PALABRAS
DEL PRESIDENTE URIBE AL CLAUSURAR CONGRESO DE SERVICIOS PÚBLICOS
DOMICILIARIOS
Cartagena, 29 jun (SNE). Las siguientes
son las palabras del presidente Álvaro Uribe Vélez, al clausurar el
IX Congreso de Servicios Públicos Domiciliarios en la
capital de Bolívar.
“Quiero agradecer inmensamente la posibilidad para mis
compañeros de Gobierno y para mí, de estar nuevamente
en este foro, tan importante en el presente y el futuro del país.
Coincide hoy con un momento de optimismo nacional por muchos
aspectos, y con un momento de tristeza, por el doloroso asesinato
de los diputados vallecaucanos, perpetrado por el grupo terrorista
de las Farc.
El Gobierno fue sorprendido, como todo el mundo, por la noticia
al amanecer de ayer. Nos propusimos congregar todos los elementos
necesarios para hablarle al país, como ha sido siempre
nuestro propósito, con toda la verdad.
Entre las 5:00 de la mañana y las 12:00 del día
se hizo un repaso exhaustivo por parte del Ministerio de Defensa,
con las diferentes brigadas, con las diferentes unidades de Ejército,
de Armada, de Policía, sobre la posibilidad de que se
hubiera presentado un enfrentamiento con este grupo terrorista
de las Farc, en el cual hubieran muerto los diputados. En esas
largas horas, el repaso del Ministerio de Defensa muestra que
no hubo ese enfrentamiento.
Cuando llego a Cali, en la tarde, a reunirme con las familias,
encuentro que ya se ha sabido, por múltiples vías,
por múltiples medios probatorios, que fue un asesinato,
con toda la sevicia y con toda la alevosía, por parte
de las Farc.
Esta mañana hablé con el secretario general de
la OEA, el doctor José Miguel Insulza, quien tanto nos
ha ayudado. La OEA se propone ejercer un gran liderazgo internacional
para que aparezcan los cadáveres de las víctimas.
Además el Gobierno ha pedido que, al hallarse los cadáveres,
se integre una comisión forense internacional para que
diga al país y al mundo cómo se dio este crimen
atroz de lesa humanidad.
El Gobierno ha tenido toda la disposición de buscar un
acuerdo humanitario, pero con dos requisitos que no puede mover:
un requisito es que no haya zona de despeje, y otro requisito
es que los guerrilleros que salgan de la cárcel no se
reintegren a las Farc para asesinar, no se reintegren a las Farc
para secuestrar, sino que regresen a la libertad, a sus familias,
que estén en el extranjero, en el país en un programa
de reinserción, pero no en el delito.
De resto, hemos hecho todos los esfuerzos. Los últimos,
la liberación de 150 integrantes de las Farc. Salen de
la cárcel y empiezan a gozar de libertad. Y la liberación
de Rodrigo Granda, solicitud que nos hizo el presidente Sarkozy.
Francia ha sido un país muy activo en la búsqueda
de la liberación de nuestros secuestrados.
El señor Rodrigo Granda dice que él no se desmoviliza
de las Farc, y el Gobierno Nacional acepta que él no se
desmovilice, pero se hace con él un pacto de muy buena
fe: que no vuelva a la clandestinidad, que dé la cara
a la comunidad nacional e internacional, a la prensa, a los partidos
políticos, a los diferentes sectores de opinión.
Que no participe en el secuestro, en el asesinato, en este tipo
de delitos. Y que sea gestor de paz.
Estoy en los Estados Unidos en una serie de reuniones para buscar
superar obstáculos al TLC, y las Farc producen un comunicado
agresivo acerca de la liberación de Rodrigo Granda. La
decisión del Gobierno es: ya hicimos un esfuerzo por el
acuerdo humanitario, que es la liberación de estos señores
de las Farc, y nuestro segundo esfuerzo va a ser la prudencia.
Hemos autorizado cualquier cantidad de facilitadores. Nadie
serio, con una propuesta seria de facilitación, puede
decir que el Gobierno colombiano no le ha permitido que ejerza
esa tarea de facilitación. El Gobierno ha sido totalmente
flexible para permitir esa tarea de facilitación.
Miren qué paradojas, que nos llaman la atención:
el Gobierno ha autorizado a los representantes de Suiza, de España
y de Francia a tener un diálogo con las Farc para el acuerdo
humanitario.
El comunicado de las Farc que da cuenta del asesinato de los
diputados, dice que el hecho ocurrió el 18 de junio. El
comunicado lo fecharon el 23 y solamente lo publicaron al amanecer
de ayer 28. Y ese 18 de junio, el delegado europeo de los tres
países mencionados, de acuerdo con lo que nos confirmó ayer
en la mañana, estaba reunido con Raúl Reyes, terrorista
de las Farc, previa autorización del Gobierno, para hablar
del acuerdo humanitario.
Mientras el Gobierno da esas autorizaciones, se adelantan esas
conversaciones, el mismo día las Farc, alevemente, asesinan
a los diputados.
Quiero decirles que el Gobierno ha procedido con toda la firmeza,
pero con toda la responsabilidad. Cuando nosotros hemos hablado
del rescate, ha sido con todas las previsiones que exige una
política de seguridad firme, con las características
humanitarias que tienen que darse en una democracia.
No quiero entrar en todos los detalles que transmití ayer
al país, seguramente muchos de los cuales no se conocían,
sobre los protocolos que tenemos para el evento de que se localice
el lugar de cautiverio de los secuestrados: las decisiones, que
ya se han practicado, de informar a la familias en el evento
que vayan a iniciarse operaciones de rescate, como se hizo con
don Alberto Araújo, padre del Canciller, en el momento
en que lanzamos la operación para rescatar al Canciller,
dado que se había localizado el sitio del cautiverio.
Ayer, de manera detallada, le contamos al país el tema.
Todo el tema.
En medio del dolor, en la mañana, recordábamos
lo siguiente: cuando las Farc asesinaron al ex ministro Gilberto
Echeverri y al gobernador de Antioquia, el doctor Guillermo Gaviria
Correa, y a otro grupo de compatriotas, estábamos la señora
ministra de la Defensa, la señora Martha Lucía
Ramírez, los Altos Mandos y mi persona, instalando el
Batallón de Alta Montaña en los Farallones de Cali.
Sabíamos de un operativo de rescate. En eso estábamos.
En esa ocasión no se le informó a la familia. Fue
después de ese operativo cuando tomamos la decisión
de que cualquier operativo sería informado a la familia.
Lo que no implica pedir permiso, como se lo relaté en
detalle ayer al país.
Y en medio del dolor y la zozobra que causa semejante noticia,
abordamos un avión de Cali a Medellín (todavía
era relativamente temprano en la mañana), y en el avión
se preguntan: “¿Y ante esta tragedia qué se
va a decir?” Y empieza esa discusión. Les dije: “Eso
se resuelve muy fácil: la verdad. Aquí no podemos
dejarnos asediar para dar declaraciones improvisadas, rápidas.
Hay que buscar la verdad, y se dice la verdad”.
Fuimos a Urrao, al río Murrí, plena selva entre
Antioquia y Chocó. Yo tuve la oportunidad, a primera hora
de la noche, de reunirme con los sobrevivientes, de escuchar
su versión. Y cuando tuvimos compilados todos los elementos,
se le habló al país esa noche. Habló el
señor general Mora, el señor general Ospina, hablé yo.
Y ayer en la mañana les decía a mis compañeros
de Gobierno: “La misma norma, la verdad. Repasen en el
Ministerio de Defensa, en las diferentes unidades, qué pudo
haber pasado, etcétera”. Procuramos verter en ese
comunicado de ayer toda la verdad.
Anoche, discutiendo con las familias de Cali, esa visita tan
dolorosa, tan dolorosa, me decían: “Bueno, pero
es que a ellos los tenían separados. ¿Cómo
así que en un cruce de fuego asesinan a unas personas
que están en diversos grupos y separados? ¿Cómo
es que van a morir por efecto del cruce de fuego, si la ubicación
geográfica no lo permite?”.
Y contestaba anoche a las familias: “El Gobierno es consciente
de eso. Y la información que hemos tenido es que los tenían
separados”. ¿Por qué no lo dije en el comunicado?
Porque nosotros no quisimos en el comunicado hacer especulaciones,
sino contar la verdad. Y nos podríamos arriesgar a que
nos dijeran: fue que los habían juntado nuevamente en
los últimos días.
Las Farc llamaron a familiares, de manera desafiante y arrogante,
a decir que fueron las Farc las que hicieron el asesinato. Cuando
llegué a Cali supe esa información, y ya se la
habían dado también al Comisionado de Paz durante
el día y al señor Gobernador del Valle del Cauca.
Y el comunicado dijo lo siguiente: que en la tercera semana
de junio los delegados europeos estuvieron reunidos con Raúl
Reyes, terrorista de las Farc, para hablar del acuerdo humanitario. ¿Por
qué el comunicado no dijo el 18? Porque en la mañana
de ayer le dije al doctor Luis Carlos Restrepo: “Hombre,
usted me había contado de esta reunión. Hay que
contársela al país porque esto es una infamia:
que mientras el Gobierno autoriza esa reunión, mientras
están esas conversaciones, al mismo tiempo estén
asesinando a los diputados. Llame a estos señores europeos,
confirme con ellos si se realizó o no esa reunión,
para decirlo en este comunicado”.
Me dijo: “Acabo de hablar con ellos y confirman lo que
ya me habían dicho, que se realizó la reunión,
que fue en la tercera semana de junio”. El 18 de junio
estaban reunidos. El mismo día en que las Farc asesinan
a los diputados.
En esa reunión de anoche, apreciados compatriotas, sentí un
profundo contraste entre el dolor y la responsabilidad con la
seguridad democrática. Al regresar a Bogotá, me
fui a buscar a los hijos míos a darles la bendición,
y me dijo Lina: “Estos tienen el papá, que viene
a darles la bendición. Los de Cali perdieron el papá.
O los papás perdieron el hijo”.
Una cosa bien dolorosa. Esa reunión con los familiares
de Cali fue muy dolorosa. Una reunión amable, muy constructiva,
en ese dolor. Unos compatriotas de lujo, como es este gran pueblo
colombiano. Y me decían, con mucho dolor: “Presidente,
ya sabemos, los mató las Farc. Nos desorientaron en la
mañana, pero en el día nosotros mismos aclaramos
todo. Pero, Presidente, es que a las Farc nada les podemos pedir.
En cambio a usted, sí. Despeje Pradera y Florida”.
Entonces ahí entra uno en esa dificultad tan grande entre
el dolor y las decisiones de gobierno. Y me puse a pensar toda
la noche. Dije: “Pero, a ver, ¿por qué he
negado el despeje?”. El ser humano es luchador y combativo.
Y tenaz. Y tozudo. No es fácil establecer la línea
divisoria entre la tozudez y la arrogancia. Lo único que
divide la tozudez de la arrogancia, es tener la capacidad de
buscar opciones o de incluir rectificaciones.
Cuando fui a liberar a los señores de las Farc, a los
150, y a Rodrigo Granda, dije: “Bueno, vamos a buscar aquí una
opción para facilitar este acuerdo humanitario”.
Entonces me puse anoche a replantearme el tema de por qué no
al despeje. El país estuvo despejado muchos años.
El presidente Bill Clinton, hace dos semanas en Nueva Cork, decía: “Es
que el 30 por ciento del territorio de Colombia, hasta hace cuatro
años, estaba en poder de guerrillas y paramilitares”.
Nosotros teníamos más de 300 alcaldes que no podían
desempeñar sus oficios en sus municipios, que estaban
exiliados en otra parte, porque esos municipios estaban controlados
por guerrilla y/o paramilitares. Alrededor de 600 municipalidades,
con una gran presión de todos esos grupos. No creo que
eso lo haya vivido un país democrático en recientes
décadas. Hemos hecho un gran esfuerzo para restablecer
la presencia de la autoridad en todas partes.
Muy costoso para los colombianos. Dos impuestos de seguridad
democrática: el del 2002 y el de ahora. Creo que la mayoría
de las empresas de servicios públicos cuyos representantes
nos acompañan hoy, acaban de liquidar ese impuesto patrimonial
o lo van a pagar. Es muy costoso.
Se ha hecho un enorme esfuerzo. Hoy están desempeñando
en sus lugares todos los alcaldes de Colombia. La seguridad ha
sido democrática para todos, independientemente del origen
político de su elección. También para los
gobernadores.
Se ha logrado un gran intangible. Recuerdo que en mi primera
campaña y en los primeros años de gobierno, la
discusión era: es que Uribe es la guerra y necesitamos
política social. Una deformación de la civilidad
les había hecho entender a muchas generaciones de colombianos
que lo único importante era la política social,
que la seguridad era militarismo, fascismo. Por eso aquí no
prosperaban proyectos de seguridad.
Nos habían formado a todos como en un gran universo de
la escuela positiva del derecho, en el cual nos hacían
pensar que todos los delitos tenían un exclusivo origen:
el social. Nos habían hecho pensar que lo social justificaba
cualquier expresión de violencia.
Hoy en un corregimiento en donde me reúno con compatriotas:
barrio popular de Ciudad Grande, un grupo de alcaldes, de gobernadores,
todos reclaman más Familias en Acción, más
acueductos, y todos reclaman más fuerza pública.
Un gran intangible que también hemos ganado hoy en Colombia,
es ese creciente entendimiento del pueblo colombiano de que hay
que llevar las políticas sociales y de seguridad de la
mano, que son ejes complementarios que viven en permanente y
mutua implicación. Nunca excluyentes, siempre convergentes.
Entonces me pregunto: ¿vamos a despejar el país
después de esos esfuerzos? Es que es muy difícil.
Anoche en ese barrio de Cali hubo dos contrastes. Una ciudadanía
diciéndole a uno: “Presidente, no vaya a despejar”.
Y unas familias, con ese dolor comprensible, llorando: “Presidente, ¿por
qué no despeja?”. Y la ciudadanía de Palmira
y Florida, a cada momento: “Presidente, no vaya a despejar.
Nosotros no se lo podemos decir en público porque nos
matan, pero no vaya a despejar”.
El año pasado, cuando estuvimos examinando la posibilidad
de un zona de encuentro, esa sola circunstancia produjo que mucha
gente de las Farc que está en diferentes regiones del
país, buscara ubicarse en Palmira y Florida. Y eso nos
acentuó el problema de orden público, que apenas
lo estamos superando. Porque querían esa zona de encuentro
como una zona de refugio, para eludir la acción militar.
Entonces nos faltan tres años de Gobierno y nosotros
tenemos tres objetivos: consolidar la seguridad democrática,
consolidar la confianza inversionista y cumplir unas muy exigentes
metas sociales. Una zona de despeje puede ser una zona de refugio
para terroristas. Que eludan, a través de esa zona de
despeje, la acción militar y policial. Y que nos aplacen
y nos entorpezcan la política de seguridad democrática.
El país tiene muy mal recuerdo de las zonas de despeje.
El Caguán: retrospectivamente hay que tener toda la consideración
con el Gobierno que lo hizo. Eso se les ofreció a los
colombianos en esa campaña. Y lo ofrecieron por igual
todos los candidatos. Competían a ver quién le
ofrecía más a las Farc. Si miramos las ofertas
de esa campaña, así fue.
¿Qué pasó? Mientras el Gobierno que se
instaló, de muy buena fe, pensó que ese era un
camino, estos criminales, buenos alumnos de Maquiavelo a través
de Marx, toman esos gestos no como gestos generosos para hacer
la paz, sino como debilidades del Estado, porque es al cual tienen
que derrotar.
Entonces eso lo utilizaron como lugar de cautiverio de secuestrados,
depósito de droga, como campos de reclutamiento para crecer.
Cómo creció la guerrilla, y de contera el paramilitarismo,
en esos tres años y medio.
Las zonas de despeje crean un impacto muy negativo en la fuerza
pública. A la fuerza pública no solamente hay que
darle fusiles y aviones y uniformes. Hay que darle motivación.
Hay que hacerle sentir su responsabilidad con la Constitución.
Cuando uno la desplaza y deja que ese vacío lo llenen
los criminales, la desmotiva. Podemos darle a la fuerza pública
todos los helicópteros del mundo, todos los aviones del
mundo, pero si no hay motivación, no hay razones para
la eficacia. Uno no sabe que es más importante en esto,
si la logística o la motivación.
Y empezamos con una zona de 45 días, sin tener la certeza
de que los vayan a liberar ni cuándo llegamos.
Y me he hecho, desde las 12:00 de la noche que regresé de
Cali y hasta ahora, una reflexión, porque era mucho el
pedido anoche de esas familias, y creo, sinceramente, compatriotas,
que no podemos dar zonas de despeje.
A la 1:00 de la mañana, el señor general Óscar
Naranjo, comandante de la Policía, me dijo: “Presidente,
comprendo su dolor, pero no ceda. No les dé a las Farc
zonas de despeje. No entre en el juego de la lógica de
las Farc, que es un juego para que el país nunca tenga
seguridad”.
Me dijo: “Tenga esta libreta con usted”. Me dijo: “Gracias
a su política, que en muchos momentos tiene serias dificultades
como ésta, este país llegó a tener en un
semestre 1.700 secuestros extorsivos. En el semestre que estamos
terminando ha tenido 95 secuestros extorsivos”. Todavía
es mucho. Pero es que venimos de 1.700 a 95.
En un auditorio como éste, decir no al despeje es fácil.
Decírselo anoche a esas familias, con ese dolor, muy difícil.
Muy difícil.
Ahora, el otro tema: yo no tengo inconveniente en liberar a
unos guerrilleros. Anoche me decía alguno de los Ministros: “Todavía
hay mucho resentimiento por la liberación de Rodrigo Granda,
por la liberación de los 150 de las Farc”.
Yo le dije: “Bueno, pero uno tiene que hacer las cosas
muchas veces pensando en el futuro de la patria. Creo que esa
decisión enaltece la política de seguridad de Colombia.
Muestra que es una política que no ignora los esfuerzos
por razones humanitarias, como es la búsqueda de la liberación
de los secuestrados”.
Les dije: “Y además lo hicimos con toda la prudencia.
Los 150 liberados están en la reinserción. Los
27 que habíamos liberado anteriormente, cumplieron. No
regresaron al secuestro, no regresaron al asesinato. Aspiramos
que estos 150 nos cumplan”.
Eso está bien. No tengo inconveniente. Si estos bandidos
de las Farc, estos criminales, liberan a nuestros secuestrados,
no tengo inconveniente en seguir liberando guerrilleros. Lo hemos
hecho unilateralmente.
¿Cuál es la diferencia? Una cosa es liberar a
un guerrillero para devolvérselo a las Farc allá en
el monte, para que ese guerrillero salga de la cárcel
y se reintegre al secuestro y a la extorsión. Y otra cosa
es liberarlo para que entre a un programa de reinserción,
comprometido a no reengancharse en el secuestro, a no reengancharse
en el asesinato. Eso es lo que marca la diferencia, apreciados
compatriotas.
He llamado esta mañana al secretario Insulza y he estado
hablando con instituciones nacionales e internacionales, y a
todos les he dicho: el Gobierno es un Gobierno abierto a buscar
opciones, pero les ruego comprender dos inamovibles: no puedo
dar una zona de despeje, ni puedo liberar a guerrilleros para
que se reintegren a delinquir.
Ahora, el dolor de las familias. Pienso que lo que necesitamos
es apoyarlas, que sientan nuestra compañía.
Ayer me decían muchos compatriotas: “Hombre, no
vaya, espere, no es el momento. El dolor muchas veces se expresa
en agresividad”. Dije: “No, hombre, yo poco les corro
a los cocteles y a las fiestas, pero al ruego de la gente hay
que correrle”.
Hay que acompañar a las familias. Y todos los colombianos
tenemos que acompañarlas, hacerles sentir nuestro cariño,
hacerles sentir nuestro afecto.
Y el Gobierno tiene que buscar los mecanismos. No hay indemnización
que supere el dolor, pero por lo menos ahí hay unos cuadros
dramáticos de unos niños huérfanos, con
dificultades para estudiar. Pienso que el Gobierno no puede esperar
a que lo demanden, a que vengan unas sentencias del Consejo de
Estado, unos mandamientos de pago de tribunales internacionales.
Creo que hay que buscar unos caminos, rápidamente, para
ayudarles a estas familias en ese problema tan duro. Vamos a
hacerlo.
Yo quedé con ellas de que mañana iba a Buenaventura,
pues estamos empeñados en resolver ese problema de Buenaventura,
y que la semana entrante regresaría a Cali a hablar con
las familias.
Y voy a pedirles a todos los compatriotas que hagamos una reflexión
sobre qué más podemos hacer después de la
liberación de Granda y de los 150 de las Farc, pero que
también esa reflexión incluya la necesidad de afianzar
la decisión de no permitir que salgan guerrilleros a volver
a delinquir, y de no dar una zona de despeje.
Nosotros tenemos en los batallones de sanidad del Ejército
y de la Policía a 1.700 integrantes de esas fuerzas que
están mutilados por las minas antipersona. El gran sembrador
de minas antipersona es las Farc.
Yo me preguntaba: ¿qué pensaran esos compatriotas
del Ejército y la Policía en esos batallones, en
esos pabellones de sanidad, cuando vean que sus verdugos salen
de la cárcel, los que plantaron esas minas, para reintegrarse
al delito. Si salen de la cárcel para contribuir a la
paz, cualquiera los mira bien. Pero no si salen de la cárcel
para reincidir en el delito, reincidir en el atentado terrorista,
en la siembra de minas antipersona, en el secuestro, en el asesinato.
Ahora: el año pasado, por ejemplo, la Unión Europea,
los tres países europeos me dijeron, le dijeron al Comisionado:
bueno, les vamos a proponer algo, y necesitamos que el Gobierno
nos lo apoye en horas. Y el Gobierno tomó una decisión
en una mañana.
Nos propusieron que una zona de encuentro en la cordillera central
vallecaucana, de 200 kilómetros, donde no habría
Ejército, no habría Policía, no habría
guerrilleros armados, sino simplemente negociadores del Gobierno
y de la guerrilla, y habría unos observadores europeos.
El Gobierno aceptó eso. Esos señores de las Farc
no lo aceptaron. Primero dijeron que no le habían propuesto.
Mentirosos. Les creo a estos señores europeos. Y después
dijeron que no lo aceptaban.
El Gobierno ha hecho todos los esfuerzos. Ese tema del despeje
se vuelve en este momento un tema tan sensible, dada la angustia
con que lo piden en el dolor las víctimas. Y anoche llegó allá,
llegaron allá, familiares de los que se supone están
vivos, del sobreviviente de los diputados, de parlamentarios,
llegó doña Claudia de Jara, la esposa del gobernador
Alan Jara, y ellos todos con angustia pedían eso.
La verdad es que es muy difícil, en medio del dolor.
Miren: el dolor nos tiene que llevar a apoyar a las familias,
pero no a la claudicación del Estado. El dolor debe ser
fuente de solidaridad y apoyo a las familias, pero no puede ser
motivo de claudicación del Estado. El Estado no puede
ceder a estos chantajes.
Yo anoche decía: bueno, este dolor. Pero si yo salgo
de aquí con una zona de despeje, ¿para que entonces
que queden que el crimen paga? Si algo importante ha pasado en
el país en los últimos años, es la firmeza
para enfrentar estos delitos, lo cual se va reflejando en las
cifras. Es que va quedado claro que el crimen no paga.
Quería compartir con ustedes esta preocupación,
apreciados compatriotas.
Les dije al doctor Gustavo Galvis y al doctor José Antonio
Vargas Lleras: “Hace cuatro años aquí tuvimos
un conversatorio de seis horas, y veo que ustedes no tienen preparado
hoy conversatorio”. Y me dijeron: “No, es que hemos
resuelto casi todo”. |