Medellín, 13 dic (SP). “Acudo esta noche a integrarme con ustedes en la celebración de los 180 años del nacimiento de la Facultad, con inmenso respeto, con afecto y también con orgullo por esta alma máter y esta escuela, su hija mayor.
Hemos escuchado unas magníficas intervenciones. El ensayo de nuestra decana muestra la solidez de la dirección que ella hace de la Facultad de Derecho.
Nos repasó por algunas de las principales contradicciones que se han vivido en estos 180 años: la lucha entre la nación que quería ser federal y la nación que quería tener una organización centralizada; la lucha entre el confesionalismo y la libertad de cátedra; la lucha entre el derecho natural o el derecho positivo o legislado; la nueva que se perfila entre los tratados internacionales, aquellos que quieren superar el concepto de Estado – Nación y los valores que cada nación quiere defender en el cerco de su autonomía.
Hemos escuchado, de parte del Rector de la Universidad, un recuento de aportes muy importantes de la facultad. Ha mencionado algunos de los más brillantes egresados. Emociona el recuerdo de Marcelino Vélez, de Bertha Zapata Casas, de Fernando Vélez.
Hay que recordar también esta noche a Rafael Uribe Uribe, a Francisco de Paula Pérez. De esta universidad es hijo (Tomás) Carrasquilla, también Gilberto Alzate, Gerardo Molina. Se mencionó la vinculación de Carlos E. Restrepo, del Gobernador (Pedro Justo) Berrío, aquel que trajo la revolución educativa a Antioquia.
Aquella revolución educativa que a finales del siglo XIX permitió que el 80 por ciento de la población obrera de Medellín tuviera algún nivel de preparación, mientras en el resto del país apenas lo tenía el 20 por ciento.
La universidad de Diego Luis Córdoba, de (Francisco) Rodríguez Moya. Horacio Montoya Gil, uno de los homenajeados esta noche. Muchos de los aquí presentes, fuimos sus alumnos en sus sesiones, lo conocimos, admiramos su carrera, lloramos el día de su sacrificio. De Miguel Moreno Jaramillo.
Vinculados a esta universidad, Jaime Duque Pérez, Jesús María Yepes, José Manuel Mora Vásquez, Francisco Luis Jiménez, Hernán Toro Agudelo, Hernando Agudelo Villa, Luis Fernando Vélez Vélez, a quien también se rinde homenaje esta noche, vinculado a él por un cercano parentesco, por una amistad de la cual aprendí mucho, mi profesor, el profesor de muchos de nosotros.
Recuerdo el seminario de interpretación de normas jurídicas. Lo han descrito bellamente, en su exacta realidad, la decana y el rector. De Jesús María Valle Jaramillo, luchador de todas las horas.
Hijos de esta universidad muchos de los aquí presentes. Ese antioqueño trabajador de todas las horas, Jaime Tobón Villegas. El jurista, profesor, historiador, adalid de los Derechos Humanos, el doctor Álvaro Tirado Mejía. El doctor Carlos Gaviria Díaz líder muy importante de la política nacional, en fin.
Ciento ochenta años estando en el primer nivel de la vida nacional. Un rango de 180 años que podría estar entre dos límites: la transición de la espada que dio el ímpetu de la independencia, a la ley y a la jurisprudencia que trajeron la seguridad de la libertad, y hoy la búsqueda de la post modernidad.
Muchos de los aquí presentes, tenemos cruzados recuerdos. Cuando a mí me preguntan: ¿cuál es su mejor recuerdo de la Universidad de Antioquia, de la Facultad de Derecho? Yo digo: la lucha, la lucha de todos los días, nada fácil.
Todo exigía mucho, una época difícil, de gran agitación, de reflexiones bien importantes que hoy las hacemos muchos años después. Rigor en la cátedras, agitación en el Camilo Torres, piedra en la calle, una extraña combinación, todo importante, está para que lo juzguen.
Se había salido de un condicionalismo y se quería llegar a otro. Recuerdo que algún profesor de teoría del conocimiento dijo: “Hasta hoy San Agustín, Platón, Aristóteles, Santo Tomás. A partir de hoy (Nicos) Poulantzas, Mao Tse-tung, (Georg) Hegel, (Friedrich) Engels, (Karl) Marx. ¿Por qué? Porque vamos a abandonar el confesionalismo y lo vamos a sustituir por la dialéctica”. Pero también paralizaban la dialéctica, porque la volvían confesional.
Pudimos ver todos los modelos posibles de Estado, no nos los enseñaban como posibilidades, sino que cada uno de nuestros profesores nos los infundía como la única opción. Desde la dictadura del proletariado hasta el Estado de derecho, nos hacían pensar que nunca caería el muro de Berlín, que nunca se disolvería la Unión Soviética, que el mundo había terminado el proceso dialéctico con Mao Tse-tung y que todo se estancaba allí.
Teníamos que escoger entre la revolución soviética de Lenin y Stalin, o la de Castro en Cuba, o la de Ho Chi Minh en Vietnam, o la de Mao Tse-tung en China, no se anticipaba Deng Xiaoping, y no había opción diferente.
Pero también aparecía en la puerta contigua, una hora después, en otra cátedra, las enseñanzas más rigurosas del Estado de Derecho, el Estado donde el gobernante no puede hacer nada distinto a dar ejemplo de cumplimiento de la ley. La ley no es fruto de su capricho, la ley heterónoma. El Estado de la Constitución, el Estado de la división del poder en ramas para evitar los abusos, de los pesos y de los contrapesos, el Estado de los controles de opinión, de los controles administrativos, fiscales, penales, políticos y fundamentalmente del control de opinión.
Cuando pienso en el Estado Comunitario, regreso a las aulas de la Universidad de Antioquia, para recordar que también se nos enseñaba que en la evolución del Estado en el mundo, lo que fundamentalmente distingue al Estado de Derecho es el alto grado de participación de opinión.
Es difícil, cuando yo hablo con los muchachos hoy. Creo que mi generación se siente muy orgullosa, porque en la lucha tuvimos un menú de opciones para estudiar, extraordinario.
Por lo menos nos indujeron a todo. Qué cosa tan importante.
¿Dónde aprendimos más? ¿En el rigor de la cátedra o en la agitación del Camilo Torres, o en las discusiones airadas de las cafeterías? ¿Dónde aprendimos más? Aquellos que querían mantener la universidad en paro, esperando que al año siguiente triunfara la revolución y se abriera la universidad con un nuevo modelo de Estado, de sociedad, que en un año se haría el tránsito del capitalismo feudalista al socialismo y estarían ya cerquita las sociedades comunistas, o aprendimos más también en el ejercicio de la contradicción desde la minoría.
Años bien importantes, años de lucha, años formadores.
De pronto cuando alguno de los compatriotas critican el temperamento, los estados de ánimo, el vigor para aplicarse algunas causas, yo me digo por dentro: “no saben aquellas cañadas donde nacimos y aquella universidad donde nos formamos”.
Venimos hoy, Señora Decana, a expresar nuestro reconocimiento de gratitud a esta Facultad de Derecho. Nuestro reconocimiento a esta Alma Máter que nos formó. Al decir Unamuno: “el fuego que derrite la manteca es el que templa el acero”. Esta Alma Máter de lucha, esta Alma Máter que en cada uno de sus egresados templa el acero.
Esta Alma Máter que a unos les ha iluminado unas ideas, a otro otras. Algunos se han formado en esta facultad para ejercer como excelentes magistrados, otros como consultores, otros para tomar el camino de la investigación, otros para participar en la vida pública, para participar en el Gobierno.
A mí particularmente me enseñó esta Facultad, que todo hay que estarlo cuestionando, que el nivel de ciencia apenas es relativo, que todo avance es un poquito mas de relatividad, y que a cualquier grado de avance no se llega sino en medio de la contradicción.
Que hay que hacerla entre una tesis otra tesis, entre un sujeto otro sujeto, o como nos lo enseñó la universidad: cada uno de nosotros haciendo el ejercicio de la autocrítica, para repasar la bondad de las tesis que se practicaron ayer.
La universidad nos ha inspirado muchas cosas. Yo, por ejemplo, veo que América Latina tiene una gran equivocación al querer dividir a sus países entre países de izquierda y derecha. Era válida esa división cuando se traían ideas de izquierda de los pensadores europeos, para apoyar las luchas contra la dictadura. Ahora que todo el mundo, al menos de manera declarativa, está sometido al imperio de la democracia, esa lucha parece obsoleta, esa lucha crea tensiones difíciles de superar, esa lucha es impráctica.
Pensando en la universidad, creemos que hay que buscar una democracia moderna alrededor de cinco elementos: de la seguridad para todos los ciudadanos, democrática, entendida como valor democrático y como fuente de recursos; una democracia de libertades, una democracia de cohesión social, una democracia de transparencia como factor de confianza, una democracia de respeto a las diferentes instituciones que conforman el Estado, a su independencia y a su obligación de ser armónicas, entre todas en función de los fines superiores de la sociedad y del Estado.
Y ahí confluyen elementos de una y otra cantera.
La seguridad, que era criticada por las izquierdas, finalmente tuvo que ser entendida por las izquierdas como un camino, sin el cual no podían erigirse como alternativa de Gobierno.
Las libertades, que algunos señalaban simplemente como una categoría burguesa de superestructura, finalmente fueron entendidas también como un factor sin el cual no hay la posibilidad de agitar los cambios que se requieren en infraestructura.
La cohesión social, que parecía tener su origen en la izquierda, finalmente tienen que aceptarla todas las canteras del pensamiento, porque de lo contrario no se logra estabilidad, no se logra legitimidad en la democracia, y así sucesivamente.
Pensamos que hay que trabajar tres objetivos en esta Patria: consolidar la seguridad con alcance democrático.
Recuerdo aquella mañana, cuando acudía en bicicleta a la primera clase de la facultad. Y encontré algunos de mis compañeros, revolucionarios. Yo creo que era y sigo siendo contra. Los encontré con un radiecito, muy angustiados, pero teníamos una gran camaradería. Y les pregunté: ¿qué pasa? Y me dijeron: “Un golpe de Estado sobre el Presidente (Salvador) Allende en Chile”. Se suspendió la cátedra, nos quedamos todos oyendo qué pasaba, hasta las últimas palabras que pronunció el Presidente Allende, antes de que se interrumpieran las grabaciones y todo terminara en la fatalidad que aquel día vivimos.
Un episodio de los tantos que se dieron en América Latina, que pusieron de presente la doctrina de la seguridad nacional, que soportaba o engendraba dictaduras, que suprimía los derechos humanos, que cerraba los países para impedir la vigilancia internacional, que expatriaba el disenso
Nuestra seguridad es democrática –la que queremos consolidar es democrática- para liberar la democracia colombiana de un factor que quiso maniatarla, el terrorismo.
Nuestra seguridad es democrática para que prospere el pluralismo, para que impere el respeto al disenso, para que el equilibrio de fuerzas ayude, exija que también se busquen algunos grados relativos de consenso.
La confianza inversionista, la cohesión social. Esos tres objetivos de Gobierno, en mi concepto, son inseparables.
El discurso político generalmente ha agitado la cohesión social, ha ignorado la seguridad y ha ignorado la confianza inversionista. Y muchas veces por ignorar esos dos presupuestos, seguridad y confianza, que se convierten en concausas de la cohesión social, por ignorarlos, el discurso social ha producido, después de ilusiones electorales, fracasos colectivos.
Nosotros trabajamos esos tres objetivos de Gobierno, en la creencia también de que América Latina se ha equivocado, cuando ha pensado que solo importa la prosperidad económica, o cuando ha pensado que solo importa la prosperidad social.
Las equivocaciones, en un momento y en otro, nos hacen pensar que hay que llevar la prosperidad social de la mano de la prosperidad económica.
Creemos que esos tres objetivos nos pueden ir mostrando más claramente el camino para esa democracia moderna, de los cinco valores a los cuales tuve oportunidad de hacer referencia.
Nos inspira mucho el ánimo de lucha con que la Universidad nos impactó en aquello años. Además, ese ánimo de lucha nos crea todos los días energía de afecto por Colombia, de afecto por Antioquia.
Quiero felicitar a la Universidad por estos esfuerzos, a la Facultad. Me sorprende gratamente cómo han logrado eliminar la deserción en la Facultad de Derecho, no obstante que en el Programa de Ciencias Políticas todavía se mantiene elevada. Pero yo creo que es uno de los niveles más bajos de deserción en toda Colombia.
Quiero felicitar por el esfuerzo de la regionalización, quiero felicitar por el esfuerzo de la acreditación de alta calidad de sus programas. Enorgullece a la universidad pública, a nuestra Alma Máter, a la Facultad. Por la circunstancia de tener un número tan alto de profesores, que hoy están haciendo estudio de doctorado. Y por las proyecciones, por las proyecciones para trabajar en el presente y en el futuro en muy diversas, y también, interrelacionadas áreas.
Por las proyecciones para mirar cuidadosamente, dentro de las fronteras de la Patria, y por fuera de las fronteras de la Patria; de las proyecciones para formar nuevas generaciones de egresados de la facultad, con una capacidad de representar bien los intereses colombianos en la integración de le economía colombiana con la economía mundial, buscando exclusivamente bienestar para nuestros compatriotas.
Esto muestra evolución, esto muestra que no hay congelación, esto muestra bríos, esto muestra ganas de salir adelante.
Lo único que deploro de esta celebración, muy apreciada y admirada Decana, es que no hubiera sido en un debate en el Teatro Camilo Torres, o al menos en el Auditorio del tercer piso.
Muchas felicitaciones. Y nos sentimos muy orgullosos de la facultad”. |