PALABRAS DEL REY DE ESPAÑA EN LA CLAUSURA DEL XIII CONGRESO
DE LA ASOCIACIÓN DE ACADEMIAS DE LA LENGUA Medellín, 24 mar. (SNE).- Las
siguientes son las palabras que pronunció el Rey de España, Don Juan Carlos de
Borbón, en la clausura del XIII Congreso de la Asociación
de las Academias de la Lengua Española.
“Asistimos hoy a un acto cuya importancia subraya la presencia
- junto al señor Presidente de la República de Colombia
y varios miembros de su Gobierno- de los representantes de los Ministerios
de Educación y de Cultura de varios países de la Comunidad
Iberoamericana, de Rectores y profesores universitarios, de creadores
y representantes del mundo cultural y de la empresa, acogidos todos
a la generosa hospitalidad de las autoridades regionales y de la
Municipalidad de Medellín.
Con esta ceremonia de clausura ponemos fin a los trabajos de Décimotercer
Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española,
que en estos días ha profundizado, en la bella ciudad de Medellín,
en la defensa de la diversidad y de la unidad de nuestra lengua común.
Colombia se ha convertido en estos días en anfitriona y referente
de la lengua española en el mundo, y este Congreso ha servido
para estimular el proceso de
revitalización cultural y de apertura de la ciudad de Medellín,
que ha actualizado su trasfondo cultural e histórico.
La Reinay yo felicitamos a las autoridades de la Municipalidad por
su iniciativa, al tiempo que les agradecemos la calurosa acogida
que han brindado al Congreso de la Asociación.
Colombia se enorgullece de tener la Academia decana de Iberoamérica,
y esta reunión reconoce su esfuerzo para la organización
del Congreso.
Consagrados al servicio de nuestro idioma común, la Real
Academia Española y las veintiuna corporaciones, que con ella
integran la Asociación de Academias de la Lengua española,
vienen desarrollando en los últimos años un trabajo
ejemplar.
Un trabajo que la sociedad reconoce con la favorable acogida de
sus obras y la adhesión a su autoridad normativa en cuestiones
lingüísticas.
En expresión feliz,Pablo Neruda llamó “Granero
del idioma” al diccionario. Ese depósito que desde el
siglo XVII va acumulando palabras que fueron voces vivas y que han
nutrido la historia individual y social de generaciones, aun lado
y otro del océano.
Porque los hombres y las cosas pasan, pero
las palabras quedan. Y así, aunque muchas de ellas hayan dejado de utilizarse,
no quedan reducidas a letras inertes sino que son células
vivas en las que late esa historia que, sin ellas, no existiría.
A recogerlas con mimo se aprestan ahora nuestras Academias, en proyectos
como el Diccionario de Americanismos y el Gran Diccionario Histórico
, llamado a ser le verdadero libro de familia de toda la comunidad
hispano parlante.
En acción paralela están las Academias atentas a cuanto
bulle en la lengua para dar carta de naturaleza a lo que la voz del
pueblo esta haciendo suyo y es acorde con las señas de identidad
del español.
La vitalidad de esa voz es tanta que para darle cauce, se multiplican
los repertorios, diccionarios para estudiantes o diccionarios que
espigan lo esencial y más vivo en el uso actual. En todos
los casos, con la marca especial de la autoridad normativa que
distingue las obras académicas.
El presidente de la Asociación de Academias, ha recordado
la aparición de la primera Gramática Castellana , en
1492.
El propio Nebrija, que titulaba sus Gramáticas como castellana,
publicaba también un Vocabulario latino-español.
En la hermosa exposición que estos días alberga el
Museo de Antioquia, puede verse cómo el sueño de Nebrija
se cumplía, y florecían aquí, en América,
las artes de la paz.
Porque, al tiempo que su Gramática servía de texto
para la enseñanza escolar de la lengua castellana, sus Introducciones
Latinas ofrecían pauta y prestaban molde conceptual a los
misioneros para componer las Gramáticas de las lenguas indígenas,
a las artes de hablar, leer y escribir.
Más de mil llegó a catalogar en su Repertorio el Conde
de la Viñaza.
Un viejo documento colombiano, refiere que en las grandes extensiones
americanas “de tres a tres a leguas, y cuatro a cuatro, se
dividen las lenguas”.
En los diálogos de lenguas salio la nuestra enriquecida.
Muy pronto alumbró el español en estas tierras obras
admirables, iniciando una tradición literaria esplendorosa.
Resulta comprensible que, a mediados del siglo XIX, Andrés
Bello pudiera sentar cátedra universal de Gramática
castellana . De él había dicho José Martí: “Al
elegir entre los grandes de América, los fundadores, le elijo
a él”.
Y es que para los avanzados del siglo de las luces “hacerse
culto no bastaba si no se hacía cultos a los demás.
Dicho de otro modo, el progreso social, y no sólo el cultivo
personal, era su fin”.
Era el mismo ideal que había alumbrado la modernidad. En
los albores del Renacimiento la municipalidad de Luca afirmaba que “la
ciencia gramatical es el origen y fundamento de todas las ciencias
y de todos los valores”.
Es seguro que Andrés Bello, Rufino José Cuervo, Miguel
Antonio Caro y Marco Fidel Suárez estarían hoy gozosos
y orgullosos de que en América, en Colombia, en Medellín,
se haya aprobado el texto básico de una Nueva Gramática
del Español , redactada por los hijos de América hispana,
de los Estados Unidos de Norteamérica, de Filipinas, y de
España.
Una Gramática que, según se nos ha explicado, refleja
como en un espejo, el uso uno y vario del español; que está asentada
sobre criterios científicos modernos, que dan solidez a su
construcción y que, al mismo tiempo, pensada no sólo
para los estudiosos sino para el pueblo, toma del pueblo mismo lo
que, debidamente articulado, le devuelve convertido en norma plural
de corrección lingüística.
Sin duda, la Gramática Oficial de la Lengua Española,
que se ha presentado en el Congreso de las academias de Medellín,
fortalecerá la vitalidad de nuestro idioma, porque es la más
detallada, completa y seria descripción del español
con la que hoy contamos.
Su texto se ha perfeccionado entre todos y para todos; es un esfuerzo
intelectual y académico conjunto, próximo a la década,
que está llamado a ser la piedra angular con la que redoblar
la presencia y pujanza de nuestra lengua en el área de la
comunicación y de la información.
Permitirá que disfrutemos de la aventura del conocimiento,
de la organización normativa y de la diversidad cultural,
hecho que debemos celebrar por cuanto constituye un patrimonio común
de la Humanidad, que se actualiza y preserva en provecho de toa la
comunidad hispanohablante.
La palabra es nuestra morada, como dijo Octavio Paz, pues “acorta
las distancias que nos separan y atenúa las diferencias que
nos oponen. Nos junta, pero no nos aísla, sus muros son transparentes
y, a través de esas paredes diáfanas, vemos al mundo
y conocemos a los hombres que hablan nuestras lenguas”.
La labor académica cobra especial relevancia en nuestro tiempo,
marcado por profundas transformaciones y oportunidades derivadas
de los procesos de globalización.
En ellos, el español es un instrumento para la paz y la solidaridad,
la cooperación y el intercambio.
Nuestra condición de espacio cultural entretejido por tradiciones,
hechos culturales, iniciativas conjuntas, diálogo y concertación,
revalorizan y potencian nuestra viabilidad y cohesión en la
esfera internacional.
Solo nos queda en este momento felicitar junto a la Real Academia
Española, con cuyo patronazgo me honro, a todas las Academias
de la Asociación a las que la Reina y yo nos hemos sentido
siempre tan cercanos.
Y agradecerles en trabajo bien hecho al servicio de nuestra lengua,
que es decir al servicio de cuantos hablamos español.
Concluyo mis palabras felicitando, en nombre de la Reina y en el
mío propio, a los organizadores de este decisivo Congreso,
a la vez que transmitimos el aliento para que se llegue aún
más lejos en la senda de la colaboración de las Academias,
que tan buenos éxitos ha cosechado.
Muchas gracias”.