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9 de Febrero

CARTA DEL PRESIDENTE A ENRIQUE SANTOS CALDERÓN

Bogotá, 09 feb. (SNE).- La siguiente es la carta enviada este viernes por el presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez, a Enrique Santos Calderón, director del periódico El Tiempo, quien fue galardonado por el Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB) con el premio “Vida y obra”:

Bogotá D. C., 9 de febrero de 2007

Doctor

ENRIQUE SANTOS CALDERÓN

Director

PERIÓDICO EL TIEMPO

Ciudad

Estimado Enrique:

Me uno a sus colegas del CPB en la exaltación de sus méritos como uno de los grandes del periodismo colombiano, por su vida y por su obra.

Usted, doctor Enrique, conjuga los elementos teóricos y la experiencia de vida que le permiten comprender la complejidad y singularidad del momento histórico que vivimos los colombianos: el de la Seguridad Democrática. Porque usted no ha mirado a su país con el lente deformador del esquematismo sectario, puede ejercer como conciencia crítica y consejero prudente. En su sangre lleva la sabiduría de don Enrique, su padre, y de don Hernando, su tío; pero también la misma inquietud e ímpetu juvenil y rebelde que bebió en las jornadas del mayo francés de 1968.

Los Maestros Gerardo Molina y García Márquez han tenido una profunda influencia en la vida de esta Nación. Usted, con ellos, identificó hace años la prioridad de unir a la izquierda en el rechazo de la violencia y la exaltación de las formas democráticas. Firmes, el movimiento que fundaron, practicó el debate de las ideas y proscribió la vituperación y el insulto personal.

Desde la revista Alternativa y su inolvidable columna Contraescape, usted estuvo en la trinchera de la lucha por los derechos humanos y en contra del narcotráfico. La revista intentó, infructuosamente, neutralizar el sectarismo en el seno de la izquierda y rebatir la funesta doctrina de la combinación de las formas de lucha, génesis del terrorismo que aún padecemos. Paradójicamente, terrorismo y narcotráfico terminaron siendo las dos caras de la misma moneda y los más fieros enemigos de la vigencia de los derechos humanos en Colombia.

Compartimos, estimado Enrique, un lugar en la lucha por la defensa de la libertad de prensa. La Seguridad Democrática está al servicio de la libertad, es apoyo al periodismo libre y es garantía para el disenso. El ejercicio de esa difícil profesión da brillo y buen nombre a este país de libertades que es Colombia. Hubo épocas en las que en el país eran asesinados hasta 25 periodistas en un año; en que habían perdido la libertad y estaban amordazados por la presión guerrillera y la presión paramilitar. La Seguridad Democrática se propuso devolverle todas las condiciones al periodismo libre. En la actualidad, aunque todavía asesinan a profesionales del oficio, la voluntad del Gobierno, el esfuerzo de los organismos de seguridad y la cooperación ciudadana, nos acercan al momento en que no se podrá amenazar ni asesinar impunemente a los periodistas. Quién mejor que usted, testigo presencial de la debacle de la democracia en el Chile de los años setenta, para identificar el sentido democrático de nuestra política de seguridad, a diferencia de otros proyectos de seguridad del continente, que se pusieron al servicio de dictaduras, del cercenamiento de las libertades, de la censura de prensa, de la eliminación del disenso. Contra esos lastres luchamos denodadamente los demócratas: unos desde la inspiración de la pluma, otros desde el ejercicio de la sagrada función pública.

Somos un país de controversia en medio de un ambiente democrático, donde se goza de la decisión estatal de proteger a todos los ciudadanos con eficacia en la seguridad. Este gobierno tiene un norte en su relación con la prensa: respeto e independencia. El político no puede pretender el aplauso permanente de los medios, ni éstos pueden aspirar a que el político realice todo lo que ellos indiquen. El medio debe analizar al hombre público con la menor subjetividad posible. A esto se opone el apoyo ciego o la oposición cerrera.

Qué bueno que reinara entre nosotros la idea de que la identificación o la discrepancia entre el periodista y el político no deben tornarse en afinidad de ghetto o antagonismo de enemigos, porque se pierde la serena apreciación del bien público, que es sustituida por la complicidad o la crítica irracional. El juicio crítico no puede ser sustituido por la alabanza o la injuria, que alejan el interés ciudadano por la política o enfrían la confianza en el periodismo.

Usted dijo en 1987 que ojalá las futuras generaciones aprendieran “a respetar la vida por encima de ideologías y odios heredados”. Creo que estamos avanzando hacia esa meta, pero es mucho el camino por recorrer. Usted, desde su privilegiado sitial de maestro de la profesión, puede seguir haciendo mucho por la concordia, la honradez intelectual, el rigor conceptual, la precisión en el uso de la palabra.

Lo felicito, Enrique, y lo acompaño de corazón en el día en que los periodistas lo distinguen como el periodista, como el primero de los periodistas de Colombia. Su vida, llena de pasión; y su obra, brillante y comprometida con sus ideas, hacen más que merecido el reconocimiento de la nación toda.

Compatriota y amigo,

(Firmado)

Álvaro Uribe Vélez

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