PALABRAS DEL REY DE ESPAÑA EN CONGRESO
INTERNACIONAL DE LA LENGUA ESPAÑOLA
Cartagena, 26 mar (SNE). Las siguientes son las palabras que
pronunció el Rey de España, Don Juan Carlos de
Borbón, durante el acto inaugural del IV Congreso Internacional
de la Lengua Española y el homenaje al Nobel de Literatura
Gabriel García Márquez.
“Gracias, de todo corazón, señor Presidente,
por tan inolvidable hospitalidad, como la que, junto a vuestra
esposa y al pueblo colombiano, nos habéis querido dispensar
en estos tres días de visita, que han acrecentado nuestro
ya de por sí profundo afecto por Colombia.
Hace ahora diez años, que se celebró en la ciudad
de Zacatecas el Primer Congreso Internacional de la Lengua Española,
al que después siguieron los de Valladolid, en 2001, y
Rosario, en 2004.
El tiempo transcurrido nos permite afirmar que estamos ante
un gran acontecimiento, que periódicamente nos reúne
en torno a nuestra lengua común.
Corresponde a esta preciosa y admirada ciudad de Cartagena de
Indias ser la sede de este Cuarto Congreso.
La Reina (Sofía) y yo queremos expresar nuestra más
sincera enhorabuena a los colombianos, a su Gobierno y al ayuntamiento
de esta ciudad, por la buena organización de un Congreso,
que se convertirá en referencia cotizada.
En Medellín acabamos de asistir a dos hechos de inmenso
valor para el futuro inmediato del español, que reafirman
la plena vigencia del lema “Unidad en la diversidad”,
bajo el que se celebra este importante Congreso.
Me refiero, en primer lugar, a la sesión plenaria en
la que la Real Academia Española y las 21 Academias que
con ella integran la Asociación de Academias, aprobaban
el texto básico de una nueva gramática, que por
primera vez muestra ante toda su amplitud el mapa de nuestro
idioma unido en su rica variedad.
De manera complementaria, decenas de rectores de universidades
de América y de España, convocados por el Instituto
Cervantes, aprobaban el Sistema Internacional de Certificación
del Español como Lengua Extranjera, subrayando, en una
aplicación práctica, el propósito de servicio
a esa unidad.
Un Sistema que constituirá la mayor garantía de
aprendizaje de nuestro idioma para millones de estudiantes de
todo el mundo, y que incrementará el valor académico
y profesional de los diplomas que ofrecen cada uno de nuestros
países e instituciones.
Permitirá también que las industrias culturales
en español, como la del libro, la música, la televisión
o las tecnologías de la información y la comunicación,
recorran el camino abierto a la expansión internacional
de nuestra lengua.
Sin duda, son dos bellos ejemplos de que la lengua española
que nos une, debe llevarnos también a acometer empresas
comunes en beneficio de todos.
La legua pertenece a los habitantes, a todos y cada uno de ellos.
En ella está siempre el último reducto de nuestra
libertad, pues vivimos, construimos el futuro y los sueños,
con palabras.
La lengua española, que llegó a América,
era un idioma vario en las voces de quienes en las sucesivas
expediciones venían de distintas partes de España.
Y pronto, en el mutuo contacto de todos y en el contacto también
con las leguas indígenas, se hizo un español fundido,
sin que por ello en las distintas regiones dejaran de conservarse
y de acentuarse variedades de realización que son sentidas
como propias. Alcanzó pronto el español, en estas
tierras, un nivel de excelencia.
Era el que iba a brillar, ya sea en la épica mestiza
del Inca Garcilaso o en la lírica mestiza de Sor Juana
Inés de la Cruz, el que iba a admirar, también,
Lope de Vega.
Con el tiempo, el crecimiento de las variedades dialécticas
y los influjos de otras lenguas, suscitaron en los espíritus
más atentos el temor de una posible fragmentación
de la unidad del español.
Hemos tenido ocasión de reconocer en Medellín
la eficaz tarea que nuestras 22 Academias de la Legua Española
desarrollan, velando por esa unidad.
Pensando en la historia de la relación de América
y España, Carlos Fuentes ha hablado del castellano, del
español, como lengua de la rebelión y de la esperanza.
En español se redactaron las nuevas constituciones, y
pronto, las naves que había arribado aquí, a Cartagena,
cargadas de Nebrijas, Amadices, Garcilasos y Quijotes, volvieron
a España y llevaron a Rubén, a Huidobro, a Vallejo,
a Neruda, que cambiaron el rumbo de la poesía española
de la primera mitad del Siglo XX.
Y apenas iniciada la segunda mitad del Siglo, estalló el
llamado “boom” de la novela de los escritores hispanoamericanos,
sentidos como propios.
El español atesora desde hace siglos un ingente patrimonio
cultural que compartimos hoy más de 400 millones de personas.
Octavio Paz nos describe en primera persona esta experiencia.
“Los primeros libros que leí, apenas si necesito
decirlo, fueron libros escritos en español. Sin pensar
jamás en la nacionalidad del autor, leí a Galdós
y a Darío, al Arcipreste de Hita y a César Vallejo,
a Gómez de la Serna y a José Vasconcellos. Primero
como lector, después como escritor, nunca he puesto en
duda la unidad de nuestras letras”.
Lo que Octavio Paz aplica a la lengua y la literatura, se puede
extender a casi todos los ámbitos de nuestro quehacer.
Y esta unidad esencial es la que hace posible que en Cartagena
se reúnan dos centenares de personalidades procedentes
de múltiples países, y de las más diversas
especialidades y disciplinas.
Es también la que permite que abordemos en común
el cometido del español, como instrumento de integración
iberoamericana y como lengua de comunicación universal;
que exploremos su papel en la ciencia, la técnica y la
diplomacia, y en definitiva, que se asiente la unidad dentro
de la diversidad lingüística.
Sería difícil encontrar un marco más adecuado,
un contexto mejor, que este Congreso, para tributar un homenaje
a Gabriel García Márquez, a quien felicitamos por
tantas cosas: por su 80 cumpleaños, por el 25 aniversario
de su Premio Nobel y por los 40 años de la publicación
de Cien Años de Soledad.
Porque Gabriel García Márquez es en sí mismo,
en su trayectoria creadora, un ejemplo vivo de esa unidad del
español en su diversidad, una de las figuras más
insignes de la literatura en español.
Suyas son estas palabras: “No hablemos más por
separado de literatura latinoamericana y de literatura española,
sino simplemente de literatura en lengua castellana”.
No se trata de una reflexión teórica sino de la
expresión de una vivencia personal.
Cien Años de Soledad, en concreto, es una novela radicalmente
caribeña, colombiana, y, a la par, intensamente americana
y declaradamente universal.
Leyéndola, nos llegan ecos de los vallenatos, de estas
tierras, conjugados con cuentos tradicionales que de boca en
boca, de abuelos a nietos, procedían de la vieja Castilla,
de Andalucía, de Canarias, por los canales de la sangre
familiar.
Gracias a la lengua española, a la exploración
que García Márquez hizo de sus secretos y riquezas,
en una gustosa experiencia de lector y en un paciente, apasionado
trabajo de orfebre, lo difícil se hizo sencillo. De una
experiencia universal, la de la radical soledad del hombre, y
la de la implacable acción arrasadora del tiempo, se encarnó en
un lugar: Macondo, situado en una realidad de ensueño.
Pero la verdad sustancial de la novela es que Macondo es un
lugar de la lengua española. Gabriel García Márquez
habla en esa novela, que ahora ha revisado, de las estirpes condenadas
a Cien Años de Soledad.
Un sentimiento que no alberga la comunidad hispanohablante,
pues un camino como éste, que periódicamente exploramos
en los congresos internacionales de la lengua española,
revitaliza nuestra lengua, la comunicación y el valor
estratégico del español.
De nuevo muchas gracias, señor Presidente, a Cartagena,
a Medellín y a toda Colombia por acogernos con tanto esmero
y afecto en estos días.
Muchas gracias”.