Julio 05

Doña Ana Delia Arcila, 84 años tejiendo sombreros aguadeños

Por: Sol Anyela Villalba

Aguadas, Caldas, 5 jul (SP). A sus 84 años de edad, en una humilde vivienda ubicada en pleno corazón del municipio de Aguadas, departamento de Caldas, Doña Ana Delia Arcila y dos de sus hijas, María y Lucila, transforman los cogollos de la palma de iraca en finos ‘sombreros aguadeños’, que hoy se exhiben no sólo en Colombia sino en las grandes ciudades del mundo, y que llevan impreso, como sello de garantía, la marca ‘Hecho en Colombia – 100 por ciento aguadeño”.

La señora Ana Delia aprendió este arte desde niña, casi desde bebé, cuando, junto con su madre, quien se dedicaba a tejer sombreros aguadeños, recogía las pajitas de iraca que quedaban esparcidas en el piso y eran su juguete preferido. “Lloraba, porque no podía tejer sombreros, pero luego aprendí a echar vueltecitas y así a tejer”, recuerda.

Reconoce, con voz temblorosa, que a esa corta edad y con sus manos inquietas, empezó a convertirse en experta en el oficio. El tiempo ha pasado y ya Doña Ana Delia no es la aprendiz ni la niña juguetona de hace 80 o quizá más años. En sus ojos y en la piel, tiene marcada la experiencia, y en sus manos la sabiduría de un oficio hecho arte.

Ella es una mujer encantadora, de tez trigueña, de cabello blanco, de contextura gruesa, amable y hospitalaria. Le gusta sonreír de vez en cuando, mientras teje los sombreros aguadeños de iraca.

Su vida la ha pasado tejiendo. Empieza a trabajar a las 8:00 de la mañana. A la media mañana toma un descanso, y vuelve y se sienta al borde de la cama de uno de sus nietos, donde se le van las tardes y los días tejiendo la iraca. “Me gusta estar acá, porque hay buena luz para trabajar, a pesar de la espesa bruma que cobija a Aguadas”, dice.

A pesar de su avanzada edad, es sorprendente el movimiento y la fuerza de sus maños para hacer de cada puntada un fino tejido. Ni el agotamiento de sus ojos, ni el temblor de sus manos, han impedido que siga tejiendo los sombreros aguadeños más bonitos y finos de la región.

Una familia de tejedores

Con la muestra de sombreros tejidos en puntadas ordinarias, regulares y finas, Ana Delia, María y Lucila cuentan que la calidad está en apretar al máximo cada puntada. Esta se convirtió en la actividad productiva y económica de esta humilde familia.

“Decidimos asociarnos y formar parte de la Cooperativa Artesanal de Aguadas. Es la mejor forma de que nos paguen realmente lo que vale nuestro trabajo, pues dedicamos días y semanas enteras al tejido de un solo sombrero”, relata.

Según Lucila, ella, sus hermanos, sus hijos y sus sobrinos, crecieron entre ramas y tejidos de iraca. De allí la tradición que, gracias a Dios, “no se ha perdido y sigue viva”.

Esta numerosa familia, que creció entre ramas de iraca, sabe que ciudadanos de cualquier lugar de Colombia y del mundo podrán encontrar y contar con el laborioso talento de una familia artesana, que lucha por conservar una tradición con 200 años de historia.
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