PALABRAS DE EDUARDO PIZARRO, PRESIDENTE DE LA COMISIÓN
DE REPARACIÓN Y RECONCILIACIÓN
Bogotá, 4 oct. (SNE).- Las siguientes
son las palabras de Eduardo Pizarro Leongómez, presidente de
la Comisión
de Reparación y Reconciliación, durante la instalación
de la comisión en la Casa de Nariño.
“En el artículo 51 de la Ley de Justicia y Paz,
se previó la conformación de una Comisión
Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR),
compuesta por cinco personalidades escogidas por el Gobierno
y dos representantes de las asociaciones de víctimas,
además de distintos funcionarios de alto nivel del Estado.
Aún cuando no se trata propiamente de una comisión
de la Verdad como las que ha habido en las últimas dos
décadas en el mundo, las funciones de la nueva Comisión
son, en algunos planos, similares y en otros muy distintas. La
principal diferencia nace del hecho de que las comisiones del
pasado fueron creadas una vez terminadas las dictaduras militares,
las guerras civiles o el Apartheid, mientras que la CNRR se crea
en un periodo en el cual sólo están madurando las
condiciones para la resolución final del conflicto armado
interno que afecta al país.
En Argentina, Raúl Alfonsín creó su comisión
dirigida por el escritor Ernesto Sábato, en Chile, el
presidente Patricio Alwin creó la Comisión Nacional
de Verdad y Reconciliación en 1990, después del
fin del gobierno militar; en El Salvador, Naciones Unidas impulsó en
1992 la Comisión de la Verdad que dirigió el ex
presidente colombiano Belisario Betancourt; en Guatemala, igualmente
Naciones Unidas en 1994, creó la comisión para
el esclarecimiento histórico, o en 1995 Nelson Mandela
creó la comisión de la verdad y la reconciliación
en Sudáfrica.
Como ustedes pueden ver, mientras que
las comisiones similares que hubo en el pasado sólo debían mirar hacia las
víctimas del pasado, la CNRR en Colombia tiene el gran
reto de no solo reivindicar a las víctimas de ayer sino,
en consideración a que le conflicto no ha terminado, tratar
de impedir que haya más víctimas mañana.
Ayer, por ejemplo, cinco soldados asesinados
por las FARC en el municipio de Sipí, en el Chocó, aumentaron la
lista de las víctimas de este conflicto fraticida que
enluta a Colombia.
Pero, ésta no es la única diferencia de la CNRR
con respecto a otras comisiones similares en el mundo. Un aspecto
central entre las experiencias del pasado y la colombiana es
que en todas esas experiencias de reconciliación nacional
hubo un clima, en mayor o menor medida, de impunidad total. En
los valores dominantes en los años 90 del siglo pasado,
el fin de las dictaduras militares, de las guerras civiles o
del Apartheid, justificaban pagar altos costos en el plano judicial.
La mentalidad ha cambiado hoy en el mundo.
Hoy, los crímenes de lesa humanidad y los crímenes
de guerra no pueden ser objeto de amnistías e indulto.
Lo que ayer era permisible hoy no es posible.
En Chile, en medio de un enorme activismo
judicial, se han reabierto los expedientes gracias a una nueva
interpretación de
las leyes de amnistía. En Argentina, la Corte Suprema
declaró sin vigencia las leyes de punto final y obediencia
debida. Incluso, hechos históricos que parecían
ya olvidados en los anaqueles de las bibliotecas como objeto
de estudio de los historiadores, comienzan a revivirse. En España,
la ley 46 de 1977 mediante la cual se dictó una amnistía
total por los hechos ocurridos durante la Guerra Civil y el gobierno
del general Franco están siendo objeto de serios cuestionamientos.
En Francia, la ley de amnistía aprobada el 31 de julio
de 1968 por el Parlamento con relación a los crímenes
perpetrados durante la guerra de Argelia está siendo,
igualmente, puesta en duda.
En otras palabras, hoy la comunidad internacional –a diferencia
de hace sólo 10 o 15 años- exige penas de prisión
para los responsables de crímenes de lesa humanidad, de
la misma manera que propugna por la reconstrucción de
la verdad histórica y la reparación a las víctimas.
Todo esto produce un panorama totalmente distinto al de hace
unos años y contribuye y es excepcionalmente importante,
a mi modo de ver, que haya este tipo de medidas porque contribuye
a disuadir a muchos posibles dictadores o criminales de cometer
futuros actos de barbarie.
Colombia ha aceptado, entonces, un reto
sin antecedentes en el mundo y aplicar justicia en medio de
un conflicto que no ha
terminado. Esto no tiene antecedentes en ninguna experiencia
internacional. Es probable que si en Chile las élites
políticas hubiesen rechazado los términos y condiciones
que impusieron las Fuerzas Armadas para abandonar el poder, la
transición hacia la democracia no hubiese ocurrido en
forma pacífica. Habría costado miles de muertos
deponer a Pinochet. Lo mismo puede afirmarse de Uruguay, de Argentina,
de Brasil. Es muy probable que si en Guatemala o en El Salvador
se hubiese amenazado con aplicar solo una parte mínima
de los estándares de justicia que hay en la Ley de Justicia
y Paz, la guerra civil en uno y otro país no hubiese culminado
todavía.
Los colombianos vamos a hacer lo que
ningún otro país
hizo en situaciones similares. Vamos a buscar alcanzar la paz
sin dejar de lado la aplicación de la justicia, la reconstrucción
de la verdad y la reparación de las víctimas. Un
desafío sin antecedentes en el mundo.
Por ello fue necesario encontrar un ”punto de equilibrio” entre
los requerimientos de la justicia y la necesidad de alcanzar
la paz. Es decir, concebir un proyecto de ley cuyos niveles de
justicia no impidieran alcanzar la paz negociada, pero, a su
turno, que las necesidades de la paz no se hicieran a costa de
la justicia.
Uno se pregunta si no ¿se trata de una “cuadratura
del circulo”? ¿De un desafío que hace inviable
las tareas de la CNRR? No lo creemos. Pero ante este escenario
inédito la CNRR debe tener, a diferencia de otras comisiones
en el pasado, tres tareas centrales que van a definir su norte
estratégico.
Primero, debe diseñar las políticas necesarias
para reparar a las víctimas del conflicto tanto las víctimas
de los grupos paramilitares, como las víctimas de los
grupos guerrilleros, en el plano simbólico, material y
judicial con objeto de comenzar a cerrar las heridas del conflicto
armado. Es decir, diseñar los instrumentos necesarios
para alcanzar una real reconciliación nacional.
Segundo, la CNRR debe crear una barrera ética para que
no haya más víctimas mañana. ¿Qué logramos
con luchar exclusivamente a favor de las 50 mil o más
víctimas de ayer, si mañana vanos a tener otras
50 mil víctimas?
Tercero, la CNRR debe colocar en el centro
de la discusión
nacional el tema de la construcción seria y planificada
de un posconflicto benigno, es decir no de un postconflicto traumático
Salvador, Guatemala, sino un postconflicto donde no haya las
tasas de homicidio y de criminalidad que están afectando
a estas naciones en Centroamérica.
Es decir, la CNRR tiene como obligación mirar hacia el
pasado pero también debe mirar hacia el futuro. Reparar
a las víctimas de ayer, cerrar las heridas que ha generado
el conflicto, crear una barrera ética que impida que haya
nuevas víctimas mañana y coadyuvar a la construcción
del futuro en paz que añoramos los colombianos. Esos son
nuestros principales desafíos.
Como ustedes se pueden dar cuenta por
el artículo 52
de la Ley de Justicia y Paz, las funciones de la CNRR son muy
amplias. Se trata de un cúmulo de tareas de enorme complejidad,
para cuyo éxito esperamos un importante apoyo nacional
e internacional.
De la comunidad internacional esperamos
una mayor comprensión
con respecto a los desafíos que enfrentamos. En otros
procesos, la comunidad internacional ha utilizado la amnistía
para cerrar capítulos dolorosos de su historia. Y sin
embargo, en este momento nos exigen a los colombianos unos estándares
que harían inviable alcanzar la paz. Les pedimos en este
aspecto mayor comprensión. No deben olvidar jamás
que el conflicto no ha terminado y que Colombia corre el riesgo
de aumentar sus víctimas día a día.
De los colombianos esperamos una voluntad
inquebrantable para cerrar este doloroso capítulo de la vida nacional. Los
colombianos tenemos derecho a la justicia, a la verdad y a la
reparación, pero, igualmente, tenemos derecho a la paz.
Mil gracias.