Palabras
del presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez,
en las exequias del presidente Alfonso López Michelsen
“DEVOLVEMOS HOY A LA TIERRA A UN LÚCIDO DISCREPANTE
QUE ANIMÓ Y DIO BRILLO A NUESTRA DEMOCRACIA”
Bogotá, 13 jul (SNE). “No es fácil entender
la razón de nuestra presencia hoy en esta Catedral: el
vigor intelectual del Ex Presidente Alfonso López Michelsen
y su permanencia en la primera fila del pensamiento nacional
durante tanto tiempo, crearon en el imaginario colectivo la idea
de un inmortal.
En sus 94 años de existencia alternó directamente
con cuatro generaciones y ejerció enorme influencia sobre
quienes lo antecedieron, sus contemporáneos y los jóvenes.
Su eterna primavera mental, hizo que trascendiera como figura
de destacado liderazgo en las épocas profundamente diferentes
que coincidieron con su existencia, desde la Colombia bucólica
y pastoril hasta la de la convulsionada globalización.
La fortaleza de su liderazgo también hará que
trascienda su espíritu de lucha como referente para quienes
hoy crecen y aquellos que habrán de venir.
El Ex Presidente Alfonso López Michelsen trajinó la
política por caminos difíciles y laboriosos, diferentes
a los cómodos que pudo buscar, para lo cual habría
bastado la sola apelación al nombre de su padre, ubicado
en sitial de preferencia en el corazón del pueblo colombiano.
La lucha contra la alternación, oportuna para unos y ahistórica
para otros, le permitió aglutinar una coalición
rebelde, que después del regreso de algunos militantes
a sus antiguas posiciones radicales y del reintegro de los demás
al Liberalismo unificado, lo condujo a la Presidencia de la República.
El Gobierno del Mandato Claro dio pasos esenciales en la modernización
del sector energético: los contratos de asociación
petrolera y los atractivos del precio para nuevas inversiones,
alentaron la búsqueda de petróleo en nuestro País;
puso en marcha el Cerrejón, convertido en el antecedente
minero de mayor importancia nacional; e impulsó eficazmente
al sector hidroeléctrico.
Con su tesis de “la bonanza cafetera para los cafeteros”,
comenzó el derrumbe de los prejuicios que impedían
trasladar a los productores del grano, el mayor porcentaje del
precio externo.
En su gobierno se eliminó el diferencial entre el salario
urbano y el rural, y se aprobó la ley que creó los
intereses a las cesantías, para mejorar los ingresos de
los trabajadores.
Desde su juventud, como juicioso estudiante de derecho en la
Universidad de Chile, había esbozado los elementos de
una profunda reforma a la legislación civil, para consagrar
la igualdad de géneros. En los primeros cuatro meses de
su gobierno, logró la aprobación de las normas
que reconocieron los derechos de la mujer y su igualdad con los
varones en el ejercicio conjunto de la dirección del hogar,
de la patria potestad, del manejo y protección del patrimonio
familiar. Después, en 1976, se consagró la figura
del divorcio.
La historiadora Rosemary Thorpe, en un libro sobre la historia
económica latinoamericana del siglo XX, destaca tres hechos
colombianos de la centuria; uno de ellos, la prudencia del Gobierno
de López Michelsen que resistió la tentación
de endeudar al País con préstamos provenientes
de las potencias petroleras, cuyo facilismo fue causa determinante
de la crisis de la deuda de América Latina.
Su condición de consumado estudioso del Derecho Internacional
y su vocación por la materia, se expresaron en los tratados
de delimitación de áreas marinas y submarinas.
Con Panamá convivimos en fría y distante relación
institucional desde 1903, tornada en reconocida hermandad gracias
a la contribución del Presidente López Michelsen
en el Tratado Torrijos - Carter, que devolvió el Canal
al Istmo en un proceso que dejó intactos los derechos
de Colombia previamente derivados de los Estados Unidos.
Propuso una Pequeña Constituyente, que aprobada por el
Congreso pero no por la Corte Suprema de Justicia, entonces juez
de Constitucionalidad, tendría la misión de ocuparse
de la reforma a la Justicia y a las Regiones.
Estudioso de todas las horas, escritor aquilatado, profesor
universitario y durante más de 20 años al frente
de la cátedra de Derecho Constitucional, el Ex Presidente
López fue lo que se ha llamado un intelectual orgánico,
es decir, aquel que ejerce como tal y logra aunar la teoría
y la práctica. Sus escritos de juventud, como La Estirpe
Calvinista de Nuestras Instituciones; Benjamín Constant,
el Padre Bohemio del Liberalismo Burgués; e Introducción
al Estudio de la Constitución de Colombia, son sus reflexiones
como catedrático, vertidas de manera aguda.
Su novela Los Elegidos también debe enmarcarse en un
contexto de militancia política y denuncia social. Allí estuvieron
prefigurados como ficción, el discurso y las banderas
que, siete años después, agitaría el MRL
en la vida nacional.
El aporte del Presidente López Michelsen a la Reforma
Constitucional de 1968 incorporó la Emergencia Económica,
figura que llegó como primer tránsito del viejo
Estado de Sitio, decretado por razones exclusivas de orden público,
a la moderna institucionalidad excepcional, abierta a los campos
de la economía y la vida social.
En el camino entre la disidencia y la Presidencia, fue el primer
Gobernador del Departamento del Cesar y Ministro de Relaciones
Exteriores. Gran planificador del Cesar. El trazado de Valledupar,
la amplitud del espacio público y la dosis de capital
social que se refleja en la arborización, emanaron el
alto grado de la mente y gestión del entonces Gobernador
López Michelsen.
No hubo campo del conocimiento que lo sorprendiera ni elemento
cultural que le fuera extraño; con Consuelo Araujo Noguera,
La Cacica, y el Maestro Rafael Escalona, concibieron y pusieron
en marcha el Festival de la Leyenda Vallenata, convertido en
convocatoria folklórica y musical de talla universal.
Vivió en la polémica, se relacionaba a través
de la polémica, polemizaba para analizar. Fue un polemista
que supo marcar la difícil línea divisoria entre
la tozudez y el dogma. Evolucionaba sin temor, sin que le preocupara
que los irritados lo llamaran inconsistente y sin que lo atrapara
en seducción el aplauso de los agradados.
Combatió con los vivos y en muchas ocasiones guardó la
espada con los muertos. Escribió bellos panegíricos
a los amigos como el ex Canciller Indalecio Liévano y
también a adversarios como los Ex Presidentes Mariano
Ospina y Misael Pastrana.
En los giros de su acción política recibió rayos
y envió palabras centelleantes a pasajeros del Tren de
la Revolución, como llamaba a antiguos compañeros
del Movimiento Revolucionario Liberal. Asistió al fallecimiento
de muchos de ellos y escribió sobre sus féretros
expresiones de nobleza.
Era espíritu para contradecir y buscar la contradicción.
Contradecir con él era la manera de sacar provecho a su
aguda inteligencia. Provocaba más luces a quienes optaban
por debatirlo que a quienes simplemente le asentían.
Era un combatiente de la palabra, como debería ser en
la Colombia del presente y será en la Colombia del futuro.
Su única arma era el verbo, el idioma, su exclusivo proyectil.
En el recorrido por la Patria, en el acercamiento con los colombianos,
tuvo la mejor compañía posible: Doña Cecilia
Caballero, la Niña Ceci, admirada y querida por la Nación
entera. A ella, a sus hijos Alfonso, Juan Manuel y Felipe, a
sus nueras y nietas, a toda su familia, la profunda expresión
de solidaridad.
Compatriotas: devolvemos hoy a la tierra a un lúcido
discrepante que animó y dio brillo a nuestra democracia”.
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