PALABRAS DEL PRESIDENTE
URIBE EN LA UNIVERSIDAD LIBRE
Bogotá, 19 oct (SNE). Las siguientes son las palabras del
presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez,
al recibir el título Doctor Honoris Causa en Derecho y Ciencias
Políticas que le otorgó este miércoles la
Universidad Libre. El Mandatario también fue distinguido
con la Condecoración Benjamín Herrera en el Grado
de Gran Cruz Extraordinaria.
“Hace unos meses, el ex presidente Julio César Turbay
Ayala, generosidad y patriotismo sin límites, me expresó la
decisión de la Universidad Libre de conferirme el Doctorado
Honoris Causa y la Orden Benjamín Herrera.
Me conturbó la noticia. Entiendo la labor del servidor
público como una labor buscando que la única recompensa
sea que mejore la situación del pueblo. El representante
Manuel Henríquez, egresado muy ilustre de esta universidad,
también me trajo el informe sobre la generosa decisión.
Acudo abrumado a recibir este Doctorado
y esta orden Benjamín
Herrera, que me comprometen más con Colombia. La única
manera que tengo de responder a la Universidad es con mi afecto
por la Patria, con mi compromiso por la libertad y con la democracia.
Al ingresar a la universidad esta noche,
cuando me mostraban ese cuarto de la historia donde falleció Rafael Uribe Uribe,
virtud de carne y hueso, virtud de la Patria, conocí la
decisión de la Honorable Corte Constitucional en el sentido
de encontrar exequible el acto legislativo del Congreso de la República
que permite la reelección presidencial inmediata.
Permítanme, desde este auditorio de la Universidad Libre,
referir unas palabras a los compatriotas, conocida esta decisión
de la Honorable Corte Constitucional.
Se avanza en el periplo de profundización de la democracia
de Colombia, un periplo largo, un periplo en tantas ocasiones acompañado
por la Universidad Libre, por sus fundadores. Basta analizar cuánto
aportaron a esa lucha por las libertades democráticas Benjamín
Herrera y Rafael Uribe Uribe.
Desde esta Universidad marcharon hacia
Ibagué muchos de
los oradores de la Convención de 1922, a la cabeza de quienes
estuvo quien la presidió. Allí se propuso, como primer
punto de las reivindicaciones democráticas, que se reconociera
al pueblo el derecho de elegir sus autoridades más cercanas.
Se necesitaron muchos años de debate, y fue finalmente
en los años 80’s cuando el honorable senador Álvaro
Gómez Hurtado, en la administración del presidente
Belisario Betancur, propuso la reforma constitucional que incorporó la
elección popular de alcaldes.
Desde que empezó a aplicarse en el Gobierno del presidente
Virgilio Barco, y la Asamblea Constituyente convocada por la administración
del presidente César Gaviria, amplió el período
para los alcaldes, incorporó la elección popular
de gobernadores, incorporó mecanismos de democracia participativa
inmensamente convenientes para la vida democrática de la
Nación, y esa Asamblea Constitucional, en el artículo
tercero, radicó la soberanía en el pueblo.
El Congreso de Colombia, la Corte Constitucional
con sus decisiones autónomas, han desarrollado el punto tan importante de la
Constitución del 91 de radicar la soberanía en el
pueblo, han ejercido sus competencias al reconocer derechos democráticos
al pueblo.
La reelección presidencial inmediata implica más
responsabilidades con el pueblo que con la historia.
La reelección presidencial inmediata demanda del Presidente
de la República aplicarse, no para recibir el remoto juicio
de la historia, sino para someter la tarea del Gobierno al inmediato
juicio del pueblo. Por eso es un paso de gran importancia en un
país que tiene más urgencias que expectativas sobre
las páginas de la historia.
Por supuesto, este proceso de profundización democrática
tiene que continuarse todos los días. Hoy, compatriotas,
no hay razón para negar la reelección inmediata de
alcaldes y de gobernadores. Creo que en ese proceso debe avanzarse,
porque es otra oportunidad para que el funcionario tenga que responder
con mayor exigencia a las demandas del pueblo.
Reitero mis afanes y preocupaciones por
tener una Patria colombiana solidaria, sin odios, sin exclusiones,
en permanente debate, pero
en debate fraterno. No un debate que conduzca a posiciones irreconciliables,
sino un debate fraterno y creativo que conduzca siempre a la síntesis
que permite el acuerdo para que el país avance.
Expreso que quiero preocuparme más por las eficaces garantías
a mis compatriotas, que por mi suerte personal.
Ejerceré disciplina sobre las vicisitudes de mi humana
condición para sentar un buen precedente de unidad de los
colombianos, alrededor de las alternativas democráticas
en este nuevo proceso de la democracia que empieza a vivirse.
Procuraré trabajar en esta etapa de la vida colombiana
con total disciplina por el bien público, con total transparencia
por la confianza de nuestros compatriotas en nuestras instituciones
y con amor, con amor infinito por Colombia.
Vengo con respeto y admiración al claustro de la libertad,
fundado bajo la guía espiritual del general Benjamín
Herrera, ese gran predicador de la concordia y de la civilidad.
Desde las aulas de esta universidad partieron
hacia Ibagué muchos
de los oradores de la Convención de 1922. Allí se
determinó un rumbo para un partido como colectividad del
libre examen y del respeto por la institucionalidad.
Desde ese momento se superó cualquier afán sectario
y se rechazó cualquier apelación al uso de la fuerza
o a la amenaza del uso de la fuerza para imponer ideas y programas.
Estas aulas contienen ecos de libertad,
orden y justicia, aquí vibró la
voz de (Jorge Eliécer) Gaitán, y sus dinteles vieron
entrar y salir la figura lenta, grave e ilustrada del maestro Gerardo
Molina.
Esta universidad es, por su pasado y su presente, un paraninfo
en el que se predica y se practica la libertad.
Por eso, qué mejor auditorio desde donde repetir a los
compatriotas unas ideas sobre la Seguridad Democrática y
sobre el papel de la universidad en la comunidad colombiana.
Nuestra seguridad es democrática, porque no es un pretexto
para suprimir y recortar las libertades públicas.
La semana anterior nos da un ejemplo bien importante.
Muchos sectores sociales y políticos habían preparado
una jornada de protesta y un paro nacional con esmero. ¿Qué hizo
el terrorismo? El terrorismo se anticipó a esa jornada con
hechos graves, como el atentado contra el senador Germán
Vargas Lleras, que nos dolió en las entrañas, el
deseo de repetir un nuevo atentado como el del 7 de agosto de 2002,
y las amenazas contra el alcalde (de Bogotá) Luis Eduardo
Garzón, que nos despertaron con él toda la solidaridad
democrática.
¿Qué esperaba el terrorismo? Que el Gobierno violara
los preceptos democráticos de su concepto de seguridad,
suspendiera y recortara las libertades de quienes querían
protestar.
Entonces, que un país amenazado por los terroristas, que
un país nuevamente asustado por los terroristas, asistiera
a la decisión del Gobierno de suprimir la protesta.
Ese día pensamos de nuevo que teníamos que ser consistentes
con nuestra predica de Seguridad Democrática.
Y establecimos claramente una diferencia
entre el tratamiento al terrorismo y las garantías a las
protestas sociales.
El tratamiento al terrorismo tiene que
ser con toda la fuerza del Estado, sin contemplaciones, sin claudicaciones.
Y las garantías
a la protesta social tienen que ser plenas, porque hacen parte
de las garantías a las libertades públicas.
Los sucesos de la semana anterior demuestran,
apreciados compatriotas, cómo el Gobierno ha venido en esa tarea de complementar
el rescate de la seguridad con la profundización de la democracia.
Justamente, un país que ha avanzado de manera profunda
en su democracia es un país que tiene el derecho, el mismo
de los pueblos de Europa Occidental, de reclamar que contra esa
democracia no se atente con armas, ni con amenaza de uso de armas.
En Europa Occidental muchas de las legislaciones
denominan terrorismo el uso o la amenaza del uso de las armas
por razones ideológicas,
políticas, religiosas. Y la razón de esa denominación
es el orgullo de su democracia.
Se razona así en lo que subyace de manera simple a esas
legislaciones. Cuando se respeta plenamente la democracia, la independencia
de las instituciones que representan al pueblo para conformar el
Estado, se debe ejercer el derecho de descalificar cualquier intimidación
violenta.
Es lo que está sucediendo en Colombia. Por eso, apreciados
compatriotas, a medida que profundizamos la democracia, tenemos
que ser más firmes para erradicar el terrorismo.
A las generaciones anteriores y presentes
el terrorismo trató de
confundirles sus conceptos democráticos, como trataron de
confundirlos la semana anterior.
En esa trampa no podemos caer de nuevo.
Una cosa es nuestra lucha sin declive contra el terrorismo para
erradicarlo de la faz de
Colombia, otra muy distinta es nuestra devoción por la democracia,
que se fertiliza esta noche al cruzar las puertas de la Universidad
Libre para recibir esta generosa distinción.
EL PAPEL DE LA UNIVERSIDAD
Antes de asistir a la Universidad Libre
tuve la oportunidad, con la señora Ministra de Educación, de entregar los
premios a los estudiantes que en los exámenes obtuvieron
el mayor puntaje como egresados de los diferentes programas universitarios.
Cuarenta muchachos de diferentes universidades
y regiones de la Patria, recientes egresados universitarios que
ganaron la distinción
de ser cada uno el mejor en su programa. Qué esperanza para
la Patria tener grupos de estudiantes de esa calidad.
Y allí les explicaba a ellos que estamos haciendo todo el
esfuerzo al alcance de nuestras posibilidades para que haya un
superior nivel de confianza en Colombia, para que los jóvenes
pueda estudiar en Colombia confiados y felices, para que se pueda
invertir en Colombia y contribuir a la generación de empleo,
para que las familias puedan encontrar en Colombia el terreno fértil
para una vida feliz y plena, para que los trabajadores puedan encontrar
en Colombia todas las oportunidades para la dignificación
de su existencia.
Y para contribuir a que suba la confianza
en Colombia, decía
esta tarde a los estudiantes, lo que quiero repetir esta noche
en la Universidad Libre, hemos trabajado por la Seguridad Democrática,
por la recuperación de la economía, por la transparencia
y por la política social.
La política social es una característica
fundamental de la democracia moderna.
Si Benjamín Herrera y Rafael Uribe vivieran, con ese espíritu
dialéctico que iluminó sus inteligencias, tal vez
mirarían con desdén la división artificial
que quiere imponerse hoy en el continente entre gobiernos de derecha
y de izquierda. División obsoleta, válida para la época
de las dictaduras, que hoy no tiene razón de ser, como lo
demuestra la dificultad de diferenciar por esos conceptos acciones
de gobierno, señalados unos de izquierda y otros de derecha.
Lo que hemos venido proponiendo es que
se pregunte si una democracia está orientada por liderazgos constructivos o por caudillismos
personalistas. Que se pregunte si una democracia está regida
por gobiernos respetuosos de la Constitución y de la Ley
o por gobernantes que imponen sus caprichos. Si una democracia
está comprometida para construir una Nación sin exclusiones
o simplemente para reproducir condiciones de inequidad. Si una
democracia en fin de cuentas es sostenible por su práctica
y su visión moderna o está anquilosada.
Y para contestar esas preguntas hemos propuesto
que se mida a las democracias contemporáneas con cinco parámetros:
la seguridad con alcance democrático con que se esfuerzan
para proveer a sus ciudadanos, el respeto a las libertades públicas,
la construcción de cohesión social, la transparencia
y el respeto a la institucionalidad independiente.
Bobbio, en uno de sus magníficos escritos, mostraba que
hay un punto de conjunción entre las tesis liberales y las
tesis socialistas, porque aparentemente las unas parten del reconocimiento
total a las garantías del individuo y las otras parten de
la primacía del concepto del grupo.
Pues bien, en la sana interpretación de Bobbio, es imposible
respetar las libertades individuales si los individuos no están
comprometidos con el colectivo. Y es imposible mantener las libertades
individuales si finalmente no se respeta la primacía del
interés colectivo.
Por eso, en esos cinco parámetros, nosotros hemos incorporado
el respeto a las libertades públicas y al mismo tiempo la
cohesión social, porque tienen que ser convergentes y tienen
que avanzar en el sendero dialéctico, como lo propuso Bobbio,
para que se encuentren.
No pueden seguir siendo aparentes polos,
de tesis, de contradicciones insuperables, la una en favor del
individualismo y la otra en favor
de la primacía del ser social. Tienen que reconciliarse,
encontrarse en el punto de equilibrio, para que funcionen bien
las sociedades y sus reglas fundamentales, las democráticas.
Y entonces encontramos ahí un punto fundamental, que es
la construcción de cohesión social, que reclama esta
universidad libre, privada y social, la Universidad Libre de Colombia.
La cohesión social que la entiendo como ese eslabón
que tiene que unir la Seguridad Democrática con la reconciliación
plena de los colombianos.
La cohesión social que tiene que dar a todos los colombianos
igualdad de oportunidades. La cohesión social que tiene
que construir una sociedad solidaria. La cohesión social
que tiene que permitir que las nuevas generaciones vivan felices
en Colombia.
Y la cohesión social que queremos
construir con Siete Herramientas de Equidad.
La estamos trabajando con una herramienta
fundamental: la Revolución
Educativa, a la cual usted refería, señor Rector.
Esa Revolución Educativa llamada a producir un efecto sin
el cual la democracia se mantiene enfrentada por contingencias
de consecuencias imprevisibles.
Qué efecto el de la movilidad social. La movilidad social,
la circunstancia de que a los hijos de los pobres no los condenen
a ser pobres, se constituye en un imperativo de sostenibilidad
democrática. Y se logra en nuestra época solamente
con una Revolución Educativa permanente.
Por eso nuestro empeño en la Revolución Educativa,
para poder decirle dentro de poco al mundo que Colombia ha cumplido
la primera de las Metas del Milenio: la plena cobertura en educación
básica.
Pero no para quedarnos allí. Para avanzar en educación
universitaria, en la integración entre la técnica,
las tecnologías, la universidad, la ciencia, la capacitación
técnica, con el buen cuidado en la pertinencia. Y sobre
todo con una educación de superior calidad, que le dé a
los ciudadanos de Colombia las máximas oportunidades de
productividad, de competitividad, de equitativa distribución
del ingreso.
En aras de la calidad, las universidades
vienen haciendo el esfuerzo de acreditar todos sus programas:
el nivel de acreditación
obligatorio.
En aras de la calidad, el Gobierno viene
invitando a las universidades para la acreditación voluntaria
de los programas de excelencia.
En aras de la calidad y de la transparencia,
dejamos atrás
la época en la cual los profesores de los establecimientos
públicos se nombraban por recomendación política,
y hemos entrado en la época de los concursos de méritos
para configurar las nóminas de los profesores oficiales.
En aras de la calidad, hemos realizado
ya la segunda prueba a los egresados de los programas universitarios.
Esta tarde los premiamos
en la Casa de Nariño.
En aras de la calidad, nos proponemos que dentro de poco, en la
tercera y en la cuarta prueba, Colombia examine a todos los egresados
de todos los programas universitarios, técnicos y tecnológicos.
En aras de la calidad y de la pertinencia, ya opera el Observatorio
Laboral de los egresados universitarios.
En el mes de noviembre, la señora Ministra de Educación
dará a conocer al país los primeros resultados de
ese Observatorio, que entregará señales contundentes
a las universidades para que ellas aprecien cómo está su
relación con las tendencias económicas y sociales
de la Nación.
Que entregará señales a la economía para
que la economía advierta cuál es su integración
con la academia.
Que entregará señales al país entero sobre
cómo avanza su aparato educativo para ser más competitivo
en este mundo de economía interrelacionada.
Que entregará señales a padres de familia y a estudiantes
para que tengan mejores criterios de selección de universidades.
Hace dos semanas asistimos con la Ministra
a un formidable evento en Bogotá. Se congregaron representantes de 600 escuelas
públicas del país, para intercambiar sus experiencias
sobre la promoción de las competencias investigativas.
Allí se presentaron casos de investigación sobre
lenguas de comunidades indígenas. Allí se presentaron
casos de investigación adelantados por escuelas de primaria
y secundaria sobre la solución a los desafíos de
la seguridad alimentaria de los colombianos, sobre el desarrollo
de la piscicultura.
Fue la presentación de un semillero extraordinario de inquietudes
científicas de nuestros profesores de primaria y secundaria
y de nuestros niños y adolescentes.
Eso obedece al estímulo de las competencias científicas,
que es fundamental en los niños para que las universidades
alcancen en nuestro país niveles universales de excelencia.
Yo me duelo de los problemas que aún tenemos, de la poca
financiación que aún damos a la investigación
científica. Pero creo que la investigación científica
no empieza con caudalosas partidas en los presupuestos sino con
disciplina, vocación y emoción investigativa en los
cuidadanos.
Los países que han hecho grandes transformaciones científicas,
no empezaron a lograrlas con caudalosas partidas presupuestales.
Lo hicieron con la disciplina de sus investigadores.
El gran paso de Colombia hoy en materia
científica es estimular
en los niñitos toda esa vocación por la investigación.
Investigación relacionada con la solución de nuestros
problemas sociales, investigación relacionada con la solución
de nuestros problemas económicos, investigación relacionada
con la convivencia, con la tolerancia, investigación relacionada
con la cotidiana profundización del ejercicio democrático.
La Revolución Educativa, que hoy me da la oportunidad la
Universidad Libre de referir a ella, es el gran camino para la
revolución de las oportunidades en nuestra Patria colombiana,
apreciados compatriotas.
Y aquí juega un papel extraordinario la Universidad Libre.
Tomo nota de su petición, señor Rector, para que
las instituciones oficiales del Ejecutivo acompañen con
más devoción estos esfuerzos sociales que, desde
una tribuna de libertad, desde una universidad privada, ha adelantado
históricamente la Universidad Libre.
Hace pocos días, a raíz de unas acciones violentas
en la Universidad del Valle, dije en Cali que el Gobierno que presido
cree en una universidad científica y de masas, popular y
crítica. En una universidad contestataria, pero en una universidad
con rigor y en una universidad con orden.
Ese día expresé que rechazábamos las acciones
de violencia en las universidades y que la Fuerza Pública
no podía renunciar a combatir esas acciones de violencia,
porque las universidades son espacios de la ciencia, pero no espacio
excluido para el imperio de la Constitución.
E invité a los vallecaucanos a establecer
la diferencia entre lo que tiene que ser una universidad en una
sociedad con
contradicciones, inequidades y dificultades como la colombiana.
Con los problemas sociales que tenemos,
nadie entendería
una universidad ausente de crítica, una universidad desdeñosa
frente a lo social, una universidad adormecida frente a los desafíos
de la inequidad. Al contrario, lo que queremos es una universidad
crítica.
Pero para que la universidad sea crítica tiene que ser
científica. Para que la universidad pueda cumplir su tarea
de ser el laboratorio donde se procesen los problemas de la sociedad
y de constituirse en la caja de resonancia desde la cual salgan
las recetas para que la sociedad supere sus contradicciones y dificultades,
la universidad también tiene que ser ordenada.
Por eso creemos profundamente en una universidad
en permanente debate, pero sin odios. En una universidad contestaria,
pero sin
anarquía.
Y cuando analizo el recorrido de la Universidad
Libre, desde esa bellísima acta de fundación, desde esa bellísima
declaración de principios que escribiera el general Benjamín
Herrera hasta nuestros días, veo que ha cumplido una tarea
magnífica en la vida colombiana.
Ha sido un ejercicio de universidad en el punto exacto, que impide
la cátedra dogmática y que impide la anarquía.
Ese punto es el punto de la libertad de cátedra. Ese es
el punto del pluralismo para que florezca la ciencia. Ese es
el punto que nos anima todos los días a fortalecer las
libertades.
Llevaré, con la palabra más difícil para
aplicar en los seres humanos, que es la palabra humildad, este
título Honoris Causa y esta Condecoración Benjamín
Herrera.
Los seres humanos aplicamos con facilidad
la palabra disciplina. Los seres humanos no tenemos que hacer
mayores para aplicar la
palabra transparencia. Los seres humanos, si dejamos que se exprese
el corazón, no tenemos dificultades para realizar nuestras
tareas con amor, y más las públicas, con amor a Colombia.
Lo difícil es aplicar esa palabrita
que se llama humildad: combatir las expresiones de arrogancia
y de vanidad que se dan
a cada momento en cada uno de nuestros seres.
Pero me propongo combatir las tentaciones
permanentes de arrogancia y de vanidad, para llevar con humildad,
con compromiso con mi Patria
colombiana, con compromiso con la democracia, con la libertad y
con la cohesión social, este doctorado Honoris Causa.
A mí me graduó la universidad, la vida me ha comprometido
más con Colombia, pero me ha desgraduado de conocimientos.
Ustedes me comprometen hoy más con
la universidad, con la ciencia, como fuentes de las libertades
y como caminos de la
democracia.
Volveré, cada vez que mire esta condecoración, a
repasar la leyenda de Benjamín Herrera y de Rafael Uribe.
Cuando empezó este Gobierno, se cumplió el primer
centenario del final de la Guerra de los Mil Días. Hicimos
celebraciones en Chinácota, en aquella finca del departamento
del Magdalena, que fueron dos de los tres escenarios en los cuales
se pactó la paz. El tercero, el buque.
A los pocos días, los panameños celebraron el primer
centenario de su independencia y allí acudí a hablar
en nombre de todos los colombianos, con afecto y con fraternidad.
Todo eso sumado a lo de hoy, ha puesto mi mente y mi alma en el
ejercicio vital de Benjamín Herrera y de Rafael Uribe, actores,
como fueron, de aquellas epopeyas, y de la epopeya de la democracia,
que Colombia sigue honrando con las decisiones autónomas
de sus instituciones independientes.
Benjamín Herrera, un ejemplo inigualable de patriotismo,
la Patria por encima de los partidos. Rafael Uribe Uribe, un ejemplo
en todo, un ejemplo en la guerra y en la paz, un ejemplo en la
gerencia y en el liderazgo, un ejemplo en la virtud, un ejemplo
en la reconciliación.
Cómo, después de los episodios de la guerra, acompañaron
a sus antiguos contrincantes del campo de batalla, al general Reyes.
Cómo no tuvo inconveniente Rafael Uribe para hacer consistente
en el nuevo discurso, y congruente con él en decisiones
de práctica política, como aquella que antecedió a
su muerte en la elección presidencial de 1914.
Cuando cruzaba esta noche el portón para entrar a esa casa
de la Universidad, donde él residió los últimos
días, recordaba aquella convocatoria, ejemplo de dialéctica,
con la que puso fin a la Guerra de los Mil Días. Y quiero
recordarla de nuevo. Decía el General: “Hoy he renunciado
a la guerra, he tocado trompeta y he pasado revista a las ideas
que he venido profesando, y he dado de baja a aquellas que considero
inútiles y obsoletas, y las he sustituido por otras más
fuertes y robustas”.
Se renunció siempre a la violencia, pero nunca se renunció al
trabajo por el bien público. Me emociona mucho este recuerdo
de libertad y de democracia, y salgo esta noche del claustro de
la Universidad Libre con una superior reflexión de amor
a Colombia.
Quisiera simplemente que yo pudiera retribuir a este título
que ustedes generosamente me entregan, pudiendo cosechar otro:
el de servidor en todas las horas de la Patria, para el bien de
los compatriotas.
Muchas gracias, señor Presidente de la Universidad, señor
Rector y apreciados compatriotas”. |