PALABRAS DE PRESIDENTE URIBE EN LA UNIVERSIDAD
LOS LIBERTADORES
Bogotá, 11 abr (SNE). Las siguientes
son las palabras del presidente Álvaro Uribe Vélez al recibir el
Doctorado Honoris Causa en Comunicación Social y Periodismo,
otorgado por la Universidad Los Libertadores.
“Toda mi gratitud a la Universidad por este acto lleno
de generosidad que tanto me compromete con Colombia.
Muchas gracias a ustedes por su noble compañía,
muy especialmente a usted, señor ex presidente, doctor
Belisario Betancur Cuartas, quien ha sido un compañero
noble de esta tarea de Gobierno.
Vengo a esta institución joven y meritoria a compartir
el sentimiento común de admiración y a celebrar
con ustedes el rito de veneración a la memoria de tres
grandes de Colombia: Simón Bolívar, Francisco de
Paula Santander y Antonio Nariño.
Los colombianos tenemos que exaltar a quienes sembraron las
fundaciones para que esta Nación realizara sus fines.
Ellos nos guían con su espíritu, pues son faros
de virtud. Nariño luchó por los derechos humanos
al servicio de la virtud. Bolívar puso su espada al servicio
de la virtud, sin la cual, en sus palabras, perecería
la República. Y Santander representa el respeto a la ley
al servicio de la virtud.
Bolívar y Santander prefiguran nuestra identidad política
como Nación. Bolívar encarna el ideal de orden
y autoridad. El orden como presupuesto ineludible de la libertad,
la autoridad que hace posible la igualdad de oportunidades.
Santander representa el imperio de la ley, que garantiza la
seguridad y las libertades. Predicó que la obediencia
a las normas cancela la esclavitud de la violencia. El orden
para la libertad, mediante la autoridad democrática de
la ley. He ahí el binomio ético-político
que sostiene la continuidad histórica de nuestra Nación
y otorga sentido a nuestra institucionalidad.
Nariño era la encarnación del constitucionalismo
democrático liberal, de las ideas de la ilustración.
Los colombianos aprendimos de él que en la lucha de los
hombres por las grandes causas, la palabra escrita es la proclama
que eleva los corazones y garantiza la voluntad de lucha de los
pueblos.
Con Bolívar, Santander y Nariño, convoquemos el
ejemplo de enseñanzas de otros grandes faros de virtud:
Sucre, benemérito inspirador del moderno derecho humanitario.
Algunos historiadores militantes en el conservatismo y el liberalismo,
solían reivindicar como fundadores de sus partidos, respectivamente,
a Bolívar y Santander, las cumbres de nuestra historia.
Se les quería mantener perennemente enemistados y se les
hacía blandir sables hasta en la tumba.
Se definía a Bolívar y a Santander como antagonistas
irreconciliables, predicando que hubo, hay y habrá entre
ellos una contienda perpetua. Esa ficción hacía
ver la sangre derramada durante las guerras civiles de los siglos
XIX y XX, como ofrenda y leña para mantener vivo el fuego
de la contienda inaugural entre los padres fundadores.
Una visión más real es la que nos permite entender
que nuestra historia ha sido forjada por todos los partidos políticos,
por muchas escuelas de pensamiento, por líderes sociales
y escritores públicos de todas las tendencias, y que ello,
precisamente, explica el porqué es tan rica, plural y
multifacética nuestra personalidad nacional.
La Universidad, que por esencia es deliberante y fraterna, debe
reivindicar con espíritu liberal la trascendencia del
pensamiento y la obra de dirigentes de todos los partidos, sin
consideración a su militancia, tal como nos enseñaron
el ex presidente Eduardo Santos y Germán Arciniegas.
Al agradecer a la comunidad académica de Los Libertadores
el otorgamiento del grado Honoris Causa en Comunicación
Social-Periodismo, quisiera dejar para su reflexión unas
breves consideraciones sobre lo que es el moderno concepto de
Estado de Opinión: un Estado con alta participación
ciudadana para la toma de decisiones públicas, para su
ejecución y vigilancia.
Los fundadores del Estado de Derecho, quienes lo fueron prefigurando
y lo consolidaron, advertían en él las siguientes
características: la normatividad heterónoma, ajena
a los caprichos o al parecer personal de quien la invoca y la
aplica, hoy debe ser el elemento común en todas las formas
de Estado y no tendría que ser el caracterizante del Estado
de Derecho contemporáneo. La división de las ramas
en poderes independientes, los mecanismos de control y la participación
de opinión.
En mi concepto, es la participación de opinión
lo que distingue el nuevo concepto de Estado de Derecho, el Estado
de Opinión. Una participación de opinión
vigorosa, ilimitada, plural, que pueda expresarse desde todas
las canteras del pensamiento y en todos los momentos, a lo cual
contribuyen tareas académicas como la de la Fundación
Universitaria Los Libertadores, que es lo que finalmente reivindica
al Estado de Derecho en esa acepción moderna el Estado
de Opinión.
En esa concepción de Estado, los Consejos Comunales,
que ustedes generosamente han ponderado, son un valioso instrumento,
una mesa de trabajo que permite avanzar en los asuntos administrativos,
sin que se desconozca o demerite la importante labor que cumple
el legislativo como órgano de la representación
ciudadana.
Es falsa la disyuntiva entre democracia participativa o representativa.
Se requieren ambas, tienen una relación mutuamente dependiente.
La representativa requiere para formarse, para operar y para
legitimarse, una acción permanente muy fuerte de la participativa.
A su vez, la participativa puede tornarse en anarquía
sin los órganos de representación.
Y la Constitución colombiana ha sido sabia: los mecanismos
de participación ciudadana directa de la Constitución
de 1991, con los avances sobre los órganos de representación,
nos ponen de presente que Colombia, en su normatividad, entiende
ese equilibrio entre la democracia representativa y la democracia
participativa.
La presión ciudadana sacude al Ejecutivo y a los partidos
de la negligencia en que incurren cuando se sienten en el ficticio
paraíso de pensar que todo anda bien. El contacto directo
con la ciudadanía muestra, una y otra vez, que las realizaciones
oficiales que con vanidad exhiben todos los gobiernos, son infinitamente
menores que las dolencias populares desatendidas.
Los Consejos Comunitarios obligan a la transparencia, a la honradez,
a la eficacia. Para que haya transparencia es vital un ejercicio
combinado y equilibrado entre democracia representativa y participativa.
En una época en que hay todas las posibilidades de participación
de opinión, si bien se necesitan referentes ideológicos
y programáticos organizados y a largo plazo, como los
partidos, también se necesita acudir de manera permanente
a la consulta comunitaria.
Un Estado Comunitario necesita credibilidad. Los Consejos Comunitarios
no son reuniones de promesas. Son ejercicio en los que se interactúa
para asumir compromisos de gestión.
Son un diálogo constructivo entre el Gobierno central,
los gobiernos departamentales, los locales y la comunidad. Un
diálogo permanente, sincero, que ayuda a conocer limitaciones
y también a saber que tenemos que hacer esfuerzos adicionales.
Y para que así sea, los medios de comunicación
son la polea de transmisión entre los Consejos y la población.
Los medios pueden contribuir para que la administración
sea como debe ser.
En la vida de nuestros días, apreciados compatriotas,
la administración pública debería ser un
reality, que muestre a través de los medios de comunicación
la ejecutoria total en todos los segundos, minutos y horas de
quienes administran los intereses públicos.
Los Consejos Comunitarios nos han ayudado a que el Gobierno
sea más diligente, a que conozca mejor las realidades
y a que la ciudadanía conozca mejor las limitaciones.
Los Consejos Comunitarios no los podemos mirar aisladamente.
Hacen parte de la idea sustancial de un Gobierno que para estar
al servicio de la comunidad, necesita reconocer creciente participación
de la comunidad en la toma de decisiones, en la ejecución
de decisiones y en la vigilancia de la tarea oficial.
Ello se erige en una fuente de credibilidad en las instituciones
y en una fuente que genera obligaciones para los seres humanos,
que en el momento determinado las encarnan.
Un gobierno que está obligado a darle cuentas en todo
a la ciudadanía es un Gobierno más solícito.
Es un Gobierno más animado por diligencia, es un Gobierno
más motorizado con presteza, es un Gobierno que tiene
que dormir apenas por un ojo. Porque se sale de un evento comunitario,
pero se tiene la idea, la noción y la notificación
que en las próximas horas hay que enfrentar otro.
Siempre recordaré que cuando habíamos empezado
a avanzar bastante en materia de microcrédito, el entonces
ministro de Comercio, el doctor Jorge Humberto Botero, me dijo: “Presidente, ¿por
qué en esta reunión hay tanta queja contra el microcrédito
si hemos avanzado mucho?”.
Le dije: “Ministro, he ahí la importancia de que
el gobierno trabaje permanentemente con la comunidad. Si usted
y yo nos encerramos en una oficina de la Casa de Nariño
a ver las cifras de microcrédito, nos elogiamos mutuamente,
salimos felices y decimos: qué revolución tan positiva”.
Pero cuando acudimos a estas reuniones con la comunidad, la
comunidad nos hace dar cuenta que lo que se ha hecho, a pesar
de que demande un gran esfuerzo del gobierno, es poco frente
a lo que requiere la ciudadanía.
Le agregué: “A estas reuniones ya no acuden los
que recibieron los microcréditos sino las grandes mayorías
que no lo han recibido”.
Por eso uno no puede esperar que aquí vengan a dar gracias
ni a elogiar al Gobierno, sino que tiene que estar dispuesto
a que aquí se acuda a criticar, a requerir, a demandar,
y todo eso hay que recibirlo tranquilamente y de la manera más
constructiva.
Qué cosa tan importante el ejercicio permanente de la
democracia directa para que aquellos que tenemos circunstanciales
responsabilidades públicas, nos demos cuenta de la discrepancia
entre lo que ponderamos como nuestros logros y lo que realmente
la comunidad aspira para la satisfacción de sus necesidades.
Por supuesto: cómo se ordena la vida política
y cómo se le introduce armonía a las relaciones
inter-administrativas. Se ordena la vida política, los
ciudadanos adquieren conciencia de las posibilidades y de las
limitaciones, y entonces matizan sus aspiraciones cuando conocen
las limitaciones.
Cómo se ajusta el discurso político a la realidad
de los ciudadanos, cómo se elimina esa discrepancia entre
el mundo de la política y el mundo de la ciudadanía,
que en la exclusiva acción de la democracia representativa
sólo se elimina el día de elecciones.
Cuando se combina con la participativa, la eliminación
se tiene que dar todos los días. Porque en esos escenarios
de participación, la comunidad impide que haya un discurso
político diferente a las aspiraciones de la misma comunidad.
Y cómo es de importante para que gobernantes nacionales,
departamentales y locales ajusten las políticas, construyan
sincronía. Para que cada uno sepa cuáles son sus
responsabilidades y en cada instancia se conozca el Plan de Desarrollo
de la otra, y entonces se aspire al apoyo de una instancia diferente
en la medida que los Planes de Desarrollo permitan esa integración.
Debemos todas las virtudes al ejercicio diario del contacto
dinámico con los compatriotas. Los gobernantes somos poco
dados a rectificar, pero ante las insistencias comunitarias que
se provocan en ese contacto de todas las horas, llega un momento
de que hay que necesariamente introducir rectificaciones.
Mucho más efectivo para la rectificación el contacto
comunitario que las críticas de la oposición. Se
es más sensible a lo que dice la comunidad que reclama
rectificaciones o que reclama atender campos todavía no
observados por el Gobierno, que a las propias críticas
de la oposición. Es otra virtud que hemos encontrado en
esta tarea del ejercicio cotidiano del contacto dinámico
con la comunidad.
Y en la medida que haya compromiso sin promeserismo, hay credibilidad.
He notado una gran evolución en esos contactos comunitarios.
Muy positiva de parte del Gobierno y muy positiva de parte de
las comunidades.
Los compañeros de gobierno y yo tenemos que llegar con
más diligencia. Y la comunidad acude de manera más
ponderada en las aspiraciones, con visión más realista.
Y ese diálogo permanente genera y estimula, alimenta
credibilidad en las instituciones.
En el tema de orden público sí que ha sido importante.
Por ejemplo, en muchos de los Consejos de Seguridad en las regiones,
antes de la reunión a la que suelen exclusivamente asistir
los Mandos regionales, los nacionales, el Ministro de la Defensa
y el Presidente de la República, se hace una reunión
con la comunidad local.
Ha sido de inmensa utilidad. Todos los días la comunidad
local tiene más confianza para denunciar. Más tranquilidad
para decir: esto va bien, pero aquello va mal.
Y entonces eso obliga a que el informe nuestro, el informe de
las autoridades, se tenga que revisar, repensar, para no desconocer
la crítica comunitaria.
Cómo ha sido de importante ese ejercicio con la comunidad
para que tengamos real percepción de la evolución
del orden público en las diferentes localidades.
Si simplemente en una oficina de un Comando de Policía
o de una Brigada Militar, nos sentamos los comandantes locales,
los nacionales, el Ministro de la Defensa y yo, el Power Point
nos llena de ilusiones. Pero cuando permitimos que entre el Power
People, nos hace aterrizar en la realidad y nos llena de compromisos.
La verdad es que el contacto con la comunidad ayuda a evitar
las ficciones que en alguna forma crea el Power Point.
Por eso celebro también la tendencia que visto en el
país: gobernadores y alcaldes en permanente contacto con
la comunidad. Y creo que el Congreso de la República lo
tiene que hacer.
La revolución de las comunicaciones lo exige: una ciudadanía
crecientemente informada, preparada, es una ciudadanía
que exige más contacto con quien la representa.
Hace años, cuando se tenía por parte de algunos
el privilegio de la información, era más necesario
para la comunidad que llegaran los más informados a orientarla.
Ahora, cuando el dirigente conoce lo que está ocurriendo
en el mismo minuto y con el mismo texto que lo conoce, la comunidad
campesina más remota, esa comunidad demanda del dirigente
no que vaya a informarla, sino a compartir con ella y a analizar
con ella.
La revolución de las comunicaciones, la tecnológica,
exige una gran modificación en las relaciones de la política
y de la vida administrativa, entre los circunstanciales dirigentes
y la comunidad.
Nuestro respeto a la libertad de prensa no tiene condiciones
ni limitaciones. Es una tradición de los gobiernos de
Colombia que honramos con patriotismo.
Puede que la libertad de prensa incomode a los Gobiernos. ¿Pero
qué necesita la democracia? ¿La comodidad del Gobierno
o la comodidad del pueblo? La verdad es que la incomodidad que
la libertad de prensa causa a los gobiernos es una garantía
para el pueblo, es un acicate para los gobiernos.
La crítica de la prensa, en el caso del Gobierno comunitario,
estimula a corregir, a enmendar, a mejorar. Además el
gobernante tiene que anticipar en su pensamiento lo que será su época
de ex gobernante. Su época de ex gobernante necesita libertad,
libertad de prensa.
Por eso cuando se es Gobierno, es mejor sufrir la aparente incomodidad
de la libertad de prensa, que afectarla. Así se garantiza
para la época de ex gobierno, poder tener la garantía
de la libertad.
La libertad de prensa ayuda a construir la verdad, esa verdad
relativa, la única al alcance de los seres humanos. Esa
que se construye en la contradicción diaria, ayuda a que
surja la crítica social e iguala a los ciudadanos en un
país de desiguales.
Recuerdo que cuando empezaban a temblar las fundaciones de la
Cortina de Hierro, el entonces Presidente de los Estados Unidos,
visitó la Universidad de Moscú. Leyó allí un
bellísimo discurso sobre la libertad. Y preguntado por
la comunidad académica sobre una sola, la que en su concepto
fuera la mejor contribución de la libertad, dijo el presidente
Ronald Reagan: Es el único camino para construir verdad.
Esa frase fue muy determinante en el proceso que mi generación
nunca anticipó cuando estaba en las bancas de la universidad
y que se dio con enorme velocidad: el proceso de destrucción
de la esclavitud del comunismo, para que llegaran los aires renovadores
de la libertad.
Otro eje de nuestra política es la Seguridad Democrática,
esta que legitima en las libertades.
Para que la energía de las instituciones democráticas
contribuya a sacar adelante la recuperación total de la
seguridad en Colombia, esa energía necesita un factor
legitimante: la libertad.
Abro un paréntesis para decir que siempre he hecho campaña.
Cuando algunos de mis críticos dicen que el Presidente
de la República se mantiene en campaña, les contesto
que es verdad. Los únicos gobiernos que sirven son los
que se mantienen en campaña. Alguna vez le preguntaron
a Lina, mi señora, cuándo iría Álvaro
a empezar la campaña. Y ella dijo: Jamás la ha
terminado.
Y me preguntaban: ¿Usted por qué propone una seguridad
como Seguridad Democrática? Y contesté: Por muchas
circunstancias. Para establecer la diferencia entre lo que sería
un proyecto de seguridad nuestro y lo que fue la doctrina de
la seguridad nacional en el continente.
Aquella, en aras de la seguridad, conculcó las libertades,
censuró la prensa, marchitó el plurarismo.
La nuestra tendrá que ser, dijimos desde el año
99, un camino para fortalecer las libertades, darle todos los
espacios al pluralismo, permitir que los colombianos expresen
sin temor y sin amenaza aquello que piensan, proteger institucionalmente
por igual a los dirigentes gremiales que a los dirigentes sindicales,
a los profesores, a los campesinos, a los agricultores, a los
voceros de las ideas políticas afines al gobierno y a
los voceros de la oposición.
Nosotros sabemos, los llevamos muy en el alma, apreciados compatriotas,
que el elemento legitimante de nuestra política de seguridad
es el respeto de la libertad.
Por eso todos los días queremos producir hechos de respeto
a la libertad, para poder tener ante la historia y dejar ante
nuestros compatriotas el legado de que nuestra seguridad merecidamente
se denominó democrática. Ese es un anhelo del alma.
El asesinato, las amenazas contra los periodistas y la impunidad,
son motivos de vergüenza para nuestra democracia y medios
para consolidar el poder de los violentos y de la corrupción.
Para la Nación y para el Gobierno, la libertad de prensa
tiene que ser un motivo de orgullo democrático, un supuesto
necesario para la confianza ciudadana y un elemento esencial
de unidad dentro de la diversidad.
La buena salud de la prensa habla bien de la salud del país.
Necesitamos unos medios de comunicación valientes, justos,
de amplio criterio, capacidad analítica, que generen opinión,
que informen exhaustivamente, comprometidos con las múltiples
perspectivas de la información, que provoquen el discernimiento.
La política y el periodismo son actividades que cumplen
diferentes funciones, pero que giran alrededor de un centro de
gravedad: la opinión pública. El ejercicio de las
tareas del uno parecería imposible en ausencia de las
del otro. El político ejecuta, su expectativa es el ejercicio
de la administración. El periodista informa, analiza,
evalúa, critica.
La relación entre ambos tiene que ser de respeto e independencia.
El político no puede pretender el aplauso permanente de
los medios ni éstos pueden aspirar a que el político
realice todo lo que los medios le indiquen. El medio debe analizar
al hombre público con la menor subjetividad posible. A
esto se opone el apoyo ciego o la oposición cerrera.
La identificación o la discrepancia entre el periodista
y el político no deben tornarse en afinidad de ghetto
o antagonismo de enemigos, porque se pierde la serena apreciación
del bien público y se sustituye por la complicidad o la
crítica irracional.
El juicio crítico no puede ser sustituido por la alabanza
o la injuria, que alejan el interés ciudadano por la política
o enfrían la confianza en el periodismo.
El Libertador, cuando apenas nacía la prensa, aconsejó que
los gobiernos fuesen garantes de su libertad. Y recomendó la
constitución de un poder moral que se ocupara de ejercer
la censura sobre cualquier escrito, pero no antes sino después
de su publicación. Ese poder moral existe hoy: es la capacidad
que da la sabiduría, la caridad, la bondad y la inteligencia
con que actúan los periodistas y el juicio que sobre ellos
hace la opinión.
Quiero agradecer inmensamente a la Universidad este honor que
me compromete mucho más con Colombia. La única
manera de responderles es trabajando, con mis compañeros
de gobierno, por la felicidad de las nuevas generaciones de colombianos,
para que puedan vivir felices en el amado suelo de la Patria,
trabajando con amor por Colombia, trabajando con dedicación,
trabajando con todo el afecto por los compatriotas.
Muchas gracias a la Universidad. Le temo muchísimo a
la palabra que más afecta la personalidad del combatiente:
la vanidad. Por eso es aquello a lo cual le temo, en razón
de este honor que me confieren. Pero procuraré que el
amor por Colombia sea superior que la vanidad que se da en mis ímpetus
de combatiente de la democracia.
Muchas gracias, y me siento muy honrado de ser alumno de esta
gran comunidad universitaria de Los Libertadores. Recíbanme
como su compañero. Muy amables”.