PALABRAS DEL PRESIDENTE URIBE EN LA II CUMBRE MUNDIAL
CAFETERA
Salvador de Bahía, Brasil, sep. 24 (SNE).
Hace dos años,
la Organización Mundial del Café nos citó a
Cartagena y allí tuvimos la gratísima visita del
Presidente de Brasil Luiz Inácio “Lula” Da Silva.
Los colombianos quedamos inmensamente agradecidos y reconocidos.
En nombre de todos mis compatriotas, traigo
a usted señor
Presidente (de Brasil Luiz Inácio) “Lula” (Da
Silva) un saludo lleno de solidaridad y de afecto.
Es muy grata esta reunión en esta ciudad histórica
tan importante.
Cuando recordaba nuestra reunión en Cartagena, y ahora
esta reunión en Salvador de Bahía, veía aspectos
comunes tan importantes de estas dos bellas ciudades, su parte
histórica, su presencia y su futuro, sus desafíos
unidas al respaldo de esta aguas del atlántico que allá se
tornan en el caribe.
Durante los últimos años las relaciones de Colombia
y Brasil se han profundizado muchísimo. Celebramos lo que
parecía un imposible: el acuerdo entre la Comunidad Andina
y MERCOSUR. Cuando nos proponíamos en el año 2002,
año en que fueron elegidos el Gobierno del Presidente Lula
del Brasil y el Gobierno que presido en Colombia, ese acuerdo parecía
una utopía. Hoy es una realidad.
Hemos avanzado muchísimo hacia la integración de
la Comunidad Suramericana, confiamos que finalmente sea una integración
más práctica, menos retórica. Una integración
con resultados, austera, las relaciones internacionales en el mundo
contemporáneo hay que legitimarlas, no con retórica
sino con resultados, hay que aprovechar las comunicaciones, el
Internet, las teleconferencias para reducirle costos al manejo
de las relaciones internacionales y creo que la unión suramericana
puede ser un gran ejemplo de relaciones internacionales modernas,
prácticas, con solidaridad.
CRISIS CAFETERA
No estamos en una situación tan mala como hace dos años,
pero hay signos de preocupación. La crisis todavía
no está plenamente recuperada. Hasta el mes de julio pensábamos
que definitivamente la crisis iba a ser un tema del pasado, pero
lo que ha pasado, lo que ha ocurrido en las últimas semanas,
demuestra los peligros que aún mantiene esta crisis.
Hay que recordarle al mundo que los ingresos
de los países
productores en algún momento alcanzaron $12 mil millones
de dólares al año, y que eso se ha reducido a $5
mil.
Hay que recordarle al mundo que la elevación de los precios
del petróleo ha producido un impacto muy negativo en la
elevación de los precios de insumos para la producción
cafetera, como para la producción agrícola en general.
Y cuanto nos preocupa saber que instrumentos financieros internacionales
como los fondos que estaban invertidos en café, se están
trasladando al petróleo, con un inmenso interrogante sobre
lo que pueda ser su impacto en el precio del café.
En Cartagena propusimos el ingreso de Estados
Unidos a la Organización
Mundial del Café, los reclamamos y tenemos que agradecer
a sus directivos, al doctor Néstor Osorio, al todos los
directivos de la Organización Internacional del Café (OIC)
y a los Estados Unidos el paso que se dio. Hoy, registramos complacidos
la presencia ya como miembro pleno de la OIC de los Estados Unidos,
un gran consumidor.
Quiero llamar la atención sobre la relación que
tienen esta Conferencia Mundial Cafetera y la reunión que
hace dos semanas se dio en Naciones Unidas para confirmar nuestro
compromiso con las Metas del Milenio.
Las Metas Sociales del Milenio, que son
un desafío para
la paz de la humanidad, cuyo cumplimiento es una exigencia para
la estabilidad de las democracias, están en nuestros países
productores íntimamente relacionadas con las suerte de la
caficultora.
Si el ingreso de los productores no se
mejora, se dificulta muchísimo
que países con pobreza e inequidades puedan ser exitosos
en el cumplimiento de las metas sociales del milenio.
En Colombia por ejemplo, la caficultura
es una alternativa muy eficaz que evita el crecimiento de las
drogas ilícitas y
del terrorismo, ese es otro tema sobre el cual queremos llamar
la atención. Porque ese producto no se puede tratar como
un simple mercado, sino como un producto que tiene una profunda
significación social, una relación estrechísima
con el desafío de los países nuestros de cumplir
con las metas sociales del milenio, una relación estrechísima
con desafíos como el que tiene Colombia de superar el terrorismo
y las drogas ilícitas.
El café es un camino social, es un camino de estabilización
democrática.
Colombia, tiene 800 mil hectáreas en la caficultura, guarden
esta cifra apreciados asistentes de todo el mundo cafetero. En
promedio una familia cafetera colombiana, tiene 3 hectáreas.
Ahí vamos viendo esa estructura profundamente democrática,
social de la caficultura en Colombia, como se ve en muchos países.
El 90% de nuestras familias cafeteras tiene
menos de 2 hectáreas.
El café colombiano es manejado manualmente en su totalidad
en unas montañas que en muchas partes tiene altas pendientes.
Hemos tenido que hacer un enorme esfuerzo para mejorar la productividad
sin mecanizar, con el manejo manual, lo que tiene gran incidencia
en el tejido social colombiano, y por supuesto, produce un gran
impacto en la calidad del café.
Los científicos han concurrido que una de las razones que
más influye en la suavidad y en el aroma del café de
Colombia, es el manejo manual.
Colombia tiene una institucionalidad cafetera
ejemplo. De ella hacen parte 563 mil familias. Está organizada en tres niveles:
En el nivel local, en el nivel regional y e internacional. Los órganos
de esa institucionalidad se proveen por procedimientos democráticos,
por el voto directo de esa gama tan amplia y democrática
de pequeños propietarios.
Esa institucionalidad ha tenido una relación histórica,
de gran importancia, con sus integrantes, los productores, con
el Gobierno colombiano y con la comunidad internacional.
A través de esa institucionalidad el Gobierno ha hecho
acuerdos, en ocasiones como en los últimos años,
para compensar en alguna parte a los productores por la pérdida
de ingresos.
El Gobierno ha tenido que acudir a hacer
esfuerzos fiscales enormes para entrar a ayudar a esos pequeños
productores, porque los ingresos reducidos les crearon inmensas
dificultades para pagar
sus deudas.
Hubo un momento en el cual, mientras las
tasas de interés
subían aceleradamente, los precios del café venían
en dirección contraria. Entonces, conjuntamente institucionalidad
y Gobierno tuvieron que salir al rescate de esos cafeteros endeudados
y arruinados.
A través de la institucionalidad se trabaja muchísimo
en temas de investigación, de renovación.
Es hora de pensar nuevamente en el quehacer
cafetero. Creo que debemos salir de esta reunión de Salvador de Bahía
con una conciencia con mayor sensibilidad sobre la responsabilidad
que va por igual a países productores y a países
consumidores.
Indudablemente los países productores tenemos que hacer
mayores esfuerzos en competitividad, mayores esfuerzos en la responsabilidad
social con los productores, pero también tenemos que entregarle
el mundo un nuevo producto, nuevos canales de mercadeo.
Nosotros, en los países productores, tenemos que hacer
mayores esfuerzos por producir café orgánico, por
producir café amistoso con el medio ambiente.
Que el mundo entero sepa que al saborear
una taza de café no
sólo está saboreando un producto de la economía,
sino un producto que tiene responsabilidades sociales y responsabilidad
con el medio ambiente.
En algún momento, Colombia por aumentar la producción
y la productividad, pasó de tener una café históricamente
cultivado con sombrío a un café en plena exposición
al sol.
Aumentó la producción, pero también aumentó la
erosión del suelo. Y se destruyeron los nacimientos de agua
porque ese fenómeno, esa histeria, llevó a destruir
mucho bosque protector de nacimiento de agua y se ahuyentaron las
aves.
Nuestro café orgánico todavía representa
poco, pero está creciendo al 33% al año. En el momento
que el mundo tenga mayor información sobre el carácter
social de la caficultura, sobre el compromiso de la caficultura
con el medio ambiente, el mundo tiene que ser más receptivo
a este producto.
Esta crisis del petróleo, la crisis energética que
se puede constituir en el gran obstáculo al mejor desempeño
de la economía mundial, nos obliga a pensar más en
el café orgánico.
Nuestros hermanos países de Centroamérica que participan
de manera muy importante en la caficultura y que la caficultura
tiene para ellos, como para Colombia y para otros países
un gran significado social, no son países productores de
petróleo, tampoco producen gas, no producen carbón,
están hoy en muy serias dificultades para pagar sus energéticos.
Hasta el punto que me permito decir hoy acá lo que dije
hace una semana en Naciones Unidas, estos países pueden
correr el riesgo de tener que destinar a pagar los costos energéticos,
aquellos recursos que habían destinado para cumplir las
metas sociales del Milenio.
Una vez más el imperativo de acelerar la producción
de café orgánico para que haya menos dependencia
de la adquisición de petróleo, de derivados, de fertilizantes,
de agroquímicos en general y de otros energéticos.
La necesidad de producir café orgánico es un imperativo
para que haya mayor conciencia sobre el carácter social
de este producto en los países consumidores.
Pero también necesitamos nuevos canales de mercadeo. Yo
veo con preocupación que la institucionalidad cafetera mundial
perdió una oportunidad y casi pierde una segunda.
Yo me pregunto por qué la institucionalidad cafetera mundial
permitió que se consolidaran en el fondo unas pocas transnacionales
muy sólidas comercializadoras de alimentos y los países
productores de café nos quedamos por fuera de ellas, creo
que eso nos hizo inmenso daño.
Nos quedamos sin intervención en las grandes cadenas comercializadoras
de alimentos en el mundo, perdimos esa oportunidad. Y la perdimos
porque creímos que los buenos precios iban a ser una constante
inamovible. Y estamos a punto de perder una segunda oportunidad.
El mercadeo ha querido llegarle en pequeñas tiendas de
grandes cadenas directamente a los productores. A los consumidores. ¿Cuál
es mi preocupación?: que esas tiendas le están mostrando
al mundo que quieren pasar del posicionamiento de la marca del
productor al posicionamiento de la marca de la tienda.
La orientación publicitaria que se ve en esas tiendas indica
que se esconde el origen del café y se divulga y se promueve
el nombre de la tienda. Eso puede ser muy grave, porque en una
generación puede darse que el mundo ya no sepa de orígenes
de café, sino simplemente del nombre del quien lo distribuye.
Colombia ha querido hacer el esfuerzo de
empezar modestamente un esquema de tiendas en los países industrializados para
ofrecer café directamente al público con la marca
Juan Valdez Café de Colombia.
Es la mejor manera de defender el origen
del café y de
hacer publicidad vendiendo. Pero creo que para poder competir con
esas grandes cadenas de tiendas, este esfuerzo no es suficiente.
Nosotros estamos con el liderazgo de nuestra institucionalidad
cafetera próximos a una capitalización a ese esquema
por parte de todos los productores, pero insisto, necesitamos que
ese sea un esfuerzo internacional de todos los países que
producen café.
Imaginen ustedes que peligro, que en unos
pocos años, quien
se tome una taza de café en Tokio o en Nueva York o en Beijing,
no sepa nada de la marca de origen sino que simplemente relacione
esa taza de café con el nombre de una tienda internacional
que nada tiene que ver con el productor ni con el país donde
se produce. Requerimos hacer ese esfuerzo, no dejarlo en el discurso
sino llevarlo a la realidad.
Y los países consumidores tienen inmensa responsabilidades.
Tienen una responsabilidad con el precio del café por la
relación de este precio con la construcción de equidad.
Si no hay equidad es imposible un orden internacional tranquilo.
Yo me pregunto, ¿por qué en muchas partes se está produciendo
café artificialmente?, lo que va en contra de producir café amigable
con el medio ambiente y me dan una razón: porque los países
industrializados con sus subsidios a la agricultura, con sus barreras
de ingreso de productos agrícolas, obligan a los países
productores a tener que sembrar café en áreas donde
podrían sembrarse otros productos.
Llamamos la atención de los países industrializados
para que ellos caigan en cuenta de su responsabilidad de permitir
el acceso al mercado de productos agropecuarios de nuestros países,
y evitar así que las circunstancias sigan forzando a utilizar
esas tierras con café artificialmente producido.
Necesitamos de verdad hacer un gran esfuerzo
para racionalizar los precios. Yo vengo hoy con preocupación porque si bien
estamos en mejores circunstancias que hace dos años, las
señales de las últimas semanas son difíciles.
Llegamos a tener café por encima de 1,10 (centavos de dólar)
y esta semana ha estado en 91 centavos de dólar. Hay que
hacer un esfuerzo para ponerle un piso al café de un dólar.
Es una necesidad.
Hay que salir de esta reunión con algo positivo. Que no
sea una reunión simplemente de discurso. Que no sea una
reunión simplemente de cortesía. Que no sea una reunión
para hacer un homenaje. Que sea una reunión para tomar decisiones.
A mí me preocupa que mientras el mercado es capaz de desviar
recursos del café al petróleo, nosotros no somos
capaces en los países productores de tomar acciones que
nos defiendan.
No estamos en elmundo de las cuotas, pero
sí tenemos que
hacer un esfuerzo para orientar recursos financieros hacia la caficultura
y evitar que todos se desvíen hacia el petróleo,
con un grave impacto en los precios.
Cuando uno dice: “tomemos acciones para defender que el
precio no se ponga por debajo de dólar”, le dicen: “cuidado,
que eso es muy grave, que eso atenta contra el libre mercado”.
Esos son los dogmas del mercado, que finalmente lo que hacen es
atentar contra la equidad social. Cuando el mercado produce estragos,
nada se dice.
Cuando desde los gobiernos o desde los
sectores sociales producimos mecanismos para defender nuestros
ingresos sociales de los excesos
del mercado, inmediatamente algunos se espantan y dicen: “eso
es muy grave para la marcha de la economía”.
La marcha de la economía solamente
es tranquila y sin sobresaltos, en la medida que garantice equidad
social.
Yo los invito a que todas nuestras autoridades
estudien unos mecanismos que pongamos en práctica e impulsemos desde los países
productores, para evitar que siga esta desviación de recursos
del café al petróleo.
Y que nos propongamos hacer lo que haya
que hacer para ponerle un piso al precio del café, que no esté por debajo
de un dólar.
Es preferible que nos critiquen los economistas que le tienen
un respeto magistral al libre mercado, es preferible que nos critiquen
ellos, a permitir que se siga derrumbando la vida social de nuestros
pueblos.
El presidente Lula nos está debiendo una visita. Esta tarde
cuando regrese a Colombia tendré que decir allá cuando
va usted, porque lo estamos esperando con empresarios y trabajadores
brasileros, para que fomentemos la inversión de brasileros
en Colombia y de colombianos en el Brasil.
Nuestras economías, no obstante la diferencia en sus tamaños,
son muy parecidas en lo que producen. Por eso nosotros no podemos
quedarnos en la ilusión del intercambio, porque, más
que complementarias, son economías de producción
semejante.
Tenemos que avanzar es hacia la integración
de inversiones. Eso lo consideramos absolutamente necesario y,
con su liderazgo,
puede promoverse muy eficazmente.
Además allá estamos totalmente
comprometidos en esa lucha para que cumplamos con las metas sociales
del Milenio,
y para cumplir con las metas que usted, con tanto entusiasmo, le
ha propuesto al mundo para eliminar el hambre, esa lucha contra
el hambre.
Apreciados amigos de todos los países productores: éxitos.
Estaré muy atento de lo que digan los cables de los medios
de comunicación, y ojalá pudiera decir a los colombianos
que en la reunión de Salvador de Bahía se atrevieron
a tomar medidas para que el precio no siga por debajo de un dólar.
A todos, muchas gracias”.