardo Pizarro
Leongómez, el punto donde él dice que una de las
tareas de esta Comisión será disuadir, precaver,
para que cesen los actos de violencia, para que no haya más
colombianos víctimas, para que cese la expansión
del universo de aquellos que sufren el dolor. ¡Qué bueno
que podamos producir ese hecho!
Es imposible la reparación total. Incluso las víctimas
pobres de patrimonio, que son la mayoría, por más
que se les pueda resarcir patrimonialmente, nunca encontrarán
reparación total. El dolor que esta violencia ha producido
trasciende las aspiraciones de la retribución material.
Yo pensaba cuál puede ser el mejor grado de reparación.
Está bien el esfuerzo para cumplir con este texto legal
en la reparación integral a las víctimas. Pienso
que el mejor grado de reparación tiene que darse en la medida
que todos los beneficiarios de esta ley, cumplan rigurosamente
con sus normas.
A ellos, un llamado, para que miren esta
ley no en función
de sí mismos, que miren esta ley en función de sus
conciudadanos. Que cada uno de aquellos que se han reinsertado,
al pensar en esta ley, no piense en función de sus beneficios
sino en función de sus deberes con los colombianos todos.
Y que entienda que el mejor aporte para la reparación es
cumplir al pie de la letra cada una de las normas de esta ley.
Ese llamado quiero hacerlo desde aquí, al oído
de los casi 20 mil colombianos reinsertados hasta hoy.
La mejor manera de cumplir con la reparación es que se
cese la violencia, para que se profundice el pluralismo. La verdad
es que cuando se es víctima de este dolor, y se sufre el
dolor sin ánimo de venganza, el elemento que más
lo cura es ver que hay contrición, arrepentimiento, cambio
de rumbo en el victimario.
Me atrevo a interpretar a millones de colombianos,
con quienes ustedes se van a relacionar directa y personalmente,
apreciados
comisionados, para deducir con ellos: la mejor reparación
será ver el real arrepentimiento en los victimarios. La
mejor reparación será ver que los victimarios han
revisado de verdad su conducta. La mejor reparación será ver
que en los victimarios hay contrición, porque eso será la
garantía de que este dolor no se va a seguir reproduciendo
de generación en generación.
La generación a la cual muchos de los aquí presentes
y yo pertenecemos, no ha tenido un día de paz, y lo que
quisiéramos, nuestra gran añoranza, es que las nuevas
generaciones, las de nuestros hijos, las de aquellos que habrán
de venir, puedan vivir felices en Colombia.
Yo confío que este país cumpla las Metas Sociales
del Milenio, yo confío que este país siga construyendo
una gran fuerza de atracción a la inversión internacional
para generar aquí empleo. Pero todo eso irá a media
marcha, nada de ello contribuirá a la tranquilidad de los
colombianos si no frenamos el dolor.
Por eso la mejor reparación será la verdadera contrición,
el verdadero arrepentimiento, la verdadera revisión en la
conducta de cada uno de los victimarios.
Esta política de Seguridad Democrática, la llamamos
democrática justamente porque ha querido diferenciarse de
otras políticas que se enseñorearon de países
del Continente, las cuales en nombre de la reivindicación
de la seguridad afectaron los derechos humanos, anularon el pluralismo,
suprimieron las libertades.
Usted lo decía en esas referencias históricas que
trajo, doctor Pizarro Leongómez. Cuando usted se refería
a algunas de esas experiencias, pasaba por mi mente que allí se
necesitaron leyes justamente para tratar de cerrar períodos
en los cuales convivieron la violencia ejercida desde un lado,
con la supresión de las libertades dispuestas desde el otro
lado.
La nuestra es Seguridad Democrática porque busca todo lo
contrario: busca poner freno a la violencia y profundizar el ejercicio
de las garantías ciudadanas, de los derechos humanos, de
las libertades públicas.
Y es Democrática esta Seguridad
que practicamos, que estamos ambicionando para los colombianos,
porque busca fortalecer el pluralismo.
En Colombia siempre ha habido garantías para la oposición,
pero hoy son más eficaces, gracias al avance de la Seguridad
Democrática. Si no que lo diga el Referendo de 2003, la
elección de alcaldes, gobernadores, diputados y concejales
de 2003, la elección de más de 250 alcaldes para
períodos atípicos de los últimos meses.
En Colombia siempre ha habido garantías para sindicalistas,
para periodistas, pero hoy son más efectivas, gracias a
la Seguridad Democrática. Si no que lo digan las cifras:
nuestra Patria llegó a ver en un año el asesinato
de 160 integrantes de organizaciones sindicales. Todavía
el número es muy alto. Once o doce es un número muy
alto. Quisiéramos decirle al mundo: cero asesinato de personas
vinculadas a las organizaciones sindicales. Allá vamos a
llegar. No lo hemos logrado, pero no cejaremos en nuestro empeño.
Gracias a la Seguridad Democrática, hoy las libertades sindicales
en Colombia son más eficaces.
Colombia es un país que ha sentido justo orgullo por sus
libertades públicas, como la libertad de prensa, pero hoy
esas libertades, esa libertad de prensa está garantizada
de manera más efectiva, gracias a la Seguridad Democrática.
Se ha disminuido sustancialmente el número de periodistas
asesinados, el número de periodistas amenazados, pero no
se cejaremos en el empeño hasta que podamos ver que ni uno
solo de los periodistas de Colombia levanta la mano para quejarse
por una amenaza.
Por todos estos propósitos con los cuales hemos querido
ser consistentes en la práctica de estos 38 meses de Gobierno,
esta política la denominamos Democrática.
La Seguridad Democrática no es una política de aniquilamiento.
Uno tiene que priorizar los objetivos de una política. ¿Qué queremos? ¿Tierra
arrasada con todos los victimarios, o paz y tranquilidad para los
colombianos? Queremos paz y tranquilidad para los colombianos.
Si quisiéramos tierra arrasada para los victimarios, no
nos habría preocupado un programa de reinserción,
que hemos lanzado, estimulado y protegido con toda nuestra determinación.
Si quisiéramos tierra arrasada para los victimarios, no
estaríamos pensando en alternativas negociadas. Para nosotros
lo fundamental es la seguridad y la tranquilidad de los colombianos.
Reconozco que esta Política de Seguridad Democrática
va a convertirse en una política de paz, y se convertirá en
una política de permanente convivencia entre los colombianos
en la medida que esta ley se aplique bien, que la Seguridad Democrática
sea cada día más eficaz, y en la medida que cumplamos
con otro elemento necesario para que haya paz estable: la cohesión
social.
Diría yo que para la paz es tan importante la Seguridad
Democrática como esta Comisión, cuyas funciones a
partir de hoy ustedes van a integrar, van a ejercer.
Les agradezco inmensamente. Sabemos que
vamos a tener toda la cooperación de un timonel fundamental en este proceso: el
Fiscal General de la Nación, que ha despertado tanta confianza
en la comunidad nacional e internacional. Y sabemos que va a haber
creciente apoyo de la comunidad nacional e internacional, como
usted lo demandaba, doctor Eduardo Pizarro Leóngomez.
Esta política de Seguridad Democrática se siente
más comprometida con la Patria en la medida que esta Comisión
está integrada por unos intelectuales independientes, muchos
de los cuales piensan de manera diferente de como pensamos quienes
hoy transitoriamente ejercemos el Gobierno.
Por supuesto, esto necesita un elemento:
más eficacia de
quienes somos responsables de las autoridades militares y de policía.
La Fiscalía, los jueces de la República, no son capaces
de derrotar la impunidad, si nosotros en la Fuerza Pública
no disuadimos la criminalidad.
Con casi 30 mil homicidios que llegó a tener esta Patria,
que este año pueden ser alrededor de 17 mil, cifra todavía
muy elevada, no hay justicia en el mundo que sea capaz de derrotar
la impunidad.
Por eso la mejor reforma a la justicia,
en este momento de la vida colombiana, es la disuasión de los criminales. Y la
disuasión de los criminales va a depender en muy buena parte
de la labor de la Comisión que ustedes integran y, por encima
de todo, de la eficacia con transparencia de nosotros los responsables
de la Fuerza Pública.
Me preocupa este momento de tantos desafíos. El sábado
visito el Guaviare. Los colombianos que antes apenas susurraban
al oído y con mucha desconfianza, hoy se atreven a hablar
en público de estos temas, no importa el universo de televidentes
que los escuche.
Ciudadanos del Guaviare se levantaron en
ese Consejo Comunitario para decir: “aquí todavía hay paramilitares
que nos extorsionan, que nos cobran por una gallina, a quienes
les tenemos que pagar un dinero por entrar un camión con
mercancías o por sacar unas vacas. Y más allí hay
guerrilleros que nos extorsionan y tienen laboratorios de droga”.
Nos corresponde a nosotros en la Fuerza Pública ser más
eficaces. ¡Totalmente!
A mí me preocupa que los ciudadanos de Norte de Santander
estén con miedo, porque nosotros en la Fuerza Pública
no hemos sido capaces aún de frenar las incursiones de la
guerrilla en el Catatumbo, donde hace poco se desmovilizaron los
paramilitares. Eso puede frustrar la recuperación económica
de esa zona, tan promisoria a partir de la minería, de la
siembra de palma africana.
Eficacia y transparencia en nosotros los
integrantes de la Fuerza Pública, es un mandato del ahora. Si nosotros no somos eficaces
y transparentes, a esta Comisión se le dificultará su
tarea.
La tarea de esta Comisión va a depender muchísimo
de la vocación de cumplimiento a la Ley por quienes resulten
elegibles para ese proceso. Pero en ellos va a surgir un mayor
o menor grado de vocación de cumplimiento de la Ley, dependiendo
de la eficacia de la Fiscalía y, por encima de todo, dependiendo
de la eficacia de las Fuerzas Militares y de Policía. Por
eso nuestro compromiso.
A mí me preocupa que encontramos hace tres años
los Montes de María como colina de división, al sur
de la cual mandaba la guerrilla, y al norte, hacia el Golfo de
Morrosquillo, los paramilitares, ambos con el narcotráfico.
Y ahora que hemos desmovilizado a la mayoría de los paramilitares,
todavía no hemos sido capaces de frenar las incursiones
de la guerrilla.
No olvidamos la historia de este país. Y la reconstrucción
de la memoria de este fenómeno va a ser bien importante,
no para estimular la cizaña, no para prolongar el espíritu
de venganza de generación en generación, sino para
que desapasionadamente las nuevas generaciones tengan un referente
sobre el cual estudiar lo que pasó y se abstengan de repetirlo.
Muchas regiones estuvieron abandonadas
de los gobiernos por años.
Se acudía a Valledupar para recibir atenciones en el Festival
Vallenato, o a Córdoba para asistir a las parrandas del
porro en el Festival de San Pelayo. Pero las gentes de esas regiones,
para no citar sino dos, pasaban abandonadas. Y avanzaba la guerrilla
y el Estado central no reaccionaba y esos ciudadanos, en medio
del desespero, fueron víctimas de otro engaño: el
del paramilitarismo. Y quedaron finalmente entre la guerrilla y
el paramilitarismo con un común denominador: el narcotráfico.
¡Qué duro, no solamente haber sentido en carne propia
los estragos de esta violencia sino haber visto de cerca el dolor
de los demás! ¡Qué duro haber vivido en zonas
agropecuarias, asistiendo como testigo a la extorsión, al
secuestro y al asesinato de finqueros por parte de la guerrilla,
a la extorsión, al secuestro, a la masacre de finqueros
y campesinos por parte de los paramilitares!
Señores Generales de la República: ni ustedes ni
yo podemos permitir que haya reversa en estos procesos. Por eso
hay que revisar nuestra vocación de eficacia, para que esta
Comisión pueda cumplir con su tarea y para que los colombianos
puedan creer.
Una devota mujer católica, de origen conservador, que alguna
vez cometió la indisciplina de apoyarme políticamente
en un pueblo del Oriente de Antioquia, me decía hace pocos
días en conversación amistosa: “Álvaro, ¿por
qué estás desmovilizando los paramilitares antes
de que se acabe la guerrilla?”.
Y le dije: “Aura, porque eso no es poner al uno adelante
del otro. Eso es combatirlos y desmovilizarlos a todos. Eso es
aplicarles a todos la política de mano fuerte y de mano
tendida. Eso es combatirlos a todos para disuadirlos y, al mismo
tiempo, darles a todos la posibilidad generosa de la reinserción”.
“Porque este país, le decía yo, no puede pretender
derrotar a la guerrilla, si no muestra la misma disposición
frente al paramilitarismo. Porque ninguna cohesión nacional
vamos a construir, si los colombianos se tienen que sentir dominados
por la guerrilla o dominados por el paramilitarismo, so pretexto
de que los defienda”.
Y me dijo: “¿Y quién nos va a defender, si
hemos vivido un Estado y unas fuerzas institucionales tan ineficaces?”.
Le dije: “Pues justamente es el cambio cultural y práctico
de la Colombia del presente: asumir la responsabilidad de que la
defensa de los colombianos provenga exclusivamente de la institución
creada por la Constitución”.
Señores Generales de la República: las armas institucionales
para disuadir, ahora tienen que ser más eficaces y más
transparentes que en cualquier otro estadio anterior de la vida
colombiana, para que todos los delincuentes, los arrepentidos y
los que se habrán de arrepentir, respeten nuestra Constitución,
respeten la Ley de Justicia y Paz y posibiliten la tarea de esta
Comisión.
Muchas gracias, apreciados comisionados”.