Enero

Febrero

Marzo

Abril

Mayo

Junio

Julio

Agosto

Septiembre

Octubre

Noviembre

Diciembre

 
 
 
Año 2002 | 2003 | 2004 | 2005 | 2006 | 2007
5
6
15
22
29
31
11 de Abril

PALABRAS DE PRESIDENTE URIBE EN LA UNIVERSIDAD LOS LIBERTADORES

Bogotá, 11 abr (SNE). Las siguientes son las palabras del presidente Álvaro Uribe Vélez al recibir el Doctorado Honoris Causa en Comunicación Social y Periodismo, otorgado por la Universidad Los Libertadores.

“Toda mi gratitud a la Universidad por este acto lleno de generosidad que tanto me compromete con Colombia.

Muchas gracias a ustedes por su noble compañía, muy especialmente a usted, señor ex presidente, doctor Belisario Betancur Cuartas, quien ha sido un compañero noble de esta tarea de Gobierno.

Vengo a esta institución joven y meritoria a compartir el sentimiento común de admiración y a celebrar con ustedes el rito de veneración a la memoria de tres grandes de Colombia: Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander y Antonio Nariño.

Los colombianos tenemos que exaltar a quienes sembraron las fundaciones para que esta Nación realizara sus fines.

Ellos nos guían con su espíritu, pues son faros de virtud. Nariño luchó por los derechos humanos al servicio de la virtud. Bolívar puso su espada al servicio de la virtud, sin la cual, en sus palabras, perecería la República. Y Santander representa el respeto a la ley al servicio de la virtud.

Bolívar y Santander prefiguran nuestra identidad política como Nación. Bolívar encarna el ideal de orden y autoridad. El orden como presupuesto ineludible de la libertad, la autoridad que hace posible la igualdad de oportunidades.

Santander representa el imperio de la ley, que garantiza la seguridad y las libertades. Predicó que la obediencia a las normas cancela la esclavitud de la violencia. El orden para la libertad, mediante la autoridad democrática de la ley. He ahí el binomio ético-político que sostiene la continuidad histórica de nuestra Nación y otorga sentido a nuestra institucionalidad.

Nariño era la encarnación del constitucionalismo democrático liberal, de las ideas de la ilustración. Los colombianos aprendimos de él que en la lucha de los hombres por las grandes causas, la palabra escrita es la proclama que eleva los corazones y garantiza la voluntad de lucha de los pueblos.

Con Bolívar, Santander y Nariño, convoquemos el ejemplo de enseñanzas de otros grandes faros de virtud: Sucre, benemérito inspirador del moderno derecho humanitario.

Algunos historiadores militantes en el conservatismo y el liberalismo, solían reivindicar como fundadores de sus partidos, respectivamente, a Bolívar y Santander, las cumbres de nuestra historia. Se les quería mantener perennemente enemistados y se les hacía blandir sables hasta en la tumba.

Se definía a Bolívar y a Santander como antagonistas irreconciliables, predicando que hubo, hay y habrá entre ellos una contienda perpetua. Esa ficción hacía ver la sangre derramada durante las guerras civiles de los siglos XIX y XX, como ofrenda y leña para mantener vivo el fuego de la contienda inaugural entre los padres fundadores.

Una visión más real es la que nos permite entender que nuestra historia ha sido forjada por todos los partidos políticos, por muchas escuelas de pensamiento, por líderes sociales y escritores públicos de todas las tendencias, y que ello, precisamente, explica el porqué es tan rica, plural y multifacética nuestra personalidad nacional.

La Universidad, que por esencia es deliberante y fraterna, debe reivindicar con espíritu liberal la trascendencia del pensamiento y la obra de dirigentes de todos los partidos, sin consideración a su militancia, tal como nos enseñaron el ex presidente Eduardo Santos y Germán Arciniegas.

Al agradecer a la comunidad académica de Los Libertadores el otorgamiento del grado Honoris Causa en Comunicación Social-Periodismo, quisiera dejar para su reflexión unas breves consideraciones sobre lo que es el moderno concepto de Estado de Opinión: un Estado con alta participación ciudadana para la toma de decisiones públicas, para su ejecución y vigilancia.

Los fundadores del Estado de Derecho, quienes lo fueron prefigurando y lo consolidaron, advertían en él las siguientes características: la normatividad heterónoma, ajena a los caprichos o al parecer personal de quien la invoca y la aplica, hoy debe ser el elemento común en todas las formas de Estado y no tendría que ser el caracterizante del Estado de Derecho contemporáneo. La división de las ramas en poderes independientes, los mecanismos de control y la participación de opinión.

En mi concepto, es la participación de opinión lo que distingue el nuevo concepto de Estado de Derecho, el Estado de Opinión. Una participación de opinión vigorosa, ilimitada, plural, que pueda expresarse desde todas las canteras del pensamiento y en todos los momentos, a lo cual contribuyen tareas académicas como la de la Fundación Universitaria Los Libertadores, que es lo que finalmente reivindica al Estado de Derecho en esa acepción moderna el Estado de Opinión.

En esa concepción de Estado, los Consejos Comunales, que ustedes generosamente han ponderado, son un valioso instrumento, una mesa de trabajo que permite avanzar en los asuntos administrativos, sin que se desconozca o demerite la importante labor que cumple el legislativo como órgano de la representación ciudadana.

Es falsa la disyuntiva entre democracia participativa o representativa. Se requieren ambas, tienen una relación mutuamente dependiente. La representativa requiere para formarse, para operar y para legitimarse, una acción permanente muy fuerte de la participativa. A su vez, la participativa puede tornarse en anarquía sin los órganos de representación.

Y la Constitución colombiana ha sido sabia: los mecanismos de participación ciudadana directa de la Constitución de 1991, con los avances sobre los órganos de representación, nos ponen de presente que Colombia, en su normatividad, entiende ese equilibrio entre la democracia representativa y la democracia participativa.

La presión ciudadana sacude al Ejecutivo y a los partidos de la negligencia en que incurren cuando se sienten en el ficticio paraíso de pensar que todo anda bien. El contacto directo con la ciudadanía muestra, una y otra vez, que las realizaciones oficiales que con vanidad exhiben todos los gobiernos, son infinitamente menores que las dolencias populares desatendidas.

Los Consejos Comunitarios obligan a la transparencia, a la honradez, a la eficacia. Para que haya transparencia es vital un ejercicio combinado y equilibrado entre democracia representativa y participativa. En una época en que hay todas las posibilidades de participación de opinión, si bien se necesitan referentes ideológicos y programáticos organizados y a largo plazo, como los partidos, también se necesita acudir de manera permanente a la consulta comunitaria.

Un Estado Comunitario necesita credibilidad. Los Consejos Comunitarios no son reuniones de promesas. Son ejercicio en los que se interactúa para asumir compromisos de gestión.

Son un diálogo constructivo entre el Gobierno central, los gobiernos departamentales, los locales y la comunidad. Un diálogo permanente, sincero, que ayuda a conocer limitaciones y también a saber que tenemos que hacer esfuerzos adicionales.

Y para que así sea, los medios de comunicación son la polea de transmisión entre los Consejos y la población. Los medios pueden contribuir para que la administración sea como debe ser.

En la vida de nuestros días, apreciados compatriotas, la administración pública debería ser un reality, que muestre a través de los medios de comunicación la ejecutoria total en todos los segundos, minutos y horas de quienes administran los intereses públicos.

Los Consejos Comunitarios nos han ayudado a que el Gobierno sea más diligente, a que conozca mejor las realidades y a que la ciudadanía conozca mejor las limitaciones.

Los Consejos Comunitarios no los podemos mirar aisladamente. Hacen parte de la idea sustancial de un Gobierno que para estar al servicio de la comunidad, necesita reconocer creciente participación de la comunidad en la toma de decisiones, en la ejecución de decisiones y en la vigilancia de la tarea oficial.

Ello se erige en una fuente de credibilidad en las instituciones y en una fuente que genera obligaciones para los seres humanos, que en el momento determinado las encarnan.

Un gobierno que está obligado a darle cuentas en todo a la ciudadanía es un Gobierno más solícito. Es un Gobierno más animado por diligencia, es un Gobierno más motorizado con presteza, es un Gobierno que tiene que dormir apenas por un ojo. Porque se sale de un evento comunitario, pero se tiene la idea, la noción y la notificación que en las próximas horas hay que enfrentar otro.

Siempre recordaré que cuando habíamos empezado a avanzar bastante en materia de microcrédito, el entonces ministro de Comercio, el doctor Jorge Humberto Botero, me dijo: “Presidente, ¿por qué en esta reunión hay tanta queja contra el microcrédito si hemos avanzado mucho?”.

Le dije: “Ministro, he ahí la importancia de que el gobierno trabaje permanentemente con la comunidad. Si usted y yo nos encerramos en una oficina de la Casa de Nariño a ver las cifras de microcrédito, nos elogiamos mutuamente, salimos felices y decimos: qué revolución tan positiva”.

Pero cuando acudimos a estas reuniones con la comunidad, la comunidad nos hace dar cuenta que lo que se ha hecho, a pesar de que demande un gran esfuerzo del gobierno, es poco frente a lo que requiere la ciudadanía.

Le agregué: “A estas reuniones ya no acuden los que recibieron los microcréditos sino las grandes mayorías que no lo han recibido”.

Por eso uno no puede esperar que aquí vengan a dar gracias ni a elogiar al Gobierno, sino que tiene que estar dispuesto a que aquí se acuda a criticar, a requerir, a demandar, y todo eso hay que recibirlo tranquilamente y de la manera más constructiva.

Qué cosa tan importante el ejercicio permanente de la democracia directa para que aquellos que tenemos circunstanciales responsabilidades públicas, nos demos cuenta de la discrepancia entre lo que ponderamos como nuestros logros y lo que realmente la comunidad aspira para la satisfacción de sus necesidades.

Por supuesto: cómo se ordena la vida política y cómo se le introduce armonía a las relaciones inter-administrativas. Se ordena la vida política, los ciudadanos adquieren conciencia de las posibilidades y de las limitaciones, y entonces matizan sus aspiraciones cuando conocen las limitaciones.

Cómo se ajusta el discurso político a la realidad de los ciudadanos, cómo se elimina esa discrepancia entre el mundo de la política y el mundo de la ciudadanía, que en la exclusiva acción de la democracia representativa sólo se elimina el día de elecciones.

Cuando se combina con la participativa, la eliminación se tiene que dar todos los días. Porque en esos escenarios de participación, la comunidad impide que haya un discurso político diferente a las aspiraciones de la misma comunidad.

Y cómo es de importante para que gobernantes nacionales, departamentales y locales ajusten las políticas, construyan sincronía. Para que cada uno sepa cuáles son sus responsabilidades y en cada instancia se conozca el Plan de Desarrollo de la otra, y entonces se aspire al apoyo de una instancia diferente en la medida que los Planes de Desarrollo permitan esa integración.

Debemos todas las virtudes al ejercicio diario del contacto dinámico con los compatriotas. Los gobernantes somos poco dados a rectificar, pero ante las insistencias comunitarias que se provocan en ese contacto de todas las horas, llega un momento de que hay que necesariamente introducir rectificaciones.

Mucho más efectivo para la rectificación el contacto comunitario que las críticas de la oposición. Se es más sensible a lo que dice la comunidad que reclama rectificaciones o que reclama atender campos todavía no observados por el Gobierno, que a las propias críticas de la oposición. Es otra virtud que hemos encontrado en esta tarea del ejercicio cotidiano del contacto dinámico con la comunidad.

Y en la medida que haya compromiso sin promeserismo, hay credibilidad.

He notado una gran evolución en esos contactos comunitarios. Muy positiva de parte del Gobierno y muy positiva de parte de las comunidades.

Los compañeros de gobierno y yo tenemos que llegar con más diligencia. Y la comunidad acude de manera más ponderada en las aspiraciones, con visión más realista.

Y ese diálogo permanente genera y estimula, alimenta credibilidad en las instituciones.

En el tema de orden público sí que ha sido importante. Por ejemplo, en muchos de los Consejos de Seguridad en las regiones, antes de la reunión a la que suelen exclusivamente asistir los Mandos regionales, los nacionales, el Ministro de la Defensa y el Presidente de la República, se hace una reunión con la comunidad local.

Ha sido de inmensa utilidad. Todos los días la comunidad local tiene más confianza para denunciar. Más tranquilidad para decir: esto va bien, pero aquello va mal.

Y entonces eso obliga a que el informe nuestro, el informe de las autoridades, se tenga que revisar, repensar, para no desconocer la crítica comunitaria.

Cómo ha sido de importante ese ejercicio con la comunidad para que tengamos real percepción de la evolución del orden público en las diferentes localidades.

Si simplemente en una oficina de un Comando de Policía o de una Brigada Militar, nos sentamos los comandantes locales, los nacionales, el Ministro de la Defensa y yo, el Power Point nos llena de ilusiones. Pero cuando permitimos que entre el Power People, nos hace aterrizar en la realidad y nos llena de compromisos.

La verdad es que el contacto con la comunidad ayuda a evitar las ficciones que en alguna forma crea el Power Point.

Por eso celebro también la tendencia que visto en el país: gobernadores y alcaldes en permanente contacto con la comunidad. Y creo que el Congreso de la República lo tiene que hacer.

La revolución de las comunicaciones lo exige: una ciudadanía crecientemente informada, preparada, es una ciudadanía que exige más contacto con quien la representa.

Hace años, cuando se tenía por parte de algunos el privilegio de la información, era más necesario para la comunidad que llegaran los más informados a orientarla.

Ahora, cuando el dirigente conoce lo que está ocurriendo en el mismo minuto y con el mismo texto que lo conoce, la comunidad campesina más remota, esa comunidad demanda del dirigente no que vaya a informarla, sino a compartir con ella y a analizar con ella.

La revolución de las comunicaciones, la tecnológica, exige una gran modificación en las relaciones de la política y de la vida administrativa, entre los circunstanciales dirigentes y la comunidad.

Nuestro respeto a la libertad de prensa no tiene condiciones ni limitaciones. Es una tradición de los gobiernos de Colombia que honramos con patriotismo.

Puede que la libertad de prensa incomode a los Gobiernos. ¿Pero qué necesita la democracia? ¿La comodidad del Gobierno o la comodidad del pueblo? La verdad es que la incomodidad que la libertad de prensa causa a los gobiernos es una garantía para el pueblo, es un acicate para los gobiernos.

La crítica de la prensa, en el caso del Gobierno comunitario, estimula a corregir, a enmendar, a mejorar. Además el gobernante tiene que anticipar en su pensamiento lo que será su época de ex gobernante. Su época de ex gobernante necesita libertad, libertad de prensa.

Por eso cuando se es Gobierno, es mejor sufrir la aparente incomodidad de la libertad de prensa, que afectarla. Así se garantiza para la época de ex gobierno, poder tener la garantía de la libertad.

La libertad de prensa ayuda a construir la verdad, esa verdad relativa, la única al alcance de los seres humanos. Esa que se construye en la contradicción diaria, ayuda a que surja la crítica social e iguala a los ciudadanos en un país de desiguales.

Recuerdo que cuando empezaban a temblar las fundaciones de la Cortina de Hierro, el entonces Presidente de los Estados Unidos, visitó la Universidad de Moscú. Leyó allí un bellísimo discurso sobre la libertad. Y preguntado por la comunidad académica sobre una sola, la que en su concepto fuera la mejor contribución de la libertad, dijo el presidente Ronald Reagan: Es el único camino para construir verdad.

Esa frase fue muy determinante en el proceso que mi generación nunca anticipó cuando estaba en las bancas de la universidad y que se dio con enorme velocidad: el proceso de destrucción de la esclavitud del comunismo, para que llegaran los aires renovadores de la libertad.

Otro eje de nuestra política es la Seguridad Democrática, esta que legitima en las libertades.

Para que la energía de las instituciones democráticas contribuya a sacar adelante la recuperación total de la seguridad en Colombia, esa energía necesita un factor legitimante: la libertad.

Abro un paréntesis para decir que siempre he hecho campaña. Cuando algunos de mis críticos dicen que el Presidente de la República se mantiene en campaña, les contesto que es verdad. Los únicos gobiernos que sirven son los que se mantienen en campaña. Alguna vez le preguntaron a Lina, mi señora, cuándo iría Álvaro a empezar la campaña. Y ella dijo: Jamás la ha terminado.

Y me preguntaban: ¿Usted por qué propone una seguridad como Seguridad Democrática? Y contesté: Por muchas circunstancias. Para establecer la diferencia entre lo que sería un proyecto de seguridad nuestro y lo que fue la doctrina de la seguridad nacional en el continente.

Aquella, en aras de la seguridad, conculcó las libertades, censuró la prensa, marchitó el plurarismo.

La nuestra tendrá que ser, dijimos desde el año 99, un camino para fortalecer las libertades, darle todos los espacios al pluralismo, permitir que los colombianos expresen sin temor y sin amenaza aquello que piensan, proteger institucionalmente por igual a los dirigentes gremiales que a los dirigentes sindicales, a los profesores, a los campesinos, a los agricultores, a los voceros de las ideas políticas afines al gobierno y a los voceros de la oposición.

Nosotros sabemos, los llevamos muy en el alma, apreciados compatriotas, que el elemento legitimante de nuestra política de seguridad es el respeto de la libertad.

Por eso todos los días queremos producir hechos de respeto a la libertad, para poder tener ante la historia y dejar ante nuestros compatriotas el legado de que nuestra seguridad merecidamente se denominó democrática. Ese es un anhelo del alma.

El asesinato, las amenazas contra los periodistas y la impunidad, son motivos de vergüenza para nuestra democracia y medios para consolidar el poder de los violentos y de la corrupción.

Para la Nación y para el Gobierno, la libertad de prensa tiene que ser un motivo de orgullo democrático, un supuesto necesario para la confianza ciudadana y un elemento esencial de unidad dentro de la diversidad.

La buena salud de la prensa habla bien de la salud del país.

Necesitamos unos medios de comunicación valientes, justos, de amplio criterio, capacidad analítica, que generen opinión, que informen exhaustivamente, comprometidos con las múltiples perspectivas de la información, que provoquen el discernimiento.

La política y el periodismo son actividades que cumplen diferentes funciones, pero que giran alrededor de un centro de gravedad: la opinión pública. El ejercicio de las tareas del uno parecería imposible en ausencia de las del otro. El político ejecuta, su expectativa es el ejercicio de la administración. El periodista informa, analiza, evalúa, critica.

La relación entre ambos tiene que ser de respeto e independencia. El político no puede pretender el aplauso permanente de los medios ni éstos pueden aspirar a que el político realice todo lo que los medios le indiquen. El medio debe analizar al hombre público con la menor subjetividad posible. A esto se opone el apoyo ciego o la oposición cerrera.

La identificación o la discrepancia entre el periodista y el político no deben tornarse en afinidad de ghetto o antagonismo de enemigos, porque se pierde la serena apreciación del bien público y se sustituye por la complicidad o la crítica irracional.

El juicio crítico no puede ser sustituido por la alabanza o la injuria, que alejan el interés ciudadano por la política o enfrían la confianza en el periodismo.

El Libertador, cuando apenas nacía la prensa, aconsejó que los gobiernos fuesen garantes de su libertad. Y recomendó la constitución de un poder moral que se ocupara de ejercer la censura sobre cualquier escrito, pero no antes sino después de su publicación. Ese poder moral existe hoy: es la capacidad que da la sabiduría, la caridad, la bondad y la inteligencia con que actúan los periodistas y el juicio que sobre ellos hace la opinión.

Quiero agradecer inmensamente a la Universidad este honor que me compromete mucho más con Colombia. La única manera de responderles es trabajando, con mis compañeros de gobierno, por la felicidad de las nuevas generaciones de colombianos, para que puedan vivir felices en el amado suelo de la Patria, trabajando con amor por Colombia, trabajando con dedicación, trabajando con todo el afecto por los compatriotas.

Muchas gracias a la Universidad. Le temo muchísimo a la palabra que más afecta la personalidad del combatiente: la vanidad. Por eso es aquello a lo cual le temo, en razón de este honor que me confieren. Pero procuraré que el amor por Colombia sea superior que la vanidad que se da en mis ímpetus de combatiente de la democracia.

Muchas gracias, y me siento muy honrado de ser alumno de esta gran comunidad universitaria de Los Libertadores. Recíbanme como su compañero. Muy amables”.

Imprimir

Linea de Quejas y Reclamos 01800-913666

© 2003 PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA