Palabras del presidente Uribe en conmemoración
del natalicio de Rafael Núñez
“LA IMAGEN DE COLOMBIA NO SE CAMBIA SINO CON HECHOS”
Cartagena, 28 sep (SNE). Al considerar
que la imagen internacional de Colombia no se cambia hoy sino
con hechos, el presidente Álvaro
Uribe Vélez hizo un llamado para que cada ciudadano se convierta
en arquitecto de la paz y contribuya a mejorar el buen nombre del
país en el exterior.
“La imagen no se cambia hoy sino con hechos. Finalmente
la imagen es el resultado de los hechos. Si cada uno de nosotros
contribuye a consolidar las instituciones democráticas a
través de su fin superior, que es la paz y el bienestar.
Si cada uno de nosotros contribuye al buen nombre de Colombia,
la imagen internacional del país tiene que mejorar y entonces
este país empezará a gozar todas las posibilidades
con que el Creador lo ha dotado”, dijo el Mandatario.
Las siguientes son las palabras del presidente Álvaro Uribe
Vélez, con ocasión del 180 natalicio de Rafael Núñez.
“En primer lugar quiero agradecer al señor Gobernador
esta distinción que me abruma y me compromete. La verdad
es que cuando se mira a los colombianos con el mismo propósito
con el cual se mira a los hijos, lo único que se quiere
es que el pueblo pueda vivir feliz y que felices vivan las nuevas
generaciones. Esa es la única, la mejor retribución
a la cual se puede aspirar con afecto por la República.
Siento violados esos preceptos cuando,
primero por la generosidad del señor Alcalde de declarar un hijo adoptivo de esta ciudad
que tanto me compromete, y ahora por generosidad del señor
Gobernador, me impone la máxima presea de esta tierra que
lleva el nombre del Libertador: la Orden Rafael Núñez.
Cómo me compromete con su tierra, con la Patria, cómo
me compromete con el pensamiento luminoso e iluminante del ex presidente
Núñez y cómo me compromete con su amistad
y generosidad, señor Gobernador.
Fue necesario aplazar este acto unas horas
hoy porque con el señor
Gobernador, su colega de San Andrés, los alcaldes de Cartagena
y de Santa Marta, nos desplazamos a la Isla de Saint Kitts para
reunirnos con los directores de las empresas de cruceros, industria
que está moviendo más de 11 millones de turistas
en el mundo, la mitad aquí en el Caribe, para una nueva
sesión con ellos a ver como impulsamos que esos cruceros,
no obstante dificultades que todavía tenemos como la alarma
de viajeros de los Estados Unidos, tocan intensamente Cartagena,
Santa Marta y San Andrés.
Creo que las perspectivas empiezan a ser
mejores, no obstante que las cosas toman tiempo. Y tenemos que
seguir luchando para
que esa alarma de viajeros todos los días se suavice hasta
que se elimine.
Me preguntaban hoy los periodistas: bueno, ¿y cuándo
empiezan a llegar los cruceros masivamente a Cartagena, Santa Marta
y San Andrés? Es tema de paciencia. No se consigue de medianoche
para el día. Es tema de seguir luchando para que cada colombiano
se convierta en un arquitecto de la paz, en un constructor de la
confianza nacional.
La imagen no se cambia hoy sino con hechos.
Finalmente la imagen es el resultado de los hechos. Si cada uno
de nosotros contribuye
a consolidar las instituciones democráticas a través
de su fin superior, que es la paz y el bienestar. Si cada uno de
nosotros contribuye al buen nombre de Colombia, la imagen internacional
del país tiene que mejorar y entonces este país empezará a
gozar todas las posibilidades con que el Creador lo ha dotado.
Soñamos caudales de turistas desembarcando
en estas tres ciudades de la Patria, contribuyendo con sus recursos
al empleo,
al ingreso popular, al mejoramiento del nivel de vida de los ciudadanos,
y en esa tarea no desmayaremos.
Hace ciento diez años, dos leales servidores del doctor
Rafael Núñez y de doña Soledad Román
salieron de la modesta y acogedora casa de El Cabrero –una
residencia igual que la personalidad de sus dueños–,
tomaron los baúles que contenían los archivos personales
del Presidente, los depositaron en un bote y remaron mar adentro.
Cuando estuvieron a alguna distancia de la playa, lanzaron al agua
los papeles. Así cumplieron la última voluntad de
Núñez: que desaparecieran para siempre los testimonios
y constancias con los hechos íntimos de varias décadas
de historia protagonizados por él.
Núñez tenía conciencia del valor histórico
de esas piezas, pero prefirió respetar la intimidad, la
discreción, la memoria de todos los que alternaron con él
en el debate de las ideas, en la formulación de las estrategias,
en la concreción de los acuerdos. Aunque fue Núñez
el líder que formuló tesis y propuestas, también
fue el negociador reservado y conciliador, enemigo del bochinche
y de la afrenta personal.
Colombia conmemora hoy en Cartagena ciento
ochenta años
del natalicio de uno de sus pilares fundacionales. Rafael Núñez
nació en 1825, cuando aún las gentes de Cartagena
curaban las heridas de la guerra de Independencia y en todo el
país se tejía lentamente la nueva institucionalidad
republicana.
Jefe ilustrado, liberal por convicción, acompañó a
los presidentes Obando, José Hilario López y Mosquera,
en la formulación de políticas trascendentales, como
la construcción del país civil, la desamortización
de manos muertas, la prohibición de la esclavitud. Asistió a
la Convención de Rionegro y convalidó con su firma
la Constitución de 1863.
Diecisiete años después, en su primer mandato, buscó el
consenso con sus copartidarios a fin de devolverle la unidad a
la Nación, de modificar la estructura constitucional disolvente,
de redimir al pueblo del caos y la anarquía reinantes por
la disolución del ejercicio de la autoridad, y por el imperio
del mal entendido derecho de autonomía absoluta de los Estados
o el anarquizante principio del derecho de los pueblos a la insurrección.
En 1880 Núñez intentó aplicar, con paciencia
y constancia, un dicho que solía repetir: “la esencia
de la política es el compromiso, esto es, las concesiones
mutuas”. El esfuerzo conciliador fue en vano. La dirección
de su partido, en actitud intolerante, la obcecación ideológica,
la incapacidad autocrítica, se negaron a acompañarlo
en las reformas que permitirían al país superar el
terrible dilema “regeneración o catástrofe”.
Núñez, el dialéctico por excelencia, encontró socios
extraordinarios en el Partido Conservador, entre ellos a don Carlos
Holguín. Eran hombres universales, que no aceptaban dogmas
sino la fuerza de los argumentos. Escritores políticos convirtieron
su encuentro en un ejercicio de la inteligencia, dirigido a lograr
la unidad nacional.
Ambos habían leído a Hippolite Taine y coincidieron
en tomar como suyas estas ideas que aparecen citadas en uno de
los textos políticos del Presidente Núñez:
"Por malo que un gobierno sea, hay una cosa peor aun, y es
la supresión de todo gobierno. Si desfallece y deja de ser
obedecido, si es ajado y falseado de fuera por una presión
brutal, la razón cesa de conducir los asuntos públicos,
y la organización social retrocede muchos grados.
“Por la disolución de la sociedad
y por el aislamiento de los individuos, cada hombre vuelve a
su debilidad original,
y el poder entero cae en manos de las agrupaciones transitorias
que, como torbellinos, se levantan del seno de la polvareda humana.
“Este poder, que con tanta dificultad es ejercido por los
hombres de mayores aptitudes; se comprende cuán lastimosamente
habrán de desempeñarlo fracciones improvisadas (…)
“Síntomas varios indican que estas apreciaciones
de H. Taine podrán ser aplicadas a Colombia dentro de poco
tiempo, decía el Presidente Núñez, si todos
los grupos políticos que se agitan en la superficie social
no se esfuerzan en convertirse en verdaderos partidos para trabajar
luego con método, perseverancia, energía y patriotismo
en la reorganización de la Nación”.
La obra de Núñez, de Núñez el reformador,trasciende
el tiempo y el espacio. Como Bolívar y Santander, fue líder
con visión universal, inspirado e innovador. También
como ellos, fue soñador y romántico, alejado completamente
del halago personal y de los beneficios materiales.
Los colombianos tenemos que conocer a nuestros
fundadores. La Universidad de Cartagena, la Gobernación de Bolívar
o la Alcaldía, deben buscar editar la obra completa del
pensador de El Cabrero, con la ayuda del Ministerio de Cultura,
para que todos podamos disfrutar la vena intelectual y las tesis
políticas del más preclaro hijo de Cartagena.
Felicito al Gobernador y a su equipo por
todo el trabajo que han hecho, por la gran idea de celebrar el
año del natalicio,
la realización de conferencias y la vinculación de
los estudiantes a todo este movimiento cultural. En ese escenario,
recibo con humildad, con gratitud y con compromiso la Gran Cruz
de la Orden de Rafael Núñez, que ha querido conferirme
la administración departamental.
Núñez, como Bolívar y como Santander, entendió el
equilibrio entre el orden y la autoridad. El orden como presupuesto
ineludible de la libertad, la autoridad que hace posible la igualdad
de oportunidades. Durante muchos años fue incomprendido,
tachado de traidor por los intransigentes y los empecinados en
el error; por los incapaces de enderezar el rumbo político;
por aquellos que se negaron a reconocer su obra magnífica,
la Constitución del 86, una de las más estables de
América.
Algunos académicos hablan, aún hoy, del carácter
autoritario de la Carta de Núñez y Caro. Al contrario,
la gran sabiduría del articulado de la Constitución
de 1886 es que trascendió lo coyuntural y fijaba unas pautas
dentro de las cuales se podían mover los gobiernos, los
congresos y las Cortes.
El presidente Núñez era un demócrata con
autoridad, no un autoritario. Su bella descripción de los
límites de la prensa pinta bien ese perfil. Nunca la persiguió y
definió así su papel: “La imprenta debe ser
antorcha y no tea, cordial y no tósigo, debe ser mensajera
de la verdad, y no de error ni calumnia, porque la herida que se
hace a la honra y al sosiego es con frecuencia la más grave
de todas”.
Núñez, en alianza con don Carlos Holguín,
logró, hace 120 años, la reinstitucionalización
y la unidad nacional. Todos los colombianos, sin distingos políticos,
en un acto de cohesión nacional y de pluralismo, debemos
reafirmar nuestra decisión de exaltar su memoria. Incluso
aquellos que han descreído de su estatura de prócer,
bien podrían hoy, en acto de rectificación, repetir
las palabras de Alfredo Iriarte en el centenario de su muerte.
Dijo Iriarte: “Los pocos que venimos de la vesania ‘antinuñista’,
si bien no hemos llegado nunca ni llegaremos a la ‘nuñilatría’,
sí estamos en un punto de admiración hacia ese vidente
inmenso que fue Núñez en el campo de la vida institucional
del país”.
Compatriotas: señor Gobernador y señor Alcalde,
Núñez fue un productor de ideas que trascendieron
su época. Sus ideas no fueron contemporáneas de su
ciclo vital. Fue el gran creador de las instituciones, citado bellamente
esta noche, interpretado magistralmente por el doctor Múnera
y por el señor Gobernador, el pensamiento de Núñez
cobra mucha actualidad.
¡Cómo se preparó! Esos años en Europa,
su estudio de la economía inglesa, de los nuevos conceptos
de banca y de moneda, llegaron con él a Colombia. Concibió la
intervención en la banca, como un papel esencial del Estado
para garantizar la moneda sana. Núñez es quien finalmente
introdujo al país el concepto de moneda sana.
Núñez fue quien se anticipó en la tesis de
que la inflación es el peor impuesto en contra de los pobres.
Núñez concibió la intervención del
Estado en la banca y en la moneda, como un camino necesario para
democratizar el acceso al crédito, tan vigente hoy en Colombia,
a fin de superar problemas de las medianas y de las pequeñas
empresas.
Núñez, el periodista. Cuando alguno de sus críticos
lo ha señalado de autoritario, sorprende mucho comparar
ese señalamiento con el Núñez periodista.
Una pluma infatigable, creadora, en permanente imaginación
como la suya, no puede ser diferente a la expresión de un
gran espíritu democrático.
Las circunstancias del momento lo obligaron
a establecer el orden, porque el mismo advirtió que el desorden se había
convertido en enemigo de las libertades. Eso tan simple, que aprendimos
de nuestros padres cuando repetían a Núñez,
sobre el orden y la libertad, sobre la relación de esos
dos valores, es una premisa necesaria, un faro que debe observarse
en todos los momentos de la vida nacional.
Núñez, el dialéctico. Núñez,
el innovador. Cómo fue capaz, después de haber colaborado
en la Constitución de 1863, de detectar años después
el proceso de desinstitucionalización y de desorden por
el cual se disolvía la República, y proponerle al
país ese magistral texto del 86, que es el principio de
la institucionalidad de la vida nacional.
Núñez no fue un dogmático. Fue un dialéctico,
un movilizador de ideas, un inspirado en los hechos, alguien que
sabía reaccionar con visión histórica ante
los hechos cotidianos. ¡Qué difícil saber reaccionar
con visión de largo plazo ante los hechos cotidianos!
¿Por qué su ascenso a la Presidencia del Estado
de Bolívar, que fue justamente el anticipo de su ascenso
a la Presidencia de la República? Porque en esta tierra
caribe ha existido un fenómeno subyacente a su temperamento.
Este temperamento alegre, este temperamento bullanguero y extrovertido
del caribe, refleja una gran aversión contra la injusticia,
refleja una resuelta actitud en contra de la violencia, refleja
una personalidad individual y colectiva totalmente repudiante del
desorden.
El desorden en que se sumía la República hizo que
el temperamento caribe encontrara en Núñez, primero
un conductor para que esta región de la Patria superara
el desorden, y después un conductor para que toda la Patria
llegara a los caminos del orden y de la libertad.
Núñez expresaba, pues, en su personalidad de gobierno
ese espíritu de orden y de libertad que subyace al temperamento
alegre y extrovertido del pueblo caribe.
Me ha correspondido en este Gobierno, en
esta oportunidad que la democracia y el Creador me han dado de
servir a los colombianos
como Presidente de la Nación, acudir a la celebración
del primer centenario de los pactos de paz que pusieron fin a la
Guerra de los Mil Días.
Tuve el inmenso honor, en la compañía del ex presidente
López Michelsen, de ser, al lado de la Presidente de Panamá,
orador central cuando se conmemoraron, el 3 de noviembre de 2003,
los primeros 100 años de la independencia de la hermana
Nación.
Y hoy tengo la gran posibilidad de acompañarlos a ustedes
en esta celebración tan importante del natalicio de Núñez
y el honor que me confiere el señor Gobernador.
Esta sucesión de hechos me ha provocado una pregunta: ¿qué produjo
la Guerra de los Mil días: la crisis, la separación
de Panamá, la obra de Núñez, o la indisciplina
del país que no quiso seguir sus recomendaciones de institucionalidad?
¡Qué difícil la respuesta! Pero tenemos que
intentarla sin duda, sin vacilación. Si el país hubiera
oído a tiempo aquella apología encomiable del orden
a partir de la institucionalidad, quizás no habríamos
tenido que celebrar los 100 años de los pactos de Nederlandia,
de Chinácota y del buque norteamericano anclado en Panamá,
que le pusieron fin a la Guerra de los Mil Días, y quizás
no habría sucedido aquel hecho en un momento tan difícil
cuando perdimos lo que era por entonces la cabeza de la Nación.
Diría, apreciados compatriotas, que es absolutamente necesario
reivindicar la obra intelectual del Presidente Núñez,
para que en las nuevas generaciones de colombianos se cultive el
proceso cultural de aceptar el orden como principio para unir un
ciudadano con el otro, y entre todos crear el todo colectivo que
es la Nación y como principio del ejercicio de las libertades.
Para que las nuevas generaciones puedan
vivir felices en esta Patria, es absolutamente necesario que
nuestras instituciones y
los hombres que están al frente de ellas, garanticen el
orden como fundamento para el ejercicio de las libertades.
Y reivindiquemos el Núñez de la transparencia, ese
intelectual que iluminó al país y que se convirtió en
ejemplo con su desprendimiento de los bienes materiales, como bellamente
lo relataban esta noche el doctor Múnera y el señor
Gobernador.
Una democracia moderna necesita seguridad
con alcance democrático,
por la que luchó Núñez. Una democracia moderna
necesita la garantía eficaz de las libertades públicas,
las que Núñez ejerció como pensador, como
periodista, las que buscó siempre garantizar a partir de
que todos reconociéramos el orden.
Una democracia moderna necesita cohesión social, la que él
avizoraba a través de sus tesis económicas como aquella
de garantizar la moneda sana.
Una democracia moderna necesita transparencia
como factor de confianza. Si no hay transparencia, y lo anticipó Núñez,
se disuelve el colectivo nacional. Si no hay transparencia, es
imposible que los ciudadanos rindan homenaje de respeto a las instituciones,
a los textos jurídicos que deben defender por igual los
hombres que, por sus posiciones en la democracia, tienen también
que practicar la transparencia.
Déjenme proponer a ustedes un motivo de reflexión:
Que ese Transcaribe que se construirá en esta ciudad, y
que puede ser un gran principio de comodidad en la vida de los
sectores populares, de ahorro de costos y de tiempos en desplazamientos,
para que haya más tiempo para la familia, para el deporte,
para la recreación y para el estudio, que puede ser un gran
principio de transformación urbana de Cartagena, que puede
ser la realidad del sueño de articular en un sistema de
transporte masivo los caños, la Bahía y las vías
terrestres, lleve el nombre de Rafael Núñez. Para
que cada ciudadano que utilice el sistema de transporte masivo
de Cartagena lea en las paredes interiores de los buses o de los
buques-buses que habrán de construirse, el pensamiento de
Núñez.
Para que cada ciudadano que se desplace
en ese sistema de transporte, recuerde que hay que ejercer las
libertades a partir de contribuir
a que los demás puedan ejercerlas, y que para ello se requiere
el orden.
Para que cada ciudadano que aborde este
sistema pueda leer en las paredes las frases de desprendimiento
de Núñez,
que fueron las raíces espirituales y morales de su honradez,
con las cuales les rindió superior tributo a Colombia.
Compatriotas, para que las nuevas generaciones
puedan vivir felices: ¡Libertad
y Orden!
Muchas gracias, señor Gobernador, por tanta generosidad”.