ambiente. Una prosperidad, que eleve la capacidad para alimentar a nuestros niños, para garantizar a los colombianos el acceso a los servicios básicos de salud, agua potable y educación. Prosperidad, para que las regiones y las grandes y pequeñas empresas sean sostenibles en los mercados globales.
Lo que tenemos que hacer para lograr el avance de Colombia está a la vista. Miremos algunos casos: Ahí está China, país que ha logrado crecer a tasas elevadas y sostenidas del 9% durante 20 años y reducir la pobreza de su población en más de 50%. Pero de esta experiencia, también aprendimos que el crecimiento no puede ser a costa del medio ambiente: 16 de las 50 ciudades más contaminadas en el mundo son Chinas, y este país, es responsable por el 14% de la emisión de dióxido de carbono en el mundo.
Miremos a Malasia que arrancó en los años 60 del siglo pasado en condiciones muy similares a las de Colombia, pero que con una planificación acertada y buenas políticas, ha logrado multiplicar casi 12 veces sus exportaciones per-cápita en este periodo.
¿Qué hicieron estos países para obtener tales resultados?
Además de condiciones favorables de seguridad y estabilidad, buenas instituciones y espíritu empresarial, lograron conseguir demanda para sus productos a través de la internacionalización de la economía. Adicionalmente, algunos implementaron una estrategia de transformación productiva, que les permitió atender la demanda de bienes y servicios, con alto valor agregado.
En Colombia, los resultados de los últimos cinco años nos señalan que vamos por el camino correcto. En el gobierno del Presidente Uribe, la tasa de crecimiento se incrementó de 1,9% en 2002 a 6,8% en 2006, y ya logramos tasas del 8% en el primer semestre de este año. Así mismo, la tasa de desempleo se redujo de 15,6% a 11,4% entre 2002 y 2006, en tanto que en el trimestre mayo-julio fue de 11.2%. El índice de pobreza, por su parte, se redujo de 57% en 2002 a 45% en 2006.
Para que nuestra empresa común no fracase, debemos acelerar el ritmo y concentrar los mayores esfuerzos en el mejoramiento de la productividad y competitividad. Como ustedes saben, el Índice Global de Competitividad del Foro Económico Mundial para 2006, señaló que el país perdió siete puestos al pasar de la posición 58 a la 65, en una muestra de 124 países.
En el último estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que analiza la situación laboral en el mundo, se muestra que entre 1985 y el 2005 la productividad de los trabajadores colombianos solo avanzó a un ritmo de 0,7% anual, mientras que países de Europa del Este como Polonia, Albania, Eslovenia, entre otros, lograron avanzar a un promedio anual de 4%, y China lo hizo a 5,7%.
El profesor Michael Porter, ha dado su apoyo y su asesoría a nuestro país desde los años 90 acerca de los desafíos de la competitividad y productividad, esfuerzo ya plasmado, en una agenda recomendada por él para Colombia, hace casi dos años. La buena noticia es que estamos avanzando con éxito en su implementación.
En ese entonces el Profesor recomendó, primero, realizar una evaluación objetiva de la competitividad en Colombia. Como resultado, el país, a través de un primer documento Conpes, propuso un nuevo arreglo institucional según las mejores prácticas internacionales y, al mismo tiempo, desarrollar una política que nos hiciera más competitivos y productivos.
Se creó el Sistema Nacional de Competitividad, y a su interior, la Comisión Nacional integrada por el sector público, privado y la sociedad civil; la Comisión está liderada por el señor Presidente y coordinada por la Alta Consejería.
Segundo, la agenda propuesta por el profesor Porter, recomendó desarrollar una estrategia nacional de competitividad y definir las prioridades de acción para su implementación. Hoy, de la mano de la Alta Consejería y de la Secretaría Técnica Mixta de la Comisión, ejercida conjuntamente por Planeación Nacional, el Ministerio de Comercio Industria y Turismo, y el Consejo Privado de Competitividad, el país ha avanzado en definir la carta de navegación para el largo plazo.
Quisimos que esta carta plasme una política de Estado, que supere los periodos de Gobierno y alcance mejores indicadores de prosperidad colectiva, involucrando al sector privado, la academia y la sociedad en general. Así, Colombia, con esta decisión, se ha convertido en uno de los primeros países de América Latina, que avanza en este sentido.
Por último, hace dos años se planteó la necesidad de implementar esta política para que no se quedara sólo en el papel. Se propuso, entonces, identificar los roles del sector público y privado, así como crear las estructuras institucionales, tanto nacionales como regionales, para soportarla en el tiempo.
Como resultado del trabajo adelantado hasta la fecha, en septiembre de este año y en cumplimiento de las directrices fijadas por el Presidente Uribe, el país contará con un nuevo Conpes que definirá la política de Estado en materia de competitividad y productividad. Esta política le apuesta a un equilibrio adecuado, entre los sectores público y privado, implementando acciones que nos hagan más competitivos y promuevan mayor igualdad social.
Si logramos como sociedad este objetivo nacional, en los próximos 25 años seremos una de las tres economías más competitivas de América Latina, con niveles de inversión superiores al 28%, que sostendrán tasas elevadas de crecimiento y reducirán la pobreza a niveles inferiores al 18%, con tasas de desempleo del 5%.
Conseguirlo implica, tal como lo ha recomendado el profesor Ricardo Hausmann, una profunda transformación de nuestro aparato productivo para diversificar las exportaciones, generando un mayor valor agregado a nuestros productos y convirtiéndonos en un jugador de talla internacional.
Los ejes claves de acción para lograr la visión propuesta son: el desarrollo de sectores de clase mundial, con aumentos importantes en la productividad y el empleo, en un ambiente que promueva la formalización laboral y empresarial, que aumente las inversiones en ciencia, tecnología e innovación y elimine las barreras a la competencia y la inversión.
Su implementación no está exenta de riesgos. Los Tratados de Libre Comercio, según lo ha reconocido el profesor Porter, crean enormes posibilidades para el desarrollo, pero no garantizan por sí solos el bienestar de la población. Por esta razón, la garantía de una menor desigualdad social, descansa en la capacidad competitiva del país, y de sus regiones para enfrentar un mundo globalizado.
En este orden de ideas, el desarrollo de la competitividad regional, es una prioridad para el Gobierno y fundamento del Sistema Nacional de Competitividad. El proceso iniciado con la construcción de la Agenda Interna regional y sectorial, debe servir de base para evitar que el crecimiento de la economía, se traduzca en una peor distribución del ingreso y mayor desigualdad regional.
La tarea no es fácil. Tal como lo reconoce el Banco Mundial en un estudio reciente sobre la competitividad regional en Colombia, existen diferencias significativas en los determinantes de la productividad entre ellas.
Según el estudio, Colombia está caracterizada por la persistencia de grandes disparidades entre las subregiones, existiendo importantes oportunidades para cerrar la brecha. Estas se concentran en la posibilidad de brindar herramientas para que los departamentos puedan competir en los mercados internacionales.
La pregunta es ¿hacia dónde y cómo dirigir los recursos y las intervenciones públicas para mejorar la competitividad regional y hacer frente a los desafíos futuros?
Un primer paso que hemos dado, es en materia institucional. El trabajo lo hemos articulado en torno a las Comisiones Regionales de Competitividad (CRC), coordinadas por el Ministerio de Comercio Industria y Turismo y Confecámaras. Entidades que cuentan con el apoyo del Consejo Privado de Competitividad y la Alta Consejería.
A la fecha, un 84% de los departamentos ya han manifestado su interés de vincularse al Sistema Nacional de Competitividad. Se han instalado 15 Comisiones Regionales que son espejo de la Comisión Nacional en su composición pública y privada, y antes de diciembre de este año vincularemos 5 nuevas.
No obstante, los esfuerzos no pueden parar ahí. Se requiere que las regiones y los sectores económicos, diseñen una estrategia plenamente articulada con la política nacional de competitividad. Para finales de este año, esperamos contar con 15 de estos planes regionales, construidos con los insumos derivados de la Agenda Interna y de los estudios de transformación productiva que hemos venido realizando.
Adicionalmente, el gobierno debe entender las diferencias sociales, culturales, económicas y ambientales de las regiones, apoyando con el diseño de instrumentos de política, el logro de tasas regionales sostenidas de crecimiento.
Pero a las regiones les queda una tarea mucho más retadora. Pensar en un proceso de transformación productiva, es una condición necesaria para lograr con éxito la inserción en los mercados locales y externos.
Quiero, de otro lado, hacer un especial énfasis en la necesidad que representa para el país pensar seriamente en el tema del conocimiento y la innovación. En el mundo actual, los países que logran crecimientos sostenidos, que verdaderamente se vuelven más competitivos, son aquellos que invierten en investigación y desarrollo, y fortalecen realmente el vínculo entre la academia y la empresa.
En este punto, Colombia tiene unos retos enormes. Para elevar los niveles de gasto en ciencia, tecnología e innovación a estándares internacionales del 2% del PIB, como lo plantea la Visión 2019, requerimos del concurso del sector público, privado y la academia en el logro de esta meta. Sólo así, conseguiremos convertirnos en un país desarrollado.
Considero, que uno de los campos más prometedores de esta inversión en investigación, es la biodiversidad. Conocer su gran potencial nos permitirá valorar toda la riqueza que constituye nuestro patrimonio natural. ¿Por qué no atrevernos a pensar en este sector como uno de clase mundial?
La competitividad la hace la diferenciación, y la biodiversidad es la diferencia en Colombia, lo que constituye una enorme ventaja frente a otros países. Tal como lo reconoció quien es considerado el padre de la biodiversidad en el mundo, el biólogo y profesor emérito de la Universidad de Harvard, Edward Wilson, quien nos visitó recientemente, Colombia es en biodiversidad lo que es Arabia Saudita en materia petrolera. Explotar esta "mina de oro" supone investigación y desarrollo de nuevas tecnologías, para así agregar valor a estos recursos.
Por eso no puedo dejar de hablar de la importancia del desarrollo sostenible en el contexto competitivo de un país. Se debe entender que la rentabilidad de las empresas involucra un uso sostenible de los recursos naturales; en este sentido, veo con sumo entusiasmo los avances que en materia de Responsabilidad Social, vienen haciendo los empresarios en el país, esfuerzo que debe continuar.
Colombia tiene, sin duda, un enorme potencial para desarrollar, entre otros, el sector de los biocombustibles y las condiciones para convertirlo en uno de clase mundial, sobre la base de preservar sus ecosistemas y garantizar la seguridad alimentaria.
Finalmente, una política de competitividad exitosa es aquella que logra equilibrar el papel del Estado y el mercado, en la solución de los cuellos de botella de un país, obstáculos estos, que impiden que las empresas y las regiones sean más competitivas y productivas. Sin embargo, el verdadero éxito de este proceso es lograr una mayor equidad regional y social; una mejor distribución de los ingresos y una mayor reducción de la pobreza, pues socialmente, esto resulta menos costoso y permite cosechar el respaldo del país, a las estrategias que hemos planteado.
Hoy los invito, a que trabajemos juntos en la implementación de esta ambiciosa pero realizable política de Estado, y a que pensemos, como lo hizo alguna vez un ilustre expresidente de Colombia, que “debemos ser empresarios de realidades y no mercaderes de ilusiones”.
Muchas gracias”. |