PALABRAS
DEL PRESIDENTE URIBE EN EL DÍA NACIONAL DEL GANADERO
Bogotá, 30 sep. (SNE).- Las siguientes
son las palabras del presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez,
durante la celebración, en la sede del Museo Nacional,
del Día Nacional del Ganadero, promovido por Fedegan:
“Compatriotas:
Quiero saludarlos muy afectuosamente,
felicitar al doctor José Félix
Lafourie y a la Junta Directiva de la Federación, por
señalar este día como un día de reflexión,
un día para que el gremio ganadero se reúna, piense
en lo que ha sido su recorrido histórico, en las responsabilidades
del presente y en la responsabilidad de poner las bases del porvenir,
para que esa reflexión se haga alrededor de tantos sufrimientos,
que no queremos que se repita para las nuevas generaciones, sino
que queremos que ese sufrimiento nos ilumine para hacer bien
nuestro trabajo, a fin de que las nuevas generaciones puedan
vivir felices.
Conocí al doctor José Raimundo Sojo Zambrano en
el Senado de la República, éramos compañeros,
conversamos muchas veces, era un hombre tan firme y al mismo
tiempo tan sereno, de una vasta cultura, era un erudito de mano
firme, voz pausada y tono de calma. Su firmeza era en procura
del imperio de las instituciones de Colombia. Su firmeza no era
desafío, su cultura era un gran aporte a la Nación.
Difícil, un colombiano tan amante
del campo, tan comprometido con las instituciones, tan vastamente
culto, tan erudito.
¡Cómo le dolió al país,
a todos, ese asesinato!
¡Cómo este día, al recordar su memoria –convocados
por el doctor José Félix Lafourie y por el gremio-
recordamos, a partir del nombre de José Raimundo Sojo
Zambrano, el sacrificio de tantos hombres del campo de la Patria,
a quienes muchos –peyorativamente- señalan de terratenientes,
sin entender lo que significa ser guerrero!
¡Como ha sido de difícil trabajar el campo colombiano! ¡Como
ha sido de difícil producir en el campo colombiano!
Eduardo Posada Carbó, ese compatriota sobresaliente,
profesor de las universidades de Londres y de Oxford, doctor
de la Universidad de Oxford, produjo una magnífica tesis
que se titula ‘El Caribe Colombiano: 1850 – 1950’,
una tesis doctoral con la bibliografía más completa
que pueda encontrarse para ese estudio.
En esa tesis desmonta muchos mitos, el mito de que el hombre
caribe es flojo, el mito de que el hombre del campo colombiano
no ha hecho esfuerzos de productividad.
En esa tesis cuenta cómo los antepasados de José Raimundo
Sojo, en Barranquilla, en 1915, bajo techos de eternit, producían
textiles y confecciones para exportar, sin extractores, sin ventiladores,
sin aire acondicionado.
Como sobrevino la crisis por la guerra,
se perdieron los mercados de exportación y no había manera de proveer los
mercados del interior del país, por unas comunicaciones
precarias que apenas empezaron a mejorarse recién empezaba
la década de los 50’s.
Recuerda las dificultades del campo,
los períodos de
plagas, la langosta devastadora de las cosechas y de los pastos,
las sequías y las inundaciones, que nos siguen siendo
frecuentes.
¡Cómo ha sido de difícil
trabajar en el campo colombiano!
Pero este sobresaliente historiador de
la Patria, atrevido a no complacer las tendencias de algunos
que hacen sus estudios
con la proclive intención de maltratar a los hombres del
campo. No alcanzó en su tesis doctoral a estudiar la otra
plaga: la plaga de la violencia que ha afectado al campo colombiano.
Y que ha creado un gran riesgo: los hijos
de la mayoría
de los que estamos aquí presentes no han podido vivir
en el campo tanto, cuanto nosotros habríamos querido,
porque la violencia no ha permitido.
Hacer clase empresarial del campo es
muy difícil, destruirla
es muy fácil.
Cuando Gorvachov, todavía no resuelto a que se diera
el tránsito de Unión Soviética al capitalismo,
trabajando ese proyecto de participación y transparencia
que llamaba Perestroika, quiso devolverle el campo ruso a los
campesinos, encontró que no había quien los recibiera
porque Lenin había sido relativamente cuidadoso en no
maltratar totalmente a la clase campesina, pero las nacionalizaciones
de Stalin comenzaron a acabar con lo que había de clase
empresarial de campo y la destruyeron.
Y lo que había sido la clase empresarial del campo de
mayor productividad, por las políticas de ese Estado,
despareció y Gorvachovno encontró a quién
entregarle la tierra tan fértil en tantos sitios de Unión
Soviética.
Hay que poner mucho cuidado con eso,
como se destruye de fácil
la clase empresarial del campo, como es de difícil construir
clase empresarial del campo y como el esfuerzo de décadas,
de un momento a otro, se derrumba.
Esa plaga de la violencia ha sido muy,
muy dura. Para mí es
difícil asistir a este acto porque llego aquí a
cumplir obligaciones de Presidente de la República, pero
me es imposible separar aspectos sentimentales y afectivos que
vinculan toda la vida a las ilusiones del campo, a lo que hemos
sufrido allí por el amor y la adhesión de nuestros
seres queridos al campo y su voluntad de enfrentar la violencia.
Pero en fin, ahora lo que toca es mirar
cómo las nuevas
generaciones de colombianos pueden trabajar en el campo con alegría,
con felicidad, con ética, con seguridad. ¡Es que
es muy difícil trabajar el campo!
El año pasado me llamó el doctor Luis Guillermo
Echeverri (representante de Colombia ante el BID) y me dijo que
unos funcionarios del Banco Interamericano (de Desarrollo) querían
conocer una empresa agropecuaria que yo manejo por ahí,
entre medianoche y la madrugada, que si los podía llevar
un domingo.
Entonces suspendí la agenda pública de otros compromisos
y me fui allá y empezaron a preguntar valores, y dije: ‘esto
depende, no me pregunten por estados financieros que para quienes
queremos el campo, lo único que cierra los estados financieros
es la satisfacción espiritual de trabajar bien el campo.
Si se elaboran los estados financieros sin ese componente afectivo,
nunca cierra’. Fue mi respuesta a estos señores
del BID.
Por eso, aquellos que pretendan venir
al campo, simplemente a buscar una rentabilidad de inversiones,
están equivocados.
Para trabajar en el campo hay que tener desprendimiento. Para
trabajar en el campo hay que tener afecto por el campo, hay que
tener una disposición natural a relacionarse con los campesinos,
a sentirse con ellos de igual a igual.
¡El campo es para quienes tenemos alma y manos de tierreros!
Para los puros inversionistas no es rentable, por eso hay que
cuidarlo muchísimo más.
Hemos sufrido cuatro plagas –además de aquellas
a las que se refería tan importante historiador, el doctor
Posada Carbó-: la plaga de la negligencia del Estado,
la plaga de la guerrilla, la plaga del narcotráfico, la
plaga de los paramilitares y todas ellas alrededor de otra, la
corrupción. Hay que superarlas todas.
En alguna forma, he visto las gentes
del campo de mi Patria entre atónitas e inseguras, sin saber qué camino
coger en ocasiones frente a la guerrilla, en ocasiones frente
al narcotráfico y en ocasiones frente a los paramilitares.
¿De dónde proviene esa inseguridad en la actitud,
en la psicología de los compañeros, de los compatriotas
del campo?: de la primera plaga, la falta de diligencia del Estado
para protegerlos.
Cuando el Estado no acude a proteger
a los ciudadanos, entonces los ciudadanos entran en un estado
de total inseguridad, en un
estado de vacilación espiritual y mental. Los ciudadanos
no saben qué camino coger.
Llega la guerrilla, maltrata amplias
regiones de la Patria, los ciudadanos al ver que no hay Estado
que los proteja, que
el Estado va en ocasiones a Valledupar a que los atiendan con
whisky en el Festiva Vallenato, en ocasiones a Montería
a que los atiendan con whisky en San Pelayo, en el Festival del
Porro, en ocasiones a otras ciudades a semejantes actividades
pero que después no aparece el Estado, entonces quienes
viven allí, quienes tiene que trabajar todos los días,
no saben qué hacer.
Y esa inseguridad conduce a que unos
le tengan que pagar extorsión
a la guerrilla para apaciguarla, a que otros enfrente a la guerrilla
y tengan que hacerse matar en una actitud de defensa de lo que
consideran sus derechos y su carácter, que otros tengan
que salir despavoridos, desplazados, mal vendiendo sus propiedades –que
no es el problema-, sino entregando su madeja de trabajo.
Para el hombre del campo un pedazo de tierra no es un bien de
capital, no es una propiedad, no es un motivo de vanidad, es
una madeja de trabajo.
Eso sería bien importante que lo desarrollaran sociólogos
y economistas, que se tienen que meter en la psicología
del hombre del campo antes que en los libros de contabilidad,
antes que en los avalúos del (Instituto Geográfico
Agustín) Codazzi o de las lonjas de propiedad raíz.
Y tantos años, el campo presionado por la guerrilla,
el campo desatendido por el Estado y entonces aparece el paramilitarismo
y, finalmente guerrilleros y paramilitares empiezan a enfrentarse,
ya no por apropiarse de los seres humanos del campo sino, fundamentalmente,
por apropiarse del negocio de las drogas ilícitas. ¡Que
caminos tan tortuosos!
Este país venía en una tendencia natural de distribución
de la tierra, prácticamente el latifundio improductivo
estaba desapareciendo, se reversa con el narcotráfico,
por eso diría que hay que acelerar los procesos de extinción
de dominio, cumplir esa meta de entregar –en una primera
etapa- 150 mil hectáreas al campesinado colombiano, bien
organizado. Y, definitivamente espantar el narcotráfico
del campo colombiano
¿Qué necesitamos?; necesitamos una férrea
voluntad de no abrirle espacios a la guerrilla, esa inseguridad
que llevó a muchos a tratar de convivir con la guerrilla,
demostró finalmente, que tratar de convivir con la guerrilla
es como dijera el Presidente (Jhon F.) Kennedy, pretender montarse
en las ancas de un tigre para terminar en su vientre.
Y lo mismo con el paramilitarismo. El
paramilitarismo llegó como
llegó la guerrilla, la guerrilla en muchas regiones llegó con
simpatía –como hoy pretende reinstalarse en Urabá y
en Catatumbo-, no están en una posición totalmente
agresiva sino que están allí, bregando a conquistar
al campesinado, pero después de esa conquista viene la
esclavitud, lo esclavizan, lo forzan al sometimiento y lo mismo
pasó con el paramilitarismo. Finalmente son bandidos.
Entonces, la criminalidad llena de plata,
llena de dinero, desarrolla una actitud totalmente arrogante,
sin limitación ética
que borra todos los valores morales y que por ende no tiene límites
y hoy matan con frialdad a quien ayer consideraron su amigo o
su contribuyente.
Por eso, dormir en el campo, pensando
que a uno nada le va a pasar porque le dio una extorsión a la guerrilla o que
a uno nada le va a pasar porque es amigo de los paramilitares,
es como dormir en un zoológico, en una jaula de una mapaná,
pensando que ella está tranquila porque hace ratico se
comió dos ratoncitos.
¡No podemos, dormir en el campo tranquilos, sino en la
medida que tengamos la voluntad total de derrotar la guerrilla,
el paramilitarismo, el narcotráfico y de colaborar con
las Fuerzas Militares y de Policía!
Aquí está el señor Fiscal General de la
Nación (Mario Iguarán), una nueva generación
preparada, probidad y ecuanimidad, que le digamos todos hoy que
cada uno de nosotros quiere ser colaborador de la justicia colombiana.
Aquí está el Ejército, representado por
el señor General Matamoros, hay representación
de la Policía encabezada por su director, el General (Jorge
Daniel) Castro Castro, hay una representación bien importante
de la Armada Nacional encabezada por el Almirante Parra Cifuentes,
Jefe de Desarrollo Humano. A todos ellos hay que decirles: ¡presente!
La semana pasada, cuando dinamitaron
una finca en la sabana sucrense, regresé a ese departamento a revisar el proceso
de Seguridad Democrática, a ver cómo, en cada finca,
hay una expresión de cooperantes con la administración
de justicia, con la Policía, en el Ejército, cómo
en cada finca en donde no haya señal de celular se instala
un radio, cómo hay –permanentemente- esa integración
de los ganaderos con la Policía y el Ejército,
es un camino necesario.
En este país nos mal formaron, en este país nos
dijeron que la civilidad era debilidad, en algún momento,
para tener éxito político, había que mirar
con desdén a las Fuerzas Militares y de Policía
porque quien atreviera a cercarse a ella, inmediatamente lo degradaban
señalándolo de fascista, de paramilitar, de militarista,
como lo hicieron adversarios de Raimundo Sojo, hasta que obligaron
a que los verdugos lo condenaran al asesinato. Nos mal formaron.
Pero de la historia hay que aprender,
para que recuperemos el imperio de las instituciones, cada
uno de nosotros tiene que
asumir la responsabilidad de ser una talanquera que rechace la
guerrilla, que rechace el paramilitarismo, que rechace el narcotráfico
y de ser un instrumento de cooperación con las Fuerzas
Militares y de Policía.
Mientras la guerrilla ascendía, los paramilitares llegaban,
en muchas regiones se le temía a la presencia del Ejército: ‘no,
no los reciban’, que problema, pero también hubo
un problema mayor: la falta de voluntad política desde
arriba.
No les voy a hablar de los temas de Seguridad
Democrática
porque ustedes los conocen, tenemos muchas consignas y muchos
principios desarrollados a lo largo de estos 38 meses de Gobierno
entre ellos, quiero simplemente mencionar para recordar: hoy
hay voluntad política para derrotar todas las expresiones
del terrorismo.
Segundo: hemos insistido en que las Fuerzas
Militares y de Policía
se tienen que mantener en la iniciativa, en una actitud agresiva,
permanente, a acabar esos grupos terroristas.
Tercero: se requiere que las operaciones
garanticen permanencia de las autoridades en la zona o que,
cuando la Fuerza Pública
entra y sale, la ciudadanía se siente totalmente desprotegida.
Cuarto: se requiere acompañamiento integral por parte
de toda la ciudadanía, los programas sociales del Gobierno –como
lo decía el doctor José Félix Lafourie (Presidente
de Fedegan)- y transparencia. Tiene que ser tan importante para
la credibilidad, la eficacia, como la transparencia. Solo así podemos
sostener una política de Seguridad Democrática
como política de Estado, que trascienda de un Gobierno
a otro, para que Colombia recupere plenamente la tranquilidad.
No veo posible, en un país con 1.164.000 kilómetros
de área, con una geografía tan diversa, con una
topografía tan difícil, con ríos y ciénagas
allí donde no está la montaña andina, todavía
con la mitad del territorio en selva –afortunadamente todavía
tenemos 578.000 kilómetros en bosques-, no veo posible
que por más que crezcamos la Fuerza Pública, ella
sola pueda derrotar el terrorismo. Para lograrlo, tiene que haber
un trípode: la Constitución arriba, la Fuerza Pública
y la Justicia aquí y los ciudadanos a su lado, como cooperantes.
Es una tarea recíproca, pero los ganaderos tenemos que
tomar la iniciativa para ayudarle a la Fuerza Pública.
Recíproca porque también se necesita que la Fuerza
Pública sea muy diligente para recibirla, que a toda hora
estén prendidos los teléfonos, dispuestos sus oficiales,
abiertas las puertas de los cuarteles para recibir nuestra denuncia,
nuestra queja, nuestro pedido de ayuda.
Entonces, si nosotros tomamos la iniciativa
y hay una respuesta diligente y eficaz de la Fuerza Pública,
se construye esa confianza que finalmente se traduce en eficacia.
El desafió es grande, hace pocos días, una viaja
compañera de acción política en mi departamento,
me encontró –ahí al pie del aeropuerto de
Río Negro- y me dijo, como me dicen las mujeres antioqueñas: ‘quiubo Álvaro’.
Le dije: quiubo Aura querida, ¿como
te va?, te veo muy nueva.
Y me dijo: ‘yo a vos te veo Álvaro muy peliblanco,
siempre te ha hecho mella esto’. Y me llamó y me
dijo: ‘¿por qué estás desmontando
los paramilitares?’
Le dije: Aura, porque el país
no puede tener ni guerrilla ni paramilitares.
Me dijo: ‘¿no es un error
desmontar los paramilitares antes de acabar con la guerrilla?’
Y le contesté: nosotros no tenemos más
camino que acabar con la guerrilla, apelando exclusivamente
al esfuerzo
de las instituciones.
Y me dijo: ‘¿y si será capaz el Ejército,
la Policía, sin paramilitares, de acabar con la guerrilla?’
Le dije: tenemos que ser capaces, porque
ahora hay un elemento que se tiene que convertir en un factor
de cultura, de estado
de Colombia, que es voluntad política, que es lo que ha
faltado. Voluntad política que transmita el afán
del pueblo, a través del gobernante, a las Fuerzas Institucionales
y que el gobernante y todos sus cooperantes, todos sus colaboradores,
no duerman buscando que mejore el orden público. Esa duda
la hay en el pueblo colombiano.
Y en el Catatumbo y en el Urabá me dicen: ‘¿y
entonces sin los paramilitares quién nos va a defender?’.
Hay que sacar a los colombianos de esos
errores. Apreciados colegas y compatriotas: yo no veo posible
legitimar la acción
contra la guerrilla, si persiste el paramilitarismo en Colombia.
Para que esa acción contra la guerrilla se legitime en
el alma del pueblo colombiano y en la comunidad internacional,
tiene que ser totalmente transparente. Yo me habría podido
unir subrepticia, soterradamente con el paramilitarismo para
acabar con la guerrilla. Le habría podido mandar al paramilitarismo
una razón: ‘muchachos, quédense tranquilos,
no hagan masacres, ayúdenme a acabar al Eln y a la Farc’.
De pronto iríamos más adelante frente al Eln y
la Farc, pero qué camino tan dañino para la Patria,
para la democracia.
Por convicciones cristianas, democráticas, por compromisos
de padre de familia con las nuevas generaciones de colombianos,
el único camino es el institucional. Es muy difícil.
Por ejemplo, tenemos muchas amenazas
en el Catatumbo, ahí estamos
preparando una Brigada nueva para el Catatumbo porque con la
desmovilización de todos estos paramilitares, entonces
vemos allí presión de la guerrilla. Y lo mismo
en el sur de Córdoba, en Urabá.
Pero también me ha preocupado lo siguiente: ¿hasta
dónde era eficaz el paramilitarismo?
El día que instalamos una nueva Brigada Móvil
en Urrá me pregunté: 10, 12 años de paramilitarismo,
de aquí para abajo paramilitares y de aquí para
arriba guerrilla. Tampoco los veía acabando la guerrilla,
los veía era teniendo por ahí unas barreras de
contención para cuidar sus predios y disputando droga
con la guerrilla.
Antes de las 6 de la mañana del 8 de agosto de 2002,
aterricé en Valledupar, donde había contraído
el compromiso de que allí empezaríamos el proceso
de recuperar las carreteras. Y entonces, eso estaba lleno de
guerrilla y de paras ¿y cuál era el beneficio? ¡Valiente
gracia! Lleno de paras y la guerrilla tenía totalmente
bloqueada la carretera de Valledupar a Santa Marta, totalmente
bloqueada la carretera de Valledupar a Riohacha.
¡Valiente gracia! Eso lleno de paramilitarismo y fuera
de los paramilitares, los ganaderos no podían ir a las
fincas.
Entonces uno –también- cuestiona la ineficacia
de lo que son las soluciones contrarias a las instituciones.
El único camino, por razones prácticas, democráticas,
cristianas, de ejemplo a las nuevas generaciones, es el camino
institucional.
Pero es eficaz, en la medida que nosotros
lo acompañemos.
Que cada uno de nosotros sea el principal colaborador con la
justicia y con la Fuerza Pública. No hay más camino.
Cada uno de nosotros se tiene que preocupar
tanto por la seguridad como por los terneros, tanto por la
seguridad como por los pastos,
tanto por la seguridad como por la genética. Eso es bien
importante.
Hoy los catálogos sobre el buen ganadero deberían
encabezarse con los compromisos del buen ganadero con la Seguridad
Democrática.
El doctor Lafaurie ha propuesto una bien
original fórmula,
para capitalizar el campo. Quiero recordarles a ustedes que los
años 2004, 2005 y 2006, en virtud de una norma que nos
aprobó el Congreso, entre los estímulos tributarios
que ofrece, está aquel de una deducción del 30
por ciento a las inversiones generadoras de renta.
Ayer, Naciones Unidas publicó cómo ha venido creciendo
la inversión privada en Colombia en los últimos
tres años. En 2004 creció un 95 por ciento frente
a 2003, de acuerdo con la publicación de Naciones Unidas,
de hace dos días.
Hay que utilizar estos estímulos tributarios. Cada finca
ganadera debe convertirse, a mi juicio –también-
en un elemento de alta productividad pero con procedimientos
sostenibles. Y eso obliga a sembrar madera, a proteger los nacimientos
de agua y eso tiene hoy, muchas garantías.
Una de las decisiones de este Gobierno
fue introducir la exención
tributaria para la madera, para los cultivos de tardío
rendimiento y confiamos que rápidamente el Congreso apruebe
el nuevo Estatuto Forestal. Hay que aprovechar todos estos instrumentos.
Nosotros, además tenemos que dar ejemplo como empleadores
cristianos, democráticos, solidarios. Cada finca ganadera
debe ser un ejemplo en las relaciones entre el empleador y el
trabajador.
¡Qué bueno, doctor Jose Félix! que se haga
el inventario que muestre al país quiénes son los
ganaderos que cumplen todas las obligaciones laborales, las obligaciones
con la seguridad social, las obligaciones con la parafiscalidad.
Esos esfuerzos son necesarios.
Hay que vivir tranquilos, pero más austeros. La verdad
es que mientras más se desarrolla el país, menor
es el margen de contribución de los sectores económicos.
La tranquilidad implica, también, sacrificios de austeridad.
Creo que la tranquilidad va a obligar
a sacrificios de austeridad muy importantes. No creo que se
pueda pensar en que la finca
dé utilidades para vivir en el extranjero o para vivir
con todo lujo en una capital. Hay que vivir en la finca. Eso
exige mucha austeridad. Tal vez el único lujo: mandar
a los hijos a que estudien bien, ojalá en las mejores
universidades. Pero hay que vivir en la finca.
La finca no da para que el ganadero sea de club social, para
que el ganadero sea un ciudadano urbano que viva en el boato
y en el lujo.
Nosotros tenemos que llevar de la mano
la aspiración
de la tranquilidad con un modo de vida austero, el ganadero presente,
ejemplo de austeridad. Eso va relacionado con el ganadero buen
empleador. Se requiere ello.
¡Qué bueno, doctor José Félix, que
le hagan ese aporte a Colombia! Ir presentando, región
por región, el listado de fincas que están cumpliendo
todas las obligaciones de la seguridad social, todas las obligaciones
laborales.
¡Qué bueno que no haya finca ganadera que se quede
sin un esquema de participación con los trabajadores tan
fácil! Una finca de 300 hectáreas, que organice
30 hectáreas de agricultura para los trabajadores, nada
pierde y gana mucho.
¡Qué bueno que las fincas
ganaderas sean modelo en aquello de respeto al medio ambiente!
En fin, todo esto lo podemos aportar
para que este gremio de casi medio millón de colombianos, que tanto quiere al
campo, le haga este gran aporte a la Nación.
Me gusta su idea. Discutámosla.
Le he pedido al señor Ministro de Hacienda (Alberto Carrasquilla)
que para dar señales con suficiente antelación
a los inversionistas, se tramite en este período una reforma
tributaria para eliminar el impuesto de remesas, para clarificar
cómo funcionarán en el futuro las zonas francas
y para reducir la tasa de renta, para hacer al país más
competitivo.
Y que esa nueva tasa de renta, reducida,
debe entrar en vigencia cuando finalice su vigencia el estímulo tributario presente,
la deducción del 30 por ciento, que se extingue el 31
de diciembre del año entrante.
Y me parece bien estudiar la posibilidad
de que parte de la nueva tarifa de renta, se dedique a capitalizar
el campo. Hagámoslo.
Miren, cuando se fue a crear a Finagro,
muchos ortodoxos de la economía dijeron: ‘es una locura que este país
siga exigiendo inversiones forzosas’. Esa inversión
forzosa a nadie le ha dolido y cuánto ha ayudado.
Creo que la alternativa de decirle: ‘usted puede o pagar
estos dos o tres puntitos de renta o dedicarlos a este fondo
para el desarrollo de Colombia’, es una buena alternativa.
Hablémoslo con el Ministro de Agricultura (Andrés
Felipe Arias) que se los nombré joven y preparado para
que ustedes lo hagan. A él lo formaron por allá en
las universidades, muy neoliberal, pero entre ustedes y Carlos
Gustavo (Cano, ex ministro de Agricultura) ahí lo van
poniendo en el justo equilibrio social. Y hablémoslo con
el Ministro de Hacienda. A mí me parece bien eso, doctor
José Félix.
Creo que, en medio de dificultades, salimos
bien en el tratado CAN – MERCOSUR y tenemos que salir bien en el TLC. Hay
que hacer un gran esfuerzo en materia fitosanitaria ¡pero
un gran esfuerzo en materia fitosanitaria! Si no, no tenemos
camino.
Este país necesita pasar de… ¿cuántas
cabezas tenemos hoy?, ¿24 millones?, para ser un gran
país exportador necesita 45 millones de cabezas y hay
que hacer ese gran esfuerzo. Eso es un esfuerzo descomunal, pero
posible porque es que la violencia nos congeló el hato.
Ustedes saben que hasta hace no mucho,
la población venía
hombro a hombro con el hato y hoy el hato está alrededor
del 50 por ciento de la población.
Y, confío que el TLC nos salga bien y que antes de que
termine esta administración y el gobierno del Presidente
(Vicente) Fox en México, debemos concluir la revisión
del G – 3 con México.
Porque el año pasado ellos nos facilitaron el tema de
los registros fitosanitarios, de la homologación de las
plantas, la certificación de las plantas, pero los aranceles
son muy altos.
Entonces por eso nos toca, rápidamente y es una instrucción
que tienen el Ministro de Comercio (Industria y Turismo, Jorge
Humberto Botero) y el Ministro de Agricultura, hacer esa revisión
con México –que además tiene en la balanza
bilateral un gran superávit frente a Colombia-. ¡Hagamos
eso!
Confío en las obras de infraestructura que están
empezando a hacerse.
El sector va a tener una gran participación en el mejoramiento
de vías. Por ejemplo, esos 3.200 kilómetros que
están adjudicados, tiene vías tan importantes para
la ganadería como la pavimentación de 98 kilómetros
de San Marco a La Mohana, como la pavimentación de la
vía de Puerto López a Puerto Gaitán, para
no mencionar sino algunas. Creo que eso va ayudar mucho.
Ahora, falta mucho en lo social, en lo
de infraestructura pero ahí, trabajando, sobretodo si
conseguimos la tranquilidad, vamos a lograr todos esos desarrollos.
Recordemos pues a Raimundo Sojo Zambrano, como ese gran colombiano
que fue y que desde el cielo nos ayude para que esta Patria pueda
crear unas condiciones de felicidad para las nuevas generaciones.
Muchas felicitaciones por este día
apreciados compatriotas ganaderos.