PALABRAS
DEL PRESIDENTE URIBE EN HOMENAJE PÓSTUMO AL MAESTRO EMILIANO
ZULETA
Valledupar, 31 oct. (SNE). Las siguientes
son las palabras del presidente Álvaro Uribe Vélez durante el homenaje
póstumo que se le rindió al maestro Emiliano Zuleta,
en Valledupar.
“Venimos a acompañar al maestro
Emiliano Zuleta Baquero, leyenda viviente, un juglar cuya vida
y obra se confunde con los
momentos fundacionales del pueblo vallenato.
Miembro y continuador de la más prolífica dinastía
de creadores, se unía a la herencia musical de Cristóbal
Zuleta y la inspiración poética de la Vieja Sara,
su madre.
Ella cantó y fue cantada por los grandes del folclore vallenato,
miembros de la generación de los clásicos, aquellos
que hicieron de nuestra música una expresión de reconocimiento
universal.
La naturaleza educó al Maestro con esos dones de la música
y de la inspiración poética. De niño tomó un
acordeón, sin permiso de su tío Francisco Salas.
Cual si fuera un personaje creado por la imaginación literaria,
se fue a esconder a la Sierra y cuando apareció –dijo–, “ya
era acordeonero y cantaba los merengues de Francisco el Hombre,
aprendidos de mi abuela”.
La madrugada en que regresó, para devolver el acordeón
a su tío, cantó estos versos, la primera composición
de la que tenemos memoria: “Le vivo rogando a Dios que me
perdone mi tío, por culpa de un acordeón que yo me
llevé escondío”.
La grandeza de Emiliano Zuleta le dio un
puesto al vallenato en todo el mundo, en la Orquesta Sinfónica
de Francia, e hizo que sonara en los grandes escenarios de las
grandes capitales.
Todas las culturas aprecian la obra de
Zuleta, porque como compositor fue un corazón capaz de mudarse en acordeón.
Sus versos derriban las barreras entre los hombres y hacen amar
a la
gente y a la naturaleza.
Porque si algo identifica al vallenato,
es que da vida al espíritu
y convoca a la comunidad, sin exclusiones, de manera universal,
como tantas veces en la historia de Colombia lo ha testificado
esta placa que hoy le da la despedida.
En el vallenato hasta los ríos y las montañas se
unen y las trovas no son pendencieras, o cuando lo son, sólo
lo son en apariencia, porque llevan el espíritu de la fraternidad
y el respeto por el otro.
Maestro Emiliano, maestros de grandes de
los aquí presentes
que se congregan para darle adiós al colega de la inspiración.
Hoy me contaba el maestro Rafael Escalona aquella bella composición
que le hizo casi de niño, todavía sin conocerlo.
Se congregan todos. Unos presentes, otros ausentes, reunidos con
el Creador ante quienes interceden por Colombia.
Narró siempre las angustias con
sentimientos de la leyenda amable.
Así, cuando Emiliano le recordaba a Moralito “el
día que estuvo en Urumita y no quiso hacer parada, que se
fue de mañanita sería de la misma rabia”, no
estaba alegrándose por su partida sino lamentando su ausencia
y enviándole una invitación por el reencuentro.
El maestro Emiliano, expresión de
creatividad.
En el Cesar y La Guajira lo particular
y cotidiano tomó forma ética
universal. Lo que aquí fluía de manera sencilla,
como la naturaleza hace que fluya el viento, para el mundo, para
la Patria entera, se convirtió en algo ético. Y a
ello cuánto contribuyó Emiliano, a quien hoy despedimos.
La grandeza de su literatura está asentada en el descubrimiento
de lo bello que hay en lo aparentemente pequeño. El vallenato
es el canto al acto solidario, a la alegría, a la alegría
que para sus compatriotas siempre generó Emiliano.
Esa alegría, que es la exteriorización del orden.
Esa alegría de la música de esta tierra, que es la
rebelión contra la insolidaridad, que es la rebelión
contra la violencia. Esa alegría de la música de
esta tierra que nos inspira una Nación sin exclusiones,
también sin odios. Una nación fraterna en la alegría.
Al maestro Emiliano Zuleta, cuyo cuerpo
regresa a la tierra, cuyo espíritu seguirá iluminando
a su Cesar, a su Guajira y a su Patria entera, Colombia toda
le rinde el homenaje como a
uno de los grandes.
Él es paradigma de la fraternidad,
que es el himno diario que debemos cantar todos los colombianos.
Brindamos tributo al maestro cantor de
su tierra, a través
de él exaltemos nuestro pasado, inspirémonos frente
al presente y divisemos el futuro.
Emiliano Zuleta es gloria de la música
colombiana, gloria del vallenato, gloria de nuestra cultura.
Logró el milagro de una convocatoria universal, el milagro
de reunir a la Nación entera alrededor de la música,
que él, de manera tan natural y al mismo tiempo tan simple
y al mismo tiempo tan profunda, contribuyó a crear.
Esa música vallenata que une el
alma de los colombianos y que es una de las mejores presencias
de nuestra Patria en todos
los rincones del mundo.
Ahora que el Gobernador nos invitaba a
despedirlo, agitando los pañuelos y cantando unos renglones de la Gota Fría,
nos hacía conmover para conectarnos todos en el alma y,
en un momento de tantas dificultades de la Patria, darle la despedida
a quien nunca nos puede abandonar.
Maestro Emiliano, usted que trabajó por la alegría
y por la unidad de la Patria, contribuya desde el cielo a la reconciliación
de la Patria.
Usted, que hizo del vallenato de la inspiración un hilo
que fue atando a cada colombiano con el otro para constituir una
gran comunidad, ayúdenos a que esta Nación supere
los odios alrededor de la fraternidad que usted siempre le fertilizó.
Todos los colombianos nos congregamos hoy en el sentimiento de
nuestras almas con ustedes, apreciados compatriotas del Cesar,
para despedir a quien nunca habrá de irse porque siempre
estará con Colombia. Mi solidaridad con todos ustedes”.
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