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Noviembre 13

Palabras del Presidente Uribe en la conmemoración del aniversario 116 de la Policía Nacional

Bogotá, 13 nov (SP). “Acudimos esta mañana de nuevo a este campo de la Escuela General Santander para asistir a la graduación del curso de subtenientes que lleva el nombre del ex presidente Alfonso López Michelsen.

Quiero agradecer inmensamente a doña Cecilia Caballero de López Michelsen, ex primera Dama de la Nación, esposa del presidente Alfonso López, su presencia esta mañana en este campo de parada para entregar la bandera de la Patria a esta promoción.

Queremos hacer llegar a usted, doña Cecilia, nuestro saludo y nuestro afecto. Y recordar hoy, al graduar esta promoción, que el ex presidente López, recién fallecido, en su Gobierno dio un gran impulso a la profesionalización en la Policía y dio un gran impulso a lo que hoy es creciente participación de las mujeres en la Policía y en las Fuerzas Militares de Colombia.

Se había tenido el antecedente del general Rojas Pinilla. Con ese antecedente, el ex presidente López dio fuerza a la participación de las mujeres en la Policía Nacional.

Muchas gracias doña Cecilia por su presencia esta mañana.

Quiero felicitar, en nombre del Gobierno, de los altos mandos y de los compatriotas todos, a este grupo de hombres y mujeres que hoy ascienden a subtenientes de la Patria. Decirles que nos sentimos muy contentos por este esfuerzo que ellos han hecho, por la circunstancia de una juventud que da ejemplo, que han seleccionado el camino del rigor, el camino de la disciplina, el camino del amor a la Patria, para incorporarse en la oficialidad de la Policía Nacional y contribuir a rescatar la paz que es el presupuesto de la felicidad de las nuevas generaciones de colombianos.

Quiero felicitar a quienes han sido condecorados en el día de hoy. Al señor general Rafael Parra Garzón, al señor general Guillermo Aranda Leal, al señor general Orlando Páez Barón y al señor general Marco Antonio Pedreros Rivera. A ellos, a sus familias, toda nuestra felicitación.

Al agente Gonzalo de Jesús Bejarano, condecorado con la Medalla de Servicios categoría A 30 años, y a los patrulleros condecorados con la Medalla al Valor Robinsón Alexander Tabares y Carlos Andrés Erazo Benítez.

Quiero agradecer inmensamente la presencia de los comandantes y de los delegados de Policía de tantos países hermanos, que enaltecen esta ceremonia y acuden hoy en gesto de afecto, en gesto de confianza, en gesto de amistad con Colombia. A todos estos ilustres visitantes que representan la Policía de tantos países hermanos, los recibimos con un gran aplauso.

Visitan, ustedes, distinguidos delegados de las Policías de los países hermanos, a Colombia en un momento importante, en un momento en que aquí trabajamos por un Estado comunitario, por una democracia moderna, por un país en el cual se genere confianza para vivir en él, para trabajar en él, para desarrollar la vida en la plenitud de su existencia. Un Estado con creciente participación de la comunidad; más participación de la comunidad para tomar decisiones; más participación de la comunidad para ejecutar decisiones; más participación de la comunidad para opinar sobre el rumbo de la vida nacional; más participación de la comunidad para garantizar transparencia.

Una Nación que hoy trabaja cinco elementos que consideramos fundamentales para una democracia moderna: La recuperación de la seguridad con alcance democrático, el respeto plenamente a las libertades públicas. Visitan un país sin restricción de libertades, un país sin cercos a las libertades, un país sin alambradas a las libertades; visitan una país en el cual trabajamos intensamente por construir cohesión social, un país donde se polemiza, donde hay contradicción que respeta la estructura de un Estado formado por instituciones independientes, a las cuales la Constitución les exige la colaboración armónica para cumplir los fines superiores de la sociedad; un país que hace de la participación ciudadana el gran camino de la transparencia y de la transparencia, el gran factor de construcción de confianza.

Un país abierto a la inversión privada, que exige a ella responsabilidad social; un país que no cae en las tentaciones del estatismo; un país que entiende que el Estado es fundamental para poder garantizar el bienestar del pueblo, pero que el Estado no puede evitar el camino necesario de la inversión privada, del emprendimiento privado. Tema muy importante de recordar hoy, cuando en otras partes del mundo avanza de nuevo el estatismo que asfixia y finalmente excluye el emprendimiento privado. Recordarlo desde una Nación que da plena confianza a la inversión privada, que exige responsabilidad social. Donde hay un Estado para garantizar los derechos fundamentales, los derechos sociales de la comunidad, pero no un Estado para asfixiar la iniciativa privada.

Muy distinguidos visitantes, nosotros entendemos la responsabilidad social de la empresa privada expresada en tres áreas: primero, en la transparencia, en las relaciones entre los inversionistas y el Estado; transparencia en los contratos, transparencias en las concesiones, transparencia para resolver las disputas.

Segundo: una responsabilidad social puesta de manifiesto en la solidaridad que deben tener todas las inversiones con la comunidad, especialmente en materia de protección del medio ambiente.

Y tercero: una responsabilidad social que tiene su expresión bien importante en las relaciones laborales; relaciones laborales que no pueden ser de capitalismo salvaje; relaciones laborales que no pueden ser de odio de clases que tanto daño ha hecho en América Latina; relaciones laborales que tienen que ser de fraternidad cristiana.

Esta país, apreciados visitantes, con el Gobierno democrático que hoy lo rige, busca tres objetivos: consolidar la seguridad democrática, consolidar la confianza inversionista y cumplir las metas sociales, superar la pobreza, avanzar por una camino de construcción de equidad.

Estos tres elementos van de la mano. Sin seguridad democrática no afluyen los recursos que se requieren para que haya esa prosperidad económica que tiene que estar acompañando y nutriendo la prosperidad social.

Esa seguridad democrática determina confianza inversionista y, a su vez, acompaña esa confianza inversionista, para que entre ambas puedan producir los recursos que le permitan al país superar pobreza, construir equidad, ese gran desafío de la cohesión social.

Nuestra seguridad es democrática, por razones históricas y de nuestras propias convicciones. Por razones históricas, para que este proyecto de seguridad de Colombia tenga todo el alinderamiento con lo que fueron los proyectos de las doctrinas de seguridad nacional que recorrieron el continente, fundaron y soportaron dictaduras, utilizaron la seguridad como una excusa para maltratar los derechos humanos, para anular el pluralismo para expatriar el disenso, para cercenar las libertades y para marchitar la libre expresión de las ideas.

La seguridad nuestra es democrática para proteger a todos los colombianos, independientemente de su estatus económico o de su visión política; para proteger por igual al líder empresarial, al líder sindical, al campesino, al empresario agrícola, al vocero político que comparte las tesis de Gobierno, a aquel político de oposición que discrepa de las tesis de Gobierno.

Estos son puntos fundamentales de un proyecto de seguridad propuesto a finales de los años 90, adoptado por el país a mediados del 2002 y que ya tiene 5 largos años de ejercicio y que ya puede mostrar que ha existido congruencia entre los predicado y lo practicado.

A medida que este proyecto de seguridad avanza en la lucha contra el terrorismo, los colombianos se sienten más libres; los colombianos van perdiendo temores; los colombianos van recuperando fe, van recuperando confianza en Colombia.

Falta mucho, distinguidos visitantes. Vamos a ganar esta batalla, la estamos ganando, pero todavía no la hemos ganado. Lo que sí hemos ganado es una determinación, con toda la solidez, para garantizar que se recorra el camino necesario para poder ganar esta batalla.

Hay un descenso sustancial del homicidio, un descenso sustancial del secuestro, descensos muy importantes en masacres, en otros delitos. Luchamos por la derrota final del terrorismo y también para poder superar índices preocupantes en los delitos que afectan la tranquilidad cotidiana de los ciudadanos, en los campos y en las ciudades.

¿Por qué llamamos a los alzados en armas terroristas? Los llamamos ‘terroristas’ a ellos, distinguidos visitantes, por varias razones. En América Latina se dio el calificativo, que en alguna forma ennoblece la subversión, de insurgentes, a aquellas organizaciones al margen de la ley que combatían dictaduras. Aquí, quienes están al margen de la ley no combaten la opresión, maltratan la democracia. Por eso son terroristas.

Eh ahí una gran diferencia entre los alzados en armas en Colombia, terroristas, y los insurgentes de otras latitudes. Son terroristas, porque cuando miramos las legislaciones europeas, allí, especialmente después de la consolidación democrática que sucedió a la Segunda Guerra Mundial, se denomina ‘terrorista’ a aquel que, por intermedio de la violencia, actúa o amenaza, por razones políticas, ideológicas.

De allí porqué los llaman ‘terroristas’. Porque es una manera de defender una democracia amplia en pluralismo. La misma razón que aquí tenemos. Si allá se castiga con la denominación de ‘terroristas’ a aquellos que intenten usar la fuerza para agredir el Estado, con cuánta razón aquí, donde tenemos una democracia pluralista, que ha pasado por todas las pruebas. Más que tener el derecho, tenemos la obligación de señalar como terroristas a aquellos que acuden a la vía armada contra esta democracia.

En otras latitudes se hizo la paz cuando los grupos insurgentes llegaron a un punto donde no había posibilidad de avance militar y, además, perdieron los recursos que les llegaban, por ejemplo, en El Salvador, que les llegaban a través de ONG de Europa Occidental.

Aquí hemos avanzado mucho en nuestra tarea militar y policiva. Llegará un momento en que estos grupos harán la paz, no porque amen la paz, sino porque la acción de nuestra Fuerza Pública los obligará a ver la paz como una necesidad.

Pero, tienen una diferencia con los grupos de otras latitudes. Allá vivían especialmente de donaciones que recibían de otros países; aquí viven del negocio del narcotráfico. El negocio que ha hecho que este país derrame tanta sangre, el negocio criminal que ha llevado a miles de colombianos prematuramente a la tumba, el negocio criminal que ha destruido tantas familias de Colombia, el negocio criminal que ha afectado el buen nombre de Colombia en la comunidad internacional y que ha afectado posibilidades, a muchos colombianos, también en la comunidad internacional.

Quienes se sustentan de ese negocio criminal, el único calificativo que merecen es el calificativo de terroristas.

Estos grupos nacieron aquí como herencia de una violencia partidista que adoptó después las reglas insurgentes de las revoluciones marxistas leninistas y maoístas. Tarde que temprano fueron emigrando hacia el narcotráfico. Empezaron en una actitud meramente ideológica y han culminado en una actividad puramente terrorista, mercenaria y de narcotráfico. Aspecto de mutación que tiene que observar muy cuidadosamente la comunidad internacional.

Estos grupos agitaron banderas sociales y políticas. En nombre de las banderas sociales que agitaron y de la tarea terrorista que emprendieron, su resultado fue catastrófico. En pocos años contribuyeron a que este país alcanzara niveles de desempleo del 20 por ciento, niveles de desempleo de jefes de hogar del 10 por ciento, niveles de pobreza del 60 por ciento.

Produjeron un desplazamiento de más de 4 millones de colombianos al extranjero y al interior del país. Produjeron una estampida de recursos, evitaron la llegada de inversiones extranjeras, les negaron oportunidades a los colombianos y en nombre de las banderas políticas que enarbolaban se convirtieron en verdugos de la democracia.

Cuando yo era estudiante universitario, el grupo terrorista de las Farc hacía llegar a los claustros y a las cafeterías universitarias mensajes advirtiendo que si Colombia adoptaba la elección popular de alcaldes y de gobernadores, ellos harían la paz.

Tras un largo debate, de más de cien años, el país hizo la enmienda constitucional que introdujo la elección popular de alcaldes, en 1988, en la administración del presidente Belisario Betancurt, con un acto legislativo propuesto por el entonces senador, posterior víctima del terrorismo, el doctor Álvaro Gómez Hurtado.

Más tarde, en la Constitución de 1991, del gobierno del presidente César Gaviria, se introdujo la elección popular de gobernadores, acompañada de mecanismos muy importantes de ampliación democrática, de participación directa de ciudadanos en decisiones del Estado.

¿Cuál fue la reacción de los terroristas, que la víspera habían reclamado esas reformas? Atentar contra esas reformas, convertirse en sicarios de alcaldes y gobernadores, convertirse en sicarios de candidatos.

La guerrilla terrorista, y su capacidad de ascender sin que el Estado la golpeara con fuerza y a tiempo, produjo la reacción paramilitar que entró a competir en crueldad, a hacer lo mismo que hacía la guerrilla.

Distinguidos visitantes, ustedes encuentran un país que ha venido debilitando el narcotráfico, como lo aseveró aquí la semana pasada el Zar Antidrogas de los Estados Unidos y la señora Directora de la Agencia Antidrogas de ese país, en una encuesta sobre 37 ciudades, sostenida ininterrumpidamente en los últimos 10 meses, se encuentra que a consecuencia de la disminución de la oferta de cocaína, el precio en las calles de los Estados Unidos ha crecido un 44 por ciento, la pureza ha disminuido sustancialmente y también los exámenes positivos en personas, presuntamente consumidoras de coca, también han disminuido sustancialmente.

Encuentran ustedes aquí una gran batalla contra el narcotráfico, que se da en la extradición, en la confiscación de bienes, como no lo hace ningún país del mundo; que se da en la fumigación; que se da en la erradicación manual.

Fue el gobierno de Colombia, autónomamente, que en 2005 introdujo la erradicación manual. Este es el tercer año consecutivo en esa tarea. Primero, en 2005, se erradicaron 32 mil hectáreas. El año pasado, entre coca y amapola, 43 mil. Este año superamos ya el límite inicial de 50 mil y vamos en 53 mil.

El Ministro de Defensa y los altos mandos han fijado la ambiciosa meta de 100 mil hectáreas para ser manualmente erradicadas en el año 2008.

Un país que además está haciendo inmensos esfuerzos para darles alternativas a los campesinos cocaleros. Ya tenemos más de 56 mil familias que son Familias Guardabosques; familias que reciben un subsidio del Estado, cuyas obligaciones han sido retirarse del cultivo de drogas ilícitas, cuidar un área determinada para que esté libre de drogas ilícitas, cuidar la recuperación del bosque. Eso se ha convertido en un programa ejemplar, financiado por nuestro Gobierno, y que tiene la monitoría de las Naciones Unidas.

Un programa que nos permite vincular claramente la lucha contra las drogas como una actividad necesaria en la lucha contra el calentamiento global. Este es un país que preserva, para bien de la humanidad, más del 51 por ciento del territorio en selva. Y la gran amenaza de esa selva es el narcotráfico que destruye la selva, se produce erosión de suelos, se produce afectación de ríos, se siembra coca; viene el procesamiento de la coca, la utilización de los precursores químicos y se agrava más el fenómeno de erosión de suelo y con el fenómeno de escorrentía, viene la contaminación y viene el asesinato de la flora y de la fauna acuática en nuestros ríos.

Eh ahí la importancia de la lucha antidrogas y de la tarea alternativa tan importante de la promoción de Familias Guardabosques, que creemos que es un gran instrumento para preservar toda la selva amazónica.

Encuentran un país que ha debilitado las guerrillas y que tiene la determinación de acabarlas, como hay que acabar con todas las formas de terrorismo.

Un país que ha desmantelado el paramilitarismo. Hace 5 años el país presenciaba dos imperios criminales: el uno desde el Caguán, con la arrogancia de ‘Manuel Marulanda’, Jorge Briceño y compañía, y el otro desde muchos sitios de la Patria, con la arrogancia del dinero y el poderío criminal del paramilitarismo.

Era muy difícil anticipar que 5 años después la guerrilla estuviera debilitada, sus jefes en el cobarde escondite, buscando engañar a la comunidad internacional para encontrar salidas, y el paramilitarismo, desmantelado.

Y esto se ha venido logrando por una sola razón: el heroísmo de los solados y policías de Colombia. El heroísmo de miles de soldados y miles de policías, sacrificados en sus vidas, para el dolor de sus familias, por el bien de la Patria.

El sacrificio de aquellos integrantes de la Policía, como los condecorados en el día de hoy, el patrullero Robinson Alexander Tabares y el patrullero Carlos Andrés Benítez, no han medido riesgo. Y por eso los estragos en su fisonomía para enfrentar a los terroristas.

¿Por qué digo que hemos desmantelado el paramilitarismo? La palabra paramilitar se utiliza en Colombia para denominar las organizaciones privadas criminales cuyo objetivo era combatir a la guerrilla. Hoy hay en Colombia guerrillas y bandas de narcotráfico, juntas, en alianza, o separadamente, en coincidencia de actividad criminal, pero ya no hay bandas privadas de crimen organizadas para combatir otros criminales. Por eso no hay paramilitarismo.

Hoy en Colombia hemos recuperado el monopolio que nunca debimos perder: el monopolio de que exclusivamente sea el Estado, con la Constitución en la mano, el que combata las organizaciones criminales de toda pelambre.

Para lograr esto, además del heroísmo de los soldados y policías de la Patria, ha habido un permanente acompañamiento popular. El pueblo colombiano, con entusiasmo y de manera resuelta, ha apoyado la tarea heroica de los soldados y policías, como lo pone en evidencia la concurrencia, esta mañana, a esta escuela General Santander, que recibe a tantos compatriotas civiles: papás, mamás, hermanos de los subtenientes que hoy graduamos. Compatriotas que vienen con la angustia de entregar a sus hijos a este servicio de la Patria, pero con un amor superior por Colombia. Eso ha sido la garantía del éxito de nuestra Fuerza Pública y es la garantía de que ya, en más corto tiempo, podremos ver una Nación que habrá superado totalmente el terrorismo.

Estos hechos se evidencian en los procesos electorales. A Colombia se le acusa del exterminio de un partido político: la Unión Patriótica. Era un partido de oposición. Cometió el error de combinar las formas de lucha. Mientras algunos militantes estaban en la acción política, otros militantes estaban en confabulación con la guerrilla. Y el Estado faltó al deber de proporcionar seguridad efectiva. Esos dos errores no se pueden repetir.

Nuestra seguridad democrática les da seguridad efectiva a todos los voceros de la política, pero exigimos que no haya combinación de formas de lucha, que no se le haga el juego a la pretensión guerrillera de continuar en el terrorismo y, al mismo tiempo, estimular acciones políticas. Estas actividades no son mezclables: o se está en la lucha democrática o se está en el terrorismo.

Pero Colombia ha conocido, ha sufrido la dañina consecuencia de mezclar las formas de lucha. Eso es lo que produjo el asesinato en nuestro país de tantos líderes obreros, tema que hoy nos causa dificultades con la comunidad internacional, que hoy se esgrime como uno de los obstáculos para aprobar el TLC con los Estados Unidos, no obstante que es el Gobierno que les ha devuelto la protección a los líderes trabajadores, como es el Gobierno que le ha garantizado la efectiva protección a la oposición.

Las guerrillas marxistas de los años 60 y 70, en nombre de la combinación de las formas de lucha, asesinaban y penetraban el movimiento obrero; asesinaban y penetraban sectores del periodismo, sectores de la política; crecían en su capacidad criminal.

Después vino la reacción criminal del paramilitarismo a hacer lo mismo, a competir en crueldad con la guerrilla. Y los paramilitares asesinaban a un líder los trabajadores, acusándolo de ser colaborador de la guerrilla. Y las guerrillas, en venganza, asesinaban a otro líder de los trabajadores, acusándolo de ser cómplice del paramilitarismo.

Por eso no se puede permitir en Colombia que resurja la combinación de las formas de lucha. La combinación de las formas de lucha produjo la destrucción del Palacio de Justicia. El M-19, en esa época, le coqueteaba a la política; la justicia no reveló sus cómplices en la política, hacía alianzas prohibidas, pitandas con el narcotráfico, quemaba el Palacio de Justicia, se producía el asesinato de los magistrados.

Los daños de la combinación de las formas de lucha son incontables. La penetración del paramilitarismo en la política ha causado todos los daños que se han venido descubriendo en esta administración de la seguridad democrática y de la Ley de Justicia y Paz.

Este Gobierno, con la seguridad democrática, les ha devuelto las garantías efectivas a todos los voceros de la política. Lo demuestran las últimas elecciones.

No obstante que todavía, de los 17 mil candidatos fueron asesinados 20, 18 de ellos amigos de las tesis del Gobierno, 12 de esos asesinatos probados ya, cometidos por las Farc, no obstante que eso ocurrió, de todas maneras el país ha recuperado su tranquilidad democrática, gracias a la lucha de los soldados y policías de la Patria contra el terrorismo.

Acudimos a estas elecciones, todavía con capacidad criminal de las guerrillas, pero con un paramilitarismo en la cárcel.

Nuestra política de seguridad ha provocado la desmovilización de más de 46 mil integrantes de los grupos terroristas.

Distinguidos visitantes, los integrantes de los grupos terroristas eran casi 60 mil, cuando este Gobierno empezó. Se han desmovilizado 46 mil. Un proceso complejo y costoso de reinserción. De ellos, más de 10 mil son de la guerrilla; el resto, de los paramilitares.

En la década de los 90, los procesos de paz sumaron no más de 4 mil desmovilizados de la guerrilla. En estos 5 años de seguridad democrática se han desmovilizado más de 10 mil de la guerrilla.

Hemos venido recuperando la Ley y el orden, el Estado de Leyes, la vigencia de la Constitución en el país. Muchas zonas de la Patria, hace 5 años, albergaban a la Nación colombiana, pero habían visto al Estado colombiano ser desplazado por el poder usurpador del terrorismo guerrillero y del terrorismo paramilitar.

Eso se ha venido recuperando en esta Patria que ustedes visitan hoy, distinguidos delegados de las policías de los países hermanos.

Vamos a continuar esta lucha con redobladas energías al amanecer de cada día, para que las nuevas generaciones de colombianos puedan vivir felices en esta Patria. Un país que construye confianza, un país que está construyendo confianza en su justicia, construyendo confianza en su Ejército, en su Policía.

Hace un año, cuando se hablaba del acuerdo humanitario, la guerrilla de las Farc, en otro criminal atentado, estalló un carro bomba en la Universidad Militar, aquí en Bogotá.

El Gobierno lo supo esa misma noche. Muy temprano en la mañana siguiente lo denuncié ante el mundo.

La justicia acaba de poner presa a una señora de las Farc que había infiltrado nuestra Fuerza Pública y había participado como estudiante en un curso de formación de oficiales de la reserva. Han tenido esa osadía, esa intrepidez los terroristas, pero tarde que temprano, la justicia se impone. Hoy, por fortuna, esa señora terrorista está a órdenes de la justicia, privada de su libertad.

En aquella época se dijo, en París, que el carro bomba lo habían instalado los militares por orden del presidente Uribe, para que el presidente Uribe tuviera disculpas a fin de no continuar en el acuerdo humanitario.

Pues bien, Dios premia la buena fe, como lo repiten todos los cuarteles y el comando del Ejército: un año después, la justicia logra clarificar plenamente aquella hipótesis sobre la cual el Gobierno tuvo elementos probatorios, contundentes, horas después del atentado.

Hemos hecho todos los esfuerzos por el acuerdo humanitario. No hemos negado esfuerzos: ocho ciudadanos han sido autorizados como facilitadores, ha participado la comunidad internacional, un día el presidente Sarkozy (de Francia), al otro día el presidente Chávez (de Venezuela).

El Gobierno que presido, personalmente como Presidente, hemos preferido el acuerdo humanitario al cálculo político. En muchas ocasiones se me ha dicho: ‘Presidente, no corra ese riesgo político. Cómo permite tal o cuál facilitación’. Y he contestado, desde que se respeten los límites que por el bien de Colombia, por la política de seguridad democrática, hemos trazado, nosotros no podemos negar opciones.

Y en la idea de abrir opciones, respetando los límites del bien común, de la seguridad democrática, en la idea de abrir opciones no hemos negado una sola. La circunstancia de todos los riesgos políticos que muchos anotan, pone en evidencia nuestra buena fe en el acuerdo humanitario.

Las limitaciones que hemos trazado, que se han respetado, a las cuales nos referimos como inamovibles, son limitaciones que tienen una razón de ser: evitar que el terrorismo utilice el acuerdo humanitario como un campo para evadir la seguridad democrática. Hay que buscar el acuerdo humanitario, pero no se puede frustrar la seguridad democrática. Por eso nuestras limitaciones.

Limitaciones que están soportadas en razonamientos que han sido consolidados en una y otra ocasión. Y a pesar de todos los esfuerzos, a pesar de haber preferido la búsqueda del acuerdo humanitario que el cálculo político, el mundo debe conocer que la única respuesta que hemos tenido del terrorismo es la respuesta del asesinato.

Hemos liberado más de 170 personas de las Farc. A petición del presidente Sarkozy, hemos liberado a Rodrigo Granda. Para facilitar la ayuda del presidente Chávez, hemos tenido que soportar que los criminales se pavoneen ante la prensa internacional desde la ciudad de Caracas.

Y la única respuesta que hemos tenido es el asesinato del Gobernador de Antioquia, el asesinato del ministro de la Defensa, doctor Gilberto Echeverri, el asesinato de integrantes de la Fuerza Pública, el asesinato de los 11 diputados vallecaucanos. Estos bandidos tratan de obtener el favor del presidente Sarkozy, del presidente Chávez, pero ellos no tienen nada más que conductas terroristas; se han negado a liberar a los cautivos.

El mundo les ha implorado que liberen el niño de Clara Rojas, concebido en el secuestro, nacido en el secuestro, que ha abierto sus ojitos al mundo en el secuestro, y estos bandidos se niegan. Estos bandidos han alimentado su poder criminal, como en los escritos del poeta inglés, en la sangre.

Sangre, más sangre, es su única actividad. Para ellos, el acuerdo humanitario es un sofisma de distracción, es un afán para tratar de evadir la acción eficaz de los soldados y policías de Colombia. Por eso engañan al mundo.

Aquí tuvieron un delegado de las Naciones Unidas dos años. Lo engañaron, no avanzaron al acuerdo humanitario. La Iglesia Católica ha hecho todos los esfuerzos, la han engañado, no han avanzado al acuerdo humanitario. La comunidad internacional ha hecho todos los esfuerzos, nosotros hemos liberado 170 personas de las Farc. Han engañado ese esfuerzo de buena fe.

El presidente Sarkozy nos pidió que liberáramos a Rodrigo Granda. Lo liberamos. La única respuesta, asesinato y más asesinato.

Por Dios, en estas horas, cuando la comunidad internacional habla del acuerdo humanitario, no podemos olvidar los asesinatos de las Farc. Que el 22 de noviembre, cuando en París se reúnan el presidente Sarkozy de Francia y el presidente Chávez de Venezuela, en el momento de esa reunión, cuando se refieran al secuestro de Ingrid Betancourt y de los otros ciudadanos con ella secuestrados, yo les ruego que recuerden lo siguiente: que en Colombia acaban de transcurrir unas elecciones que recuperaron para los críticos todos los derechos eficaces, que las Farc asesinó 12 personas, que la inculpación que les hizo fue ser amigos de unas tesis semejantes a las que defiende el Gobierno.

Cuando conversen los presidentes Chávez y Sarkozy, el 22 de noviembre en París, deben recordar en ese diálogo que el grupo terrorista que tiene secuestrados a la doctora Ingrid Betancourt, a tantos ciudadanos colombianos y a tres norteamericanos, es el grupo terrorista que ha recibido cualquier clase de favores de la comunidad internacional; es el grupo terrorista que tuvo durante más de casi cuatro años 42 mil kilómetros del territorio de Colombia a disposición; es el grupo terrorista que asesinó a los 11 secuestrados vallecaucanos.

Es el grupo terrorista que asesinó al Gobernador de Antioquia, al ex ministro de Defensa, a oficiales y suboficiales de la Fuerza Pública; es el grupo terrorista que puso la bomba contra la universidad Militar; es el grupo terrorista que trató, con el asesinato de 12 candidatos, de evitarle el proceso democrático reciente a nuestra Patria.

Nos duelen mucho los secuestrados. Por eso nuestra lucha contra el secuestro, por eso nuestros esfuerzos. Por eso hemos abierto opciones, prefiriendo el acuerdo humanitario que la abstinencia a la que nos llevaría el cálculo político. Pero así como hay que recordar a los secuestrados, también hay que recordar a los secuestradores: Los terroristas más sanguinarios del mundo.

A veces, cuando leo a ONG de Europa Occidental hacer la apología de las Farc, buscar dineros para las Farc, me pregunto: ¿Y estos seudodemócratas de Europa occidental que poyan a las Farc, acaso no pertenecen a las mismas organizaciones políticas que celebraron el derrumbe de Hitler? ¿Acaso estos seudodemócratas, de organizaciones políticas que ayer celebraban el derrumbe de Hitler no se han dado cuenta que los secuestros de las Farc son idénticos a los campos de concentración de Hitler?

Nada diferencia la dimensión terrorista de Hitler, con la dimensión terrorista de las Farc. Al mundo le debe quedar muy claro: El Gobierno de Colombia, si fuera por el cálculo político, se habría abstenido de abrir opciones, que las ha abierto por la buena fe en búsqueda del acuerdo humanitario. Pero al mundo le debe quedar muy claro que, serenamente, el Gobierno de Colombia tiene una determinación: La derrota del terrorismo.

Nosotros quisiéramos que la reunión que pueda tener ‘Manuel Marulanda’ sea la reunión con los fiscales y policías de la Patria; la reunión con las cortes de Justicia para que responda por 40 años de asesinato y de crimen.

Él manda razones. Y dice que no puede asistir a reuniones, que porque si sale de ese escondite le darían una matada. Pues intuye bien. Que no disimule. Él sabe que no tendrá que salir de ese escondite, que en algún momento allá llegará por él la Fuerza Pública a sacarlo y a presentarlo a los tribunales de la justicia y al pueblo, para que responda por 40 años de asesinatos en nuestra Patria colombiana.

No hay cálculo político para frenar el acuerdo humanitario, por eso hemos tenido largueza para abrir opciones, pero no hay, no hay ninguna vacilación para continuar con toda firmeza la política de seguridad democrática.

Llegan ustedes, distinguidos visitantes, a un país que ha vuelto a tener confianza inversionista; en un país donde se están construyendo hoteles y fábricas y se está recuperando el campo, la caficultura, las siembras de cacao, de palma africana, a pesar de todo lo que falta. Y para eso hay estímulos tributarios, apoyos financieros. Pero para eso hay fundamentalmente una política de Seguridad Democrática.

Donde ustedes vean una nueva construcción en Bogotá, donde ustedes vean una nueva fuente de empleo en cualquier sitio del país, distinguidos visitantes, deben saber que hay una causa determinante, el avance de la Fuerza Pública en le rescate de la seguridad democrática de la Nación.

Hoy la tarea de nuestros soldados está vinculada a la recuperación del empleo, la tarea de nuestros policías está vinculada a la recuperación del ritmo de afiliación a la seguridad social; en un país que busca superar la pobreza, construir equidad; que busca, en el 2010, tener plenas coberturas de educación básica, plena cobertura de salud; en un país que está haciendo del crédito popular el gran avance hacia la sociedad sin exclusiones; en un país que hace cinco años tenía 220 mil Familias en Acción, hoy millón y medio de familias pobres y desplazadas que reciben un subsidio para contribuir a la educación, a la salud, a la nutrición de sus hijos, y que en 2 años, con la ayuda de Dios, serán 3 millones de Familias en Acción.

Porque aquí tenemos toda la fortaleza del espíritu para derrotar el terrorismo y toda la fortaleza del espíritu para trabajar participativamente, día a día, con todos los colombianos, especialmente en nuestro diálogo de todas las horas con los sectores más pobres y vulnerables de la Nación.

Han presenciado ustedes, distinguidos visitantes, la graduación de la promoción de subtenientes Alfonso López Michelsen, entre ellos, 26 mujeres. Un país que admira la participación de la mujer, que tiene confianza a la creciente incursión de la mujer en el Estado, en la Fuerza Pública. Una Policía que se siente orgullosa de cómo ha venido, eficazmente, contribuyendo la participación de la mujer en esa Fuerza.

Encuentran ustedes, distinguidos visitantes, un país que tiene una juventud resuelta.

A mi generación la llenaron de vacilaciones. A mi generación la formaron diciéndole que el delito era expresión de la pobreza, y no le abrieron los ojos para hacerle ver que el delito en Colombia ha determinado más pobreza. A mi generación la deformaron, haciéndole creer que la civilidad era la debilidad frente al terrorismo.

Pero ahora hay una nueva generación de colombianos que no quiere que su ciclo vital tenga que hacer el recorrido del ciclo vital de mi generación.

Mientras mi generación no ha visto un día completo de paz, la nueva generación de colombianos que representa esta promoción de subtenientes no quiere, en adelante, un día de terrorismo. Esa es la diferencia.

Y por eso el valor de ellos. Por eso ellos, en lugar de estar en la discoteca o en la parranda, han estado en el estudio riguroso de la Policía Nacional. Por eso ellos, en lugar de estar en la acción contemplativa o en la pereza, hoy salen de este grado no a celebrar, sino a trabajar activamente para que el país, en la próxima temporada de Navidad y Año Nuevo, a través del estímulo al turismo, pueda generar mucho empleo para superar la pobreza y para construir equidad.

Ante esta presencia tan importante de delegados de las policías de los países hermanos, felicito a esta nueva generación de colombianos, a los subtenientes que hoy graduamos.

Quiero felicitar a todos ellos, en cabeza de Cristian Camilo Triana, el primer puesto, hijo de un sargento mayor en buen retiro de la Policía. El hoy subteniente Cristian Camilo, abrazó la carrera de la Policía después de que estudiaba música, y le pregunté: Y subteniente, ¿por qué esa decisión? Y me dijo: ‘Me gusta mucho la música, pero si le sirvo a la Patria en la Policía, más me gustará’.

Un aplauso a esta promoción.

Aquí nos acompaña el sargento en uso de buen retiro Euclides Triana Triana. Allí está de pie. Su señora Magdalena Palacios de Triana y la señorita Liliana. ¿A dónde está Liliana? El padre, la madre, la hermana del subteniente. Ustedes representan los papás y las mamás de Colombia. Pero ustedes tienen una especialidad: no contentos con el sacrificio para la familia de la vida del sargento Euclides Triana, le han entregado lo mejor de cada hogar, a su hijo Cristian Camilo, a la Policía; lo han entregado a la seguridad de la Patria; lo han entregado al porvenir de la Patria.

Sargento, a usted y todos los papás de esta promoción. Doña Magdalena, a usted y a todas las mamás de esta promoción. Liliana, a usted y a todos los hermanos de esta promoción, la gratitud de todos los papás y mamás de Colombia por el sacrificio que ustedes hacen con su hijo.

Subteniente, en la Patria, que recibió la libertad del general Bolívar, las leyes y el orden del general Santander, el valor del general Córdoba; en la Patria que quiso martirizar el terrorismo, ustedes son la vanguardia para conquistar definitivamente la tranquilidad. La tranquilidad que será el camino de la paz, la tranquilidad que es el camino del progreso.

Ustedes, con su acción en la Policía, labrarán oportunidades para que sus compañeros de generación y quienes le siguen menores, puedan tener oportunidades de estudio, oportunidades de ser profesionales y técnicos, oportunidades de emprendimiento, oportunidades de trabajo digno.

Muchas gracias por haber abrazado la Policía. Ustedes, subtenientes, son la garantía de la felicidad de las nuevas generaciones de colombianos

¡Que viva Colombia¡”