PALABRAS
DEL PRESIDENTE URIBE EN EL VI ENCUENTRO NACIONAL DE ESTUDIANTES
DE CIENCIA POLÍTICA
Medellín, 30 sep. (SNE).- Las
siguientes son las palabras del presidente Álvaro Uribe Vélez durante el encuentro
con estudiantes de la facultad de Ciencias Políticas de
la Universidad de Antioquia.
“Muy grato regresar a la Universidad a tener esta oportunidad
democrática con ustedes. Yo no he sido partidario de que
la democracia moderna la sigamos dividiendo entre democracia
de izquierda y democracia de derecha. Eso era válido cuando
en el Continente había dictaduras. Pero hoy cuando todo
el mundo manifiesta aceptar la regla democrática, eso
empieza a ser obsoleto, polarizante e impráctico.
Polarizante. Lo vimos hace poco en la
elección del Secretario
de la OEA.
Impráctico. Una periodista de la CNN me decía: ¿usted
cómo se siente como gobernante de derecha en un medio
latinoamericano de izquierda? Le contesté: ¿y usted
por qué cree que Lula es de izquierda y yo de derecha,
cuando llevamos casi el mismo tiempo en el poder? Y no supo responderme.
Le dije: ¿y usted qué es? Me dijo: yo soy de izquierda.
Le dije: ¿y por qué? Y no supo responderme. Eso
empieza a ser impráctico.
He creído que lo que hay que preguntarnos es si una democracia
es incluyente o excluyente, si una democracia está regida
por el ordenamiento jurídico o por caprichos, si una democracia
es una democracia de caudillos o una democracia de liderazgos
responsables con el pluralismo y con la Constitución.
Y para eso he propuesto cinco elementos:
La Seguridad Democrática.
El respeto a las garantías y a las libertades públicas,
como la que insultamos esta mañana aquí.
La construcción de cohesión social que, dicho
sea de paso, es el gran camino para pasar de la Seguridad Democrática
a la paz estable. La cohesión social, que es la justicia
social, yo la pongo ahí como ese tránsito necesario
para que la Seguridad Democrática de hoy se convierta
en la paz estable de mañana.
La transparencia, sin lo cual no hay confianza. La confianza
es necesaria para que cada individuo se sienta parte del todo
colectivo.
Y el respeto a las instituciones. Esto
empieza por el respeto al pueblo, a las instituciones del poder
público, etcétera.
¿Por qué hemos llamado esto Seguridad Democrática?
Por razones históricas y de vocación.
¿Cuál es la vocación?
Garantizar el pluralismo en Colombia.
¿Cuál es la razón histórica? El
Continente fue recorrido por la doctrina de la seguridad nacional.
En nombre de la seguridad de aquella época, se suprimieron
las libertades públicas, se impusieron dictaduras, se
persiguió a los disidentes, se descalificó a la
oposición, se anuló la democracia.
Entonces la nuestra es democrática, para establecer una
diferencia con lo que fue el fantasma de la seguridad nacional
que recorrió el Continente.
¿Cuál es nuestra vocación con esta seguridad
Democrática? Profundizar el pluralismo a través
de proteger por igual a todos los estamentos de la sociedad colombiana.
Seguridad Democrática implica seguridad para los amigos
de las tesis del Gobierno y seguridad para los críticos.
Pienso, Jorge, profesor Alonso, que siempre la oposición
ha tenido garantías en Colombia, pero nunca tan eficaces
como ahora.
Recuerden qué pasaba con los voceros de la verdadera
oposición. Y creo que eso empieza a legitimar porque esta
seguridad es democrática.
Seguridad Democrática para proteger por igual al campesino
que al empresario del campo, al líder gremial que al líder
sindical.
Y creo que eso va relacionándose con el segundo elemento,
que es la garantía de las libertades públicas,
donde por supuesto hay un gran compromiso con los derechos humanos.
Esta Seguridad Democrática, profesor Giraldo, y ahí contesto
una de sus valiosas críticas, solamente es sostenible,
debido a que es un Estado de opinión, en la medida que
sea creíble, y para ser creíble tiene que ser eficaz
y transparente.
Y no es transparente si no protege la
totalidad de universo ciudadano, y no es transparente si no
adhiere en la práctica
a los derechos humanos. Eso es bien, bien importante.
¿Por qué nosotros hemos calificado como terroristas
a estos grupos y por qué hemos negado la existencia de
un conflicto armado?
Que hubo raíces ideológicas, como lo dice el profesor
Pizarro Leongómez, claro que las hubo. Cuando el doctor
Valencia Cossio y yo estudiábamos en la Facultad de Derecho
veíamos, a principios de los años 70, una formación
guerrillera en Colombia bastante ideológica.
Y recuerdo que las diferencias eran:
quién defiende más
las tesis de Cuba, quién defiende más la tesis
de Moscú, quién defiende más la tesis de
Pekín.
Nunca pensamos, cuando ya se vislumbraba
el poder del narcotráfico
en Colombia, que quienes parecían en ese momento antípodas
fueran después a mezclarse, a converger, a fusionarse.
Eso ha sido un tránsito inesperado, para mí, en
el proceso de observar la vida colombiana. Creo que hemos pasado
de unas raíces ideológicas a un mercenarismo.
¿
Por qué se les dice terroristas y se niega la existencia
del conflicto armado?
Para contestar eso hay que decir qué legitimó a
algunos movimientos insurgentes de América Latina. Fueron
legitimados por dos circunstancias: por la lucha contra las dictaduras
y por la lucha por la construcción de justicia social.
¿Qué ha pasado en Colombia? Hoy hay una democracia
en profundización, y la lucha de estos sectores insurgentes
no ha contribuido a la democracia, ni ha contribuido a la erradicación
de la pobreza.
Miremos: cuando todavía no había certeza de que
Colombia fuera a aprobar la elección popular de alcaldes,
recuerdo que la Farc hacía llegar a la Ciudad Universitaria
unos volantes tratando de justificar su lucha armada porque en
Colombia no había ampliación democrática.
Vino la elección popular de alcaldes. Posteriormente,
la Constitución del 91, que trajo la elección popular
de gobernadores, que introdujo mecanismos muy importantes de
participación directa, de democracia directa.
¿Y cuál ha sido la respuesta de estos grupos?
Asesinar alcaldes, presionarlos, etcétera. Cuando este
Gobierno empezó había 400 alcaldes, de los 1.096
de Colombia, que no podían ejercer en los municipios por
presión de los grupos violentos. Eso es una contradicción
con lo que ellos habían predicado para tratar de justificar
su acción armada.
Y el Gobierno lo que ha hecho es dar
ejemplo, creo yo, con muchas falencias que tenemos, porque
no estamos en un paraíso,
pero creería que hemos dado pasos correctos en materia
de respeto a la democracia.
Si ustedes miran el referendo de 2003,
encontrarán que
los grupos opositores abstencionistas tuvieron tanto o más
espacio para defender sus tesis que el Gobierno.
Si ustedes miran esas elecciones de 2003,
verán que por
primera vez a alcaldías muy importantes y a gobernaciones
muy importantes llegaron voceros de la verdadera oposición,
que habían sido asesinados en el pasado por la sola circunstancia
de ser candidatos.
El Gobierno los protegió eficazmente como candidatos,
sin importar que su origen fuera, por ejemplo, en el apoyo por
parte de partidos políticos nutridos por antiguas guerrillas,
etcétera. Y hemos construido gobernabilidad con ellos,
y hemos construido ese mínimo de unidad de Patria. Creo
que eso empieza a hacernos claridad sobre esto. Estamos en una
democracia en proceso de profundización.
Si ustedes leen las legislaciones europeas,
como la alemana, el commonlow, que ya empieza a tener bastante
documental, encontrarán
que allí hay un punto común, que es definir como
terrorismo cualquier acción armada o amenaza de uso de
armas por razones ideológicas, religiosas, políticas.
Pues bien, uno les pregunta a los profesores
europeos, a los politólogos: ¿por qué eso? Y dicen: definirlos
como terroristas es el balance que nosotros necesitamos para
seguir luchando por la profundización de nuestra democracia.
Si Europa occidental garantiza una democracia pluralista y profunda,
la contraprestación para que la ecuación esté equilibrada
es que a aquellos que desafían esa democracia a través
de la amenaza o el uso de armas, se califiquen como terroristas.
Entonces es distinto una guerrilla luchando
contra una dictadura que una guerrilla o unos paramilitares
afectando el ordenamiento
jurídico en un país, donde hoy está probado
que todas las diferencias se pueden resolver democráticamente.
Creería que la posibilidad de resolver las diferencias
democráticamente es lo que está marcando la diferencia.
Se me pregunta: bueno, pero si son terroristas, ¿cómo
va a negociar con ellos?
Por eso hemos pedido el cese de hostilidades.
Recuerden ustedes el proceso irlandés del Viernes Santo de 1998. Allí se
exigió el cese de hostilidades, pero se dio todo el plazo
para llegar al desarme y a la desmovilización.
Y un punto adicional bien importante:
ese proceso de paz no surgió por espontaneidad. Surgió porque durante
17 años los gobiernos de la señora Tatcher y John
Major impusieron una política severa de autoridad y seguridad
en Gran Bretaña, que derrotó el ala más
militarista del IRA y que permitió que los sectores inclinados
a la negociación, al interior del IRA, pudieran predominar
sobre los sectores que negaban la negociación.
La negociación allí surgió de una política
de autoridad y se facilitó por la exigencia del cese de
hostilidades y la concesión de aplazar el desarme y la
desmovilización. Creo que ese punto es bien importante
también para tenerlo en cuenta en Colombia.
¿Entonces cómo podemos dar nosotros el tránsito
de definirlos como terroristas a permitir la negociación
con ellos? A partir del cese de hostilidades, que es lo que hemos
venido exigiendo.
Que hay unas raíces de conflicto histórico, no
se pueden negar. ¿Cuál es mi definición
de conflicto al mirar hoy el mundo? Es un mundo cargado de diversidad.
Y la diversidad cuando todos los actores tienen que estar interrelacionados,
que es la característica del mundo moderno, genera permanentemente
un conflicto, que es la discrepancia.
Pero cuando hay la posibilidad de definir
la discrepancia cotidianamente a través de la apelación democrática, no
se puede reconocer la acción armada para definir la discrepancia.
Mi reconocimiento al conflicto armado
equivale a una justificación
de lo que no es justificable. Porque entrar a justificar la apelación
armada cuando hay un profundo avance para garantizar la democracia,
prácticamente es aceptar que le pongan talanqueras a la
democracia.
Y esto lo abono con dos elementos. La
guerrilla dijo durante mucho tiempo, también además de lo que decía
que justificaba su acción porque no había elección
popular de los gobernantes más cercanos, dijo que no aceptaba
entrar a negociar porque en este país no había
garantías para la oposición.
Eso fue válido cuando se asesinó a la Unión
Patriótica. Pero creo que ahí confluyeron dos errores.
El error por parte de los promotores de ese partido de aceptar
la combinación de la lucha armada con la lucha política.
La lucha política no acepta sino las armas argumentales.
Y el error del Estado de haberle faltado determinación
para proteger eficazmente a la gente de la Unión Patriótica.
Eso dos errores históricos no se pueden repetir. Creo
que con las garantías eficaces que hoy tiene la oposición,
y que se pueden demostrar a lo largo de estos 38 meses de Gobierno,
esa justificación de la Farc está eliminada en
el tiempo. Es tema del pasado.
Y lo otro: que no empezaba a negociar
hasta que no se desmontara el paramilitarismo. De los paramilitares
se hablaba, pero nada
se hacía contra ellos. Este Gobierno ha enfrentado a los
paramilitares con igual severidad que a la guerrilla. Nuestro
propósito ha sido la recuperación institucional.
Mire: yo me habría podido unir a los paramilitares soterradamente
para enfrentar la guerrilla. Les habría dicho: quédense
quietos, no tenga más incursiones en masacres, ayúdenle
al Gobierno a eliminar ELN y Farc.
Y de pronto iríamos más adelante en la lucha con
el ELN y la Farc, pero qué mal camino, qué mal
ejemplo, qué mal ejercicio. Por razones cristianas, democráticas,
de compromisos de ciudadano, de observancia de la Constitución,
de padre de familia, la decisión que tomamos fue la institucional,
que no siempre ha sido la de Colombia.
Este señor, cuyo tema hoy se discute, desde un grupo
delincuencial tuvo alianzas con el Estado para enfrentar otro
grupo delincuencial. El Estado nunca se puede unir con grupos
delincuenciales para enfrentar otros grupos delincuenciales.
El camino tiene que ser absolutamente institucional, así sea
más demorado y más difícil.
En muchas zonas me dicen: Presidente, ¿quién nos
va a defender ahora que no hay paramilitares? ¿Por qué no
aplazaron el desmonte de los paramilitares hasta que hubieran
acabado con la guerrilla? Porque el pueblo colombiano no puede
seguir sometido a la guerrilla o a los paramilitares.
Esos dos fenómenos hay que acabarlos todos, como hay
que acabar el narcotráfico y hay que acabar la corrupción.
Tenemos que hacer el gran esfuerzo de que sean las fuerzas institucionales
las que ejerzan el monopolio de la protección efectiva
de la ciudadanía colombiana.
Creo que esos pasos le quitan a la guerrilla
el otro argumento que esgrimía para no negociar: el
argumento de la existencia del paramilitarismo.
Dadas estas condiciones, he dicho: Colombia
tiene una crisis humanitaria. Pero esa crisis humanitaria no
justifica la acción
de estos grupos armados porque, al contrario, ellos han contribuido
a agravarla.
¿
Cuál ha sido el resultado social de estas cuatro décadas
de estos grupos? Menos inversión en Colombia, más
desempleo, atraso del país, más pobreza, menos
confianza en nuestras instituciones. Entonces ellos han producido
un resultado muy diferente a lo que dijeron iría a ser
el factor legitimador de su lucha, su lucha social.
Recientemente he dicho, para facilitar
acuerdos con el ELN, que si empieza un proceso de paz y hay
un cese de hostilidades,
yo no tendría inconveniente en decir: bueno, reconozco
que hay un conflicto político, vamos a negociarlo con
el ELN.
¿Por qué lo he dicho? Para facilitar la paz. Porque
allí lo práctico es entrar a alimentar un cese
de hostilidades y, a partir de un cese de hostilidades, a posibilitar
la llegada a la paz. Y muchas veces el gobernante tiene que dejar
a un lado sus propias convicciones, por los bienes públicos
superiores. Y el bien superior de la paz es un bien público
que tiene que prevalecer sobre las convicciones del gobernante.
Felipe, el gobernante tiene que dar ejemplo
en cumplimiento de la ley, y usted me ha pasado aquí el papelito de los
diez minutos”.