PALABRAS
DEL PRESIDENTE URIBE EN 10 AÑOS DE FALLECIMIENTO DEL EXPRESIDENTE
VIRGILIO BARCO
Bogotá, 24 may (SNE).- Las siguientes
son las palabras del presidente de la República, Álvaro
Uribe Vélez, durante el acto de conmemoración
de los 10 años del fallecimiento del ex presidente Virgilio
Barco Vargas, en la ciudad de Bogotá:
“En estos años de Gobierno he tenido conversaciones
gratas, constituidas siempre en muy buenas lecciones. Y destaco
las conversaciones con la doctora Carolina Barco Isakson, primero
cuando ella ejercía, con sabiduría, el Ministerio
de Relaciones Exteriores, y en los meses recientes, cuando ha
conducido con lujo de competencias las relaciones con los Estados
Unidos.
Por una u otra razón, ajena a la tertulia, siempre vinculada
para analizar experiencias y trasladarlas a nuestros días,
en ese diálogo entre ella y yo, hemos llegado muchas veces
a su padre, al presidente Virgilio Barco.
Y para mí, ha sido muy grato, muy importante, escucharles
todos esos relatos, llenos de amor, pero también desprendidos
de subjetividad.
Empecé a mirar detenidamente la carrera política
del presidente Virgilio Barco, cuando una candidatura presidencial
del liberalismo estaba en las puertas de colocarse sobre sus
hombros, no sucedió. Muchos liberales se sintieron engañados
por los pactos de Sincelejo, que frustraron esa candidatura.
Pero el doctor Virgilio Barco, entonces precandidato liberal,
se hizo a un lado sin retirarse, no se amilanó, no se
desesperó.
Pasó el tiempo y llegó la campaña de 1986.
Aspiraba yo al Senado de la República como disidente liberal
de Antioquia, y tuve la oportunidad de participar en mi región
en esa campaña. Me impresionó la manera como el
candidato liberal, doctor Virgilio Barco, se relacionaba con
las masas populares, me sorprendí. Yo no estaba preparado
para ver que la idea de un gran administrador, de un gran planificador
desde la Alcaldía de Bogotá, de un ingeniero de
MIT (Massachusetts Institute of Technology), podía tener
tan natural inclinación para entender el alboroto popular
de la campaña de 1986.
Y allí ví esa mezcla entre el ingeniero de MIT,
y el activista nortesantandereano, en el gaitanismo. Analizarla,
antes de esa campaña, para mí habría sido
mucho más difícil.
Pensaba: “el doctor Barco, tecnócrata de MIT; Jorge
Eliécer Gaitán, formado en la escuela de (Enrico)
Ferri, en la Universidad de Roma, buscándole explicaciones
sociales a todos los delito.
Pero resulta que el doctor Barco también había
recibido una gran influencia -como lo expresó esta noche
aquí, el profesor Malcolm Deas- de las políticas
sociales de Rusia. Y, por eso, lo que parecía imposible
se encontraba: el ingeniero de MIT, con el movimiento popular
de Jorge Eliécer Gaitán.
Entendió y nos dio todas las luces a los colombianos,
pero la calidad de vida urbana, como una gran reivindicación
popular. Tal vez, el mejor discípulo que tiene Colombia
en esa materia, es el doctor Enrique Peñalosa.
Cuando el presidente Barco asume, tuve la oportunidad de visitarlo
dos veces en la Presidencia. Siempre en la compañía
de ese compatriota excepcional, don Germán Montoya, que
nos acompaña esta noche. Una vez, citados por él,
llegamos allí quienes habíamos sido elegidos por
el liberalismo de Antioquia, en búsqueda de la convergencia.
Todavía no se había empezado a aplicar la elección
popular de alcaldes, y lejos estaba la elección popular
de gobernadores, que solo se incorpora en la Constitución
del 91, del presidente (Cesar) Gaviria.
Uno de los jefes liberales de Antioquia, dijo que él
era la mayoría y aspiraba a la Gobernación del
departamento. El presidente Barco me preguntó: ¿usted
lo veta? Dije, de ninguna manera.
El otro aspiraba a la Alcaldía de Medellín, era
la segunda votación. Dijo: ¿usted lo veta? (Respondí)
de ninguna manera. Otro, pidió la Embajada en Italia,
me dijo, ¿usted lo veta?, de ninguna manera, contribuye
a la convergencia.
Por allá don Germán Montoya me preguntó, ¿bueno
y usted qué quiere? “Yo acabo de llegar al Senado
como disidente, quiero ser un buen senador”. Eso me costó mucho
don Germán, todavía me la debe, a pesar de todo
lo que me ha apoyado en mi carrera política.
Ese día, de manera muy práctica, en una reunión
rápida, el presidente Barco logró una convergencia
liberal en mi departamento, que nunca antes se había logrado,
y nunca después se repitió.
Sin discursos, de manera directa, pausadamente, cuando Malcolm
Deas, nuestro profesos, hablaba ahora del barco austero, pasaba
por mi mente esa reunión. Con destreza, con sinceridad,
rapidito, la convergencia liberal del Antioquia.
En la segunda visita, también con don Germán Montoya,
el presidente Barco sacó una reglilla del bolsillo de
su saco, la extendió, nos condujo al sitio donde tenía
un mapa de Colombia, un mapamundi, y con esa intensidad que le
aplicaba a sus decisiones, nos habló durante largo rato
sin poderlo interrumpir, de la necesidad de la conexión
Atlántico – Pacífico, de la necesidad de
desembotellar el Chocó, del canal Atrato - Truandó,
de la navegación del río Atrato, y de la importancia
del Pacífico Asiático.
Tal vez, el único homenaje que podamos en esta administración,
rendirle a ese día tan importante, sea el avance de la
doble calzada Buga – Buenaventura.
El sentido social de su Gobierno, lo conocí directamente
en el Senado de la República, me tocó trabajar
en leyes de gran importancia. Y como lo dijera el doctor Rafael
Pardo, reflejaban el compromiso del presidente Barco con su programa
de candidato, era coherente. Era obstinado en llevar a la práctica,
como Presidente, lo que había ofrecido como candidato.
La primera de esas leyes, la que aumentó la parafiscalidad,
exigía a los empleadores, frente a Bienestar Familiar,
para financiar ese programa magnífico que los colombianos
debemos a él, de los hogares comunitarios. Premiados internacionalmente
y valorados de manera incomparable por los sectores populares
de la Nación.
Recuerdo la propuesta del presidente Barco en campaña,
su afán por sacar adelante la ley, y la receptividad popular
a ese programa.
También, nos tocó trabajar en otra iniciativa
de su Gobierno: una ley pensional, para hacer justicia con los
ajustes pensionales año tras año.
Y finalmente, una norma que dio mucha dificultad a concertarla
y aprobarla: el Estatuto Prestacional del Magisterio, hoy tan
en boga.
Observé, con mucha admiración, que el presidente
Barco no era el líder que se sometía a las tendencias
prevalecientes de la opinión, sino el líder que
sin cálculos se disponía a buscar el cambio de
las tendencias de opinión.
Él no se dejaba llevar por lo que aparecía en
la cosmética, sino que se imponía la tarea de reversar
esas corrientes, de reorientarlas, costare lo que costare.
Era un líder no para someterse a las corrientes que prevalecían,
sino para enfrentarlas y reorientarlas.
Daba la sensación, de que en el país no había
-antes de Barco- independencia entre los gobiernos y los periódicos.
Qué buen legado nos dejó, al romper con esa creencia.
Con total respeto por la libertad de prensa, practicó esa
necesaria independencia que Kissinger ha definido como el deslinde
de dos tareas, en las cuales el Gobierno ejecuta, la prensa da
la noticia, analiza y critica.
Analizando ese rompimiento del presidente Barco con la tradición
colombiana, tan conveniente, podríamos decir que nos enseñó a
que los gobernantes no tienen que hacer lo que los periódicos
le indiquen, ni tampoco exigir que los periódicos le aplaudan
todo lo que hagan.
¡Qué firmeza, qué firmeza!
Es diferente hablar de Pablo Escobar hoy que está muerto,
que enfrentarlo en la época del gobierno del presidente
Barco. Aquí, la relación de crímenes que
se recuerdan, pone en evidencia esa firmeza y yo la ví desde
otro ángulo.
Agobiada mi tierra por la sangre y las bombas, muchos ansiaban
allí el diálogo con el narcotráfico. Esa
firmeza del presidente Barco, nos dejó la lección
de que el Estado de Derecho nunca puede hacerle concesiones al
terrorismo.
Muchos de los aquí presentes, tuvieron la inmensa fortuna
de trabajar a su lado, de conocerlo muy directamente.
Yo, tuve estas experiencias que he querido narrar esta noche,
para sumarme con todo el sentimiento a esta fecha en la cual
recordamos su memoria.
Muchos de los aquí presentes, recibieron un legado de
ejemplo directo del presidente Barco. Yo he recibido un gran
legado: la posibilidad de trabajar con Carolina Barco Isakson,
su prudencia, su firmeza, su patriotismo, su tranquilidad sin
pasividad para superar los momentos difíciles.
Es un orgullo para mi Gobierno, es un orgullo para la patria
y es una esperanza para los días que han de venir.
Muchas gracias”.
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