PALABRAS DEL PRESIDENTE URIBE ANTE EL CÍRCULO
DE MONTEVIDEO
San José de Costa Rica, 26 ene. (SNE).- Las
siguientes son las palabras del presidente de Colombia, Álvaro
Uribe Vélez, durante la reunión que sostuvo con
el Círculo de Montevideo.
“Mil gracias al Círculo de Montevideo, al presidente
Sanguinetti (Julio María, ex presidente de Uruguay), y
al presidente (de Costa Rica, Óscar) Arias, por darnos
la oportunidad de venir hoy a oír tantas cosas importantes
que hemos escuchado esta mañana.
Permítanme –para empezar y después para
terminar esta intervención– tratar de sustentar
desde ya mi aplicación para ser inscrito dentro de pocos
años en el Círculo de Montevideo.
Entonces, empiezo por hacer unos reconocimientos.
El presidente (Belisario) Betancur asumió en Colombia
en 1982. Su gestión estuvo caracterizada por una inquebrantable
búsqueda de la paz.
Yo asumí en 2002 una gestión caracterizada por
una inquebrantable búsqueda de la derrota de los violentos.
Podría haber una gran contradicción, pero la
historia se encarga de sintetizar esas contradicciones, y en
el presidente Betancur lo que ha encontrado mi Gobierno es un
gran apoyo. ¿Desde dónde? Desde esa instancia intelectual
y espiritual que ha caracterizado un ejemplo de dignidad de ex
presidente.
Al presidente Sanguinetti le ha tocado una tarea difícil.
Muchos europeos cuando hablan de mi Gobierno, hablan de la dictadura
de Uribe, de Uribe paramilitar, de Uribe militarista, de Uribe
de derecha. Claro que en último viaje a Europa casi me
muero del tedio, porque ya encontré muy poquitos opositores.
Antes en las calles de Madrid (España) eran centenares,
la última vez tres, y ya se volvió muy tedioso
el viaje. La gracia es que el presidente Sanguinetti defendía
mí política cuando los opositores salían
masivamente a las calles.
El (ex) presidente (de Chile, Ricardo) Lagos ha sido un gran
ejemplo de visión de globalización desde lo social.
Alguna vez le insistí al (hoy ex) presidente (del Brasil,
Fernando Enrique) Cardozo, siendo yo Presidente electo de Colombia,
y le escuché con gran atención en Brasilia, y al
otro día vine a Colombia a preparar el plan de lo que él
me había enseñado: las familias educadoras.
Empezamos con 220 mil, tenemos 600 mil y, con la ayuda de Dios,
este año vamos a llegar a millón y medio, en un
país de 10 millones de hogares.
El presidente (de Costa Rica, Óscar) Arias –muchos
me dicen: pero si tu eres un guerrero, ¿no te da miedo
ir a hablar con Arias, que es un pacifista?–, me ha ayudado
inmensamente con su consejo. Esta mañana al dialogar con él,
pues le contaba yo mis esfuerzos de seguridad, que de pronto
no deben ser los que más le gustan, pero también
le pedía consejos a ver cómo prosperamos en los
de paz.
Alguna vez salí a entrevistarme con el (ex) presidente
(de España, Felipe) González. Había sido
yo Gobernador de mi departamento en Colombia, y creí que
ya había llegado a esa vida que me recordaba ahora el
presidente Lagos, porque al otro día de haber terminado
esa Gobernación estaba en bicicleta, de tenis y de morral
en la Universidad de Oxford, sintiéndome como un disidente
total de mi Patria.
Y después me llaman a visitar al presidente González,
y dije yo: pero si el presidente González es el jefe del
Partido Socialista Obrero Español, ¿qué le
habrán dicho de mí? Que yo soy una caverna latinoamericana,
que soy la derecha, que soy militarista.
Y me dijo: es una reunión de un cuarto de hora. Yo llegué allá entre
solemne y nervioso. Esa reunión fue de dos horas. Yo me
levantaba cada momento a partir de allí, porque me daba
pena con él. Y lo escuché y al final me dijo: persista,
que la seguridad es un valor democrático y una fuente
de recursos.
Entonces de ustedes he tenido mucho que aprender, y tengo mucho
que agradecerles.
A mí me parece que la polarización latinoamericana
entre izquierda y derecha, en los términos del presidente
Cardozo, es una utopía regresiva. Empieza esa polarización
a ser obsoleta, y a ser impráctica.
Tenía validez cuando había dictaduras en el continente,
y se asumían unas posiciones de izquierda, bien alimentadas
por el humanismo europeo, especialmente por el humanismo de la
posguerra, de (Norberto) Bobbio y otros, para combatir esas dictaduras.
Hoy, que todo el mundo en apariencia está comprometido
con la regla democrática, esa división es obsoleta,
polarizante. Como se ha expresado, para riesgo de la unión
del continente, en algunas decisiones. E impráctica. Se
nota esa división en los discursos de campaña,
pero no se nota en los resultados de Gobierno.
Alguna periodista me decía: ¿pero qué hace
usted en un medio latinoamericano de izquierda, que a usted lo
señalan de derecha?
Yo le dije: señora periodista, ¿usted por qué dice
que yo soy de derecha? Y me contestó: porque yo soy de
izquierda.
Y le decía: señora periodista, déme una
razón por la cual usted se califica de izquierda y a mí me
descalifica de derecha. Se enojaba.
Después le dije: ¿por qué usted dice que
tal gobierno es de izquierda y el mío de derecha? Y no
me contestó.
He procurado pensar en lo que serían los elementos divisores,
para poder calificar a América Latina entre gobiernos
de derecha y gobiernos de izquierda.
La globalización. Yo creo que allí hay más
un eufemismo, allí hay más un deseo de artificios
ideológicos que una realidad. Claro, cuando uno vende
sin necesidad de acuerdos de mercado todo lo que produce, puede
protestar contra la globalización. Pero cuando uno produce
solamente aquello que necesita acuerdos de mercado para poder
acceder a más consumidores, tiene que entender más
claramente la globalización.
Yo no creo que la globalización sea hoy el elemento
para decir que quienes están a favor son de derecha y
quienes la entienden son de izquierda.
Pero otro elemento: la postura frente a la seguridad. La verdad
es que la seguridad es de derecha, mala, militarista, mientras
no se tiene necesidad de acometer programas de seguridad. Mientras
no llega el secuestro, mientras no llega el narcotráfico,
mientras no llegan los grupos terroristas que derrotan al Estado.
Cuando aparecen esos fenómenos, los gobiernos que protestaban
contra la seguridad, temen que inmediatamente el pueblo los descalifique
por darle respaldo a la seguridad.
La prioridad de la seguridad no puede ser un divisor ideológico.
Tiene más o menos prioridad, de acuerdo con el momento
que viva cada país.
La cohesión social. Ninguna democracia, ninguna política
se sostiene en el largo plazo, sin una búsqueda con resultados
de cohesión social.
No veo es esos elementos nuevos que permitieran calificar unas
democracias como de izquierda y descalificar a otras como de
derecha.
He pensado que tenemos que trabajar inmensamente para mejorar
estas democracias, alrededor de cinco elementos.
La SeguridadDemocrática, no es la doctrina de la seguridad
nacional. Nuestra seguridad en Colombia es democrática,
para establecer la diferencia con lo que fue la doctrina de la
seguridad nacional, que suprimió libertades, sustentó dictaduras,
eliminó el disenso.
La nuestra es para rescatar las libertades, no perdidas por
acción del Estado sino por acción de los terroristas.
Nuestra Seguridad Democrática hace cuatro años
era un discurso, hoy una realidad. Llevamos tres procesos electorales,
donde los colombianos, que en unas regiones vivían dominados
por el paramilitarismo y en otras regiones por la guerrilla,
gracias al avance de la seguridad han venido recuperando las
libertades.
El único constreñimiento que se presentó en
el último proceso electoral fue el del grupo narcoterrorista
de las Farc (que todavía tiene mucho poder en algunas
regiones, no poder de persuasión, poder criminal de narcotráfico
y armas) contra electores de la causa que yo represento.
Pero esto no fue notorio. No fue notorio por dos razones: porque
la oposición tuvo todas las garantías efectivas.
Y no fue notorio porque los colombianos respaldaron abrumadoramente
nuestra opción.
Seguridad Democrática porque es seguridad para proteger
por igual a los gremios empresariales que a los líderes
de los sindicatos. Seguridad Democrática para proteger
por igual a los voceros afines a las tesis de gobierno y a los
líderes de la oposición.
No quiero fatigarlos con cifras. Falta mucho, pero hemos avanzado
bastante.
Seguridad con eficacia y con adhesión a los derechos
humanos, como elemento necesario de sostenibilidad, en el largo
plazo, de un proyecto democrático de seguridad.
Por primera vez la Oficina del Alto Comisionado de Naciones
Unidas, con sede en Bogotá, empieza a reconocer un gran
avance en las instituciones estatales colombianas en materia
de derechos humanos.
El esfuerzo es inmenso, y no vamos a defraudar a la comunidad
democrática internacional.
El segundo elemento, el de las libertades. El tercero, el de
la cohesión social, sobre el que tanto nos han hablado
esta mañana aquí el discurso del presidente Arias
y las intervenciones de los ex presidentes Lagos y Cardozo.
El tema de transparencia, como razón de confianza democrática,
y el tema de independencia de instituciones.
Si algo me preocupa en el debate de América Latina,
es que no se le ha hecho el enjuiciamiento a la tendencia regresiva
de eliminar independencia de instituciones. Una democracia sin
instituciones que conformen el Estado, con relativa dependencia,
se convierte simplemente en una dictadura con votos. A ese tema
América Latina le tiene que prestar toda la atención.
El tema de la cohesión social necesita de un concepto
de Estado, un concepto de la inversión, un concepto del
crecimiento y la distribución, un concepto de globalización
y economía interna. Y quiero referirme a algunos de estos
conceptos.
Tengo que contarles lo que se está haciendo en Colombia.
Voy a procurar ser lo menos subjetivo posible.
Aquel el periodista norteamericano que escribió el libro ‘El
Castro que yo conocí”, fue a Cuba, a decirle al
presidente (Fidel) Castro que él quería escribir
un libro sobre su biografía. El presidente Castro le dijo:
Es que tú eres pro-imperialista, tú no me vas a
tratar con objetividad. Él le dijo: Objetividad total
no hay, pero voy a procurar tratarlo con la menor subjetividad.
Los gobernantes somos muy dados a creer que todo lo que encontramos
estaba mal, que todo lo que hacemos está bien y que todo
lo que hacen nuestros sucesores les queda mal. Yo voy a procurar
de ser lo menos subjetivo, para contarles algunas cosas que estamos
haciendo allí a partir de estos conceptos.
Nosotros creemos que el Estado tiene que ser garante de la
cláusula social. Que el Estado no puede obstructor de
la iniciativa privada. Creemos que América Latina no puede
ir de regreso por los extremos que fracasaron, uno de los cuales
fue la utopía de la estatización, y el otro, la
utopía del desmonte del Estado. Ni desmonte del Estado,
ni estatización.
Nosotros hemos venido reformando la administración en
Colombia. Hemos reformado 300 empresas del Estado. Ahora estamos
en plena acción para reformar el Instituto de los Seguros
Sociales, todas sus clínicas. Imaginarán ustedes
el debate.
Venimos realizando esta reforma guiados por estos principios.
Hace cuatro años, cuando llegamos, estaba quebrada la
Empresa Nacional de Telecomunicaciones. Muchas voces decían:
Déjela desaparecer, que el sector privado la sustituye.
No. Nosotros nos propusimos un camino en el cual ella no bloqueara
las inversiones en telecomunicaciones del sector privado, pero
que se fortaleciera. Porque hay que tener allí presente
al Estado para llegar a comunidades remotas. Hay que tener presente
el Estado para suplir fallas del mercado.
La reestructuramos, con un costo político muy alto.
Ahora tenemos un socio internacional, que tiene en esa empresa
un 50 por ciento, más una acción. El resultado
es éste: le costaba 170 millones de dólares al
año pagarles a los pensionados, no tenía con qué pagarles,
hoy está al día. Tenía graves problemas
para pagar la nómina trabajadores activos, hoy hay tranquilidad.
No tenía un peso, un dólar con qué invertir,
en un país con un gran atraso en Internet, en banda ancha.
Va a invertir en los próximos tres años 4 mil millones
de dólares.
Ahora estamos reformando la seguridad social. Tenemos participación
privada, participación de entidades muy presentes en la
vida colombiana, como cooperativas, y participación estatal.
Con un común denominador: solidaridad. En todas tiene
que haber solidaridad. Y tenemos unas reglas muy estrictas, que
garantizan la solidaridad de los diferentes actores de la seguridad
social.
Hay un gran debate porque estamos eliminando el viejo Instituto
de los Seguros Sociales y sustituyéndolo por una alianza
entre el Estado y las Cajas de Compensación Familiar.
Entidades sin ánimo de lucro en Colombia, con representación
de empleadores y trabajadores. Manejan un recurso público
parafiscal. Están regidas por el derecho privado, pero
sin ánimo de lucro. Y administran tareas sociales de gran
importancia. Creemos mucho en esa alianza estratégica.
Este año la Empresa Nacional de Petróleos (ya
nos aprobaron la ley después de un gran debate), se capitaliza
con la comunidad, con los inversionistas nacionales e internacionales,
en un 20 por ciento.
Alguna vez le escuchaba al presidente Cardozo las cifras de
evolución de Petrobrás, desde el momento en que
la convirtieron en empresa mixta. Ese ejemplo se lo repito diariamente
a mis compatriotas.
Cuando se reforman estas empresas del Estado en esa dirección,
se mejora el patrimonio público, se aumenta, dejan de
estar estas empresas al servicio de los privilegios sindicales
o de las clientelas políticas, y se ponen al servicio
de la comunidad.
Hay que definir a quién le sirve el Estado: ¿A
los privilegios sindicales, a los privilegios políticos,
o a la comunidad? La razón de ser del Estado es la comunidad.
Y cuando se tiene un socio estratégico, comunitario, esas
empresas se blindan contra la politiquería.
Cuando estábamos en pleno debate de la reforma de la
Empresa Nacional de Telecomunicaciones, el sindicato me dijo,
con razón. Presidente, ¿por qué le asignan
todas las culpas de la tragedia de la empresa al sindicato? Nosotros
siempre pedimos, pero fueron los gerentes los que nos dieron.
Además los gobiernos y los dirigentes políticos
mandaban a la empresa personas incapaces, simplemente a que mejoraran
los salarios o a que mejoraran su pensión de jubilación
o a que se jubilaran.
Hoy con el socio estratégico la empresa está blindada
frente a esos malos manejos. Esperamos que este año quede
blindada la empresa de petróleos, con el proceso de democratización
para capitalizarla. ¿Es eso neoliberalismo? ¿Puede
invocarse ese argumento para justificar una polarización
en América Latina? Creo que no.
Nosotros tenemos una idea de la relación entre crecimiento
y distribución. América Latina vivió épocas
en las cuales se hizo creer, década de los 60, que había
que trabajar era por el crecimiento y que la distribución
llegaría espontáneamente. Se fracasó.
El proceso desarrollista en algunos países mostró que
mientras en algunos años la economía crecía
en un 14 por ciento, se aumentaba la pobreza. Y también
hemos venido otras décadas en América Latina en
las cuales nos han dicho: lo fundamental es la distribución,
y le han dado la espalda al crecimiento, y han terminado distribuyendo
pobreza.
Nosotros creemos que hay que hacer un gran esfuerzo alrededor
de la confianza, para llevar de la mano el crecimiento con la
distribución. Y eso necesita confianza para la inversión
para que haya crecimiento, y necesita que los sectores excluidos,
en la medida que vayan dando su incorporación, la dignificación
de su existencia, tengan confianza en ese proceso.
Cuando se habla de los TLC, de los accesos a los mercados,
tengo muy presente lo que ha dicho el presidente Lagos: eso no
es la panacea, pero tampoco se puede manejar como una categoría
ideológica.
El ejemplo de Chile fue claro: un país con 16 millones
de habitantes, me corregirá el presidente Lagos, tiene
alrededor de 54 acuerdos de comercio, que son acuerdos de acceso
a mercados. Y eso nos presenta la siguiente realidad: esos 54
países con los cuales Chile tiene acuerdos de comercio,
suman 3.500 millones de habitantes. ¿Cuál es el
resultado? 16 millones de chilenos pueden venderle a un mercado
de 3.500 millones de consumidores.
Y eso ha jalonado todo ese esfuerzo chileno por la investigación,
todo ese esfuerzo chileno por la competitividad. Si no tuvieran
los requerimientos de esos mercados, no estarían ahora
en alianza, científica y productiva, con los neozelandeses
para producir maderas finas que resistan no menos de 180 grados
de calor.
Entonces lo primero que tenemos que ver es que el acceso a
los mercados, per se no es la panacea. Pero tampoco podemos negarlo,
haciéndolo entender como una categoría ideológica.
Y allí vienen muchas discusiones. Discutiendo con un
colega latinoamericano hace pocos días, me decía:
no, lo que hay que hacer es impulsar la economía interna,
para vincular a las corrientes dinámicas de la economía
las grandes masas excluidas.
Yo le decía: pero a eso se ayuda con acceso a mercados.
Porque ese acceso a mercados ayuda a generar mayores grupos de
inversión que, bien orientados, ayudan a resolver el problema
de exclusión.
Y agregaba yo: pienso que América Latina necesita superar
la exclusión social, sin crear exclusiones de inversión.
Y me decía: bueno, lo que pasa es que nosotros no creemos
en la inversión extranjera.
Y mi réplica fue: hoy la inversión doméstica
es tan exigente en condiciones como la extranjera. Porque la
globalización nos ha producido un mundo mercuriano. Si
un país no da condiciones a sus inversionistas, se van
para otra parte.
Ahora, cuando uno lee a Thomas Friedman, el periodista norteamericano
(‘El mundo es plano’), en su obra trae, como algunos
ejemplos que nos traían ahora, cómo las declaraciones
de renta en los Estados Unidos las están haciendo contadores
en Asia, cómo muchas empresas se surten en un país,
integran esos insumos a su cadena productiva, terminan el producto
en otro. Eso no es extraño.
La primera globalización que vivió América
Latina fue la de la sustitución de importaciones. La vivió con
la diferencia de que era muy fuerte el Estado – Nación,
y entonces eso disipó las controversias ideológicas
de la época.
Para decirles sobre mi país, la sustitución de
importaciones llevó a que cada ciudad colombiana quería
producir lo mismo que las otras. Cada una quería tener
sus fábricas procesadoras de alimentos, sus fábricas
de calzado, sus textileras, sus fábricas de confecciones.
Pero después apareció la versión en esa época
de las ventajas relativas, y llegaron también las carreteras,
los ferrocarriles, la aviación.
Entonces uno dijo: no, yo no voy a seguir produciendo aquí la
confección. Voy a producir apenas el hilo, y en la otra
ciudad el telar, y en la de más allá la confección.
Ese fenómeno, que ahora se critica de globalización,
lo vivimos en la sustitución de importaciones, en el Estado – Nación.
Y hoy no es que se haya superado el Estado – Nación.
Lo que pasa es que también los esfuerzos de competitividad,
y no obstante el presupuesto de recursos, ha llevado a que en
los mismos Estados haya regiones más prósperas
que otras.
Yo creo que la gran sabiduría china ha sido comprender
que el proceso lo tienen que jalonar unas regiones, pero utilizar
los recursos para ir llevando la infraestructura y el bienestar
a todas aquellas regiones rezagadas, que es lo que deberíamos
aprender en América Latina.
Por eso no debemos sorprendernos de lo que está pasando
ahora. Lo hemos vivido en otras épocas.
La inversión. Primero, un país como Colombia
no puede pensar lo que están pensando otros países
de la región, de demeritar la inversión privada
y pensar que todo lo va a hacer con recursos de hidrocarburos,
porque no los tenemos.
Y yo temo que a pesar de que con recursos de hidrocarburos
se construyan hoy grandes fábricas en algunos países,
se instalen grandes empresas de comunicaciones, eso al final
termine en chatarra, con pérdida de competitividad y con
obsolescencia.
Por eso la receta del estatismo no es buena, ni para aquellos
que tienen exceso de recursos derivados de hidrocarburos. Hay
que crear confianza inversionista.
Ahora, la inversión tiene que ser, tiene que cumplir
una función social. De lo que tienen que ser muy cuidadosos
nuestros países es: frenar la inversión especulativa,
garantizar que la inversión sea igual a función
social.
Chile, por ejemplo, dio un ejemplo con las barreras a los capitales
especulativos.
Sí. Hay grandes retos para los cuales se necesitan grandes
flujos de inversión, como el reto de la energía,
sobre el cual muy seguramente vamos a tener la oportunidad de
escuchar al presidente González.
Países que no tienen hidrocarburos, que tienen que explorar,
con déficit fiscal, con déficit comercial, ¿qué hacen
si no estimulan la inversión internacional para que llegue
allí?
Cómo no estimulamos la inversión los países
que podemos hacer desarrollos en combustibles alternativos. Ya
allí estamos produciendo un millón 50 mil litros
diarios de alcohol carburante. Confío que en este cuatrienio
lo dupliquemos, aprendiéndole al Brasil. Pero eso todo
necesita transferencia de tecnología y confianza inversionista.
Cuando yo hablo de que la inversión tiene que ser una
función social, nosotros la conectamos a nuestras metas
y resultados sociales.
Y conectamos la cohesión social con la seguridad. En
las palabras del presidente González, la seguridad es
una fuente de recursos. Sin seguridad no hay inversión,
y sin inversión no nos queda más camino que repartir
pobreza.
Para repartir prosperidad hay que tener inversión, y
ahí empezamos a ver la relación entre seguridad
y cohesión social.
Alguien decía: No, es que la seguridad es una aspiración
de las dictaduras de derecha, y la cohesión social es
la gran aspiración de la izquierda.
Hoy vemos que esa mutua implicación entre seguridad
y cohesión social ha borrado esas fronteras.
Teníamos una pobreza del 60 por ciento, está alrededor
del 45 (por ciento). Nuestra meta para el 2010 es que quede en
el 35 (por ciento). Y en la visión de largo plazo que
se viene construyendo en el país, nosotros aspiramos dejarles
a quienes nos sucedan en la Presidencia, un camino relativamente
expedito para que en el año 2019 no supere el 15 (por
ciento).
Por primera vez el país empieza a mostrar un punto de
inflexión en el coeficiente Gini, de distribución
del ingreso.
Hemos avanzado mucho en la afiliación a la seguridad
social, vamos a cumplir con una meta: plena cobertura en salud
para los sectores subsdidiables, para el año 2010.
Con otra meta: plena cobertura en educación básica,
una gran revolución en formación técnica,
y una gran integración entre la formación técnica,
la formación universitaria y los programas de ciencia
y tecnología.
Nuestro instituto de formación técnica, el Servicio
Nacional de Aprendizaje (Sena), lo reformamos. Antes, cuando
era todo estatal, en el año 2002, les llegaba a un millón
de colombianos. Ahora el 70 por ciento de sus servicios los presta
a través de convenios con universidades, con instituciones
de capacitación, con la empresa privada. El año
pasado les llegó a cuatro millones de colombianos, y este
año debe avanzar para tener millón y medio de personas
en ambiente virtual.
Estamos haciendo un gran esfuerzo en el microcrédito.
Tuvimos una gran ayuda del presidente Iglesias, cuando él
se desempeñaba al frente del Banco Interamericano.
Las cifras son elocuentes en lo que ha aumentado el microcrédito
como porcentaje de la cartera total. Les llegamos con microcrédito,
en nuestros primeros cuatro años, a millón 800
mil familias.
Ahora estamos comprometiendo todo el sistema financiero, con
instituciones estatales como el Fondo de Garantías, instituciones
de capacitación, ONG’s de acompañamiento
y de supervisión, en un esquema que llamamos Banca de
Oportunidades, para llegarles con crédito a las grandes
mayorías excluidas.
Tenemos la meta de llegar en este cuatrienio a 5 millones de
familias colombianas con acceso al crédito, capacitación
para proyectos, acompañamiento.
Creemos que la integración no puede ser excluyente.
Les he dicho a mis interlocutores de América Latina que
Colombia es un aliado leal de los Estados Unidos y un buen hermano
latinoamericano.
En estos últimos años dimos un paso (que cuando
hablábamos usted y yo, presidente Cardozo, hace cinco
o seis años parecía imposible): el acuerdo Comunidad
Andina – Mercosur.
Los presidentes centroamericanos generosamente aceptaron la
vinculación de Colombia al Plan Panamá –Puebla,
en el cual tenemos que cumplir, por acciones geográficas,
un papel de articulación entre Centroamérica, la
visión mesoamericana y Suramérica.
La verdad es que los procesos de integración no se pueden
detener por artificiales polarizaciones ideológicas.
Cuando yo escucho al señor presidente Arias, siento
algún complejo. Cuando él nos habla que aquí no
hay Ejército, siento envidia de la buena. Presidente Arias,
allá (en Colombia) lo hemos tenido que crecer. Muchísimo. ¿Por
qué? Porque el poder de los grupos terroristas había
derrotado la soberanía real del Estado en muchas regiones.
Unos colombianos tenían que someterse a los paramilitares
y otros a la guerrilla.
Pero todo ese crecimiento de nuestra Fuerza Pública
se ha hecho con dos condiciones: primero, con absoluto respeto
a las libertades. Fundamento de nuestra política de Seguridad
Democrática: los Derechos Humanos. Y con una segunda condición:
que el mayor gasto en seguridad sea inferior al mayor gasto en
política social.
Creemos que la paz nace de la seguridad. Aproximadamente había
60 mil terroristas hace cuatro años. ¿Por qué les
digo terroristas? Porque en América Latina hubo guerrillas
contra dictaduras. La circunstancia de luchar contra dictaduras
les permitió aspirar al reconocimiento, que en alguna
forma ennoblece, de insurgentes. La nuestra ha sido sicaria de
la democracia.
Muchas de estas guerrillas de América Latina vivieron
de donaciones, de fundaciones llenas de ideales democráticos
de Europa Occidental. Los grupos nuestros se alimentan del narcotráfico,
de la destrucción ecológica, de la destrucción
de las nuevas generaciones. Por eso son terroristas.
De ahí nuestra seguridad, nuestra firmeza para adelantarla,
y el calificativo de terroristas que no dudamos en depararles.
Además siguiendo el ejemplo de legislaciones europeas.
Cuando se miran las jurisprudencias del Common Law de los ingleses,
los códigos de Alemania, la misma legislación española,
uno se extraña al encontrarse con definiciones de terrorismo
como esta: terrorismo es el uso de la fuerza o la simple amenaza
del uso de la fuerza, por razones ideológicas, políticas
o religiosas.
Y les pregunto a los profesores europeos: ¿Por qué ustedes
tan severos en esa calificación? Y me contestan los profesos
europeos: Porque como garantizamos el pluralismo democrático,
no podemos darle ninguna legitimación a la fuerza.
Colombia va por el mismo camino. Eso nos da autoridad moral,
después de haber mostrado nuestra consecuencia entre el
discurso y los hechos, para descalificar a estos grupos como
terroristas.
Sin embargo, no negamos los procesos de paz. Se han desmovilizado
30 mil paramilitares y 10 mil guerrilleros. Y estamos aplicando
una Ley de Justicia y Paz, que es bien importante, en plena discusión
en Colombia.
Lo que marca diferencias con leyes y procesos de paz en el mundo
entero y con los anteriores de Colombia: la nuestra es una ley
de paz, sin impunidad. Una ley de paz con verdad. Y una ley de
paz con reparación a las víctimas. Hoy está en
plena aplicación en Colombia, bajo la supervisión
de la Organización de Estados Americanos.
Y hay una gran discusión en el país porque está aflorando
la verdad. Antes de ayer le decía yo a mis compatriotas: ¿por
qué nos escandaliza? Lo que estamos oyendo ahora en los
estrados judiciales, es lo que se oía en las tertulias.
Es la consecuencia de que el Estado hubiera perdido la soberanía
real, de que en muchas regiones la gente se hubiera tenido que
someter a la guerrilla o a los paramilitares. Entonces eso aflora
ahora en los estrados judiciales.
Y el Gobierno estimula esa verdad. Además, la verdad
es necesaria para que haya reconciliación. La reconciliación
no nace de la falta de verdad o de la mentira. La paz sin verdad
es una paz efímera. Es como la cicatrización en
falso. La apariencia de la piel muestra cicatrización,
pero la infección queda por debajo.
La verdad es necesaria para que el país haga reflexiones,
para que el país sepa qué fue lo que vivimos y
cómo tenemos que labrarnos un futuro sin guerrilla, sin
paramilitares, sin narcotráfico, sin corrupción,
de instituciones democráticas.
Y la verdad hay que buscarla completamente. Hay que desentrañar
la verdad de la parapolítica, y hay que desentrañar
la verdad de la guerrilla y la política.
La búsqueda de la verdad integral no es el fomento del
odio. Es el camino para llegar a la reconciliación sincera,
que surge a partir de choques, como los choques a los cuales
usted refería, presidente Cardozo.
Creo que este proceso hay que adelantarlo con mucho valor.
Mañana les diré a mis compatriotas, en un Consejo
Comunitario en Pereira, que la búsqueda de la verdad no
puede llevarnos a ser severos con los adversarios políticos
e indulgentes con los amigos políticos. Hay que ser en
eso totalmente objetivos. Tener la menor subjetividad posible.
Y yo creo que la manera cómo se está adelantando
este proceso, rompe con muchos procesos en el mundo y con anteriores
de Colombia. Y ay de las guerrillas. Porque creo que la severidad
de este proceso para evitar impunidad, va a crear un marco que
cuando se vayan a dar procesos con las guerrillas en el futuro,
ese marco no se va a poder violar. Esto pone un gran precedente.
A Colombia se le señalaba internacionalmente como un
paraíso de impunidad. Le decía yo esta mañana
a la Corte de Derechos Humanos, aquí en San José,
que la observancia rigurosa de este proceso tiene que llevar
al mundo a sustituir ese señalamiento a Colombia, por
respeto a Colombia.
Ahora se discute, porque eso lo están transmitiendo
por televisión, en vivo. La televisión en Colombia
tiene una Comisión de regulación independiente
del Gobierno. Preguntan mi opinión y digo: Déjenlo
transmitir. De todas maneras es un país de tantas libertades,
que si no lo transmite la televisión, al otro día
sale en los periódicos.
Y mejor que la verdad interpretada, es la verdad que les llegue
sin mediación a todos quienes quieran conocerla.
Entonces me dicen: No, pero es que esos líderes del
paramilitarismo que están allá en la cárcel,
y en esas audiencias, van a aprovechar la televisión para
desarrollar quién sabe qué tramas. Lo hacen en
la televisión o a través de los periódicos
o en la radio.
Más aún, yo creo que la transmisión directa,
como está hoy, les da la posibilidad a los colombianos
de seguir esos juicios, y de ayudar a ratificar si lo que se
está diciendo allí es la verdad o si es mentira.
Y nuestra Ley de Justicia y Paz es muy clara: la verdad a medias
los lleva a perder los beneficios. La mentira los lleva a perder
los beneficios.
Hemos visto, para terminar, una discusión en América
Latina en contra de aquel libro de Fukuyama: El fin de las ideologías.
El mundo no se puede estancar. Pero lo que no puede hacer uno
es criticar a alguien que quiso estancar el mundo, y uno estancarlo
con sus propias tesis.
El proceso evolutivo no se puede detener. Yo creo que América
Latina no puede estar en una confusión babilónica,
ni tampoco pretender que todos quepamos en un Mini Morris.
Ahora le preguntaba yo al presidente Arias: ¿cuál
es el vehículo más pequeñito que se vende
en Costa Rica? Y él primero me dijo: Fiat. Después
me dijo: No, el más pequeñito es el Mini Morris.
Canciller, ¿cuál es el más pequeñito
que se vende en Colombia? Mi hermana María Isabel tiene
uno chiquitico. El Twingo. En un Twingo de los de Colombia o
en un Mini Morris de Costa Rica, no cabe América Latina.
Ahora, la biodiversidad tampoco puede ser anarquía.
En nombre de la diversidad tampoco podemos llegar a una confusión
babilónica. Tenemos construir consensos, y los consensos
exigen que todo el mundo, así como defiende, también
revise lo que está haciendo.
Muchas gracias, apreciados Presidentes y ex Presidentes. Y,
por favor, vayan considerando mi aplicación, para que
me reserven el cupito de una vez”.