Bogotá,
15 ago (SNE). “Hemos tenido alguna interrupción en este bello
homenaje que el sector privado de Colombia rinde a los soldados
y policías de la Patria. Hemos tenido el informe de un terremoto
en la escala 7.7, a 160 kilómetros de la ciudad de Lima, en
el mar. La ciudad de Lima en este momento está muy incomunicada.
No hemos podido hacer contacto con nuestro Embajador. Las noticias sobre una consecuencia
de tsunami son contradictorias. Entonces hemos pedido que,
de acuerdo con los planes previstos, se lidere ya, por parte
de nuestras Fuerzas y por parte de la Dirección de Prevención
de Desastres, la evacuación parcial de la ciudad de Tumaco.
Que se pongan en movimiento todos nuestros dispositivos para
atender el Pacífico y para acudir al Perú, si fuere del caso
ayudar a nuestros compatriotas peruanos.
Los gremios de esta Patria constituyen
un factor fundamental de capital social. Podrían estar dedicados
solamente a la defensa de sus intereses particulares, pero
han asumido la defensa de los intereses generales, por encima
de los propios gremiales, desde hace muchísimo rato.
Se ejerce en Colombia por ustedes,
apreciados compatriotas afiliados a los gremios, una actividad
gremial que da ejemplo en aquello de privilegiar lo público
en contra de lo particular y gremial. Por eso nada de lo
que ustedes hacen por la Patria nos extraña, pero todo lo
admiramos y lo agradecemos.
Nos convocan esta noche a este histórico
salón del Hotel Tequendama, a rendir un homenaje a los soldados
y policías de la Patria por su tarea heroica. Nos sumamos
a ese homenaje y lo agradecemos profundamente.
Podríamos decir que faltando mucho
por hacer, se ha mejorado la seguridad. Una notable reducción
de los secuestros, no obstante que hay secuestros dolorosos
y que todavía no hemos derrotado plenamente el flagelo. Una
notable reducción del asesinato. Una notable reducción de
las masacres. Una notable reducción de todos los actos terroristas.
Años anteriores en los cuales 104
municipios en un solo año fueron destruidos. Este año no
han destruido uno solo. Podríamos decir que no hemos ganado
todavía, pero vamos ganando.
Sin embargo, esto tiene un componente:
el esfuerzo de todos los colombianos para apoyar a la Fuerza
Pública.
Y esto tiene otro componente. Al lado
de esas cifras de mejoramiento de la seguridad, están las
cifras del sacrificio de los soldados y policías de la Patria.
Solamente este año, entre soldados y policías, han sido asesinados
400, asesinados por el terrorismo. En los pabellones de sanidad
de los hospitales hay 1.700 compatriotas de la Fuerza Pública
severamente afectados, muchos lisiados por las minas antipersona
del terrorismo.
Este es un homenaje que ustedes generosamente
hacen a los soldados y policías de la Patria, por el mejoramiento
de la seguridad, que es el mejoramiento del tejido integral
de la Nación. Y es una expresión que ustedes producen esta
noche para hacerles sentir la solidaridad por ese inmenso
sacrificio, que se ha dado en el dolor de las familias de
los asesinados, en el dolor de las personas y de las familias
de los mutilados.
Los soldados y policías de la Patria
han adelantado una inmensa tarea de seguridad democrática,
que marca las diferencias con lo que fuera el recorrido en
el continente de la doctrina de la seguridad nacional. Desafíos
terroristas menos graves que el enfrentado por Colombia,
produjeron en el continente la doctrina de seguridad nacional,
que sirvió para apoyar a dictaduras. Aquí los soldados y
policías vigilan el buen suceso de la democracia.
Doctrina de la seguridad nacional
que sirvió para eliminar el disenso. Aquí, en nombre de la
seguridad democrática, los soldados y policías de la patria
cuidan la contradicción.
Doctrina de seguridad nacional que
se dio para censurar las libertades, la de prensa. Aquí los
soldados y policías de la patria, artífices de la seguridad
democrática, cuidan las libertades.
Doctrina de la seguridad nacional
que se dio para que muchos países del continente cerraran
sus puertas a la vigilancia internacional. Aquí los soldados
y policías de la patria llevan a cabo la seguridad democrática
sometidos no solamente a la vigilancia de una ciudadanía
que los acompaña, los quiere y les exige, de unos organismos
de control que tienen que cumplir con la Constitución y la
Ley, de la severa acción de la justicia, de la crítica de
quienes ejercen las libertades, sino también sometidos a
una rigurosa vigilancia internacional, producto de lo que
podríamos llamar la globalización en procura de los derechos
humanos.
Siempre escuchamos que cuando en alguno
de los países del continente se emprendía la tarea de derrotar
el terrorismo, se cerraban las fronteras, los aeropuertos,
y no se expedían visas para que acudiera la comunidad internacional
a vigilar. Aquí están abiertas las fronteras, los aeropuertos,
y no se exigen visas. El país ha estado inundado de presencia
de Ong’s internacionales que, por supuesto, no aplauden los
logros, sino que critican, muchas veces en exceso e injustamente.
Y nuestra fuerza pública, con estoicismo democrático, ha
avanzado en la tarea de restablecer el orden, expuesta a
esa rigurosa vigilancia internacional.
En la defensa de esta política, cuyos
artífices son los soldados y policías de la patria, hemos
venido agitando unas tesis: Colombia no está en guerra. Colombia
está enfrentando un desafío terrorista sin par en el continente
y en el mundo.
Fueron pocos miles los guerrilleros
que se desmovilizaron en El Salvador y menos cantidad los
que hicieron la paz en Guatemala. Estaban financiados por
Ong’s de Europa Occidental. Tan pronto perdieron la financiación,
empezaron a retroceder militarmente, observaron que era imposible
el avance con su acción terrorista e hicieron la paz. Aquí
hemos tenido 60 mil terroristas, que no dependen de la financiación
internacional sino del negocio del narcotráfico.
Cuando se dio el acuerdo de paz en
Irlanda del Norte, aquel Viernes Santo de 1998, se regaba
la noticia en el mundo de que eran apenas 118 los terroristas
peligrosos del IRA. Aquí 60 mil.
Desde 1923 hasta el proceso de paz
de 1998, el terrorismo de aquel país produjo 3.200 asesinatos.
Solamente en Medellín en su área metropolitana, en el mismo
año 98, hubo alrededor de 5 mil.
Este desafío es el más grande del
mundo. Este desafío es el que se ha enfrentado con todo el
espíritu democrático. La manera democrática de responder
a este desafío, honra a Colombia ante el mundo y honra a
cada uno de los soldados y policías de la patria, que los
hace merecedores de este sentido homenaje que le rinde el
sector privado.
Nosotros hemos dicho que es un desafío
terrorista y no una guerra. Finalmente la guerra, en medio
de su crueldad, tiene algunos elementos validadores. ¿Qué
valida este desafío para decir que es guerra? Nada.
Hagamos algún recorrido. Dijeron los
actores terroristas que buscaban profundizar la democracia
colombiana. A quienes asistíamos a la universidad pública
en los años 70, nos hacían llegar panfletos en los cuales
decían que de profundizarse nuestra democracia con la elección
de alcaldes y gobernadores, cesaría su acción armada.
Después de un debate de más de 100
años, el país aprobó la reforma constitucional que introdujo
la elección popular de alcaldes, y posteriormente en la Constitución
del 91 la elección popular de gobernadores y todos los mecanismos
de que da cuenta el derecho público moderno en materia de
democracia participativa.
¿Cómo respondió el terrorismo? El
terrorismo, que la víspera había pedido más democracia como
razón para cesar en sus actividades, el terrorismo respondió
convirtiéndose en sicario de la democracia, en asesinos de
alcaldes elegidos popularmente, en torturador de todas las
autoridades en todos los niveles, hasta lo que alcanzamos
a vivir: casi 400 alcaldes desalojados de sus municipalidades.
Trataron de justificarse en nombre
de la profundización de la democracia, y produjeron como
resultado el intento del asesinato de la democracia.
Hablaban –con las tesis marxistas
del odio de clases, con la ambición de derrotar la democracia
e instaurar la dictadura del proletariado–, de la necesidad
de construir una nación de igualdad. Y lo que hicieron fue
contribuir al éxodo de 4 millones de colombianos al extranjero
y a un desplazamiento interno de 3 millones de colombianos.
Contribuir a la desconfianza inversionista, a la fuga de
capitales, al empobrecimiento general del país. Los terroristas
que hablaron de un proyecto social, fueron los mismos que
causaron la desgracia social en nuestra Patria.
Nada los valida para reconocer que
hay una guerra. Lo que ha habido es un desafío terrorista,
que heroicamente enfrentan nuestros soldados y policías.
¿Por qué terrorismo? Cuando se han
presentado en el mundo movimientos insurgentes en contra
de dictaduras, la razón de su lucha, el objetivo de derrotar
dictaduras, en alguna forma los ha legitimado.
No obstante la crítica a sus medios,
el objetivo de defender la democracia ha traído un nivel
de legitimación. Por eso se les ha calificado de insurgentes.
¿Aquí por qué se les califica de terroristas? Porque en lugar
de buscar derrotar una dictadura, han querido implantar una
dictadura. Porque en lugar de defender una democracia, han
actuado como sicarios contra esa democracia.
Cuando se observan detenidamente las
constituciones europeas de la Posguerra, la jurisprudencia
del Common Law de los ingleses, las disposiciones constitucionales
de Alemania, de España, se encuentra que se define como terrorismo
la acción armada, el uso de la fuerza, o meramente la amenaza
de uso de fuerza por razones políticas, sociales, religiosas.
Y al preguntarles a los profesores
europeos por qué esa severidad para definir terrorismo, la
respuesta es una: porque esas democracias europeas confieren
tantas posibilidades al pluralismo, que tienen que ser igualmente
severas para evitar la acción violenta.
¿Por qué hemos dicho nosotros que
esta acción violenta es terrorismo? Por la misma razón: porque
aquí tenemos una democracia profunda, que da todas las posibilidades
y que merece que se le defienda, descalificando cualquier
acción contra ella, cualquier amenaza de acción contra ella,
señalándola como acción terrorista.
Por supuesto, esto no se opone a la
negociación. En el momento en que haya buena fe y deseo de
negociación, quien primero depone esos señalamientos es el
Gobierno para facilitar la negociación.
Cuando nosotros negamos que haya conflicto,
no es porque neguemos la gravedad de la situación social,
que el país poco a poco va superando, sino porque no podemos
darles legitimidad como actores del conflicto a los terroristas
que proceden en contra de la democracia. Solamente reconocemos
conflicto, a pesar de nuestras convicciones en contra de
ello, para facilitar procesos de paz.
Nuestra fuerza pública ha sido profundamente
generosa con la paz. Tantas veces cuántas los gobiernos han
avanzado hacia procesos de paz, la fuerza pública los ha
respetado totalmente.
Nosotros creemos que esos procesos
de paz son eficientes cuando nacen de la acción determinante
de la fuerza pública. Cuando el terrorismo siente que va
camino hacia la derrota, en ese momento acepta, así sea tarde,
que tiene que entrar en un proceso de paz serio.
Tenemos que entender los colombianos
que finalmente la causa determinante de la paz, es la acción
eficaz de la Fuerza Pública. De lo contrario, los llamados
de paz son estériles. Los terroristas los toman de acuerdo
con la lección que ellos aprendieron bien de Maquiavelo,
a través de Marx: cuando tu adversario de clase, el titular
del Estado burgués, te ofrezca un ramo de olivos, tómalo
como debilidad, conviértelo en un fusil y aprovecha esa debilidad
para derrotar ese Estado burgués.
Solamente es seria la voluntad de
paz cuando ha sido contundente la acción de la fuerza pública.
Tranquilamente, serenamente, quiero
repetir hoy ante mis compatriotas que la paz nace de los
soldados y de los policías, así la tenga que negociar el
gobierno civil.
¿Por qué entraron en el proceso de
paz los paramilitares? No por actos de liberabilidad. Porque
este Gobierno llegó con la tesis de combatir a todos los
grupos terroristas con eficacia, y advirtió que Colombia
iba a recuperar lo que nunca debió haber perdido: el monopolio
institucional para combatir la irregularidad.
Desde la hora cero de este Gobierno,
se acabó la pasividad frente a esos grupos. Primero fueron
1.700 dados de baja, y eso les fue demostrando la seriedad
de la política y les fue señalando un camino, el único que
les quedaba: el de buscar la paz para someterse a la ley.
Ese proceso no nació del discurso
ni de la liberalidad de quienes actúan contra nuestro ordenamiento
jurídico. Nació de la decisión del Gobierno, ejecutada por
la fuerza pública, de combatir por igual a todos los actores
del crimen.
Hoy hay paramilitares desmovilizados
en las calles, en el proceso de reinserción. Los responsables
de delitos atroces están en la cárcel. Los fugitivos están
siendo perseguidos con toda la determinación por la fuerza
pública.
Colombia debe decir hoy que ha dejado
de existir el paramilitarismo. Era una acción privada organizada
ilegal contra la guerrilla. Si ustedes recorren el país,
en ninguna parte de Colombia hoy hay organización distinta
a la institucional de los soldados y policías, combatiendo
la guerrilla.
Hay guerrillas y hay narcotráfico,
pero no hay grupos privados ilegales desafiando el ordenamiento
jurídico, organizados con el pretexto de combatir a la guerrilla.
EL ACUERDO HUMANITARIO
El acuerdo humanitario. El Gobierno
ha hecho todos los esfuerzos. En la campaña que nos condujo
a la elección de 2002, dijimos a los colombianos que solamente
entraríamos a negociar un canje humanitario de iniciarse
de nuevo un proceso de paz, a partir de un cese de hostilidades.
Las conversaciones con las familias
de los secuestrados, con el Secretario General de las Naciones
Unidas, con el Presidente Chirac de Francia, con la Iglesia
Católica, nos llevaron a claudicar en esa postura y a aceptar
un acuerdo humanitario desvinculado de la posibilidad de
un proceso de paz.
Hemos autorizado a todos los ciudadanos,
nacionales y extranjeros, que seriamente han pedido al Gobierno
el permiso para avanzar en una tarea de facilitación.
Hemos aceptado recomendaciones de
los delegados de los tres países de Europa. Hace casi dos
años, aceptamos una zona de encuentro en la Cordillera Central
vallecaucana. Los terroristas de las Farc inicialmente dijeron
que no habían recibido la propuesta y después la negaron.
En dos ocasiones hemos procedido con
liberaciones unilaterales. Primero liberamos de la cárcel
a 27 integrantes de las Farc, con el compromiso de no regresar
a delinquir.
Hace pocos meses (en una tarea que
señalo, porque en este Gobierno la política de paz ha sido
permanentemente coordinada de manera discreta pero franca
con el Ministerio de Defensa y con la Fuerza Pública), hace
pocos meses tomamos la decisión de liberar a 150 integrantes
de las Farc. Y a pedido el presidente Nicolas Sarkozy de
Francia, de liberar a Rodrigo Granda.
El proceso de liberarlos de la cárcel
es un proceso complejo porque necesita decisiones judiciales.
Cuando el país conoció el 28 de junio la noticia del asesinato
de los diputados vallecaucanos, todavía el Gobierno no había
concluido el proceso de indultar a los 150 guerrilleros de
las Farc. Bien pudimos suspenderlo, pero no lo hicimos. A
pesar del dolor, de la irritación por el asesinato de nuestros
diputados, continuamos el proceso.
He revisado muy cuidadosamente a lo
largo de estos días, apreciados compatriotas, si nos ha faltado
voluntad. Y se lo he dicho al Comisionado, al señor Ministro
de Defensa, a los Altos Mandos: hagamos lo que debamos hacer,
a tiempo. No dejemos que estemos ya en el final del Gobierno,
donde aparezca como oportunismo electoral un gesto. Y hemos
procurado hacer todos estos gestos. Pero para nada han valido.
Ahora, después de que el DAS entregó
a la Fiscalía las pruebas de ese irrefutable crimen cometido
por las Farc contra los diputados, hemos venido esperando
pacientemente que la Cruz Roja Internacional pueda recuperar
los cadáveres.
Hoy se dio otra autorización a la
Cruz Roja para ir, acompañada de un ciudadano, al rescate
de los cadáveres. Y el Gobierno ha insistido en que una comisión
forense internacional, coordinada por la Organización de
Estados Americanos, apoye a nuestra Fiscalía para decirle
al mundo la verdad de este asesinato.
¡Cómo miente el terrorismo! ¡Tras
ladrón, bufón! ¡Tras asesino, mentiroso!
Los asesinaron el 18 de junio, produjeron un comunicado el 23, solamente
lo publicaron el 28. Casi dos meses desde el asesinato, y no entregan
los cadáveres, tratando de consumar su mentira.
Tenemos dos elementos en los que no
podemos ceder: no podemos aceptar la zona de despeje, y no
podemos permitir que los guerrilleros que llegaren a salir
de la cárcel se reincorporen a las Farc a asesinar y a secuestrar.
¿Por qué no la zona de despeje? El
país estuvo despejado varias décadas. Sí, hubo intentos de
fortalecer la fuerza pública en la logística, pero no en
la moral. En esto sí que es importante considerar esa diferencia.
¿Para qué fortalecerla en la logística si se le debilita
en la moral?
Una Fuerza Pública sumisa de la Constitución
y del Gobierno civil, muchas veces necesita más una voluntad
política de su Gobierno civil como factor de tonificación
moral, que logística y presupuesto.
El país estuvo despejado muchas décadas.
Y ahora hemos recuperado la presencia de la Fuerza Pública
en buena parte del territorio, que no aún en todo el territorio.
En todas las regiones de Colombia nos piden más Fuerza Pública
y hay una oposición cerrada de la ciudadanía al despeje.
Desde los escritores extranjeros o
desde grupos de estudio alejados de la realidad, no es difícil
proponer una zona de despeje en Palmira, en Florida o en
Pradera, pero no se mide lo que espera una ciudadanía en
una región de estas a consecuencia de una zona de despeje.
La zona de despeje, en este momento
de la política de seguridad democrática, es simplemente entregarle
a la guerrilla un refugio para que eluda la acción de la
Fuerza Pública. Es darle a la guerrilla una posibilidad para
que se escampe y juegue en el transcurso del tiempo al agotamiento
de este Gobierno, en la esperanza que mantienen de que llegue
un Gobierno que privilegie la pérdida de tiempo con la guerrilla
para que ellos se fortalezcan, sobre la seguridad democrática.
Correrle el riesgo a la seguridad
democrática de una zona de despeje sería un inmenso daño.
Yo prefiero afrontar debates, apreciados compatriotas, que
por el facilismo frente a los debates, causarle males al
país.
Prefiero estos tres años que restan
de administración, explicar y abundar en razones de por qué
no una zona de despeje. Enfrentar el desgaste de esa negativa,
que entregar por facilismo una zona de despeje, que es un
refugio para que el terrorismo eluda la acción de los soldados
y de los policías de la Patria.
El segundo elemento: creo que no es
bueno para la moral de la Fuerza Pública, para la confianza
de los colombianos (y cuánto agradezco al General Padilla
de León cómo la Fuerza Pública ha asimilado la necesidad
de integrar la seguridad democrática, la confianza inversionista
y la política social), creo que no es bueno para la confianza
en Colombia que salgan unos guerrilleros de las cárceles
y se incorporen al secuestro y al asesinato.
¿Recuerdan ustedes a algunos liberados
en el pasado? A los pocos días aparecían en las pantallas
de televisión nuevamente en uniforme guerrillero, blandiendo
fusiles, desafiando a la ciudadanía y a nuestras instituciones.
Yo pienso en los 1.700 soldados y
policías de la patria que están en los pabellones de sanidad
de los hospitales militares y policivos. ¿Qué pensarán ellos?
Creo que su conclusión es diferente en dos casos diferentes.
Un caso es: si ven que sus sicarios
salen de la cárcel para una política de reinserción, para
no volver a delinquir. Y que salen de la cárcel para facilitar
un canje humanitario, para facilitar la liberación de los
secuestrados.
La Fuerza Pública colombiana sabe
perdonar, pero la Fuerza Pública colombiana, que perdona
el sufrimiento físico, lo que no quiere es que se le cause
más sufrimiento en su moral.
Es distinta la conclusión del soldado
herido, del policía mutilado, si ve que de la cárcel salen
unos integrantes de las Farc a reintegrarse al asesinato,
a la colocación de minas antipersona y al secuestro.
Compatriotas, pienso que tiene lógica
decir: estamos dispuestos a un canje, pero que aquellos que
salgan de la cárcel no se reintegren al delito, no se reintegren
al asesinato, no se reintegren al secuestro.
Rodrigo Granda le dijo al Comisionado
que él no aceptaba renunciar a las Farc, pero también le
dijo que él no había estado en el secuestro y en el asesinato
y que, por ende, si no había estado en eso, no volvería a
eso.
El Gobierno lo liberó, atendiendo
la petición de Presidente de Francia y en la buena fe de
que realice actividades gestoras de paz y no se reintegre
al asesinato, al secuestro. Esos son dos inamovibles.
PROCESO CON EL ELN
El Eln. Creo que hemos hecho esfuerzos.
En las primeras semanas de Gobierno, el doctor Luis Carlos
Restrepo nos preguntó al entonces Ministro del Interior y
de Justicia, el doctor Fernando Londoño Hoyos, y a mí, que
cuál sería nuestra política frente a los cabecillas del Eln
recluidos en la cárcel de Itagüí, para que usaran o no usaran
los equipos de comunicación.
Dijimos: que los usen. Que tengan
radios, teléfonos, celulares, Internet. Y si inventan algo
mejor, que también dispongan de ello. Fue una primera decisión.
Después liberamos de la cárcel a Francisco
Galán, meses antes de cumplir su condena. Levantamos la orden
de captura de Antonio García. Levantamos la orden de captura
a Pablo Beltrán. Los hemos reconocido como miembros representantes
de esa organización, para buscar la paz.
El señor Cuéllar, en la cárcel, por
ser el responsable del secuestro de Los Farallones de Cali,
ha tenido de parte del Gobierno todas las consideraciones
para que pueda acudir a las negociaciones de paz.
Gestionamos con el Gobierno de Venezuela
que Antonio García pudiera estar allí. No clandestino, sino
con la autorización del Gobierno de Venezuela, previo acuerdo
con el Gobierno de Colombia.
Pacientemente hemos avanzado en esas
conversaciones. ¿Qué exigimos? Que el proceso tenga cese
de hostilidades. Y hay ahí unas diferencias. Para nosotros
el cese de hostilidades tiene que ser verificable. Y para
que la verificación sea posible, debe haber ubicación.
Ayer decía al Consejo Nacional de
Paz que un cese de hostilidades sin ubicación se presta a
muchas confusiones. En Norte de Santander, el Eln y las Farc
son aliados en el terrorismo. En el sur de Nariño, el Eln
y las bandas criminales son aliadas en el narcotráfico. En
Arauca, el Eln y las Farc se enfrentan y ambos asesinan.
Pregunto: ¿si no se ubican cómo se
sabe quién delinque en esos departamentos? ¿Si no se ubican
cómo sabe la Fuerza Pública a quién perseguir y a quién no
perseguir? ¿Si no se ubican cómo cumple la Fuerza Pública
el deber de reciprocidad en el cese de hostilidades?
Y traía en esa discusión un ejemplo.
Cuando en el pasado se adelantaron procesos de paz, esos
grupos estaban relativamente solos en esos territorios. Las
zonas que dejó el M-19 no las estaba compartiendo con otros
grupos guerrilleros. Allá llegaron los otros a llenar el
vacío del M-19.
Las zonas que dejó el Epl no las estaba
compartiendo con otros grupos guerrilleros. Yo recuerdo Córdoba
y Urabá. Allá llegaron las Farc posteriormente, después de
la movilización del Epl. Hoy es más exigente la ubicación,
porque hoy son zonas que comparten con otros grupos delincuenciales.
Me han preguntado: ¿y cuál sería la
exigencia de la zona de ubicación? El Gobierno en amplio
en eso. Puede ser una o pueden ser varias. ¿Dónde? Se conviene
con el Eln. Puede ser en el país o se le puede pedir a la
comunidad internacional, a los gobiernos extranjeros, que
nos den hospitalidad en su territorio.
Me han preguntado: bueno, pero el
Eln va a decir, como toda fuerza que negocia, que no puede
perder su acumulado militar durante la negociación.
El Gobierno ha dicho: la identidad,
el censo de los que se ubiquen, el Gobierno renuncia a conocerlo.
Eso puede depositarse en las manos de una organización internacional,
lo que le daría plenas garantías al Eln.
Vamos a insistir en ese proceso de
paz. Cuánto mejor sería para los Altos Mandos, el Ministro
de la Defensa y el Presidente de la República ver llegada
la paz, que anochecer y amanecer en la tarea de tener que
confrontar el terrorismo.
Y hemos pedido que se les dé tratamiento
igual. Lo reitero esta noche al Congreso, hoy que el Ministro
Holguín ha presentado el nuevo proyecto para hacer los ajustes
pertinentes.
Particularmente creo que en las democracias
no debe haber delito político. Una democracia amplia como
la colombiana, no puede darle atenuantes a la acción violenta
contra las instituciones.
Acepto el delito político. No con
el criterio del Siglo XIX, cuando se le aceptaba porque se
creía que había un fin altruista: el de derrotar al tirano.
Lo acepto con el criterio práctico de que es la única manera
de poder indultar, cesar la investigación, dar el inhibitorio
en procesos de paz.
La consideración del delito político,
que niego en mis convicciones por el carácter profundo de
la democracia colombiana, es un imperativo-objetivo para
poder tramitar procesos de paz.
Lo que hemos pedido es que se les
dé el mismo tratamiento a guerrillas y a paramilitares. Creo
que no es bueno para el país darles un tratamiento diferente.
¿Acaso les puede decir uno a las víctimas de la tortura,
del secuestro, a los familiares de los asesinados, que el
delito es más grave porque lo cometió tal grupo o menos grave
porque lo ejecutó tal otro grupo?
Todas las circunstancias son igualitas.
Ayer les decía a unos integrantes del Consejo de Paz: hombre,
no tengamos sesgos ideológicos. No sigamos haciendo estas
discriminaciones.
Miren: todos secuestran. Todos están
en el narcotráfico. Todos cometen delitos atroces. Y mostramos
las evidencias. ¿Cuál es la razón para tratarlos de manera
diferente? No la vemos. Por eso nosotros insistimos que se
les debe dar el mismo tratamiento, así sea con tipos penales
que varíen en la descripción de los elementos constitutivos.
Pero el mismo tratamiento general.
ERRADICACIÓN MANUAL
Tengo confianza de que las decisiones
que se han tomado con el señor Ministro y los Altos Mandos
y que involucran de manera más creciente al Ejército y a
la Policía en la erradicación manual de droga, nos permitan
mostrar un avance sustancial en la derrota de la droga.
Cuando se negoció el Plan Colombia,
no se introdujo la erradicación manual. La introdujo este
Gobierno unilateralmente y con recursos del Estado colombiano
en 2005. Ese año erradicamos 31.200 hectáreas. El año pasado
se erradicaron 43 mil. Confiamos que este año se erradiquen
70 mil y el año entrante 100 mil.
Agradezco a la Fuerza Pública esa
nueva tarea que ha asumido, la de la erradicación manual
de droga.
SEGURIDAD CIUDADANA
Por supuesto, hay muchas preocupaciones:
la seguridad cotidiana. Si bien el robo de vehículos, en
un país en el cual ha crecido tanto el parque automotor,
ha disminuido.
Ha disminuido año tras año en estos
años de la seguridad democrática, cuando ese parque automotor
en Colombia crecía en 60 mil vehículos al año, y el año pasado
creció en más de 200 mil. Cuando este país vendía 60 mil
motos al año, y el año pasado vendió más de 360 mil. Así
todo, con ese aumento del parque, ha disminuido el hurto
de vehículos, ha disminuido el hurto de personas, ha disminuido
el hurto de residencias, ha disminuido el hurto de comercio.
Sin embargo, todavía hay ciudades donde esto no ha disminuido.
En Bogotá tenemos unas disminuciones y en otros casos no.
El Congreso nos acaba de aprobar una
nueva ley, se sancionó en el mes de junio, que avanza en
su aplicación y tiene que ayudarnos bastante en uno de los
objetivos de estos tres años de Gobierno que nos restan:
mejorar la seguridad cotidiana.
LA JUSTICIA
La justicia. El país aprobó el sistema
penal acusatorio, la reforma de los códigos. A este Gobierno
le correspondió la segunda ronda constitucional del sistema
penal acusatorio. Nos dijeron: va a haber una justicia más
expedita y menos costosa. Solamente el año pasado tuvimos
que hacer lo contrario: agregarle a la evolución del presupuesto
a la Fiscalía 80 millones de dólares más, para atender el
sistema acusatorio.
Este año se está incorporando otra
adición bien importante para el año 2008 de 80 mil millones,
para que haya 235 fiscales más y más de mil investigadores
adicionales. Estamos haciendo grandes esfuerzos en un país
todavía con muchas limitaciones.
Confiamos que estos esfuerzos nos
vayan produciendo mejores resultados en contra de la impunidad.
pero la gran garantía contra la impunidad la dan los soldados
y los policías.
En un país que tenía 35 mil casos
de asesinatos al año, no hay justicia que valga, no hay esfuerzo
que pueda superar la impunidad.
La tarea de la fuerza pública contra
el terrorismo, contra el asesinato, tiene que ayudar en que,
a medida que se reduzcan los casos, le facilite la acción
eficaz de la justicia.
SINDICATOS
El tema de los sindicatos. Esgrimen
algunos en Estados Unidos dos razones para no considerar
por ahora la ratificación del TLC en el Congreso norteamericano:
el paramilitarismo que hemos desmontado, y que aquí se asesina
a trabajadores.
Antes de este Gobierno, hubo años
en que asesinaron a 256 integrantes de organizaciones sindicales.
Desde la hora cero del Gobierno, nos propusimos darles protección
eficaz. Se fue reduciendo año tras año. En el año 2005 se
presentaron 25 casos. Quisiéramos cero, pero no se puede
demeritar la reducción. En el año 2006 se presentó un recrudecimiento,
subió a 60, porque al tradicional enfrentamiento guerrilla–paramilitares,
se sumó el enfrentamiento entre las Farc y el Eln, especialmente
en Arauca.
Este año han sido asesinados 6 sindicalistas
y 13 maestros. El Gobierno ha hecho todo el esfuerzo por
apoyar a la justicia en el esclarecimiento. Hasta ahora no
hay evidencias en la justicia que comprometan esos asesinatos
con las actividades sindicales.
Estamos avanzando en la protección.
Este año hay 6 mil colombianos con protección individual.
Eso le cuesta al Ministerio del Interior cerca de 80 mil
millones. De ellos, cerca de 1.500 son líderes sindicales.
Los esfuerzos en la justicia no son
en vano. Ya se han producido 48 sentencias de condena a más
de 80 personas, como responsables de asesinatos de sindicalistas.
Pero hay una historia que contarle
al mundo. No solamente lo que hemos hecho, lo que vamos a
hacer, sino quién los mató.
Celebro la reciente sentencia en los
Estados Unidos frente a la Drummond. Ojalá eso se le clarifique
al mundo. Porque en Colombia no han sido los empresarios
los que han asesinado a trabajadores, ni los trabajadores
los que han secuestrado a los empresarios. Ambos delitos
los ha cometido el terrorismo.
Las guerrillas marxistas, en los años
60 – 70, introdujeron la combinación de todas las formas
de lucha. El odio de clases era su método. La dictadura del
proletariado, su objetivo. La combinación de todas las formas
de lucha, su accionar. Asesinaban y penetraban el movimiento
obrero, sectores del periodismo, de la política. No había
contención, por falta de voluntad en los gobiernos.
Vino el paramilitarismo. Fue lo mismo.
Compitió en crueldad con la guerrilla y aplicó lo que la
guerrilla le había enseñado. ¿Qué ocurrió? Los paramilitares
asesinaban a trabajadores, a sindicalistas, acusándolos de
ser colaboradores de la guerrilla. Y la guerrilla asesinaba
a sindicalistas acusándolos de ser colaboradores de paramilitares.
Quisiéramos decirle al mundo que ya
no hay asesinatos de líderes sindicales. Venimos de 256,
todavía se registran casos, pero no se puede demeritar la
tendencia. Este año han asesinado a seis.
El país ha tenido una tasa de asesinatos,
cuando empezó el Gobierno, de 68 casos por cada 100 mil habitantes.
El año pasado 38.
Los afiliados de las organizaciones
sindicales son 860 mil y los maestros del Estado 350 mil.
Aquí hubo años en que asesinaron a 15 periodistas. Este año,
por fortuna, no ha sido asesinado un solo periodista. Y gracias
a los soldados y policías de la patria, los periodistas están
menos amenazados en las diferentes regiones de Colombia.
Esa amenaza contra el periodismo de
Arauca, la semana anterior, cuando fracasó el llamamiento
a paro de las Farc, esa amenaza se superó rápidamente gracias
a la acción efectiva de los soldados y de los policías.
Vamos a hacer todo el esfuerzo para
que el mundo comprenda esta tarea heroica de nuestros soldados
y de nuestros policías.
TRANSPARENCIA
El tema de la transparencia. La política
de seguridad democrática tiene dos fundamentos para hacerla
sostenible en el tiempo, como se requiere: la eficacia y
la transparencia.
La regla ha sido que la propia fuerza
pública, con el liderazgo del Ministro de Defensa, ha identificado
casos de corrupción, ha emprendido la investigación, formulado
las denuncias, y los ha publicado. La excepción ha sido que
nos hemos enterado por los medios de comunicación.
La consigna del gobierno es que nosotros
en el gobierno o en la fuerza pública, investiguemos la corrupción.
No permitamos que tenga que ser investigada por entidades
ajenas. No esperemos a que llegue el periodismo investigativo
a obtener la verdad con ganzúa. Obtengamos esa verdad nosotros
mismos, contémosle al país con incurable buena fe, reclamemos
nuestros aciertos, pero también reconozcamos nuestras dificultades.
Eso ayuda a tener un proceso permanente de mejoramiento,
de autocrítica, y eso le da más credibilidad a la fuerza
pública.
Celebro lo que hemos escuchado esta
noche del doctor Luis Carlos Villegas, porque después de
esas oportunas citas del Ministro de Defensa al final del
gobierno del presidente Eduardo Santos y de la intervención
del presidente Alberto Lleras Camargo sobre los deberes y
las características de la fuerza pública colombiana, entre
todo lo importante que nos ha dicho el doctor Luis Carlos
Villegas, nos dijo: qué temor en aquellos países donde no
se debate la corrupción. La dejan debajo del tapete. En la
única parte donde se cura es donde se fuerza a que aflore.
Y aquí hay algo bien importante: es
la misma fuerza pública la que ha venido empujando para que
aflore y se corrija.
Por eso los colombianos en este momento
debemos aplaudir los esfuerzos de la fuerza pública, de sus
comandantes, del Ministerio, del señor Ministro, para que
la Fuerza, al depurarse cada día más, merezca el apoyo del
alma, del corazón, de la razón de todos los colombianos.
Al agradecer a ustedes, compatriotas,
este homenaje, a nuestros soldados y policías, quiero agradecer
también sus generosas contribuciones para apoyarnos: el impuesto
a la seguridad democrática de 2002, y el nuevo impuesto aprobado
en la reforma tributaria del año pasado.
Cuando se pide cooperación internacional
nos preguntan: ¿y el esfuerzo colombiano? Cuando se pide
la corresponsabilidad internacional nos preguntan: ¿y el
esfuerzo colombiano?
Ahora hay un inmenso esfuerzo que
ustedes han hecho, que le sirve a la consolidación de esta
política: el imperio de la fuerza pública, en nombre de la
Constitución sobre el terrorismo. Y que le sirve al país
para exigirle corresponsabilidad y cooperación a la comunidad
internacional.
Cuando transita un bus por una carretera,
y hay soldados a la vera del camino, mientras los soldados
están bajo el calcinante sol del Magdalena, los pasajeros
de ese bus están tranquilos. Cuando transita una familia
por una carretera, y hay policías a la vera del camino, con
fatiga, los niños asoman sus cabezas por las ventanas del
vehículo de familia, agitan la bandera de Colombia y saludan
a los policías.
Hoy millones de colombianos quieren
invertir en Ecopetrol, porque hay confianza en el país, porque
hay unos soldados y unos policías de Colombia cuidando la
explotación minero-energética más eficazmente.
Hoy se están construyendo 5 mil habitaciones
hoteleras en Colombia, por el trabajo abnegado de los soldados
y policías de la patria.
Hoy, de cada 100 pesos que se producen
en Colombia, se invierten 26, porque hay confianza en los
soldados y policías de la patria.
Este homenaje de ustedes, apreciados
compatriotas, que lo agradecemos profundamente, a nuestros
soldados y policías, es el preludio.
Señores Generales: el esfuerzo de
ustedes, de los soldados y policías de Colombia, es la garantía
de la felicidad de las nuevas generaciones de compatriotas.
Muchas gracias”.
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