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11 de julio

PALABRAS DEL PRESIDENTE URIBE AL INAUGURAR EL PRIMER ENCUENTRO INTERNACIONAL DE BECAS LÍDER

Cartagena, 11 jul (SNE). Las siguientes son las palabras del presidente Álvaro Uribe Vélez, al inaugurar el Primer Encuentro Internacional de Becas Líder.

“Esta mañana falleció el ex Presidente Alfonso López Michelsen. Mañana muchísimos colombianos lo acompañaremos en sus exequias y diré unas palabras alusivas a su vida y a su obra. Cuatro generaciones alternaron con él en su intenso ciclo vital. Pero una vez descansen sus despojos mortales en el sitio final, muchas generaciones tendrán que analizar su vida y su obra. Trascenderla. Es algo que se da en el Presidente López Michelsen, una característica del liderazgo. Déjenme anticipar por ahora que era un lúcido discrepante, dinamizador permanente de nuestra democracia.

Quiero agradecer inmensamente a la Fundación Carolina este sostenido esfuerzo para ayudar a construir liderazgo en nuestros países. A las entidades patrocinadoras como el Banco Santander, a los directivos. Y agradecerles inmensamente que nos reunamos hoy en Colombia, aquí en Cartagena.

El liderazgo necesita construir agenda, ejecutarla. Hay dos estadios del liderazgo: uno, cuando lo que impera es ejecutarlo. Y el otro, cuando lo que impera es analizarlo. ¿Cuál de los dos es más difícil? No sabría responderlo, pero sí hay algo claro: si algo ha revaluado el liderazgo contemporáneo, es que el liderazgo no es predestinado. Es producto de la formación, del esfuerzo, del compromiso. Esa sería mi primera aproximación: la afirmación de la revocatoria del liderazgo predestinado.

El liderazgo tiene que proponer la agenda, ejecutarla. En nuestra proposición de agenda desde el Gobierno, creemos que América Latina, en el respeto a su diversidad, no puede asumir los caminos polarizantes, como aquel de la división entre izquierda y derecha. Es algo del pasado, obsoleta. Tenía razón de ser cuando luchadores democráticos, apoyados en buena forma en las ideas democráticas de Europa Occidental, combatían en nuestro continente las dictaduras. Hoy, sometidos todos a la regla democrática, el gran compromiso es mirar cómo esa democracia se profundiza, para que cada día sea más sólida y se proyecte mejor, sosteniblemente, en el tiempo.

Y esa democracia, a nuestro juicio, debe tener cinco elementos: la seguridad, el respeto a las libertades democráticas, la construcción de cohesión social, el respeto a las instituciones independientes que concurren a la formación del Estado, con cuyos grados de independencia se evitan los excesos y desafueros, y la transparencia como razón de confianza.

Al mirar esos cinco elementos, se puede concluir que la democracia moderna toma valores que en otros momentos de la historia reivindicaron izquierdas o derechas. En algún momento la seguridad podría haberse entendido como un valor de la derecha. Pero, ¿cómo funciona el pluralismo sin seguridad? Imposible.

Las libertades pudieron ser reclamadas por unos o por otros. Las derechas para utilizarlas como categorías formales, para reproducir condiciones de inequidad de acuerdo con sus críticos. Las izquierdas para reivindicarlas como imperativos necesarios para poder ejercer su voz. La cohesión social, reclamada desde las izquierdas, es la única que finalmente le da sostenibilidad a la seguridad y a las libertades. Sin institucionalidad independiente, se rompen los equilibrios. Y el elemento cohesionante de fundamental, la confianza, no se consolida en ausencia de transparencia.

Buscando esos objetivos, buscando esos elementos y en la construcción de agenda, el Gobierno nuestro trabaja fundamentalmente tres objetivos: la consolidación de la seguridad democrática, la consolidación de la confianza en Colombia (confianza para vivir en Colombia, para estudiar en Colombia, para trabajar en Colombia, confianza para invertir en Colombia), y las metas sociales, más exigentes que las metas sociales del Milenio, fijadas en acuerdo con las Naciones Unidas.

Tres objetivos que van de la mano. Si algún intangible hemos logrado en estos años, es que para las grandes mayorías colombianas la seguridad y la política social hoy no son valores excluyentes. Son imperativos necesarios. Ejercen implicación cada uno sobre el otro. Sin seguridad no se dan las razones de confianza para tener una economía en prosperidad que, con responsabilidad social, permita superar la pobreza y construir equidad. Y si no se avanza en superación de pobreza y en construcción de equidad, la seguridad se deslegitima, se hace insostenible en el largo plazo. La seguridad da confianza. Pero si la confianza, por ejemplo, en el plano de inversión, no produce la consecuencia de la responsabilidad social, entonces esa confianza inversionista se deteriora porque no se legitima en las mayorías democráticas. Por eso en la agenda nuestro Gobierno creemos que hay que llevar de la mano los tres objetivos.

Muchos interlocutores me han preguntado: ¿por qué ustedes hablan más de confianza inversionista que de crecimiento económico? Y muchos me han preguntado: ¿cuál es eje estructurante de la política social? En la agenda que propone Colombia, el Gobierno colombiano del presente, ¿cuál ese el eje estructurante de la política social, y responde la política social a una política simplemente de apaciguamiento de la inconformidad social o es una política estructural que abre caminos de movilidad?

La primera pregunta: ¿por qué hacemos más esfuerzo en construir confianza inversionista, que el afán que mostramos en resultados de crecimiento? Porque el crecimiento puede ser flor de un día. El crecimiento se puede dar por el descubrimiento de un pozo de petróleo o por su explotación, por el aumento transitorio del precio de un producto básico, pero al otro día se puede estancar. La confianza inversionista es la que finalmente garantiza crecimiento sostenido en el largo plazo. Y es la que permite, con responsabilidad social, que ello se traduzca en bienestar, en superación de la pobreza, en construcción de equidad.

Entonces se pregunta por el eje estructurante de la política social. Pero esa pregunta la anteceden con otra: ¿cuál es la responsabilidad social?

En la agenda de nuestro Gobierno, la responsabilidad social de la inversión en Colombia se debe traducir en tres áreas: primero en la transparencia, en la relación entre los inversionistas y el Estado. En América Latina muchas insurrecciones se han alimentado en la falta de esa transparencia. Contratos irregulares, corruptamente adjudicados, concesiones de extracción de productos no renovables, también signadas de falta de transparencia. La transparencia en la contratación, en la adjudicación de concesiones, en la superación de disputas legales, en la tributación, es una expresión de responsabilidad social.

Una segunda, la relación entre los inversionistas y las comunidades a través de la solidaridad. No puede ser que haya una gran explotación petrolera, carbonera, en un sitio de Colombia, causándoles a las comunidades problemas de salud, por falta de responsabilidad social.

Eso lo tienen que enfrentar los gobiernos con toda claridad todos los días, sin afectar la inversión, pero con toda la solidaridad del lado de las expectativas de los justos reclamos de la comunidad. No puede ser, por ejemplo, que en la ciudad de Santa Marta se embarque carbón, contaminando el medio ambiente y creándole serias dificultades al bienestar comunitario. La búsqueda de solidaridad, el imperativo de solidaridad, en esas relaciones entre la inversión y la comunidad son una expresión necesaria de la responsabilidad social.

Y la tercera, en materia de relaciones laborales. Ni el capitalismo salvaje ni el odio de clases. Extremos que han hecho inmenso daño en América Latina y en nuestro país. La propuesta aquí, que no se respondió a tiempo, con suficiente fortaleza, de la lucha de clases como factor de movilidad política de la dictadura del proletariado como modelo de Estado, generó odio. Y por supuesto, tampoco se respondió con la suficiente solidaridad.

Entonces veíamos allí ese antagonismo entre el odio de clases y el capitalismo salvaje. La vía que sustituye ese antagonismo, la única en las relaciones laborales, es la vía de las relaciones laborales del emprendimiento, signados, dirigidos, en el marco de la fraternidad cristiana.

¿Y cuál es el eje estructurante de la política social? ¿Es esa política social una política simplemente apaciguadora, en un momento de las necesidades de las grandes masas excluidas o es esa política social una política estructural que abra caminos de movilidad social?

Por supuesto, hay dolencias que exigen una gran atención, pero que no van a cambiar la estructura de la sociedad con esa atención: cuando se atiende a los ancianos pobres de una nación. Pero eso no se opone, eso no justifica que el punto medular de la política social sea una búsqueda de caminos de movilidad social que produzcan un efecto estructural. De ahí que el punto medular de nuestra política social es la educación.

Hemos venido haciendo un gran esfuerzo en todas sus expresiones. En educación básica hemos pasado del 87 al 94 por ciento de cobertura y aspiramos en 2010 lograr el ciento por ciento de cobertura. Aspiramos lograr más de un 80 por ciento en la cobertura de media, y estamos haciendo los primeros esfuerzos presupuestales para lograr avanzar en cobertura educativa para niñitos de menos de cinco años.

Hemos avanzado en esquemas de calidad. Los profesores de Colombia hoy no se seleccionan discrecionalmente. Este gobierno ha aplicado los primeros concursos para la selección por mérito de los profesores. Avanzan las aplicaciones normativas para estimular el avance de los profesores en el escalafón de calidad. Y además, pruebas en todos los niveles educativos para ir orientando lo que debe hacerse en materia de calidad.

En educación universitaria teníamos una cobertura del 22 por ciento. Hemos logrado una cobertura del 29 por ciento y aspiramos al final de la administración tener una cobertura del 34 por ciento. Hemos introducido las pruebas de calidad que miden a los egresados. Y hemos instalado el observatorio laboral de egresados para darles señales claras a padres de familia, a estudiantes y a la comunidad universitaria sobre cómo se va dando la pertinencia, esa necesaria relación entre la educación y la comunidad.

Colombia ha dado el mayor avance en la región en materia de formación vocacional. Formábamos en la institución oficial un millón 100 mil estudiantes por año y estamos formando más de 4 millones. Hemos pasado en formación vocacional de 5 millones de horas de enseñanza a 16 millones de horas de enseñanza. Aspiramos que en el 2010 la sola institución oficial tenga albergados a 250 mil estudiantes en ciclos técnicos y tecnológicos. Venimos de 35 mil.

El liderazgo de la Ministra ha introducido la formación por ciclos. Hoy están debidamente conectados los ciclos técnicos, tecnológico, y el ciclo superior. El estudiante colombiano que se gradúe como tecnólogo, como técnico, puede posteriormente acceder a una universidad, cumplir con los créditos adicionales y acceder al grado de educación superior.

Hemos empezado a despertar las competencias laborales en los bachilleres y también las competencias cívicas y de investigación científica. Pero en materia de competencias laborales de bachilleres, nuestro esfuerzo apenas logra una modesta cobertura en los primeros 500 colegios oficiales. Aspiramos tener al final de este año un millón 200 mil estudiantes en formación vocacional, a través de ambiente virtual.

Colombia, en los cuatro años anteriores, avanzó de 4 millones de teléfonos celulares a 29 millones. El objetivo en este cuatrienio es lograr todo el desatraso en conectividad de Internet y en banda ancha. Aspiramos que el 70 por ciento de la población escolar del país quede con la mejor conectividad al final de esta administración.

En materia de ciencia y tecnología el país llegó a tener un 0,66 de inversión en ciencia y tecnología sobre el PIB. Se redujo al 22 por ciento. Lo hemos recuperado en 50 por ciento. Pero es muy bajo. Aspiramos al final de la administración que, al sumar todos los esfuerzos de los presupuestos públicos, de la comunidad universitaria, académica, del sector privado, podamos estar mínimo en el 1 por ciento. Que será todavía bajo, pero implicará un gran salto.

Estos esfuerzos se hacen en un país que ha vivido serias limitaciones fiscales y financieras. Llegamos a tener un endeudamiento del 50 por ciento del PIB. Hoy está en el 28. Sigue siendo alto. Un déficit consolidado del 4,2. Hoy está en el 0,5. Pero es preocupante el del Gobierno Nacional Central que, especialmente por la carga pensional, estuvo en el 7,5. Este año aspiramos que quede entre el 3,7 y el 4.

Financiar políticas sociales, como una política educativa, con abundancia de recursos, es muy fácil. Con estrechez de recursos ha sido muy difícil.

Se tenía la idea de que habíamos aumentado más los recursos para seguridad que los recursos para política social. Hemos incrementado muchísimo la fuerza pública. Es una necesidad nacional, en un país en el cual el 30 por ciento de la población estaba presionada directamente por guerrilla o paramilitares. O por ambos. Y el 70 por ciento restante, recibía esa presión indirecta permanentemente. A pesar del gran esfuerzo en política de seguridad, la inversión en política social ha tenido un mayor crecimiento. Ya hemos logrado que la educación participe en un 5 por ciento de nuestro producto.

Acabamos de aprobar una reforma constitucional muy controvertida en el país: la que regula las transferencias a las regiones. Nos permitirá un buen equilibrio entre la profundización de la descentralización y el cuidado de la salud fiscal de la nación. Nos permitirá lograr las metas expresadas en educación. Metas muy ambiciosas en salud, en saneamiento básico, componentes de nuestra política social de lucha contra la exclusión.

Esa polémica reforma constitucional, a mi juicio, es garantía de la descentralización, porque nada más importante para la descentralización que su estabilidad. Poner a riesgo la estabilidad de la descentralización, afectando la salud fiscal del ente central, puede causar, podría causar, el regreso a un aberrante centralismo.

Creo que la reforma introducida le da una gran garantía de estabilidad a las normas de descentralización de la Constitución del 91. Los excesos de la Constitución de 1863, en materia de descentralización, crearon en muchas regiones del país anarquía. Y produjeron lo que fue ese consenso alrededor de la consigna del Presidente Núñez: “La Constitución del 63 ha dejado de existir”, y el regreso a un férreo centralismo que se dio en la primera etapa de la Constitución del 86.

El ajuste oportuno en materia de transferencias a las regiones que hemos hecho, garantiza la estabilidad de la descentralización, garantiza tranquilidad en las finanzas de la nación y garantiza todavía mayor solidez en las normas de descentralización de la Constitución del 91.

El Gobierno central orienta, apoya, es subsidiario de la educación descentralizada en esta Colombia.

Algunos países de la región, los más descentralizados, muestran que sus regiones gastan el 30 por ciento del total de gasto del Estado y el Estado central el 70. En Colombia el Estado central gasta el 48 y las regiones el 52.

Ilustres visitantes internacionales: visitan ustedes un país de regiones, con una rica diversidad y que se ha descentralizado muchísimo. Con el buen cuidado de evitar que los aplausos inmediatos se conviertan en las decisiones demagógicas que maltraten esa descentralización, que se requiere como respeto a la diversidad.

Visitan un país que hace grandes esfuerzos por eliminar la violencia. Aquí asesinaban a 35 mil ciudadanos. Todavía asesinan a 17 mil. No podemos estar conformes. Pero amplias regiones del país han sentido el beneficio de la seguridad democrática. Aquí asesinaban a 15 periodistas al año. Nuestra seguridad democrática es para defender por igual a todas las voces, de todas las ideas. Para defender las libertades, el pluralismo. Hemos visto un descenso año tras año. Este año no ha sido asesinado uno solo.

Teníamos 400 alcaldes, de los 1.098, que no podían ejercer en sus municipios. Hoy, protegidos todos por la seguridad democrática, sin consideración al origen político de su elección, todos ejercen en sus municipios. Todavía los grupos terroristas nos asesinan la democracia. Ayer fueron asesinados unos concejales del Caquetá, por la razón de tener ideas afines con el Gobierno.

Aquí asesinaban a 256 líderes sindicales al año. El Gobierno ha hecho un inmenso esfuerzo para protegerlos. Hoy hay 6 mil colombianos con protección individual directa. Eso nos cuesta 40 millones de dólares al año. De los 6 mil, 1.500 son líderes sindicales. El Gobierno hace todos los esfuerzos para superar la impunidad, para avanzar hacia la meta de que algún día le podamos decir al mundo que aquí no asesinan la democracia.

Aquí tuvimos semestres de 1.700 secuestros extorsivos. El semestre que terminó el 30 de junio, fue de 100 secuestros extorsivos. Quisiéramos no tener uno solo, pero estamos trabajando con todo el compromiso para lograr superar ese flagelo.

En Colombia no son los empresarios los que han asesinado a los trabajadores, ni son los trabajadores los que han secuestrado a los empresarios. Aquí primero las guerrillas marxistas impusieron la norma de combinar todas las formas de lucha: asesinaban y penetraban sectores del movimiento obrero, del movimiento estudiantil, de la prensa, de la política, ante la debilidad general del Estado.

Los paramilitares llegaron a competir en atrocidad e hicieron lo mismo. Y entonces asesinaban líderes sindicales, acusándolos de ser colaboradores de la guerrilla, y la guerrilla asesinaba a líderes sindicales, acusándolos de ser colaboradores del paramilitarismo.

Hemos desmantelado el paramilitarismo. Quienes persisten o reinciden, están siendo perseguidos con toda la severidad de la fuerza pública. Y dedicados simplemente al negocio criminal de la droga. Avanzamos en la debilitación de la guerrilla y tenemos un generoso programa de reinserción.

Cuando se hizo el acuerdo de paz de Irlanda del Norte, el Viernes Santo del 98, al mundo se le dijo que los terroristas eran 118. Aquí, sumados todos los grupos, teníamos 60 mil. Se han desmovilizado 43 mil. Un proceso muy difícil. De ellos, 33 mil de los paramilitares y 10 mil de la guerrilla. Un proceso costoso y complejo.

Hemos practicado la política de toda la fortaleza para enfrentar la acción de los terroristas, y toda la generosidad para adelantar los programas de reinserción, de desmovilización. Cuarenta y tres mil desmovilizados implican un gran esfuerzo. Un alto costo. Lo estamos asumiendo.

Al agradecer la presencia de todos ustedes en Colombia, de estos esfuerzos de la Fundación Carolina, permítanme decir que, además de proponer la agenda para ejecutarla, hay que hacer la pregunta que aquí hiciera el presidente Felipe González: ¿Con qué se ejecuta? ¿Con poder o con autoridad? ¿Cuál es el elemento sustancial del poder y cuál es el elemento sustancial de la autoridad?

El elemento sustancial del poder es la coerción o la capacidad de aplicar la fuerza para hacer cumplir las decisiones que se toman. No todo poder tiene liderato, pero en el liderazgo se necesita poder. Y lo que distingue el ejercicio del poder del ejercicio del liderazgo, es que no todo ejercicio de poder conlleva autoridad. Todo de liderazgo, necesita autoridad.

Esa autoridad hay que cimentarla en cuatro valores. A ello refiere ampliamente Rosabeth M. Kanter: competencia, estudio permanente, la actualización permanente, consistencia, la capacidad de responder por las convicciones no importa la diferencia de los auditorios, congruencia, la capacidad de tener esa relación lógica entre lo que se predica y lo que se hace. El otro valor, el difícil mundo de las relaciones humanas. Y para ejecutarse necesita compromiso.

Fundamental es que los líderes piensen que no tienen derecho a descanso, que tienen que recorrer todos los días, en cualquier circunstancia, la milla adicional.

Para quienes han tenido el privilegio de ser becarios, un bellísimo pasaje en un libro sobre la vida de El Libertador, “El diario de Bucaramanga”. El Libertador Bolívar no pudo acudir a la Convención de Ocaña. Permaneció en Bucaramanga. Y quien escribió el diario de esa permanencia, relata que una vez le preguntaron a El Libertador cómo calificaba él a los generales, lo que sería una buena manera para pensar en cómo calificar a los líderes de hoy.

Y El Libertador dijo: “El mejor es Sucre”. El diario lo escribió Luis Perú de la Croix, primero coronel y después ascendido a general. Y a El Libertador le preguntaron: “Bueno, pero, ¿cuáles son las virtudes de Sucre?”. Y dijo El Libertador: “La principal virtud de Sucre es que es muy competente en el campo de batalla y en la oficina”. “¿Y cual es su defecto?”. Y El Libertador dijo: “La virtud de los políticos: hablar en exceso mal de sus contradictores”.

Y entonces le preguntó Luis Perú de la Croix: “Libertador, ¿qué es eso de que Sucre era mejor por ser el mejor en la oficina y en el campo de batalla?”. Y dijo El Libertador: “Sí, es que hay tres categorías de generales”. A los becarios les relato eso para que lo miren en ese libro, bellísimo, “El Diario del Libertador en Bucaramanga” y lo apliquen al liderazgo moderno. “El mejor general –decía El Libertador–, es el mejor en el campo de batalla y en la oficina. Después siguen los que son buenos en el campo de batalla y malos en la oficina. Y definitivamente peores, malos, son aquellos que son buenos en la oficina y malos en el campo de batalla”.

Para ser un buen líder hay que estar a toda hora en el campo de batalla.

Muchas gracias, Fundación Carolina. Muchas gracias, apreciados visitantes”.

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